― ¡Buenos días! ―dijo el principito.
― ¡Buenos días! ―respondió el comerciante.
Se trataba de un comerciante de píldoras muy perfeccionadas, las cuales calmaban la sed. Si se toma una a la semana no se necesita beber ningún líquido durante ese tiempo.
― ¿Por qué vendes eso? ―dijo el principito.
― Es una gran economía de tiempo ―dijo el comerciante―. Los expertos han hecho cálculos; han comprobado que se ahorran cincuenta y tres minutos por semana.
― ¿Y qué se puede hacer con esos cincuenta y tres minutos?
― Cada uno puede hacer lo que quiera…
― Si yo tuviera cincuenta y tres minutos libres para gastarlos en lo que quisiera, me dirigiría tranquilamente hacia un manantial. (1)
La ACELERACIÓN y la cultura de la rapidez se han convertido en elementos característicos de esta sociedad,
y condicionan nuestra vida, nuestro comportamiento y nuestras relaciones. Esto hace que no tengamos nunca el tiempo y la tranquilidad que necesitamos para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante. A lo peor, toda esa prisa es una forma de huida, una manera de no enfrentarnos con lo que nos pasa. (2)
La educación, por su propia naturaleza, es una actividad lenta,
porque para transformar el conocimiento en sabiduría, los aprendizajes han de seguir un largo recorrido donde vamos adquiriendo competencias para desarrollarnos como personas y miembros activos de la comunidad. Reflexionar sobre el tiempo supone cuestionarse algunos de nuestros iconos culturales: el consumo indiscriminado, la vida acelerada, el predominio de la cantidad sobre la calidad, etc. (3)
La falta de tiempo para algo significa que, en ese momento, tenemos otra cosa más importante
La mayoría de las veces, la prisa es consecuencia de nuestra escasa disposición a renunciar a algo, y la vida significa escoger (4). Como nos recuerda Carl Honoré, más, antes y rápido no son sinónimos de mejor.
También en esto podemos aprender de la naturaleza,
que funciona en tiempos largos y en ciclos, sin acelerarse. (5)
(1) Tomado de El principito, Antoine de Saint-Exupéry.
(2) Honoré (2005): Elogio de la lentitud, Barcelona, RBA.
(3) Joan Domènech (2011): Elogio de la educación lenta, Barcelona, Graó.
(4) Stefan Klein (2007): El tiempo: modo de empleo, Barcelona, Urano.
(5) María Novo (2010): Despacio, despacio. 20 razones para ir más lentos por la vida, Barcelona, Obelisco.
Fuente: EL FULGOR DE LA LUCIÉRNAGA. Cuentos para repensar la educación, de Joseba Martínez Huerta / Imagen de portada: Ilustración de Lisbeth Zwerger en el libro Alice in Wonderland