Control de impulsos e impulsividad

Ya en la Biblia nos explicaban que Adán y Eva fueron tentados por la serpiente para comerse la manzana prohibida, y que fueron expulsados del paraíso por no utilizar correctamente sus funciones ejecutivas —en concreto su capacidad de no caer en la tentación—. Es lo que a día de hoy conocemos como control de impulsos (también llamado control inhibitorio o inhibición de los impulsos).

Control de impulsos e impulsividad en niños

Control de impulsos en niños y adolescentes

¿Qué es control de impulsos en psicología?

El control de impulsos es nuestra capacidad para controlar, detener o posponer determinadas acciones o estímulos que no son relevantes para la actividad que estamos realizando en el momento presente; es una de las funciones ejecutivas que nos diferencian más del resto de los animales, y es una de las que más tarde adquieren los niños y niñas.

Encontramos ejemplos que ponen de relieve el control de impulsos en numerosos cuentos populares. Lo vemos por ejemplo en el cuento de «La cigarra y la hormiga». En este caso la cigarra representa lo emocional e instintivo. En cambio la hormiga representa la corteza prefrontal, que es la sede donde residen las funciones ejecutivas.

Son también numerosas las frases de famosos que hacen referencia a la función ejecutiva del control de impulsos. Decía Oscar Wilde: «A lo único que no me puedo resistir es a la tentación».  Y el genial Groucho Marx decía: «Es mejor estar callado y parecer tonto que abrir la boca y confirmarlo».

Control de impulsos e impulsividad en niños

Tener la capacidad de controlar los impulsos da calma y libertad

Cuando una persona no tiene control sobre sus emociones acostumbra a tener altibajos en su estado de ánimo, además de terminar arrepintiéndose frecuentemente de su comportamiento debido a la forma impulsiva en la que actúa (dejándose llevar por la emoción del momento).

Por contra, las personas que son capaces de autocontrolar sus emociones tienen libertad y control sobre de qué manera y con qué intensidad  quieren vivir lo que les acontece en su día a día, sus vidas en definitiva.

El control de impulsos en nuestra sociedad es una función ejecutiva clave: tan importante es poder realizar determinada conducta como poder inhibirla. Piensa en un funámbulo. Para conseguir mantener el equilibrio encima de una cuerda o de un cable es importante que coordine tanto las acciones que debe realizar como aquellos momentos en los que no debe avanzar. En su actividad la inhibición cobra especial importancia.

Las personas con capacidad de regular, controlar o posponer sus impulsos saben, en la mayoría de las ocasiones, al igual que el funambulista, en qué momentos deben avanzar y en cuáles deben parar y mantener el equilibrio para no acabar cayendo al vacío.

¿Qué es la impulsividad en los niños?

La impulsividad es la consecuencia de no tener bien desarrollados los procesos inhibitorios. Es por ejemplo importante que un niño sepa inhibir el impulso de querer pegar a otro por el simple motivo de que le haya metido un gol.

Los niños que son catalogados como impulsivos (ya sea de manera conductual o verbal) tienen dificultad en controlar sus impulsos. Un porcentaje significativo de los niños y adolescentes con TDAH muestra impulsividad.

La impulsividad acostumbra a manifestarse de manera diferente en función de la edad:

  • En los niños más pequeños la impulsividad suele ser motora, o sea, observable.
  • En los adolescentes suele ser más bien una impulsividad cognitiva, es decir, no observable, al estar relacionada con los pensamientos.

Estas son algunas pistas que te ayudarán a detectar si un niño es impulsivo:

  • Primero hace y luego piensa.
  • Contesta antes de haber acabado de oír una pregunta.
  • Muestra dificultad para aguardar su turno en los juegos.
  • Tiene mal perder. No soporta que le ganen.
  • Interrumpe o estorba a los demás.
  • Tiene una baja tolerancia a la frustración.
  • Tiene poco autocontrol.
  • Muestra desobediencia y negatividad.
  • El niño puede reconocer su problema, pero no puede controlarlo y vuelve a reincidir.
  • En ocasiones se involucra en actividades físicas que tienen peligro sin tener en cuenta las consecuencias.
  • En niños pequeños se dan rabietas sin control.
  • Con sus conductas pueden llegar a manipular a los padres.

¿Qué ocurre en el cerebro de un niño impulsivo?

Inmediatamente y sin pensar en las consecuencias, no hay espacio para la espera. Es lo que define la conducta de un niño impulsivo.

De la película ‘Daniel el travieso’ (‘Dennis the Menace’, 1993)

Según un estudio que realizaron investigadores de la Universidad de Murcia (del 16 de diciembre de 2010 hasta el 15 de diciembre de 2013), el exceso de impulsividad de algunos niños está relacionado con la alteración en la conectividad cerebral.

Experimentos con resonancia magnética permitieron ver la activación de estos circuitos como explica Luis J Fuentes Melero, director de esta investigación que se realizó con el propósito de ver las diferencias que hay en el cerebro de un niño impulsivo.

«Hay una serie de circuitos cerebrales que normalmente se activan cuando hacemos tareas cognitivas. Por ejemplo, cuando hacemos una tarea motora se activa un circuito cerebral que tiene que ver con la programación, la ejecución del movimiento…  Y cuando hacemos tareas atencionales se activan los circuitos de control atencional, de control ejecutivo.

Por tanto hay una serie de circuitos cerebrales que están bien definidos, que se activan cuando los niños o los adultos hacemos un determinado tipo de tareas cognitivas. Luego está lo que se llama la red por defecto, que es aquel circuito que se activa cuando no hacemos nada, cuando estamos en reposo.»

En el citado estudio, la observación de un grupo de escolares y las técnicas con neuroimagen permitieron delimitar la relación de mayor impulsividad a mayor alteración de la conectividad.

Los niños más impulsivos tenían menos activación entre las áreas que deberían activarse más en reposo, y tenían más activados los circuitos que deberían estar más inhibidos porque el niño no está haciendo ninguna tarea cognitiva en ese momento. Se da un patrón diferente de conexión entre áreas.

Este marcador permite anticipar riesgos de conductas antisociales que no necesariamente tienen que manifestarse. Los niños tienen esa predisposición (es como un factor de riesgo) pero no tiene porqué mostrarse, ni tiene que presentar alteraciones serias de conducta si no hay circunstancias muy adversas en las que podría evidenciarse.

Explica Luis Fuentes, director de la investigación, que él era un niño impulsivo: «Si le preguntan a mis padres yo era un niño impulsivo, si le preguntan a mi esposa dirá que tengo una personalidad impulsiva. Soy catedrático de universidad y no he tenido ningún problema. Lo que hace el proceso de socialización, la cultura y la educación, es, precisamente, controlar esa impulsividad».

Los estudios sobre adultos confirman la importancia de anticipar el conocimiento de estos marcadores biológicos en la infancia. Si no hay un buen control, un buen proceso de socialización, una adecuada educación… son niños en riesgo. Son niños que en el futuro podrían ser los que manifiestan una conducta violenta, agresiva, antisocial. Son los casos extremos.

En el caso de los adultos lo que muestran los estudios son aquellos adultos que realmente tienen problemas, adultos que son violentos. Sí que es llamativo que son las mismas áreas, patrones similares de conectividad, por eso es por lo que decimos que esto podría ser un marcador. El conocimiento de estos marcadores permitirá anticipar y solucionar riesgos de futuros problemas de conducta antisocial

El test de la golosina

En lo que respecta al control de impulsos y sus consecuencias una de las investigaciones más representativas es el famoso test de la golosina, también conocido como test del marshmallow (‘nube’ en inglés).

El psicólogo austriaco Walter Mischel (22 de febrero de 1930 – 12 de septiembre de 2018), llevó a cabo en los años 60 un estudio en la Universidad de Standford (Estados Unidos). La investigación tenía por objeto ver qué capacidad tenían niños de la etapa infantil para retrasar la gratificación y controlar sus impulsos de comerse una golosina.

Para llevar a cabo el estudio el investigador colocaba delante del niño una golosina, y le decía al pequeño que tenía que ausentarse de la sala durante unos minutos. El niño se podía comer su golosina en cualquier momento, pero si era capaz de aguantar hasta que volviese el investigador tendría el doble de recompensa.

La prueba permitió extraer muchas conclusiones interesantes. Una de ellas fue que los niños de 5 años tienen un funcionamiento ejecutivo mejor en controlar el impulso de comerse la golosina que los de 3 y 4 años, eran más capaces de esperar y demorar la recompensa. Eso es porque nuestro cerebro, para ir adquiriendo las diferentes funciones ejecutivas, necesita tiempo y experiencia.

¿Qué ocurrió con aquellos niños que se mostraron capaces de esperar a que el investigador regresara, y por tanto tuvieron recompensa doble, cuando llegaron a la etapa de la adolescencia?:

  • En las pruebas de inteligencia puntuaban más alto.
  • Ante situaciones frustrantes mostraban más autocontrol
  • Ante las tentaciones cedían menos.
  • Cuando trataban de mantener la concentración se distraían menos.
  • Eran más seguros de sí mismos.
  • Ante situaciones de estrés, mantenían la calma con más facilidad que los que no pudieron resistirse a la tentación de comer la golosina.
  • Tenían mejor capacidad organizativa (eran más previsores y planeaban más las cosas).
  • En las diferentes tareas actuaban de manera más perseverante.
  • Atendían más a su razón, por lo que eran más ejecutivos.
  • En las pruebas de aptitud académica obtenían una puntuación mucho mejor.

En conclusión se podría decir que estos adolescentes eran todo lo opuesto a lo que sería el estereotipo de adolescente problemático:

  • Los niños que resistieron la tentación de comerse de manera inmediata la golosina años más tarde tenían más facilidad para resolver problemas, ser creativos, controlar los impulsos,  etc.
  • Por el contrario, aquellos niños que no pudieron resistir la tentación, al crecer tenían conductas más impulsivas, guiadas por el deseo y el placer sin tener en cuenta lo deseable y lo razonable. Además, estos chavales tenían una probabilidad mayor de desarrollar una adicción.

Cómo ayudar a un niño impulsivo

Debes recordar que la impulsividad como rasgo de temperamento se puede deber, en parte, a una predisposición genética, pero la propia experiencia vital del niño y las condiciones que haya en su entorno van a determinar la intensidad, la frecuencia y la forma en la que finalmente se expresa. Para corregir conductas el mejor aliado es un ambiente familiar tranquilo y colaborador.

Control de impulsos e impulsividad en niños

A continuación se relacionan algunas orientaciones y estrategias para trabajar con niños que presentan un mal control de impulsos:

No es que tu hijo no quiera autocontrolarse sino que tiene dificultades para hacerlo | En primer lugar debes tener claro que el niño tiene dificultades para regular su estado de activación. Una vez que se ha activado (descargas hormonales juntamente con emociones intensas de frustración) debe realizar alguna acción (rabieta, huída, agresión, lanzar objetos, etc.).

No se trata de ser tolerantes con él, pero desde la comprensión de lo que le ocurre podrás ayudarle de forma más eficaz. Cuando se les razona la mayoría de niños impulsivos suelen arrepentirse y se comprometen a no volver a hacerlo.

A pesar de ello más adelante el niño volverá a caer en los mismos comportamientos disruptivos, a la vez que manifiesta perplejidad e inquietud al verse superado por sus propios actos y no saber por qué eso vuelve a ocurrir. Puede suceder también que estos episodios se refuercen si el niño consigue con ellos lo que quiere y, por tanto, puede aprender a manipular.

El niño debe aprender que sus actos tienen consecuencias | Aunque aceptes el hecho de que tu hijo tiene dificultades para controlarse, él debe aprender que sus acciones tienen un efecto. Ante sus actos debes ser capaz de marcar unas consecuencias inmediatas: si ha lanzado objetos, deberá recogerlos y volverlos a colocar en su sitio; si ha insultado, deberá pedir disculpas, etc. Deberás esperar a que se tranquilice para aplicar esas consecuencias inmediatas.

Mantén la calma | Cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema es importante mantener la tranquilidad. No chilles más que el niño o intentes razonarle nada en esos momentos, eso sólo complicaría las cosas. Hay que mostrarse serenos y tranquilos, a la vez que contundentes y decididos.

Ante rabietas incontroladas de los más pequeños, puedes por ejemplo decirle al niño: «Mamá (o papá) está triste por cómo te estás comportando, y no quiero estar contigo mientras estés así». Y te retiras buscando una cierta distancia física (sea en la calle o en casa) pero también afectiva. El niño de esa forma está recibiendo a nivel inconsciente un mensaje muy claro: «De esa forma no vas a conseguir las cosas».

Cuando queramos corregir los actos del niño hay que insistir en la necesidad de mostrar serenidad delante del pequeño. Si él en nosotros percibe inseguridad, incerteza o discrepancias entre los padres u otros, lo que le llegará es que tiene un mayor control de la situación y las rabietas u otros actos se incrementarán. El niño no debe vernos alterados emocionalmente (chillando, llorando o fuera de control), ni tampoco puede cogernos en contradicciones: no puedes pedirle a gritos a un niño impulsivo que se esté quieto y callado.

No le digas a tu hijo que es malo | Bajo ningún concepto hay que decirle al niño que es malo. Lo que hay que decirle es que se ha portado mal durante un momento y que, si se empeña en ello, eso puede arreglarlo en el futuro. Tampoco lo compares con otros niños que son más tranquilos y que se portan bien. Recuérdale primero los aspectos positivos que tiene, al tiempo que le indicas lo que debe corregir.

Reflexiona con tu hijo sobre lo que le ocurre | No es suficiente con responder de manera adecuada a sus conductas impulsivas. Lo que estos niños necesitan es que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué pueden hacer. Evidentemente esas reflexiones no deben ser nunca hechas en caliente sino cuando las cosas se hayan tranquilizado. Puede ser un buen momento por la noche, al tiempo de acostarse.

¿Qué actividades pueden beneficiar a un niño impulsivo?

La relajación | Los diferentes modos de relajación constituyen uno de los mejores aliados para ayudar a los niños que no tienen un buen control de impulsos. Se pueden usar técnicas adaptadas a las diferentes edades y necesidades, y es algo que no presenta ninguna contraindicación.

Control de impulsos e impulsividad en niños

Canalizar la energía | La impulsividad se puede interpretar como un estado de activación que a nivel orgánico nos prepara para dar una respuesta inmediata delante de una situación que no toleramos o que consideramos hostil a nuestros intereses o a nosotros mismos.

Esa pronta activación puede ser útil si conseguimos canalizarla a través de actividades reguladas. Por ejemplo, los niños impulsivos pueden beneficiarse en cualquier actividad deportiva si aprenden a canalizar esa activación para potenciar sus destrezas.

En este sentido las artes marciales, que combinan concentración y despliegue de fuerza inmediata, pueden resultar especialmente útiles para mejorar el control de impulsos (salvo en el caso de niños que presenten, además, un componente antisocial o de agresividad con las personas).

Entre los deportistas de élite encontramos numerosos jóvenes diagnosticados con TDAH en su infancia. Cualquier práctica deportiva es especialmente beneficiosa en estos niños y ayuda a regular su comportamiento.

Ejercicios para potenciar el aprendizaje | Un niño que no maneje bien el control de impulsos no sólo va a presentar problemas en su conducta. Su modo de funcionamiento le va a acarrear también dificultades en aquellas tareas que requieren de una atención sostenida, como por ejemplo leer o escribir. Es por ello importante trabajar, también desde casa, con ejercicios que puedan mejorar esos aspectos.

Son recomendables ejercicios de lápiz y papel (adecuados a la edad), pintar mandalas, encontrar el camino correcto en laberintos, pasatiempos de discriminar diferencias entres dos imágenes, etc.

Control de impulsos e impulsividad en niños

Al respecto de este tipo de ejercicios decir que, con frecuencia, un niño impulsivo presenta dificultades para escribir correctamente: suele deformar la escritura o agrandarla de forma significativa con un escaso control sobre las coordenadas espaciales. Si es el caso puedes trabajar con tu hijo con mandalas, laberintos u otros pero prestando atención a que primero aprenda a relajar el brazo y la mano.

Cuando un niño impulsivo coge el lápiz lo hace de forma rígida y acostumbra a tensar todo el brazo. Se le deberán dar instrucciones para que, antes de empezar a hacer la tarea, su brazo deje de estar en tensión.

Puedes ayudarle diciéndole, por ejemplo, que deje el brazo completamente muerto (se lo alzas con tu mano y le dices que cuando lo sueltes el brazo debe caer a plomo. Si es así es que el brazo está relajado). Una vez que hayas conseguido que el brazo esté relajado, puedes situar tu mano encima de la suya y ser tú quien vaya escribiendo (dibujando o coloreando) a la vez que el niño intenta seguir manteniendo el brazo relajado. Lo importante aquí es que el pequeño vaya diferenciando entre tensión y distensión (activación versus relajación).

Jugad a juegos que hagan pensar | Los juegos de mesa son otro recurso que nos puede ayudar, siendo especialmente recomendables el juego de Damas y el Ajedrez ya que los dos son juegos que requieren pensar antes de responder (todo lo contrario a la impulsividad). Los niños, además, deben situarse en unas coordenadas especiales para mover las fichas, cosa que incrementa su coordinación ojo-mano.

Control de impulsos e impulsividad en niños

Fabricad juntos una bolita antiestrés | Puedes ayudar a tu hijo a fabricar su propia «pelota antiestrés», es muy sencillo y divertido. Sólo tenéis que conseguir un globo grueso (o meter uno dentro de otro) y rellenarlo con arroz. El tamaño de la pelotita debe ser el adecuado para que quepa en la palma de la mano del niño. Para hacerlo más divertido puedes decirle que la decore pintándole una carita.

Control de impulsos e impulsividad en niños