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Qué son los alimentos ultraprocesados

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Qué son los alimentos ultraprocesados

Tabla de contenidos

En la actualidad, la alimentación ha evolucionado hacia la comodidad y la rapidez, dando paso a productos que, aunque prácticos, pueden ser perjudiciales para nuestra salud. Los alimentos ultraprocesados se han convertido en una presencia habitual en nuestras despensas y, lamentablemente, en las fiambreras de nuestros hijos. 

Comprender qué son, cómo identificarlos y qué alternativas saludables existen es esencial para promover una alimentación consciente y beneficiosa para toda la familia.

Procesar alimentos es un comportamiento evolutivo natural

¡Llevamos siglos haciéndolo! Cocinar, ahumar, secar, salar, encurtir… 

Pero los alimentos ultraprocesados son muy distintos. Están hechos a partir de una serie de aditivos irreconocibles. Los aditivos de nuestra dieta pueden influir en la salud independientemente del contenido en nutrientes. 

Cuando consumes más comida ultraprocesada consumes más emulsionantes, edulcorantes artificiales, colorantes, aromatizantes… Son diferentes componentes químicos que no pertenecen al alimento. ¡Nuestros órganos no están preparados para metabolizar estos compuestos químicos!

Parece comida y sabe a comida. ¿Pero de qué están hechos realmente los ultraprocesados? ¿Y por qué llevan tantos aditivos?

¿Cómo se clasifican los alimentos según su grado de procesamiento?

El sistema de clasificación NOVA de alimentos fue desarrollado en 2010 por investigadores de la Universidad de São Paulo (Brasil). Este sistema reparte los alimentos según su grado de procesamiento, separándolos en cuatro grupos: 

  • no o poco procesados, 
  • ingredientes culinarios, 
  • alimentos procesados 
  • y alimentos ultraprocesados.

¿Qué entendemos por alimentos ultraprocesados?

Los alimentos ultraprocesados son productos industriales comestibles en los que no podemos identificar ningún alimento fresco.

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Están elaborados a partir de ingredientes refinados y aditivos, y diseñados para ser listos para consumir (por lo general) y con una larga vida útil. Según la clasificación NOVA, estos alimentos incluyen formulaciones que, además de sal, azúcar, aceites y grasas, contienen sustancias no utilizadas en preparaciones culinarias tradicionales, como saborizantes, colorantes, edulcorantes y emulsionantes, entre otros.

Para la industria alimentaria son muy rentables, ya que suelen tener un coste de fabricación bajo, se conservan fácilmente durante mucho tiempo y están muy ricos. Con todo esto consiguen una gran aceptación entre los consumidores.

Características principales:

  • Alta palatabilidad: Diseñados para ser extremadamente sabrosos y adictivos.
  • Bajo valor nutricional: Ricos en calorías vacías, pobres en fibra, vitaminas y minerales.
  • Presencia de aditivos: Contienen conservantes, colorantes y potenciadores del sabor.
  • Procesamiento industrial: Han perdido la mayoría de las características del alimento original.

Ejemplos comunes de alimentos ultraprocesados

Es fundamental saber identificar estos productos para poder evitarlos o reducir su consumo.

Algunos ejemplos son:

  • Bebidas azucaradas: Refrescos, bebidas energéticas y zumos envasados.
  • Snacks salados: Patatas fritas, galletas saladas y palomitas de microondas.
  • Dulces y bollería industrial: Galletas, pasteles, donuts y cereales azucarados.
  • Comidas preparadas: Pizzas congeladas, sopas instantáneas y platos listos para calentar.
  • Carnes procesadas: Salchichas, nuggets, embutidos y hamburguesas industriales.
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Alternativas saludables a los ultraprocesados

Adoptar una alimentación basada en productos frescos y mínimamente procesados es clave para mejorar la salud familiar.

Recomendaciones:

  • Frutas y verduras frescas: Ricas en vitaminas, minerales y fibra.
  • Legumbres y cereales integrales: Fuente de proteínas vegetales y carbohidratos complejos.
  • Frutos secos y semillas: Aportan grasas saludables y micronutrientes.
  • Lácteos naturales: Como yogur natural sin azúcares añadidos.
  • Preparaciones caseras: Cocinar en casa permite controlar los ingredientes y evitar aditivos innecesarios.

¿Por qué la comida ultraprocesada es perjudicial para la salud?

El consumo habitual de alimentos ultraprocesados se ha asociado con diversos problemas de salud, tanto en adultos como en niños.

Los niños son especialmente vulnerables a los efectos negativos de los alimentos ultraprocesados. Su consumo en edades tempranas puede establecer patrones alimentarios poco saludables que perduren en la adultez.

Riesgos asociados:

  • Obesidad y sobrepeso: Debido a su alta densidad calórica y bajo poder saciante.
  • Diabetes tipo 2: Por su elevado contenido en azúcares añadidos.
  • Enfermedades cardiovasculares: Relacionadas con grasas trans y sal en exceso.
  • Problemas digestivos: Por la falta de fibra y presencia de aditivos.
  • Alteraciones en el comportamiento infantil: Se ha observado una asociación con problemas de concentración e hiperactividad.
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El santo grial de la industria alimentaria es reducir costes y mejorar los márgenes

Para los desarrolladores de alimentos el coste es de gran importancia a la hora de ofrecer productos. Productores, fabricantes, transportistas, distribuidores… Todos quieren su margen y obtener beneficios.

Se sustituyen productos caros por otros más baratos, manteniendo un producto comercializable. En definitiva, rellenar productos con alternativas baratas que imiten a las auténticas.

Si tenemos ingredientes reales ¿por qué buscar imitaciones?

En la industria alimentaria se trabaja mucho, por ejemplo, con almidones modificados. Son muy útiles a la hora de mejorar la textura en boca de un producto alimenticio.

La textura en boca son las sensaciones experimentadas en la boca mientras comemos o bebemos.

Los almidones modificados pueden hacer que los aperitivos sean crujientes, los yogures cremosos y los batidos deliciosos.

Cuando ingerimos el almidón de un alimento este se digiere lentamente. Pero si el almidón está procesado, el cuerpo lo descompone rápidamente aumentando el nivel de azúcar en sangre. Eso da lugar a una serie de problemas de salud y a que nuestro cuerpo almacene grasa.

Es habitual usar almidones baratos y modificados para reemplazar alimentos caros y ricos en nutrientes como la fruta

La fruta es costosa

  • es difícil de manipular, 
  • se estropea rápidamente 
  • y su transporte es caro. 

Por eso la industria alimentaria utiliza sustitutivos. Por ejemplo, si se añade uno de esos almidones modificados a una mermelada se consigue que el producto nos de la misma experiencia sensorial que si tuviera fresa, sin que lleve ninguna pieza de fruta.

Comparemos, por ejemplo, una tarta de limón casera con una del supermercado

Estos son los ingredientes necesarios para hacer una tarta de limón casera:

  • Limones
  • Harina
  • Azúcar
  • Mantequilla
  • Huevos
  • Bicarbonato sódico
  • Sal

Pero si esa tarta de limón se elabora en una fábrica, hay varias cosas a considerar. Nos encontraremos con una lista bastante más larga de ingredientes (el doble o más) de la de una tarta casera.

Una de las primeras cosas a tener en cuenta es el tiempo de conservación

Nuestra deliciosa tarta casera durará unos días, hasta que empiece a salirle moho y a ponerse rancia. Mientras que algo comprado en el supermercado puede tener semanas o meses de vida útil.

Vemos que uno de los ingredientes de la tarta procesada es sorbato potásico, uno de los conservantes que inhibe el crecimiento de moho y levadura y que hace que dure más. 

El sorbato potásico es amargo (es como masticar un paracetamol). Una manera de enmascarar estos sabores amargos sería con aromatizantes y sal.

Otro aspecto a valorar es el coste

Algo que no podemos ignorar en la lista de ingredientes de la tarta del supermercado es lo barata que saldría. El coste de producción de ambas tartas sería algo muy similar a esto:

  • Tarta industrial: 28 céntimos (duración de la tarta 30 días)
  • Tarta casera: 5,86 euros (duración de la tarta 4 días)

De forma generalizada la industria sustituye ingredientes caros (como los huevos y la mantequilla) por otros más baratos. Pero también algunos de los estabilizantes y almidones les permiten usar ingredientes más baratos.

El secretismo de la industria alimentaria

Las industrias alimentarias buscan obtener beneficios. ¡Necesitan hacerlo para pagar dividendos a los accionistas!

Pero resulta que los accionistas de las empresas de alimentación, como los de las empresas públicas, somos todos nosotros. Los fondos de pensiones son los mayores accionistas de muchas empresas de alimentación.

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Intentar desvelar cómo y qué se añade a los alimentos ultraprocesados no es fácil. ¡Es difícil penetrar en la industria alimentaria!

Joanna Blythman es periodista e investiga los alimentos ultraprocesados. Reconoce que, al principio, era bastante ingenua. Iba a las oficinas de prensa de las empresas alimentarias y les daba una lista de preguntas. Pronto le quedó claro que, en el procesamiento de alimentos, todo está cubierto por la confidencialidad comercial.

Se dió cuenta de que la única forma de conseguir respuestas sobre cómo hacían los productos y en qué consistían era ir a una feria de la industria. Decidió hacerlo de incógnito. No fue nada fácil conseguir una acreditación para Food Ingredients International.

«Food Ingredients International» (o Fi Europe) es una feria comercial internacional líder que se enfoca en la industria de ingredientes alimenticios. Es un espacio donde proveedores de ingredientes, fabricantes de alimentos y profesionales del sector se reúnen para exhibir, intercambiar ideas y realizar negocios. La feria es una plataforma clave para el desarrollo de productos, la innovación y el networking dentro de la industria alimentaria.

Ella explica que se quedó de piedra. Entró en el centro de exposiciones y allí estaban aquellas empresas químicas y grandes proveedores de ingredientes. Son las que suministran a las empresas que hacen nuestra comida.

Muchos productos empiezan con sacos llenos de polvo sin sabor. Ingredientes que dan forma a algo que se parece a lo que queremos comer, ¡pero con un coste mucho menor!

Etiquetas

Los consumidores exigen cada vez más que los productos se etiqueten como naturales, pero los fabricantes tienen la necesidad de que sus productos sean baratos y apetecibles. Las empresas se enfrentan al reto de enumerar todos los ingredientes en el envase, incluidos los aditivos.

La gente empieza a examinar las etiquetas: «¿hidroxipropilmetilcelulosa? ¿qué diablos es eso?»

Ocurre que la industria alimentaria va siempre un paso por delante, e introdujo un enfoque llamado «etiqueta limpia». El esfuerzo se reduce a limpiar la etiqueta para que se lea mejor.

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El etiquetado limpio consiste en cambiar el nombre de los ingredientes que puedan ser percibidos como indeseables por los consumidores.

Los aditivos que tenían la peor reputación fueron retirados gradualmente, colocando sustitutos igual de malos pero que no sonaran tan mal.

Por ejemplo, en lugar de poner algo llamado aromatizante, ponen algo llamado extracto de limón. Un extracto de limón que ha sido alterado por procesos químicos y físicos, de modo que no se parece en nada al limón o al zumo de limón que encontramos en la cocina.

Otro ejemplo es el extracto de romero. ¡Suena romántico! ¡Un jardín inglés en verano! pero en realidad es una formulación química extraída del romero. Ni siquiera huele a romero, pero actúa como conservante en los alimentos.

Otro ejemplo es el polvo de espinacas. Pensamos: «¡espinacas! ¡estupendo! seguro que me viene bien». ¡Pero no es así! Seguramente sea un colorante verde.

¿En qué te tienes que fijar al leer una etiqueta?

Fíjate en el orden de los ingredientes

Cuanto más arriba en la lista está un ingrediente, más cantidad lleva el producto que estás mirando (los ingredientes se listan de mayor a menor contenido).

Si entre los primeros ingredientes de la lista encuentras azúcar, harinas refinadas o grasas de mala calidad, ya sabes que es un producto insano.

Fíjate en la cantidad de azúcar que lleva

Cuando un producto lleva azúcar añadido, lo mejor que puedes hacer es no comprarlo.

Puedes saber que un producto lleva azúcar añadido porque aparecerá en la lista de ingredientes con alguno de sus nombres más habituales:

  • azúcar,
  • sacarosa,
  • glucosa,
  • dextrosa,
  • jarabe de (lo que sea),
  • sirope de (lo que sea), 
  • melaza de (lo que sea),
  • sacarosa,
  • maltosa,

Hay productos (como por ejemplo algunos encurtidos o algunos tomates en conserva) que pueden llevar cantidades mínimas de azúcar como ayudante tecnológico. En esos casos, el azúcar aparecerá en la etiqueta al final de la lista de ingredientes y, en la tabla de información nutricional, el contenido en azúcares por cada 100 g será muy bajo y no representará un problema.

Fíjate en el tipo de grasa que lleva el producto

La cantidad de grasas que lleve un producto NO es tan importante como su calidad. Cuando leas la etiqueta, ten clara esta jerarquía:

Mejor opción: No comprar alimentos ultraprocesados.

Segunda mejor opción: Que solo sea aceite de oliva virgen extra la grasa que contenga. Que esto suceda es raro, y, aunque en el paquete se indique «con aceite de oliva virgen extra», probablemente al leer los ingredientes de la etiqueta encuentres un aceite o grasa vegetal cualquiera entre los primeros ingredientes y un mísero 0,5% de AOVE al final de la lista.

Tercera mejor opción: Conformarse con aceite de oliva a secas o con aceite de girasol alto oleico.

Cuarta mejor opción: Descartar el producto porque lleve grasas refinadas de semillas, aceite de coco o de palma. La grasa de coco solo es saludable si no es refinada (en un producto ultraprocesado no la vas a encontrar virgen).

Quinta mejor opción: Descartar totalmente un producto que lleve grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas.

Fíjate en el contenido en sal

En el etiquetado a veces, en vez de sal, nos indican el sodio. Si es así, multiplica la cantidad de sodio por 2,5 (eso te dará la cantidad de sal del producto).

Estos son los intervalos que deberías tener en cuenta como referencia:

Mucha sal: 1,25 g de sal o más por cada 100 g.

Contenido medio de sal: Entre 0,26 g y 1,24 g por cada 100 g.

Poca sal: 0,25 g de sal o menos por cada 100 g.

Estas son otras leyendas que los productos pueden llevar respecto a la sal:

Contenido reducido en sal: llevará un 25% en comparación con otro producto similar. Dependiendo de cuánta sal lleve el original, puede seguir siendo un producto rico en sal. Por ejemplo, si hablamos de patatas de bolsa, un «contenido reducido en sal» seguirá siendo mucha sal.

Bajo contenido en sal: no más de 0,12 g por cada 100 g.

Muy bajo contenido en sal: no más de 0,04 g por cada 100 g o ml de producto.

Sin sal: no más de 0,005 g por cada 100 g.

¿Cuán seguros son los aditivos alimentarios?

Afortunadamente la mayoría de los aditivos que hay en el mercado son seguros, ya que han sido autorizados y evaluados por la autoridad europea de seguridad alimentaria.

Pero esa evaluación y autorización se ha hecho basándose en la literatura científica disponible en ese momento. Por eso se tienen que volver a evaluar los peligros potenciales de ciertos aditivos a la luz de las nuevas evidencias científicas. 

La doctora Mathilde Touvier dirige el equipo de investigación sobre epidemiología nutricional del INSERM (Institut national de la santé et de la recherche médicale).

Ella y su equipo comenzaron el estudio NutriNet-Santé en 2009, por lo que llevan ya varios años de seguimiento.

El estudio NutriNet-Santé cuenta ya con más de 176.000 participantes

Esos participantes rellenan periódicamente cuestionarios sobre su alimentación. Algunos de ellos desarrollan patologías. Eso permite a los investigadores estudiar la relación entre las exposiciones a los aditivos, su mezcla y el riesgo a desarrollar cáncer, enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes tipo 2.

Los investigadores conservan también muestras de orina y de plasma de esas personas. Gracias a esas muestras se pueden evaluar determinados biomarcadores para presentar pruebas que relacionan los aditivos alimentarios procesados con un mayor riesgo de enfermedades.

Por definición, los alimentos ultraprocesados suelen contener aditivos alimentarios. En Europa hay unos 335 autorizados. En el estudio Nutrinet-Santé han descubierto que cada persona ingiere unos 4 kilos al año de esos aditivos.

Emulgentes | Un grupo de aditivos a reevaluar

Los emulgentes son un grupo de aditivos de uso común. Se encuentran en el pan de los supermercados, en las salsas y en casi todos los condimentos.

Se utilizan en la industria alimentaria para  unir ingredientes (suelen ser agua, grasas o compuestos a base de agua). Si se mezclan dos de esos ingredientes, aunque se agiten, acaban separados. Pero, usando un emulgente, se consigue una mezcla homogénea y permanente.

Los investigadores se preguntan si algunos emulgentes podrían actuar como detergentes en el intestino, eliminando la mucosa protectora. Esto podría interferir en la microbiota, un conjunto de bacterias saludables que actúan en la digestión, con consecuencias potencialmente graves.

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Se denomina microbiota intestinal, flora bacteriana o flora intestinal (prefiriendo el uso del término microbiota) al conjunto de microorganismos (bacterias, virus y hongos) que viven en el intestino, en una relación de simbiosis tanto de tipo comensal como de mutualismo.

En cuanto a los emulgentes, según la doctora Mathilde Touvier cada vez hay más pruebas de estudios experimentales que demuestran que afectan a la microbiota intestinal. Provocan inflamación crónica, y en estudios con animales han provocado cáncer colorrectal.

Aún no se está del todo seguro de los efectos nocivos de los emulgentes para la salud, pero cada vez hay más pruebas científicas que sugieren que podrían causar problemas.

Cuando se autorizaron por primera vez estos aditivos no disponíamos de estos estudios sobre la microbiota intestinal, el impacto en el metabolismo o estudios de cohorte (como el Nutrinet-Santé) que proporcionan información sobre la salud a largo plazo.

Ahora hay que tener en cuenta toda esta información para reevaluar estos aditivos.

¿Por qué generan adicción los alimentos ultraprocesados?

Los alimentos ultraprocesados presentan ventajas: son baratos, prácticos y sabrosos. No necesitan un gran equipo ni habilidad para prepararlos y, además, duran mucho tiempo sin estropearse.

La pregunta que debemos hacernos es qué tienen esos alimentos y si hay categorías de esos alimentos que sean especialmente peligrosas. ¡Y por ahora no tenemos respuestas a esas preguntas!

La explotación del sistema de recompensas del cerebro (que garantiza el punto de felicidad para cada producto), y un sofisticado marketing multimillonario, ha hecho que aumente la investigación en un nuevo ámbito de preocupación: la adicción.

La doctora Ashley Gearhardt es profesora de psicología en la Universidad de Michigan, y directora del laboratorio de ciencia y tratamiento de la alimentación y la adicción. Ha investigado sobre los paralelismos entre las sustancias adictivas y los alimentos ultraprocesados.

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El «punto de felicidad» o «bliss point» en alimentos se refiere a la combinación óptima de ingredientes (sal, azúcar y grasa) que produce una experiencia sensorial deliciosa e irresistible, creando una sensación de satisfacción y bienestar. Esta combinación, descubierta por el psicofísico Howard Moskowitz, genera una necesidad de seguir consumiendo el alimento.

Tanto la grasa como el azúcar convergen en el mismo centro neuronal de recompensa

Parece que los productos alimenticios hiperpalatables imitan el perfil de recompensa que vemos con las drogas adictivas.

Al fijarnos en qué tipo de alimentos son los que desencadenan los indicadores de diagnóstico clave de la adicción, vemos claramente que no son los que están mínimamente procesados como las frutas, verduras, alubias o carnes magras como la pechuga de pollo.

Los que desencadenan esos indicadores son los alimentos muy procesados, que aportan altas dosis de carbohidratos refinados (como azúcares y almidones) normalmente asociados a altos niveles de grasas.

La potencia y el poder de recompensa de estos alimentos ultraprocesados pueden desencadenar una respuesta adictiva que lleva a consumirlos de una forma tan compulsiva que, aunque la gente quiera reducir su consumo y sepan que les está matando, no pueden dejarlos.

¿Sabías que hay vínculos entre la industria alimentaria y la del tabaco?

Sabemos que las empresas alimentarias sometían a las personas a un escáner cerebral para observar lo que pasaba en el cerebro cuando se exponía a los productos alimentarios que desarrollaban. Desconocemos si era con la intención de hacer adictivos estos alimentos. 

Pero lo que podemos decir es que, si comes algo de una marca que perteneció en su día al sector del tabaco, hay una mayor probabilidad de que lo hayan desarrollado para hacernos querer más.

Existen vínculos comerciales entre la industria alimentaria y la del tabaco. Pero ¿cómo responderán los grandes fabricantes de alimentos a estas afirmaciones de que los alimentos ultraprocesados generan adicción?

Durante décadas la industria tabaquera fue muy hábil negando que sus productos fueran adictivos

Steve Parrish se jubiló en 2008 de Altria Group Inc., antes conocida como la tabacalera Philip Morris. Allí era vicepresidente de relaciones corporativas. Él mismo declaró, en una intervención televisiva: 

«Los cigarrillos no alteran el ánimo de una persona ni merman sus capacidades. Las personas que hablan de tabaquismo y adicción lo hacen por razones políticas e ideológicas, no científicas.»

A principios de la década de 1990 se produjo un cambio radical en las actitudes sobre la industria tabacalera en Estados Unidos. 

La tormenta perfecta llegó en 1994, con las audiencias en el congreso

Los congresistas preguntaron a los directores de las diversas compañías tabacaleras si creían que fumar cigarrillos creaba adicción. 

Todos los representantes de la industria tabacalera (que declaraban bajo juramento) coincidían en su respuesta a la pregunta que se les hacía de si creían que la nicotina NO era adictiva:

  • «Creo que la nicotina no es adictiva».
  • «Está claro que los cigarrillos y la nicotina no se ajustan a las definiciones clásicas de adicción».
  • «No creo que la nicotina de nuestros productos sea adictiva».
  • «Creo que la nicotina no es adictiva».

Y en esa línea todas las respuestas, una detrás de otra. Al término de esta audiencia (que duró dos días) el comité de expertos decidió que fumar cigarrillos era adictivo, y que no podían determinar si había un nivel por debajo del cual no lo fuera.

Unos años más tarde Philip Morris decidió cambiar de enfoque

Reconoció entonces que fumar cigarrillos crea adicción, y que es la causa de una serie de enfermedades muy graves y mortales.

Las demás empresas se opusieron rotundamente a la regulación de la industria, y esa fue una de las razones por las que la legislación tardó tanto en elaborarse, en ser aprobada por el congreso y en ser convertida en ley.

Dice Steve Parrish que no se trata solo de ser un ciudadano corporativo, sino de tener un comportamiento adecuado, de tener una relación de colaboración con la sociedad. Cree que eso también ha contribuido al cambio de actitud sobre la responsabilidad individual frente a la responsabilidad corporativa.

Cuando preguntan a Steve Parrish sobre su opinión acerca de que hay quien afirma que los alimentos ultraprocesados pueden ser adictivos, su respuesta es que no sabe si alguna empresa admitirá la adicción de un producto alimenticio concreto. Dice también que espera que escuchen a los científicos y hagan lo correcto.

El dilema de las empresas alimentarias

Algunas empresas alimentarias se enfrentan a un dilema. Si la investigación implica que su producto puede causar daños, se arriesgan a acciones legales y pérdidas económicas.

Dana Small es neurocientífica, y es profesora de psiquiatría en la Universidad de Yale. A la doctora Small le interesa saber cómo trabajan juntos cerebro y cuerpo para optimizar el comportamiento.

Explica que PepsiCo acudió a ellos con el interés de saber si era posible reducir la cantidad de azúcar en las bebidas (para hacerlas más saludables). Para mantener bajas las calorías de un producto se pueden añadir edulcorantes artificiales, para aumentar el dulzor sin tomar calorías.

El estudio que se hizo consistió en que una persona recibía dosis pequeñas de varios sabores mientras se le estaba haciendo al mismo tiempo un escáner cerebral. La persona objeto de estudio tragaba un sabor,  y esperaba a que se le diera a ingerir el siguiente.

Al observar las respuestas cerebrales a los diferentes sabores los investigadores pudieron observar la dopamina y los sistemas de recompensa, ¡y descubrieron algo inesperado!

No vieron el impacto negativo en el consumo de una bebida dietética. Pero si nos tomamos una bebida dietética y le añadimos calorías, si se aprecian cambios.

Por ejemplo, no pasa nada por tomar un refresco dietético solo. Pero al tomarlo con patatas fritas unimos edulcorantes artificiales y carbohidratos. ¡Y ahí es cuando surge el problema!

Aunque la investigación de la doctora Small solo indicaba un problema potencial, el riesgo de que las bebidas gaseosas dietéticas pudieran provocar un aumento de peso en lugar de su pérdida, alarmó a PepsiCo.

Los investigadores habían descubierto algo importante, pero, en lugar de continuar con ellos, PepsiCo les abandonó

La doctora Small y su equipo estaban experimentando, intentando descubrir cosas, pero durante el proceso descubrieron algo perjudicial. ¡Eso dejaba a PepsiCo vulnerable a demandas! ¡Lo mismo que sucedió en la industria del tabaco!

Siguen apareciendo investigaciones sobre los riesgos para la salud asociados a los edulcorantes artificiales. En este momento es difícil saber si son más peligrosas las bebidas azucaradas o las bebidas o productos edulcorados artificialmente. 

Respecto a los edulcorantes, en el estudio Nutrinet-Santé pudieron cuantificar por primera vez la exposición a esas sustancias. Así pusieron de manifiesto la relación entre una mayor exposición a estos edulcorantes con un mayor riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2.

El porcentaje de adultos con diabetes está creciendo en todo el mundo

A pesar de la relación entre los alimentos ultraprocesados y esta epidemia mundial de diabetes, la mayoría de las grandes empresas alimentarias pagan investigaciones científicas para minimizar riesgos y desacreditar a los críticos.

Son empresas enormes, con laboratorios y muchos fondos para investigación. Y no solo para investigación de mercado, sino que también para su defensa. 

Si soy una gran empresa alimentaria que estoy vendiendo un producto a una gran cantidad de personas y las estoy enfermando, podría ser demandada. Es lo que pasó con las compañías tabacaleras. ¡Más me vale tener a un montón de científicos trabajando para mí ante posibles demandas!

Por eso, tanto la industria alimentaria como las tabacaleras, saben mucho antes que nadie lo perjudiciales que son estos productos. Así se cubren las espaldas y saben dónde está el límite.

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¡La autorregulación no existe!

Dice Chris van Tulleken, doctor y autor de ‘La epidemia de los ultraprocesados‘, que la estrategia más eficaz de la industria alimentaria es financiar a investigadores que parezcan creíbles, que creen confusión. Es lo que hicieron de forma espléndida las tabacaleras. ¡La duda era su producto!

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Si no tenemos a una tabacalera redactando una política sobre aire limpio y espacios libres de humo, no deberíamos tener a una compañía de comida basura sentada a la mesa a la hora de redactar una política nutricional. ¡No puedes resolver un problema del que te beneficias creándolo!

¡No hay ninguna industria en la historia que haya sido capaz de autorregularse nunca! Ni la del petróleo, ni la de la automoción, ni la de la aviación, ni la farmacéutica… Ninguna puede autorregularse. ¡No existe ningún caso en la historia! 

¡El gobierno tiene que actuar!

El motivo por el que ya no hay gasolina con plomo, que la gente ya no salga fumando en un programa de televisión o que los coches tengan cinturones de seguridad es porque el gobierno lo exigió. Y eso ha supuesto una mejoría. 

Ahora necesitamos que el gobierno empiece a crear una regulación que haga que a la gente le resulte más fácil comer bien y más difícil comer mal.

La industria quiere menos regulación para sus productos

Los grupos de presión son muy agresivos en todos los países. La doctora Melissa Mialon trabajaba como ingeniera alimentaria, pero no estaba de acuerdo con ciertas cosas. No estaba conforme con los ingredientes que añadían a los alimentos. 

La doctora Mialon ahora es investigadora en Inserm y su objetivo es revelar la verdad, explicar lo que hace la industria y por qué lo hace. Sus investigaciones han demostrado que la industria rechaza el concepto de que lo ultraprocesado perjudica a la salud. Además, intentan desarrollar estudios científicos propios y crear un mundo paralelo de publicaciones.

Su estudio demuestra que, de las 38 publicaciones que investigaban los alimentos ultraprocesados, 33 tenían vínculos con la industria alimentaria.

Cada vez es más difícil saber qué es verdad cuando nos presentan pruebas científicas, porque estas publicaciones están financiadas por la industria. ¡Ahora fabrican dudas!

Tuvieron que pasar años para que las grandes tabacaleras se sometieran a regulaciones y controles. Ahora, hay gobiernos en Sudamerica y Centroamerica que están introduciendo políticas alimentarias que suponen un cambio.

¿Es posible reconducir la situación?

Las empresas alimentarias han gastado miles de millones de euros en conseguir un sabor y un aspecto perfectos. Y el márketing que rodea a esos productos cuenta. Pero eso no significa que las empresas no deban intentar hacer productos más sanos, con un buen sabor pero con menos azúcar, sal y grasas.

Greg S. Garrett es el director ejecutivo de ATNi (Access to Nutrition initiative). El objetivo actual de esta iniciativa es mejorar el acceso a alimentos saludables. Para ello trabajan con inversores, con los mayores accionistas de las empresas alimentarias de todo el mundo, con las grandes firmas que todos conocemos:

  • Nestle
  • Danone
  • FrieslandCampina
  • Unilever
  • Kellogs
  • Coca Cola

Presionan a los consejos de administración y a los directores ejecutivos para que empiecen a hacer cambios reales

El objetivo es que en cinco años sus carteras de productos estén mucho más centradas en prevenir la obesidad, las deficiencias nutricionales y los problemas de salud que vemos y que están siendo impulsados por la industria alimentaria.

Están pidiendo a las empresas que tomen decisiones ahora, para reformular, deshacer o llegar a nuevos productos más saludables, de modo que el 50% de la producción total de su cartera de productos sea saludable como punto de partida.

Creen que eso tendrá un gran efecto en los alimentos disponibles en el entorno minorista.

¿Cómo se puede colaborar con los que tienen la capacidad monetaria y el I+D (Investigación y Desarrollo) para lograr un cambio real si no se trabaja mano a mano con ellos?

Derek Yach fue ejecutivo de PepsiCo. Desarrolló su trabajo en medicina y epidemiología inicialmente en Sudáfrica. Fue el primer sudafricano invitado a volver a la Organización Mundial de la Salud tras el fin del apartheid. Fue allí para un año y se quedó diez.

Uno de sus trabajos más relevantes fue dirigir el trabajo sobre enfermedades crónicas. PepsiCo contactó con él cuando Indra Nooyi iba a convertirse en la nueva directora general y su discurso fue: 

«Aunque critique lo que hacemos, queremos hacer lo correcto. ¡Únase a nosotros! llegamos a 2.000 millones de consumidores cada día. Imagine poder reducir la sal, el azúcar, la grasa y las grasas trans en esos 2.000 millones de personas.»

¡Eso sí que tendría un impacto en la salud! Fue lo que atrajo a Derek Yach a unirse a PepsiCo. Algunos colegas suyos de la salud pública le dijeron que había comenzado su transición al lado oscuro.

Durante el tiempo que él estuvo en PepsiCo, se hicieron esfuerzos para que muchos de los productos básicos fueran más sanos

Uno de los compromisos fue reducir el nivel de azúcar en las bebidas azucaradas. El jefe de márketing de la época dijo que si se hacía eso sería un suicidio comercial, y que Coca Cola ganaría cuota de mercado.

Y luego están esas figuras molestas llamadas accionistas. Indra era objeto de una gran presión de inversores activistas cuyo argumento básico era el de «zapatero a tus zapatos».

Si somos una empresa que vende refrescos, dejemos a un lado esos temas ambientales y saludables, que costarán una fortuna y que tendremos que pagar con más inversión en I+D.

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El precio que tenemos que pagar por muchos productos básicos, que entran en nuestro suministro de alimentos saludables, es mucho más caro que el que pagamos por el arroz, el trigo, el maíz y la soja (todos fuertemente subvencionados).

Por eso no extraña que las empresas alimentarias opten por la opción más barata. Añadir frutas, verduras, frutos secos y cereales cuesta mucho más. No hay subvenciones. 

Es algo de lo que no se habla lo suficiente, y es un gran factor que obstaculiza la transición a una gama más amplia de verduras y alimentos más saludables.

Documental ‘La verdad sobre la comida procesada’ | 2024

Título original: ‘Irresistible: Why We Can’t Stop Eating

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¿Cómo se inventó la comida ultraprocesada? ¿Cómo las grandes compañías alimentarias la diseñaron para ser irresistible? Este documental responde a estas preguntas y nos revela el daño que los alimentos ultraprocesados provocan a nuestra salud

En el mundo actual, la comida procesada se ha convertido en un elemento básico en muchas dietas. En este documental se exploran los efectos que estos alimentos pueden tener en nuestra salud y bienestar. A través de investigaciones exhaustivas y entrevistas con expertos en nutrición, se revela cómo la industria alimentaria utiliza aditivos, conservantes y azúcares ocultos para mejorar el sabor y la vida útil de los productos. Pero, ¿a qué costo?

Este tipo de comida a menudo carece de los nutrientes esenciales que nuestro cuerpo necesita y puede contribuir a enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes y problemas cardiovasculares. 

A lo largo del documental se aborda la importancia de leer las etiquetas de los alimentos y tomar decisiones informadas al hacer compras. Además, se ofrecen consejos prácticos sobre cómo incorporar más alimentos frescos y mínimamente procesados en nuestra dieta diaria.

Al final de este viaje informativo, no solo entenderás mejor lo que realmente estás consumiendo, sino que también estarás mejor equipado para hacer elecciones alimenticias más saludables. La comida procesada no tiene que ser el enemigo; con la información adecuada, puedes disfrutar de una vida más sana y equilibrada.

Consejos para reducir el consumo de ultraprocesados en familia

  • Planificación de menús: Organizar las comidas semanales ayuda a evitar recurrir a opciones rápidas y poco saludables.
  • Lectura de etiquetas: Identificar ingredientes poco comunes o listas extensas puede indicar un alto grado de procesamiento.
  • Involucrar a los niños en la cocina: Fomentar su participación en la preparación de alimentos puede aumentar su interés por opciones saludables.
  • Evitar tener ultraprocesados en casa: Si no están disponibles, es menos probable que se consuman.
  • Educación alimentaria: Enseñar a los niños sobre los beneficios de una alimentación saludable desde temprana edad.

Conclusión

La industria quiere seguir creciendo. El crecimiento es importante, y por ese motivo fomentará comer con frecuencia, a todas horas, o querrá introducirse en países donde la gente aún no consume mucho y empujarla a consumir cada vez más alimentos ultraprocesados porque es muy rentable.

Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados es una decisión clave para mejorar la salud de toda la familia. Optar por alimentos frescos, cocinar en casa y educar a los más pequeños sobre la importancia de una alimentación equilibrada son pasos fundamentales hacia un estilo de vida más saludable y consciente.

En los años 80 nadie predijo que tendríamos menos salud en los 2020. Los productos ultraprocesados están asociados con la diabetes tipo dos, las enfermedades inflamatorias y cardiovasculares, demencia, ansiedad, depresión, cáncer, muertes prematuras  y, por supuesto, el aumento de peso y la obesidad.

Al final no hay un beneficio real para los consumidores, solo riesgos para la salud. Por lo tanto las preguntas son: ¿deberíamos asumir esos riesgos? ¿Merece la pena?

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