La vida hoy está demasiado guionizada. Atrás han quedado los días de juego gratis y de crear algo de la nada. Muchos niños simplemente siguen un guión.
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Eso no quiere decir que los niños no sean felices. Niños muy felices los hay. Muchos viven una vida llena de aventuras y maravillas en sus propias casas. Pero muchos no. Muchos, simplemente, siguen el plan.
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Y eso es una pena, porque la infancia debería ser todo felicidad. ¿Cómo podemos centrarnos en la felicidad cuando siempre hay tanto que hacer? Podemos empezar por hacer una pausa (no te preocupes, esa pila enorme de ropa te va a esperar).
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Vamos a fijarnos en algunas pistas de niños muy felices:
■ Comen a su hora
Sé lo que estás pensando; esto es demasiado simple para ser una estrategia real de crianza. Piénsalo otra vez. ¿Has tenido alguna vez tanta hambre que tenías ganas de gritar? Así es como se sienten los niños cuando no les das la merienda o cuando tienen que esperar dos horas para participar en una cena familiar de lujo.
Comer a intervalos regulares reabastece sus cerebros y sus cuerpos en crecimiento y mantiene el hambre bajo control. Cuando los niños están tranquilos y satisfechos, experimentan una mayor felicidad.
■ Tienen buenos hábitos de sueño
Lo sé, lo sé, algunos niños duermen mejor que otros. Aunque sin duda eso es verdad, no es excusa para los malos hábitos de sueño. Los niños tienen que aprender a dormir. Enseñarles depende de nosotros. Cuando están completamente agotados, se ponen de mal humor. Cuando están bien descansados y listos para empezar el día con energía, son más felices. Haz del sueño (y de una hora fija para acostarse) una prioridad.
■ Juegan sin instrucciones
Antes los niños se encargaban de su propia diversión. Hoy en día los niños están sobreprogramados, marcados y reverencian los juguetes que juegan por ellos. Claro, todos esos camiones de basura con sus campanas y silbatos son bonitos, pero asegúrate de mezclarlos con camiones de madera y bloques de construcción. Y, por favor, revisa la apretada agenda y busca algo de tiempo todos los días para que los niños se dediquen solo a jugar. El juego es bueno para el alma.
■ Se les permite expresar sus emociones
Los niños gritan cuando están enfadados. Lloran cuando están tristes. Puede ser que incluso zapateen y corran en círculos cuando no están seguros de qué sentir. Y a veces, si tienes suerte, lo hacen todo a la vez en medio del pasillo 9 del supermercado de tu barrio. ¡Déjales! Los niños necesitan expresar sus emociones.
Mientras que los adultos saben llamar a un amigo para desahogarse cuando las cosas se ponen difíciles, los niños son un poco más primitivos. Hacerles callar y avergonzarles públicamente no ayuda. Déjales que se desahoguen a su manera y luego ofréceles ayuda. Soportar un berrinche público puede resultarte abrumador en ese momento, pero es mejor que una vida de interiorizar las emociones negativas, que podrían conducir a problemas alimentarios, de depresión u otros problemas emocionales de tu hijo.
■ Pueden tomar decisiones
Los niños tienen muy poco control sobre sus vidas. Constantemente se les dice a donde ir, qué hacer y qué comer. Un poco de control les da alas para sentirse felices. Deja que tus niños elijan su ropa. Permíteles escoger el menú de la cena una noche por semana. Pregúntales a qué clases se quieren apuntar. Dales la oportunidad de tomar algunas decisiones y a cambio les verás sonreír.
■ Se sienten escuchados
Los niños son intuitivos. Incluso los niños más pequeños se dan cuenta de cuando sus padres se desconcentran y les responden con el piloto automático. Cuando los niños sienten que sus padres realmente les escuchan (desde la mejor carrera de Rayo McQueen hasta lo que han aprendido en la escuela), se sienten más conectados. Esto aumenta su confianza en sí mismos y su felicidad en general.
Escucha a tus niños cuando hablan. Es la mejor manera de construir una relación abierta y honesta con tu hijo y le hace feliz.
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■ Sienten un amor incondicional
Los niños se equivocan. Les dices que no se salta en el sofá una y otra vez, pero lo hacen igualmente. Y luego lloran. La infancia se basa en gran medida en el ensayo y error, y algunas veces los niños tienen que arriesgarse. Perdónales. Quiéreles de todos modos.
Cuando los niños saben que sus padres les quieren y les apoyan sin importar nada, son más propensos a tomar riesgos saludables. Son confiados y están seguros de sus decisiones. Aprenden que las personas a veces cometen errores, pero que siempre hay una oportunidad de corregirlo.
Cuando los niños saben que sus padres siempre estarán ahí para ellos, para bien o para mal, son niños muy felices.
Por Katie Hurley (@katiefhurley) Publicado originalmente en la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’