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Los cinco sentidos de un superdotado

Los cinco sentidos de un superdotado

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Un superdotado tiene aptitudes visuales, auditivas, gustativas, olfativas y también kinestésicas muy superiores al resto de la población.

Tienen lo que los expertos llaman hiperestesia, es decir, una capacidad sensorial exacerbada. «Tener todos los sentidos alerta constantemente amplía su receptividad del mundo. Y su tremenda agudeza explica también la reacción extrema y la importancia de la vertiente afectiva del superdotado. La intensidad de los sentidos genera una alta sensibilidad emocional: se percibe todo todo el tiempo», explica Jeanne Siaud Facchin, psicoterapeuta y una de las principales expertas europeas en los problemas que provoca el exceso de inteligencia, autora de «¿Demasiado inteligente para ser feliz?»

Así son los cinco sentidos de un superdotado:

La vista penetrante y aguzada

Los relieves son más nítidos y los contrastes más marcados. Aunque la luz deslumbre o la sombra los oculte, nada escapa a la agudeza visual de un superdotado. Mínimos, imperceptibles, secundarios, todos los detalles de una escena son observados, percibidos y analizados, incluso aquellos cuya presencia otros ni siquiera advierten. La mirada es escrutadora desde muy pronto, y en ocasiones llega a molestar por su intensidad. Los experimentos llevados a cabo con superdotados muestran que son capaces de extraer de una foto o de una imagen repleta de detalles una cantidad significativamente mayor de elementos en un lapso de tiempo mucho más corto.

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El oído, agudo

El oído distingue simultáneamente informaciones sonoras procedentes de diversas fuentes, como si el superdotado dispusiera de varios canales auditivos. Todos los mensajes acústicos que percibe son tratados al mismo tiempo, por lo que el superdotado puede reaccionar indistintamente a cualquiera de ellos, para sorpresa de las personas que están con él, convencidas de que este no podría escuchar —con la oreja pegada a su walkman y el televisor encendido— una conversación telefónica y un alboroto impresionante en la calle. Y, sin embargo, un superdotado sí puede. No solo lo oye, sino que lo oye todo y lo asimila perfectamente. Además, la capacidad de discriminación auditiva permite al superdotado oír sonidos de muy baja frecuencia. Un susurro, un rumor o un hilo sonoro llegan a su cerebro con la misma nitidez que un sonido perceptible para cualquiera.

El olfato

El olfato se ha convertido en un sentido secundario en nuestras sociedades modernas. No se utiliza nunca para analizar o comprender el entorno. A lo largo de la evolución, el oído y la vista se han convertido en nuestros sentidos favoritos.

El superdotado, explica Jeanne Siaud-Facchin, ha conservado esa capacidad asombrosa de servirse de los olores para obtener información acerca de las personas y las cosas que lo rodean. «Rara vez habla de ello, porque ignora que los demás carecen de este sentido y, cuando lo comprende, piensa que su fino olfato es una tara vergonzosa. Entonces calla. Sin embargo, con su olfato, el superdotado ensancha aún más su receptividad sensorial y aumenta significativamente el número de datos sensibles que serán tratados por el cerebro e integrados en él». Gracias al olfato, prosigue, «comprende ciertas cosas que son invisibles e imperceptibles para los demás, saca conclusiones y luego memoriza elementos que enriquecen aún más la complejidad de su pensamiento».

El gusto y el tacto

Aunque este aspecto haya sido menos estudiado, la observación clínica muestra la presencia de una cantidad asombrosa de «gastrónomos» entre los superdotados, así como la relación tan peculiar que establecen con el tacto. Sensibles a la textura de la piel de los demás, y atraídos por los materiales, a menudo sienten la necesidad de tocar para comprender mejor. «Es como si, mediante este gesto, se asegurasen de haber integrado mejor todos los componentes de un objeto».

(Transcripción del artículo publicado en ABC.es) | Imagen de portada: Flickr Brittany Randolph

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