BBC: Bodas, bautizos y comuniones. Cómo rechazar una invitación y no molestar a nadie

Cuando una pareja se casa o un niño se prepara para la primera comunión, los protagonistas y sus personas más allegadas están exultantes. Pero para otras personas cercanas la invitación a la ceremonia puede resultar inoportuna o molesta. ¿Cómo rechazar una invitación sin ofender? Se trata de un día importante para los protagonistas. Pero, ¿y para los invitados? ¿cómo podemos decir que no nos apetece ir y no quedar mal?

Depende de quién nos invite. A veces tenemos en nuestro círculo amigos íntimos a los que estamos deseando acompañar en un momento tan importante. También es cierto que hay gente a la que no le gusta que la inviten a nada y otra gente a la que le encanta que la inviten a todo.

Y también va a depender del número de eventos sociales que uno puede tener… ya no en un año, sino en un mes. Hay personas a las que le coinciden en los meses de mayo y junio comunión o bautizo por la mañana y boda por la tarde-noche. En este caso es normal rechazar una invitación, que no apetezca asistir por el propio cansancio que producen estos actos.

¿Por qué a ciertas personas les incomoda, e incluso les llega a producir estrés, la invitación?

El factor económico.

El mayor factor de estrés relacionado con la BBC es el factor económico. Pensemos en cuánto nos cuesta ir a una boda o a una comunión.

En primer lugar el hecho de que se ha puesto de moda que ya no hay una lista de regalos sino que se da dinero. El pensar ¿cuánto dinero pongo? ya es un factor de estrés. Normalmente se intenta pagar más o menos lo que sería el cubierto, pero siempre queda la incertidumbre, ¿quedaré bien o quedaré mal?

Rechazar una invitación de boda o comunión

Si además resulta que tenemos cuatro o cinco bodas en las que se coincide con la misma gente,  porque pertenecen al mismo grupo de amigos. Supone comprar vestido, comprar zapatos, si vamos a la peluquería, el regalo… es un desembolso considerable.

Y si encima el acontecimiento es fuera de la ciudad en que vivimos… Es algo habitual en este mercado laboral que la gente ya no trabaje en la ciudad en la que estudió, y los amigos están desperdigados por el territorio. Conlleva tener que pagar hotel, coche, e incluso canguro para los niños si no nos los llevamos y no tenemos con quien dejarlos.

Es muy estresante el pensar en el gasto económico que supone no una boda, sino las 4 o 5  que una persona pueda tener al año.

Rechazar una invitación de boda o comunión

Puede ser que simplemente no nos apetezca ir

En ocasiones, dejando a un lado el factor económico, puede ser que simplemente no nos apetezca asistir. Eso también puede ser causa de estrés: “¿Cómo digo que no a un acontecimiento que para esta persona es tan importante?” “¿Cómo la voy a defraudar?” Puede no apetecernos ir porque estos acontecimientos multitudinarios nos obligan a hablar con gente que no conocemos, a sacar temas de conversación con los que no estamos cómodos, a sacrificar el fin de semana (después de una semana de trabajo) para hacer algo que realmente no nos place.

¿Cómo podemos declinar esa invitación que para esa otra persona es tan importante?

Es cierto que para la persona que invita es un acontecimiento importante. Pero en el momento en que nosotros convertimos las prioridades de los demás y las ponemos por encima de las nuestras, y son más importantes para nosotros, no estamos defraudando a la otra persona pero nos estamos defraudando a nosotros mismos. Nos estamos comportando de forma servil: una cosa es ser servicial y ayudar, y otra es estar siempre priorizando las necesidades de los demás en lugar de las nuestras.

Lo primero que tenemos que pensar es que las prioridades de las otras personas no siempre pueden estar por encima de las nuestras. Es cierto que hay acontecimientos de gente importante para nosotros, o que se han portado muy bien en un momento determinado, y tenemos que poner en la balanza si compensa sacrificarnos por el bien que esa persona ha hecho en nuestra vida.

Pero cuando no es así, cuando es simplemente una invitación más, tengamos en cuenta dos aspectos:

Tenemos que pensar que nuestro tiempo libre también es importante. Es el primer punto para poder decir que no.

Tenemos que asumir las emociones que vamos a sentir. Cuando decimos que no a una persona siempre sufrimos algo de ansiedad. Hay que pensar en que lo vamos a pasar mal y aceptarlo, no pasa nada, es una emoción con la que tenemos que convivir. Decimos que no y luego nos vamos a sentir mucho mejor.

Sigue estos cuatro  pasos:

Agradece la invitación sin exagerar

“Te agradezco que pensaras en mí, te agradezco la invitación”
No digamos: “¡Qué bien! ¡Qué maravilla! ¡Cuánto me alegro!”
No engrandezcamos una invitación que luego vamos a declinar.

Dí de forma clara y sincera que no puedes ir

¿Por qué sincera? Porque si argumentas que tienes a los niños, por ejemplo, te pueden responder. “No te preocupes, trae a los niños. Va a haber una mesa con niños”. Te van a buscar solución al problema que plantees. Cuando somos sinceros al final la persona se termina por convencer. Simplemente decimos: “Tenemos otros planes y no podremos ir”. Cuando decimos que tenemos otros planes a veces la persona ni siquiera pregunta cuales son. Y en el caso que lo pregunte pues se dice que son planes que ya están realizados de hace tiempo y que son un compromiso, no hay por qué dar más explicación.

No digas la pena que te da y lo mucho que lo sientes

Primero porque es mentira, no digas: “¡Siento muchísimo no poder acompañaros! ¡Qué pena, de verdad! Es que me coincide…”, porque parece que te estás excusando, y además puede llegar a ser hipócrita. No te da pena, no te apetece ir y le estás diciendo que tienes un compromiso. Si realmente te apeteciese, harías lo que fuese con tal de ir a ese evento.

Acaba la conversación de forma positiva

Deséale de forma sincera que tenga un buen día. Que tenga un matrimonio feliz o que los niños se lo pasen genial en ese día de comunión. Y, si lo deseas, dale otra alternativa: “A la vuelta de vuestro viaje…” o “cuándo tengamos un momento nos sentamos y lo celebramos entre los cuatro”.

Piensa que, en ocasiones, la gente que invita tampoco lo siente de corazón

A veces las personas se anticipan: “Si no invito a fulanito le va a sentar mal”, e invitan por compromiso. En ocasiones cuando declinamos una invitación le estamos haciendo a quien invita un favor. Para el que organiza una boda, económicamente también supone un esfuerzo tremendo. El que la gente le vaya diciendo a veces que no es un favor.

Rechazar una invitación de boda o comunión

Y, si la persona se ofende, nosotros no podemos responsabilizarnos de esas emociones

La persona que invita tiene que intentar tener empatía, ser consciente de que hay gente que no va a poder ir y de que a veces a ella también la han invitado y no le ha apetecido asistir. El que organiza el evento debe pensar que es un día muy importante para él, pero que esa importancia no la tiene para los invitados.

Y si finalmente decidimos ir… ya que estamos vamos a pasarlo bien

Hay situaciones en las que igual no nos apetece, pero esa persona es importante para nosotros o ha hecho algo por nuestra familia en un momento determinado y creemos que merece nuestro sacrificio.

Lo importante es concretar el foco de atención

¿De qué voy a estar pendiente? Si la actitud al llegar a la boda es: “¡Qué rollo estar aquí!”, “¡Cuánta gente!”, “¡Ahora que puedo hacer!”, “¡Y esto a qué hora se va a acabar!”… Si empiezo a verbalizar todo lo que no funciona lo voy a terminar pasando realmente mal.

Para evitar esto vamos a anticiparnos pensando en diferentes temas de conversación que podamos proponer si las conversaciones que hay en la mesa, con gente que igual no es conocida, no nos gustan. Si me gusta el fútbol hablaré de fútbol, si me gusta una noticia nueva que ha salido la puedo comentar.

Hagamos en la boda lo que nos apetece

Si nos gusta bailar, bailamos. Que nos apetece relacionarnos con gente de otra mesa, pues en un momento determinado, cuando acabe la cena, nos levantamos y vamos con gente que conocemos. Se trata de provocar que el momento sea algo agradable, y eso es algo que sí tenemos que elegir nosotros. Y, por supuesto, pongámosle fin al evento cuando lo encontremos oportuno. No tenemos que cerrar la boda ni quedarnos hasta el final.

Consejos que nos ayudan a decir NO y no sentirnos mal

Porque una cosa son los cuatro pasos de cómo comunicar a la persona que nos invita que no vamos a ir, y otra las bases que necesitamos para sentirnos fuertes.

Tener claros nuestros límites y prioridades para poder defenderlos. Hay veces en que una invitación nos pilla a la contra, y como en ese momento nos quedemos dudando… luego, al comunicar que no vamos a asistir, vamos quedar mal. Si de antemano sabemos que no queremos ir a bodas o comuniones si no son de según qué personas… el tener eso claro y saber cómo vamos a responder ya nos permite comportarnos de forma socialmente habilidosa o asertiva.

Tenemos derecho a elegir cómo pasar nuestro tiempo. A una boda al año podemos ir, cuatro o cinco es demasiado. Mi tiempo es importante y mi descanso también.

No somos responsables de las emociones que sientan los demás cuando les comunicamos que no vamos a ir. Si a la persona que invita le genera frustración y se lo toma como algo personal es su problema. Tendrá que hacer un entrenamiento en empatía o en habilidades sociales para poder entender nuestra postura.

No complazcas a los demás por miedo a poner fin a esa relación. No tenemos que comportarnos como creemos que el otro desea. Tenemos que comportarnos como nos apetece a nosotros. Si continuamente vamos pensando en: “¿qué dirán?”, “¿le sentará mal?”, “¿y si deja de hablarme?”… Igual no era una relación lo suficientemente sólida si tienen esa reacción con nosotros.

Acepta las emociones incómodas que surgen al decir NO. Podemos sentir un momento de ansiedad pero, si por evitar esa emoción decimos a todo que sí… también vamos a tener esa emoción durante el evento, el día previo, la semana de antes pensando: “¡que rollo que tengo que ir a este sitio que no me apetece!”.

No te justifiques ni des muchas explicaciones. No hace falta, no te las han pedido. Sólo sé sincero. No una sinceridad que pueda herir si decimos “no me apetece”. Pero sí decir “tengo otros planes, pero otro día lo celebraremos juntos”.

Acepta las consecuencias de decir que no. Si vas rechazando peticiones, cuando invites a los demás probablemente también te respondan así. No te lo tomes como algo personal y ten la misma empatía que tu quieres que tengan contigo cuando rechazas una invitación.

Y todo esto aunque sea nuestra madre quien esté por detrás diciéndonos: “Hijo, ¿cómo no vas a ir a la boda de tu primo?”

Son difíciles esas situaciones familiares. Incluso hay que saber decir que no en esa tesitura. “¡No me puedes hacer eso!”, “¡Qué vamos a quedar fatal!”No dejes que te hagan chantaje emocional.

No se trata de decir a tu madre: “¡No me lo hagas tu a mí!”.  Se trata de responder utilizando la técnica del disco rayado: repetir la misma frase con un tono de voz conversacional, sin gritos y sin exaltarse, para que entienda que es un límite que no vamos a cruzar: “¡Lo siento mamá!” o “¡Lo siento tía!”, “pero es que tengo otro compromiso”.

Te van a responder: “¡Ya, pero cómo me vas a hacer eso! ¡Es tu primo! ¡Vamos a quedar mal!”. Y tú, erre que erre: “Ya, lo siento. No creo que sea así pero es que tengo otro compromiso” Así hasta que se dé cuenta. Y luego sí que tendrás que dar la cara: llama tú a tu primo y díselo.

Rechazar una invitación de boda o comunión

¿Cómo respondemos a la invitación?

Si nos han invitado por escrito podemos contestar por escrito: con una carta escrita a mano o por correo electrónico si así ha sido la invitación. Si se trata de una invitación más directa, en la que nos han llamado, habrá que telefonear a la persona y decirle que no. Hay personas que, con tal de no tener que mantener esa llamada, van a la boda o a la comunión. Hay que ser un poco valientes y dar la cara.

 

Fuente: Patricia Ramírez en Para todos la 2 de RTVE (7/05/15) / Imágenes: Flickr Tom Roeleveld y pixabay