Nuestro cerebro ha desarrollado a lo largo de su evolución una serie de funciones mentales que lo distinguen del cerebro del resto de especies animales. Esas funciones mentales superiores las podemos clasificar en cuatro grandes grupos: gnosias, praxias, lenguaje y funciones ejecutivas.

Las funciones mentales superiores

Gnosias. Hacen referencia a todos los procesos de percepción, gracias a los cuales somos capaces de recibir información del ambiente que nos envuelve. Las gnosias están integradas por los sentidos de vista, oído, tacto, gusto y olfato. Para poder desarrollar nuestro cerebro necesitamos lo sensorial.

Las funciones ejecutivas

Praxias. Son todas las conductas que ponemos en marcha, desde las que son involuntarias y más automáticas (como es el caso de los reflejos) hasta las conductas más complejas (como puede ser aprender un idioma o ejecutar un ejercicio de baile).

Las funciones ejecutivas

Gnosias y praxias son los dos componentes básicos de lo que Jean Piaget llamaba el periodo sensoriomotriz, que abarca desde el nacimiento hasta los dos años de edad aproximadamente. En ese periodo se aglutinan los procesos de recepción de los estímulos (gnosias) y la ejecución de conductas (praxias).

Jean William Fritz Piaget (1896-1980)

Jean William Fritz Piaget (1896-1980) fue un epistemólogo y biólogo suizo, considerado el padre de la epistemología genética (relativa a la generación de nuevos conocimientos fruto del desarrollo de estructuras y a partir de mecanismos funcionales que se mantienen a lo largo de todo ese desarrollo), reconocido por sus aportes al estudio de la infancia y por su teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia, a partir de una propuesta evolutiva de interacción entre sujeto y objeto.

Lenguaje. El lenguaje propiamente dicho suele iniciarse en la gran mayoría de los niños y niñas sobre los 2 años de edad. Gracias a él podemos comunicarnos con el resto de personas.

Los humanos somos la única especie que tiene lenguaje como tal, ya que el resto de las especies se comunican pero no disponen de lenguaje.

El lenguaje lo componen diferentes procesos: expresión, comprensión, escritura, lectura, discriminación, fluidez, vocabulario, etc. Todos ellos se pueden (y deben) reforzar y estimular.

Las funciones ejecutivas

Funciones ejecutivas. En torno a los 2 años de edad aparecen las primeras funciones ejecutivas, aunque es cierto que algunas funciones ejecutivas se acostumbran a desarrollar e interiorizar unos años después.

La inhibición de impulsos, por ejemplo, se suele iniciar en torno a los 4 años, coincidiendo con una proliferación de neuronas inhibitorias en el cerebro del niño, cosa que facilita el proceso de inhibición de impulsos.

Las funciones ejecutivas

¿A qué edad se han adquirido las funciones mentales superiores?

El niño/a, sobre los 6-7 años, ya dispone de estas cuatro funciones mentales superiores que le permitirán adaptarse de manera eficaz en su vida cotidiana. Es por ese motivo que Piaget denominó a la etapa que empieza a los 6-7 años etapa de operaciones concretas, ya que el niño ya dispone de las cuatro funciones mentales superiores que le permitirán operar y funcionar en su día a día.

Por ejemplo a partir de los 6 años un niño es capaz de hacer sumas, pero con una ayuda externa (un ábaco, sus dedos, fichas, etc.). En cambio, en la etapa de operaciones formales, que suele comenzar a partir de los 12 años, el niño ya no necesita ver lo que está contando porque puede imaginarlo en su cabeza. Ya dispone de una gran capacidad de abstracción y razonamiento.

En las dos etapas (operaciones concretas y operaciones formales) se necesita un buen funcionamiento ejecutivo.

Las funciones ejecutivas

El concepto de funciones ejecutivas

En ocasiones, las funciones ejecutivas también se conocen con el nombre de inteligencia ejecutiva. El concepto de funciones ejecutivas lo acuñó Muriel Deutsch Lezak en 1982.

Muriel Deutsch Lezak

Muriel Deutsch Lezak es una neuropsicóloga estadounidense, conocida por haber acuñado el término de funciones ejecutivas para las capacidades mentales esenciales para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptada socialmente. |Fotografía de Steve Hambuchen.

Aunque fue Alexander Luria (1902-1977) quien resaltó la importancia de la corteza prefrontal en el desempeño y la adaptación de las personas.

Alexander Luria

Foto de Aleksandr Lúriya tomada en la década de 1940. Aleksandr Románovich Lúriya, en ocasiones transcrito como Alexander Luria, fue un neuropsicólogo y médico ruso, de origen judío. Fue uno de los fundadores de la neurociencia cognitiva, parte de la neuropsicología.

Joaquín Fuster, psiquiatra y profesor de la Universidad de California en Los Ángeles, ha sido uno de los grandes investigadores de la corteza prefrontal,  que es la sede donde residen las funciones ejecutivas.

Joaquín M. Fuster

El neurólogo Joaquín Fuster en la biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona en 2007 (foto de Carmen Secanella). Nacido en Barcelona, en 1930, es un neurocientífico que se ha dedicado a la investigación en ciencia cognitiva en la que ha hecho contribuciones fundamentales a la comprensión de las estructuras neuronales subyacentes al comportamiento y la cognición.

Don Norman (psicólogo nacido en 1935) y Tim Shallice (profesor de neuropsicología nacido en 1940) propusieron un marco de control atencional del funcionamiento ejecutivo. Ambos exponen que en la vida cotidiana existen dos tipos de situaciones:

  • Unas son las situaciones rutinarias, que se caracterizan por estar automatizadas,
  • mientras que, por otro lado, están las situaciones novedosas, que requieren todos nuestros recursos cerebrales y son las que están relacionadas con las funciones ejecutivas.

Las funciones ejecutivas

A día de hoy hay un total de 33 definiciones diferentes sobre lo que es el funcionamiento ejecutivo, y, aunque la gran mayoría de definiciones tienen características y aspectos en común, resulta difícil establecer una única definición.

Las definiciones más representativas son:

José Antonio Portellano, profesor de la Facultad de Piscología de la Universidad Complutense de Madrid. Define las funciones ejecutivas como el mecanismo que permite resolver problemas,  gracias a su capacidad de realizar programas de actuación para planificar, iniciar, dirigir y supervisar las conductas encaminadas al logro de objetivos.

Ozonoff y sus colaboradores definen la función ejecutiva como el constructo cognitivo usado para describir conductas dirigidas hacia una meta, orientadas hacia el futuro, que se consideran mediadas por los lóbulos frontales. Incluyen la planificación, inhibición de respuestas, flexibilidad, búsqueda organizada y memoria de trabajo. Todas las conductas de función ejecutiva comparten la necesidad de desligarse del entorno inmediato o contexto externo.

Muriel Lezak, que fue quien acuñó este concepto, dice que las funciones ejecutivas permiten al ser humano formular metas, planificar objetivos y ejecutar conductas de un modo eficaz. La finalidad última de las funciones ejecutivas es el control de la conducta.

Russell Barkley, uno de los máximos expertos mundiales en el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), define las funciones ejecutivas como la capacidad de actuar sobre uno mismo y mejorar el futuro.

Javier Tirapu, uno de los grandes neuropsicólogos de nuestro país, dice que el funcionamiento ejecutivo es la capacidad de encontrar soluciones para un problema novedoso, haciendo predicciones de las consecuencias de cada solución imaginada. Según él, los pacientes con problemas ejecutivos pueden solucionar situaciones automatizadas, pero no saben resolver problemas novedosos.

José Antonio Marina. Para el filósofo toledano, la inteligencia ejecutiva es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones.

Joaquín Fuster. Para el psiquiatra y profesor de la UCLA, las funciones ejecutivas son aquellas funciones del cerebro que permiten la organización de las acciones en el tiempo para alcanzar metas de cara a resolver problemas.

Características de las funciones ejecutivas

Las funciones ejecutivas nos diferencian del resto de especies animales. Decir que todas ellas son dimensionales, no es que se posean o no se posean sino que tenemos una cantidad de cada una de ellas.

En función de su uso, cada persona las tendrá más o menos desarrolladas. Podríamos decir que las funciones ejecutivas no son una cuestión de blanco o negro, sino que estarían en una escala de grises.

Una niña puede tener una excelente capacidad de concentración, pero una muy mala memoria operativa. En cambio, otro niño puede presentar dificultades en la concentración y muy buena capacidad de planificación y de memoria operativa.

La gran mayoría de las funciones ejecutivas están orientadas al futuro. El resto de animales no realizan conductas para obtener resultados en un futuro, sobre todo a medio o largo plazo.

En cambio los seres humanos sí. Compramos una tarta para celebrar un aniversario que ocurrirá dentro de unos días, organizamos nuestras vacaciones con un tiempo prudencial, nos comprometemos con una hipoteca, cursamos estudios que implican varios años… Invertimos tiempo. Eso es algo exclusivo del ser humano.

Las funciones ejecutivas

¿De qué depende un buen funcionamiento ejecutivo?

Tener un buen funcionamiento ejecutivo es consecuencia del aprendizaje, de la práctica y de la experienciaAl no venir las funciones ejecutivas determinadas genéticamente, en caso de que un niño/a tenga un mal rendimiento en alguna función ejecutiva existe la posibilidad de poder entrenarla.

En los ámbitos en donde más se desarrollan las funciones ejecutivas son en casa, en la escuela y en las relaciones sociales. Es sabido que el entrenamiento y su ejercitación modifican tanto la anatomía de la corteza prefrontal como su funcionamiento.

Las funciones ejecutivas

Hay estudios que manifiestan que los niños/as que poseen una mayor inteligencia activan menos el cerebro en el momento en que están realizando una determinada tarea. En cambio, un niño con una discapacidad intelectual necesita activar más zonas del cerebro y dedicar más tiempo a una determinada tarea.

Las principales funciones ejecutivas

En total se han llegado a identificar hasta 32 funciones ejecutivas, que suelen clasificarse en dos tipos:

Funciones ejecutivas frías. Son las que se activan cuando las emociones no son intensas o son fácilmente controlables. Por ejemplo, si tienes que decidir qué coche comprarte es importante que lo hagas en un momento de serenidad, para que puedas activar las funciones ejecutivas frías:

  • Concentración (qué coche me gusta).
  • Razonamiento (pensar en los pros y contras de cada una de las opciones).
  • Memoria operativa (para hacer cálculos de lo que puedes o no puedes pagar).
  • Toma de decisiones (para decidir con qué coche te quedas al final).
  • etc.

Las funciones ejecutivas

Funciones ejecutivas cálidas o calientes. Son las que se ponen en marcha cuando necesitas ejercer un importante autocontrol sobre las emociones que estás experimentando en un momento dado. Por ejemplo, ante una acalorada discusión con un amigo o con tu pareja necesitas poner en marcha tu funcionamiento ejecutivo caliente para evitar decir o hacer cosas de las que luego te puedas arrepentir. En esa situación es imprescindible que dispongas de estrategias de regulación emocional.

Las funciones ejecutivas

 

Según Joaquín Fuster las cinco funciones ejecutivas más relevantes son:

 

Otras funciones ejecutivas son:

  • Autorregulación emocional
  • Velocidad de procesamiento
  • Anticipación
  • Orientación espacial
  • Demorar recompensas
  • Razonamiento
  • Iniciativa
  • Monitorización
  • Toma de decisiones
  • Establecimiento de objetivos
  • Metacognición
  • Conciencia ética

 

¿En qué situaciones se activan las funciones ejecutivas?

¿Cuáles son las situaciones o tareas que nos obligan a activar un funcionamiento ejecutivo?

Las funciones ejecutivas

Ante la novedad. Cualquier situación que para nosotros sea novedosa implica la puesta en marcha de las funciones ejecutivas. Si llegamos a una nueva ciudad activaremos nuestra concentración, orientación espacial, memoria operativa, etc. También activamos nuestro funcionamiento ejecutivo al comprarnos un móvil o un ordenador nuevo.

Como ante algo novedoso no hay una respuesta habitual, debemos permanecer muy atentos a los recursos que vamos a poner en marcha para adaptarnos a ese nuevo estímulo lo mejor posible.

Una vez que ya nos hayamos familiarizado con la ciudad, o con el nuevo móvil, el nivel de activación de nuestra corteza prefrontal disminuirá hasta que aparezca algún otro estímulo novedoso.

Si una acción, gracias a la práctica, se convierte en automatizada, la corteza prefrontal no se activa tanto como cuando era una tarea nueva para nosotros.

Las funciones ejecutivas

Mantener y recuperar la información. A veces nos ocurre que, para poder realizar correctamente una conducta, necesitamos recuperar información del pasado. Por ejemplo, podemos recuperar de nuestra memoria a largo plazo cuál fue el libro que tanto le gusto a nuestra pareja cuando visitamos aquella librería, para así hacerle un regalo y acertar seguro.

Las funciones ejecutivas

Al iniciar o interrumpir una conducta. Siempre que comenzamos una conducta o que la interrumpimos para hacer otra necesitamos el funcionamiento ejecutivo. Por ejemplo, si vamos conduciendo por la carretera y nos pasamos la salida… deberemos hacer un cambio de sentido que requerirá toda nuestra atención.

Las funciones ejecutivas

Coordinar acciones. Cuando de manera simultánea tenemos que llevar a cabo dos o tres tareas, se activan las funciones ejecutivas para rendir adecuadamente. Por ejemplo, cuando estás haciendo la comida y, al mismo tiempo, estás pendiente de los deberes de tu hija y de que llamarán a la puerta porque te han de entregar un paquete.

Las funciones ejecutivas

Supervisar la acción. Estás supervisando una conducta cuando eres consciente de lo que estás haciendo y de cómo lo estás haciendo. De esa forma eres capaz de corregir errores y anticipar otros posibles fallos.

Seguir las reglas. Por norma debemos controlar o posponer nuestros impulsos o emociones  porque debemos cumplir una serie de reglas u obligaciones. Por ejemplo, si en el trabajo tienes una bronca con algún compañero o con tu jefe, seguramente tendrías ganas de decirle algunas cosas, pero te limitas a seguir las reglas de buena educación básicas y a no explotar como seguramente en realidad te apetecería.