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‘Un instante eterno’ | Pascal Bruckner

‘Un instante eterno’ | Pascal Bruckner

Tabla de contenidos

Pascal Bruckner es uno de los intelectuales franceses más destacados de la actualidad. El popular ensayista francés reflexiona, en ‘Un instante eterno: filosofía de la longevidad’, sobre el envejecimiento en las sociedades occidentales y el papel del deseo en la vejez.

«Se debe tener más miedo a una vida mala que a la muerte». Bertolt Brecht

Su último libro es un brillante, bello y apasionante ensayo que nos invita a ver de forma diferente esa edad avanzada a la que todos llegamos (o llegaremos), al tiempo que derriba muchos prejuicios e ideas preconcebidas sobre la vejez y el paso del tiempo.

'Un instante eterno' | Pascal Bruckner

Quién es Pascal Bruckner

Pascal Bruckner es filósofo y escritor tanto de ficción como de no ficción. Nació en París, el 15 de diciembre de 1948, y está considerado como una de las voces más interesantes y certeras del panorama intelectual francés.

Bruckner es un reconocido crítico del multiculturalismo, apoya el derecho a la especificidad de las minorías étnicas, religiosas y culturales, defendiendo la asimilación respetuosa por la comunidad que los recibe.

'Un instante eterno' | Pascal Bruckner
Pascal Bruckner en su casa de París (en el mes de marzo de 2021), delante de un cuadro del pintor argentino Antonio Seguí. BRUNO ARBESU

Pascal Bruckner es doctor en Letras por la Universidad Paris VII. Ha sido galardonado con los premios Médicis de Ensayo, Renaudot y Montaigne. Participa habitualmente del debate público en medios como Le Point, Le Figaro o Le Débat. El director Roman Polanski llevó a la gran pantalla su novela ‘Luna amarga’, con el título de ‘Lunas de hiel’. Entre sus ensayos, cabe destacar ‘El nuevo desorden amoroso’, ‘Miseria de la prosperidad’, ‘La tentación de la inocencia’ o ‘La tiranía de la penitencia’.

En su último ensayo, ‘Un instante eterno’, el autor explora las numerosas cuestiones existenciales planteadas por la reciente prolongación de la vida humana, reflexionando sobre las ambigüedades y ambivalencias que devienen de dicha situación.

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Entrevista a Pascal Bruckner

En el programa ‘A vivir’, en Cadena Ser, Javier del Pino (presentador del programa) ha conversado con Pascal Bruckner, autor del ensayo ‘Un instante eterno’. (Entrevista emitida el 20/11/2021).

Javier del Pino: Es una de las palabras más complicadas de nuestro tiempo, y además la definición cambia cada año que pasa, pero para usted ¿qué es o qué significa envejecer?

Pascal Bruckner: Yo empezaría con la definición de Sainte-Beuve: «Envejecer es el único medio que hemos encontrado para vivir más tiempo.»

¿Hay que hablar de vejez? ¿Hay que hablar de madurez? Sabemos que las células empiezan a destruirse en el cuerpo a partir de los 25 años. Que las facultades se debilitan y esto simplemente se compensa gracias a la experiencia. Por lo tanto la experiencia nos permite prolongar la juventud mucho más tiempo.

Pero vejez, en el sentido más sencillo del término, es el debilitamiento de las posibilidades físicas. Eso, evidentemente, significa marcas del paso del tiempo en la cara, en el cuerpo; es el desplome general de los órganos, de la piel. Todo eso empieza a venirse abajo. Esa es la vejez. Pero en mi libro intento demostrar también que es una aventura mucho más emocionante que unas meras peripecias corporales desagradables.

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Javier del Pino: Entonces, el envejecimiento tiene menos que ver con esas marcas vitales que podemos ver como usted las define que con el envejecimiento cerebral, intelectual.

Pascal Bruckner: Yo creo que el del cerebro es un envejecimiento muy paradójico, porque cuando trabajamos durante toda la vida, cuando leemos, cuando hablamos, nos damos cuenta de que los hombres y las mujeres de 60, 70 o más años son intelectualmente mucho más despiertos y abiertos que los jóvenes.

Porque el cerebro es una especie de motor de combustión lenta al que hay que alimentar con energía, con información, con reflexiones. Y, salvo en los casos evidentemente muy particulares y evidentes como el Parkinson, el Alzheimer o la demencia senil, el cerebro con 70 años puede ser mucho más abierto y mucho más eficaz que un cerebro de 30 ó 40 años. Porque parece que en esa degradación inevitable de los órganos hay posiblemente lugares que resisten mejor, y el cerebro, sin duda, es uno de los que mejor resiste, en mi opinión. Pero evidentemente, cuando es atacado, ahí sí que estamos hablando de vejez en el sentido del fin.

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Javier del Pino: Estamos rodeados de frases que yo las llamaría casi «frases Instagram».

De estas dos que le voy a decir, cuál es la que más le gusta o la que más le molesta: «Vive como si hoy fuera tu último día» o «Vive como si nunca te fueras a morir».

Pascal Bruckner: Bueno, no son frases de Instagram. Son frases de grandes filósofos de la antigüedad. Los primeros son los estoicos, luego los epicúreos. Vive como si te fueras a morir en el instante siguiente. Es Séneca, es Cicerón, pero también Epicuro.

Es cierto que está bien disfrutar del momento, pero una de las dimensiones esenciales de la existencia es el proyecto. Todos nos proyectamos en el futuro. Y si tenemos la sensación de estar saboreando un fruto maravilloso con la certeza de que todos vamos a morir en el momento siguiente… eso echa a perder un poco el placer. Por lo tanto, yo creo que vivimos permanentemente entre estas dos posiciones.

El postulado de la inmortalidad es simplemente lo que yo digo en mi libro: nuestra inmortalidad es breve, somos inmortales el tiempo en el que estamos en la Tierra. Y esa es la gran diferencia entre la modernidad nacida tras la Ilustración y el antiguo régimen.

Para nosotros las tres dimensiones, del paraíso, del purgatorio y del infierno, las tenemos aquí abajo. Quizás haya una vida en el más allá, pero, como nunca nadie ha vuelto para decirnos si el viaje vale la pena, yo prefiero pensar que todo lo que ocurre sucede aquí abajo, en esta Tierra. Y, al contrario de lo que piensan los hindús o los budistas que creen en la reencarnación, todo se juega para nosotros en una única vez, en un abrir y cerrar de ojos.

Y por lo tanto es en esta Tierra donde hay que tener éxito o fracasar, o una mezcla de ambas cosas. Por lo tanto sí, hay que disfrutar del momento pero proyectándose también en los días a venir. Incluso una persona con 100 años hace proyectos de cara al mañana.

'Un instante eterno' | Pascal Bruckner

Javier del Pino: Estamos charlando con Pascal Bruckner. Él es filósofo y ensayista francés. Uno de aquellos jóvenes revolucionarios de mayo del 68. Ahora, con 72 años, ha escrito un libro delicioso en el que reflexiona sobre la vejez. Se llama ‘Un instante eterno: filosofía de la longevidad’. Está publicado en España por ediciones Siruela.

Sabemos, señor Bruckner, que la esperanza de vida no deja de aumentar desde hace décadas, incluso que muchos de los niños que nacen ahora podrían llegar muchos de ellos a tener la posibilidad de superar los 100 años de vida.

Yo me pregunto, a medida que esa mortalidad se va produciendo cada vez más tarde, ¿cómo cambia nuestro planteamiento de la vida? ¿Cómo nos influye la prolongación de la vida a la hora de tomar decisiones a los 50, a los 60, a los 70, a los 80 años?

Pascal Bruckner: Sí. Yo creo que para un niño, para un chico o una chica que tengan entre 15 y 25 años, yo tengo una hija que tiene 24 años, la perspectiva de llegar a los 100 años no cambia nada para ellos.

Lo primero porque esa prolongación de la vida es una verdad estadística, no es una verdad individual. Cualquiera mañana puede ser atropellado por un coche, por una bicicleta, morir en un accidente o por una enfermedad.

Por el contrario, cuando llegamos a los 50 o a los 60 años las cosas cambian. Porque efectivamente la gran pregunta filosófica es ¿qué voy a hacer con mi vida?, ¿qué puedo esperar?, ¿cómo voy a afrontar los 20 años de vida, más o menos, que voy a tener con buena salud? Sí, son preguntas casi metafísicas las que nos hacemos en la mitad de la vida, y que hay que resolver de una manera o de otra.

Vamos a ver, personalmente en el libro hay una opción que yo excluyo, porque no la he elegido, es el concepto del descanso. Yo creo que el descanso es después de la muerte, pero que antes, mientras que estemos vivos, por supuesto que hay que dormir y descansar cuando estemos cansados, pero aún así, para mí, la vida es actividad.

La vida son proyectos, es tener ganas. Y si con 50 años ya estamos pensando en jubilarnos y esperar a la muerte… Bueno, eso es un poco desesperante. Precisamente el gran problema que tenemos a día de hoy en Europa es el problema de las jubilaciones, es casi universal. Y tiene que tener en cuenta la prolongación de la vida, porque a este respecto no es normal que personas de más de 60 años se puedan ir de viaje, descansen y disfruten del ocio, mientras que sus hijos o sus nietos trabajan para pagar las jubilaciones de esas personas.

Es un conflicto de generaciones que es totalmente comprensible y para el que, de una manera o de otra, mediante negociaciones muy precisas en función de la profesión, habrá que hacer que las personas mayores sigan trabajando al menos hasta los 67 años, como en Alemania. Yo creo que de aquí a diez años la edad de jubilación será 70 años para todos. Sencillamente porque Europa es un continente que envejece, pero que envejece bien y eso es lo importante.

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Javier del Pino: Pero incluso aunque se retrase más la edad de jubilación, lógicamente el avance de la ciencia, de la medicina, de la tecnología, nos va a proporcionar vidas más extensas. Yo le pregunto, como filósofo, ¿cuál sería la mejor manera de ocupar ese tiempo extra que vamos a tener? Porque sí que hay actividades que uno aprende a disfrutarlas más cuando eres mayor, como por ejemplo contemplar la Naturaleza.

Pascal Bruckner: Claro, esa es la gran cuestión, es el gran reto. Hay gente que sigue trabajando porque su trabajo les apasiona: los investigadores, los artistas, los intelectuales, escritores, médicos, que están inmersos en una búsqueda permanente. Son personas que siguen trabajando. Pero la prolongación de la vida se traduce para ellos en permanencia.

Pero para otras personas la vejez es el momento, quizás, de comenzar disciplinas o actividades que nunca antes habían podido hacer: la música, el aprendizaje de idiomas, visitar países a los que nunca hemos ido, empezar con la filosofía. Yo en París veo a muchas mujeres de una cierta edad que leen a Hegel, a Kant… Que tienen el pelo canoso pero parecen escolares casi.

Usted hablaba de la Naturaleza, por supuesto. Yo creo que una de las ventajas de la edad, como tenemos menos presión a nivel de tiempo, de tiempo de trabajo, una de esas ventajas es abrirse a la maravilla de la contemplación.

Yo, por ejemplo, a mí me encanta la montaña, voy tanto en verano como en invierno. Pero es cierto que la mirada de las personas mayores es una mirada, posiblemente, mucho más concentrada y mucho más abierta que la mirada de los jóvenes.

Cuando eres joven pasas rápidamente por las bellezas de la Naturaleza, por las bellezas del arte, visitas un museo a toda velocidad. Y al envejecer, posiblemente porque el tiempo se convierte en algo más breve, y esa brevedad es sinónimo de densidad, pensamos que lo que estamos viendo no lo vamos a volver a ver probablemente nunca más, y en consecuencia hay que aprovechar ese carácter fugitivo de la Naturaleza que, bueno, en cierto modo, también nos habla de nuestra propia condición.

Quizás la vejez es el momento en el que la mente se amplía a consideraciones que antes no habíamos tenido nunca en cuenta.

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Javier del Pino: Vamos a hablar entonces de una palabra que es muy compleja también que es la palabra generación, la convivencia entre generaciones, y le voy a proponer una imagen para que me diga que le sugiere. Imagine que encuentra en el centro de su París a un hombre de 80 años que se viste y que se comporta como si tuviera 30. ¿Qué reflexión le provocaría?

Pascal Bruckner: ¡A ese hombre me lo encuentro todos los días! Eso es lo que ha cambiado. Lo que ha cambiado también hoy es que los viejos se visten como los jóvenes. Las madres se visten como sus hijas, los padres como sus hijos. Los septuagenarios montan en patinete, o incluso hacen footing. Eso me inspira una mezcla de compasión y de admiración.

Evidentemente es un poco patético cuando un hombre de mi edad o de 80 años se viste como si todavía tuviera 20 ó 30 años. Sobre todo porque a mi edad la mayoría de los hombres ya no tienen pelo, y tienen mechones que les cuelgan. Yo tengo muchísimos amigos que son así, de 68 años, que se visten con viejas camisetas rotas como si todavía tuvieran 20 años… con vaqueros, con mocasines. Y como llevan esa ropa dicen «No, yo no he cambiado, nunca cambiaré. Sigo siendo ese joven eterno que se subió a las barricadas, que se fue a la India, que se fue a California…»

Bueno, no decimos nada, somos amables, sobre todo porque en general un octogenario con ánimo, vestido como un treintañero, al final, cuando se levanta, está paralizado por el reuma, no tiene esa apariencia apuesta de un joven de 30 años. Y además, tenemos que contar con la juventud para en cierto modo poner nuestro reloj en hora, es decir, para que nos recuerden que nos tenemos que vestir como alguien de nuestra edad, que no hagamos el papel de jóvenes.

A ver, sin duda es una manera de luchar contra el paso del tiempo en definitiva, y por eso soy muy tolerante al respecto.

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Javier del Pino: Usted dice que para muchas personas la jubilación es una especie de condena a una forma de vida, y habla de poblaciones enteras de cabezas canosas que vuelven a sumergirse en el mundo infantil de los parques de atracciones.

Claro, en España eso se traduce en dos cosas seguramente que es cuidar de los nietos o, como decimos también aquí, mirar obras, que es un poco dedicar ese tiempo extra de vida a básicamente no hacer nada. Y frente a eso, que usted considera vacío, pone como ejemplo la movilización de los chalecos amarillos en Francia, que llevó a las calles a mucha gente de entre 60 y 70 años.

En España también muchas movilizaciones están protagonizadas por gente de más de 60, de más de 70 años. ¿Usted cree que hay espacio público suficiente para esa vejez digna y activa?

Pascal Bruckner: Sí. Lo primero los mayores tienen tiempo libre, tienen actividades de ocio. En París también hay mayores que se sientan a mirar las obras o que cuentan los coches que pasan o que se indignan por un joven que cruza el semáforo en rojo. Bueno, eso forma parte de las peculiaridades de esta edad.

Lo de los chalecos amarillos es interesante, porque muchos, no todos pero muchos, eran jubilados o prejubilados, que se aburrían en su casa bebiendo cerveza y quedándose atontados viendo la tele, y que de golpe fueron movilizados en torno a las rotondas.

Las rotondas en Francia… bueno, eso es una enfermedad. Creo que hay unas 200.000. Todo eso tiene que ver con la corrupción de los alcaldes que cobran sobornos de las empresas de construcción. Las rotondas pretendían aligerar la circulación, y casi hacen lo contrario.

Por lo tanto esos lugares de no vida, esos lugares absolutamente vacíos, fueron ocupados por los chalecos amarillos, quienes entre cerveza y cerveza, porque también hay que decirlo, bebieron mucho, encontraron una cierta fraternidad en torno a un brasero, en torno a un fuego, hablando y teniendo la sensación de que volvían a controlar su propia vida.

Y yo creo que ahí también el gran reto es cómo pensar en la vejez, una vejez que no sea simplemente objeto de la atención de los demás u objeto de la compasión de los demás. Una vejez que no sea pasiva sino activa, para que volvamos a ser en cierto modo actores de nuestro propio destino.

Lo que podemos decir a medio plazo, sobre los próximos treinta años, es que las personas mayores van a ser mayoría. De aquí a 2050 habrá más personas de 50 y de 60 años que gente de menos de 20 años. Por lo tanto en ese momento se tratará de una clase de personas que ya no será marginada, y que tendrá un poder económico, político, financiero y simbólico. Por lo tanto será una situación totalmente nueva.

De momento, efectivamente, las personas mayores son personas que se sienten un poco perdidas en una vida que va demasiado rápido, a los que aplastamos, a los que les cambiamos todo. En París vemos una y otra vez mujeres mayores que son atropelladas por bicicletas o por patinetes. Los empujamos, es insoportable, y por lo tanto hay que protegerlos.

Pero también si pensamos en el medio plazo, un día, las panteras grises, como se les llamaba creo que en Alemania y en Estados Unidos en los años 70, serán mayoría y no se dejarán controlar más.

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Javier del Pino: Y frente a esos mayores que reclaman protagonismo, que reclaman actividad, que reclaman estar ahí en el diálogo público también, está una generación que ahora glorifica la juventud, y que hace programas enteros y podcasts que están basados en ese concepto: yo soy joven y tú no eres joven. ¿Dificulta eso la convivencia generacional ahora más que nunca?

Pascal Bruckner: Ser joven es un estado que va disminuyendo cada día. Es un título nobiliario que perdemos con cada año que pasa, y que un día abandona a los que hacen gala de ello. Por lo tanto un día esos jóvenes serán acusados por sus propios hijos o por otros adolescentes de ser ya viejos. Así que para evitar conflictos un poco estériles a mí me gustaría decir dos cosas.

Lo primero es que la oposición entre jóvenes y viejos viene de siempre, no viene de hoy. Ya estaba ahí en la Edad Media. Platón incluso hablaba de esto en la ‘República’, de ese maestro que lo que quería era cortejar a la juventud. Por lo tanto es totalmente normal querer matar a los padres y a las madres.

Yo creo que eso lo hicimos en el 68. Ese era el eslogan: «Corre camarada, el viejo mundo está detrás de ti». Así que eso a mí no me molesta en absoluto, que tengamos ganas de matarnos simbólicamente. Evidentemente físicamente es diferente, pero simbólicamente es una buena guerra.

Simplemente creo que ante eso los mayores no deberían intentar hacerse pasar por jóvenes copiando sus gustos, ni deberían intentar abrazar todas las modas que tienen las generaciones jóvenes para parecer que ellos también están a la moda o que están en la onda.

En Francia vemos muchas feministas de una determinada edad que empiezan a hablar de neofeminismo, para no perder el sentido de la historia y para decir «Sí, sí. Yo sigo siendo una luchadora infatigable o un luchador infatigable de la causa». Todo eso es un poco ridículo, no es malo pero es ridículo.

Lo segundo es que los jóvenes también tienen una actitud muy ambivalente, porque por un lado quieren matar a los viejos pero a la vez los necesitan para que les expliquen la historia, para aclarar lo que ocurrió antes de ellos.

Por lo tanto yo estoy a favor de una conversación entre generaciones. Estoy en contra de la reclusión, del aislamiento en tu clase de edad, algo que para mí es muy triste. Cada vez que yo voy a una cena en que sólo hay gente de mi edad, suspiro del aburrimiento pensando, bueno, esto va a ser la misma conversación, los mismos lamentos sobre los tiempos de antaño.

Yo creo que es muy interesante entrelazar, mediante todo tipo de intereses, a las generaciones más jóvenes con las más mayores. Evidentemente hay un elemento que favorece eso: la vida familiar. Porque cuando eres padre o abuelo, bueno, evidentemente estás al tanto de lo que se hace en las escuelas, de cómo va la juventud, incluso en los colegios.

Lo ideal, en cierto modo, es poder hablar con todas las generaciones: con los de 20, con los de 30, con los de 40, con los de 50, porque eso nos da una mejor imagen de la sociedad, y además nos podemos sorprender de manera muy agradable por la inteligencia y la sutileza de personas muy jóvenes. Porque al final eso es lo que buscamos, la sorpresa, la novedad de la juventud.

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Javier del Pino: Como buen filósofo al final todo está en Platón. Yo no sé si en la ‘República’, como en su libro, hay un capítulo dedicado a los amores tardíos.

Usted sostiene que existen muchos prejuicios sobre la sexualidad de las personas mayores y que de alguna manera se les pide que se limiten a ser abuelos. Me gustaría que nos hablara del papel que juega el deseo, la sexualidad, en la vejez.

Pascal Bruckner: El deseo es lo que sostiene la vida en general, y la tiene que sostener más que nunca durante la vejez, en el momento en que el cuerpo, cuando se debilita, es asediado por el abandono de todo tipo de deseo y por la resignación al aburrimiento, a la melancolía, a la nostalgia de cosas pasadas.

Hay mucha gente que vive así, diciéndose: antes era mejor. Claro que era mejor antes, porque éramos más jóvenes. Pero es muy triste vivir con la idea de que era mejor antes y que ya no queda nada por descubrir. Eso nos muestra sencillamente nuestra impotencia a abrirnos al mundo de hoy.

Por supuesto que existe deseo en las personas mayores, pero es ilegítimo. Las personas mayores que se abrazan en la calle no es que sean obscenos, pero son ridículos.

Hay un gran pintor español que destacó el carácter grotesco de los amores tardíos, fue Goya. Hay una pintura de Goya extraordinaria, son dos viejas cortesanas que tienen una cabeza de muerto en el lugar de la cara, pero están excesivamente caracterizadas y están buscando a personas jóvenes. Es un retrato terrible.

Los prejuicios contra los ancianos son inmemoriales, desde siempre. Pero actualmente hay algo que ha cambiado. Yo creo que el hecho de que en Francia el presidente de la república, que tiene 41 años, viva con una mujer de 65 años, muestra que se revierte un doble prejuicio: que una mujer joven puede estar con un hombre mayor pero no al revés, y también que en la edad avanzada hay deseo, hay amor, hay pasión, hay celos.

Y hay movimiento, porque si por ejemplo entramos en las redes sociales vemos que en los sitios de encuentros hay cada vez más mujeres que tienen 60, 70 o más años y que están buscando pareja. Esto era inimaginable hace veinte años.

En este sentido las redes sociales, que hacen mucho daño, también son un factor de apertura. Además hay muchas actrices que se atreven a hablar de su vida sexual. Por ejemplo estoy pensando en Jane Fonda, que dijo hace diez años: tengo 74 años y nunca había tenido orgasmos tan fuertes. Yo me alegro mucho por ella, y siento mucha envidia también. Pero creo que es cierto, en cierto modo prolongamos los placeres de la vida hasta una esfera donde habían estado prohibidos hasta ahora.

Envejecer bien es retrasar lo máximo posible nuestra fecha de caducidad.

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Javier del Pino: No solamente para Jane Fonda sino para toda la gente que tiene esa edad o que empieza a llegar a esa edad, o tiene más, hay sentimientos que usted acaba de mencionar que supongo que son normales: el arrepentimiento por lo no logrado, la nostalgia por épocas vividas de gran felicidad…

Frente a eso ¿cómo se puede contemplar el propio envejecimiento con cierto optimismo? ¿Qué podemos hacer para considerar que la vida, haya sido como haya sido, ha sido una vida exitosa?

Pascal Bruckner: Claro, esa es la pregunta. Esa es la pregunta en definitiva. No es osado hablar de vitalidad desesperada. Yo más bien hablaría de vitalidad obstinada. Es decir, que para mí la vida no está en el lamento, en la lamentación, está en el proyecto.

Desde siempre yo he tenido un temperamento optimista, e intento mantener lo máximo posible mi cuerpo y mi mente con buena salud. El cuerpo, podríamos hablar mucho de ello, pero implica una dieta… Una dieta tanto alimentaria como física, mediante el ejercicio, mediante todo tipo de actividades que impidan que el cuerpo caiga en la decrepitud. Porque efectivamente, si el cuerpo está mal la mente no podrá levantar el vuelo.

Y además creo que una vida feliz es una vida, lo primero, en la que nos levantamos por la mañana diciéndonos no que vamos a repetir los días anteriores sino que al contrario, vamos a descubrir algo nuevo.

Y creo también que hay un cierto diálogo con la vida, en el que ella nos devuelve en cierto modo todo aquello bueno que le damos al principio. Hay gente para quien la vida ha sido positiva, y otros para los que la vida ha sido desafortunada. Pero en cualquier caso, cuando la vida cumple sus promesas, todo eso se devuelve en cierto modo multiplicado por cien.

Así que el secreto de una vejez feliz es exactamente el secreto de una buena vida. Al menos cuando somos más jóvenes, tener esa voluntad de descubrir, la voluntad de amar, de trabajar, de participar, de aprender y de no renunciar nunca.

Yo lo digo en el libro: el secreto de una vejez feliz es renunciar a la renuncia. Si empezamos a renunciar a determinadas cosas diciendo que ya es muy tarde para mí, evidentemente eso es una profecía auto realizada que te acaba básicamente golpeando, acabas convirtiéndote en un objeto antiguo, en un objeto un poco molesto. Por lo tanto es necesario tener una vida en la que el todavía suplante al demasiado tarde.

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