Nuestra memoria meteorológica suele ser muy frágil, siempre decimos “¡Cuánto calor hace este año! ¡Hace más calor que el año pasado!”

Pero parece que este mes de junio está siendo especial ¿Tiene que ver esta ola de calor con el calentamiento global? Ricardo García Herrera, Catedrático de Física de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid, relaciona la temprana ola de calor que estamos viviendo con el cambio climático. Explica que lo que está pasando este mes de junio (aunque es un hecho excepcional) se enmarca dentro del contexto de un adelantamiento que estamos experimentando en la duración del verano.

Desde 1980 la duración del verano se está alargando al ritmo de un día por año

Es algo que ocurre especialmente en toda la parte suroeste de Europa, y que es debido a la combinación de dos factores:

■ Por un lado nos encontramos con que el Atlántico está más caliente, dentro de una oscilación que se llama la oscilación multidecadal del Atlántico, y esas temperaturas más calientes del Atlántico influyen en la temperatura del continente europeo.
■ Y por otro lado la tendencia debida al calentamiento global.

Desde 1980 cada año los veranos duran un día más que el anterior. Lo que está ocurriendo este año es que, además de adelantarse, nos ha coincidido con una ola de calor típica del mes de julio, y estamos teniendo en junio temperaturas de julio.

El fenómeno del Atlántico es un fenómeno natural, que no tiene que ver con el calentamiento global. Lo que sí tiene que ver con el calentamiento global es que el verano sea más largo. Durante estos últimos años el mes de junio ha experimentado una tendencia de aumento de casi un grado por década. Al sumarse los dos factores es como se explica esa mayor duración del periodo veraniego.

Sólo cabe esperar que vaya a más si no se toman medidas

Hay que tener en cuenta que este calentamiento global tiene que ver con el conjunto de emisiones de gases de efecto invernadero, estamos ahora mismo en torno a 400 partes por millón de dióxido de carbono (CO2), que es el principal gas de efecto invernadero. Y a pesar de la crisis y a pesar de todos los acuerdos es un valor que todavía sigue sin bajar.

Y otra cosa, el CO2 que ahora estamos emitiendo permanece más o menos 40-50 años en la atmósfera,  lo cual quiere decir que el efecto de las medidas que ahora tomemos (aún siendo inmediatas) no se va a ver a corto plazo sino que se apreciará al cabo de varias generaciones.

Ocurre también que las personas soportamos peor que antes la intemperie

Es algo que sucede sobre todo en el mundo más desarrollado en el que vivimos más a cubierto. Si nuestra vida se desarrolla entre una casa con aire acondicionado, un coche con aire acondicionado y la oficina con aire acondicionado… cuando luego salimos a la calle la sensación de calor que tenemos es mucho mayor que lo era hace 50 años, cuando no había aire acondicionado y el cuerpo se podía ir aclimatando.

Al ser una sociedad mucho más rica recurrimos más al aire acondicionado, lo cual supone a su vez un mecanismo de retroalimentación negativa del efecto invernadero.

Si la emisión de gases de efecto invernadero es el origen del cambio climático y la opción es meter aire acondicionado en todos los espacios cerrados, estamos alimentando al monstruo. Sólo nos tenemos que fijar en que por ejemplo en España, hace 30 años, el ciclo del consumo eléctrico tenía un máximo muy claro en invierno. Desde hace unos años tiene dos máximos: uno en invierno y otro en verano como consecuencia del aire acondicionado.

Nos hemos metido en el círculo de que cuanto más calor hace más aire acondicionado, y eso quiere decir que más energía gastamos. Y como es una energía que en su mayor parte proviene de combustibles fósiles, estamos emitiendo más CO2 y lo que estamos provocando es un aumento de la velocidad del cambio climático.

¿Podría haber una ola de calor en septiembre?

El alargamiento del verano, que propicia que tengamos en junio una ola de calor propia de julio ¿puede hacer que tengamos otra en el mes de septiembre? Podría ser pero no está tan claro, porque la tendencia en septiembre no es igual que en junio. Posiblemente tendremos temperaturas más altas en septiembre, pero no sería tan probable una ola de calor.

Las olas de calor serán cada vez más habituales

Los efectos del calor extremo son preocupantes. Algunos episodios han dejado miles de muertos, y las previsiones de un equipo de investigadores americanos no invitan al optimismo.

Un estudio sobre olas de calor mortíferas prevé que ―si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero― el calentamiento global hará que, a finales de siglo, tres cuartas partes de la humanidad vivirán episodios de este tipo unos veinte días al año. El verano de 2003 será recordado en Francia, allí 15.000 personas murieron en dos semanas de mucho calor. Fue el país más afectado por aquella canícula que en todo el continente causo 70.000 muertes. Hace dos años 1.800 personas murieron en India mientras los termómetros alcanzaban temperaturas por encima de los 47º.

Un equipo de investigadores norteamericanos ha estudiado olas de calor como estas, y pronostican que el 75% de los habitantes del planeta pasaran 20 días al año con calor extremo de aquí a fin de siglo si no se pone freno al calentamiento global.

La gente habla del futuro en lo que respecta al cambio climático, pero lo que han podido comprobar en este estudio es que es algo que ya está pasando. Desde 1980 han encontrado unos 2.000 casos de lugares donde la gente ha muerto por este motivo y, obviamente, esto empeorará.

El calor excesivo perjudica a la salud

Ante el calor extremo nuestro organismo no funciona igual

Nuestro cerebro funciona bien a unas temperaturas adecuadas, y a partir de los 40 grados empieza a no funcionar correctamente. Cuando el calor es excesivo las enzimas empiezan a no trabajar como tienen que trabajar, y no solamente eso sino que se enlentecen los impulsos nerviosos. Con lo cual nos empezamos a encontrar aturdidos e incluso a veces medio mareados. Nuestra atención, nuestra memoria y nuestro rendimiento no son los adecuados.

Es sabido que las olas de calor afectan a nuestra salud, como también se sabe que causan pérdidas de cosechas y problemas de abastecimiento de agua. Pero también hay otros efectos menos evidentes: con 49º el aeropuerto internacional de Arizona tuvo que cancelar 50 vuelos hace pocas semanas, un problema logístico y económico para mucha gente. Cuando sube la temperatura del aire, baja la densidad. Es algo que reduce el rendimiento de los motores, la potencia de despegue y, por tanto, se necesitan pistas más largas para despegar y más distancia para aterrizar, algo que afecta a los vuelos. Incluso las infraestructuras se resienten, como ocurre con las pistas de aterrizaje o el asfalto de las carreteras.

El calentamiento global propicia la propagación de virus

Virus que cruzan el charco

El cambio climático o la deforestación son fenómenos que están cambiando por completo el mundo en el que vivimos. Sí, al completo. También a nosotros mismos… El calentamiento del planeta afecta directamente a nuestra salud, y enfermedades que hasta ahora se asociaban a un punto concreto del mapa hoy viajan con facilidad de un lado a otro del globo. Virus tropicales ―como el dengue, el zika o el chikungunya― que hasta ahora afectaban a poblaciones muy concretas de África o de Sudamérica, viajan de un lado a otro del mundo aprovechando las migraciones, la rapidez en el transporte y el aumento de las temperaturas.

Los virus son el 90% de la biología: por cada bacteria hay 10 virus en los océanos ―según estamos viendo en los últimos años con las secuenciaciones en masa de todo lo que sale de los cubos de agua, como las que hace el famoso científico Craig Venter desde su yate―. A los virus se les ha llamado a veces la materia oscura de la biología. Son la gran fuente de diversidad genética en los océanos y el gran motor de la evolución bacteriana, porque estos virus se comportan como vectores que toman genes de una bacteria y se los entregan a otra, y son la base de la adaptación de las bacterias a todas las condiciones climáticas ―por muy extremas que sean― del planeta.

Nerea Irigoyen, investigadora en la División de Virología de la Universidad de Cambridge, habla sobre los virus y sobre su propagación, sobre nuevas enfermedades virales emergentes o reemergentes. Su investigación se centra en analizar cómo algunos virus tropicales cruzan grandes superficies de agua y se expanden debido al cambio climático.

¿Podríamos sufrir en España una epidemia de zika?

Poder podríamos. Aún es algo hipotético, pero se están creando las condiciones adecuadas para que esto pueda empezar a surgir. De momento no tenemos el mosquito vector, porque los flavivirus ―cuyo primer virus que se detectó fue la fiebre amarilla, por eso toma el nombre de flavivirus, flavus es amarillo en latín― se trasmiten por mosquitos, en concreto del género Aedes.

Lo que si tenemos en España (está presente en la costa mediterránea y también en partes del Ebro) es el mosquito tigre, que sería como el primo de todos los mosquitos que transmiten dengue, zika y fiebre amarilla. El mosquito tigre también puede transmitir estos virus, pero no de manera tan eficiente como lo hace el  Aedes aegypti que es el vector principal.

Lo que ocurre es que los virus ―como son virus ARN― mutan muy rápido, se pueden adaptar muy bien a estos mosquitos y podríamos empezar a tener pequeños brotes en todo el sur de Europa, que es algo que ya está ocurriendo. Lo que pasa es que se controlan bastante bien porque no son tan eficientes. Pero probablemente con el cambio climático y con la subida de temperatura sí que estos mosquitos van a ser capaces de colonizar el sur de Europa, y encima se van a poder mantener en invierno, y podremos tener nuevos brotes en verano.

¿Qué ocurre cuando un virus se expande?

¿Ataca de igual manera a todos los sitios que va conquistando? ¿O hay más factores que lo pueden hacer ser más o menos agresivo? Es algo que depende de muchos factores. Entre ellos de cuál sea la inmunidad, de cuál sea el sistema inmune de la población. Es por eso que ataca más a poblaciones mucho más pobres, y es un problema de salud pública ahora mismo en zonas de África, Latinoamérica y el sudeste asiático. En Europa, con unos buenos sistemas de salud, no tendría que llegar a graves consecuencias.

¿Cómo influye en todo esto el cambio climático?

Las poblaciones de mosquitos se están empezando a expandir a zonas más templadas, cuando antes siempre estaban más constreñidas en lo que eran las zonas más tropicales y subtropicales. Ahora, con esta subida de temperaturas que se está viendo de año en año, estas poblaciones pueden vivir en zonas mucho más templadas. El mosquito tigre empezó a aparecer en el sur de Europa hace 10 años, y ha venido para quedarse.

Hay virus tropicales que hasta ahora no nos habían preocupado

Hay muchos virus tropicales que nunca han preocupado en Europa o en Estados Unidos. Se ha hablado mucho de las farmacéuticas, y de cómo se interesan sólo por crear medicamentos para aquellos que pueden tener dinero para luego comprarlos. Si esos virus llegan ahora al primer mundo y la salud es también cuestión de clases, según parece últimamente, puede que haya más eficacia en el desarrollo de tratamientos contra enfermedades que hasta ahora no ocupaban a las farmacéuticas.

Es algo que ya se vio con el Ébola. Se ha desarrollado una vacuna efectiva contra el virus del Ébola en menos de un año porque llegó a Estados Unidos y a Europa. Y es lo que volverá a pasar con los nuevos virus que llegan. El problema será si esas farmacéuticas lo ponen a unos precios que sólo serán asequibles para sistemas de salud de países desarrollados, igual el remedio nunca llega tampoco ni a África ni a Latinoamérica.

¿Hay virus que afectan de manera diferente a hombres y a mujeres?

Las diferencias genéticas que tenemos tanto hombres como mujeres pueden afectar a lo que es la biología de los virus. Los virus más dramáticos son los que producen efectos teratogénicos, todos aquellos que pueden afectar a la salud del feto, y entonces sí que afecta de distinta manera a mujeres. Es algo que por ejemplo se está viendo con el zika, porque son ellas las que cuando se infectan al estar embarazadas sufren la enfermedad y aparte el propio feto es el que puede tener la microcefalia.

¿Cómo afectan los antivacunas a la propagación de un virus?

Son realmente lamentables, sobre todo porque estamos viendo que hay virus que deberían haber desaparecido ―por ejemplo el sarampión en Europa ya estaba erradicado desde hacía 20/25 años― y ahora está rebrotando, hay muchos casos de sarampión en niños.

¿Hay qué vacunar a toda la población para evitar que un virus se expanda?

Debido a la epidemiología de la infección vírica no hace falta vacunar al 100% de la población para evitar que un virus se expanda. Con un 80% (3 personas de cada 4) se puede tener protegida a la población. Lo que quiere decir que los hijos de los antivacunas están protegidos en muchos casos gracias al resto de la gente que sí vacuna a sus hijos. Es  una aparente paradoja pero está evitando que rebroten muchas más enfermedades.

¿Existe algún mosquito bueno?

Realmente ahora el mosquito es el animal más peligroso para el ser humano.

Ola de calor y cambio climático

Fuente: Hoy por hoy de Cadena Ser (16/06/17), Telenotícies vespreTV3  (23/06/2017), A vivir de Cadena Ser (7/07/2017) / Imagen: flickr Donnie Ray Jones