¿Cuándo cambian la hora?

El cambio de hora, que se realiza dos veces al año, produce un desajuste en nuestro ritmo biológico. Se realiza el último domingo de marzo (adelantamos una hora los relojes) y el último de octubre (cuando la atrasamos), con el único objetivo de ahorrar energía y adecuar las jornadas a las horas de luz.

Con el cambio de hora el mecanismo bioquímico que regula nuestro ciclo se trastorna, se desorganiza.

Ilustración de Jim Madsen

Ilustración de Jim Madsen

Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale relaciona la alteración de los relojes biológicos con la inmunidad. José Ramón Alonso Peña es doctor por la Universidad de Salamanca. Catedrático de Biología Celular y Director del Laboratorio de Plasticidad neuronal y Neurorreparación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León:

Primero recibimos información por los ojos.

“La retina lleva información al cerebro y le dice las horas de luz que tenemos. También cada célula tiene su propio reloj, o sea que para nuestro cuerpo es clave que estemos bien regulados, que funcionemos de acorde con el mundo exterior. No es lo mismo una especie nocturna que una diurna. Nosotros somos una especie diurna.

Sincronizar los periodos  luz/oscuridad es clave para nuestra biología

Las fluctuaciones llevan a la necesidad de un reajuste: Hay personas a quienes el cambio de hora afecta muy poco y otros a quienes afecta mucho. Hay estudios muy llamativos incluso sobre animales, donde ya no entran los aspectos sociales. En animales vemos como la respuesta ante un tóxico, esa respuesta defensiva del sistema inmune, varia si el sistema de ritmos circadianos, el sistema de luz/oscuridad, está alterado”.

“Hay trabajos en que se ha visto que, en animales que tienen estrés ligado al tema del cambio de hora, hay un mayor riesgo de infección o la infección tarde más en desaparecer”.

Ilustración de Silvia Sponza

Ilustración de Silvia Sponza

El impacto del desajuste inducido de los relojes biológicos se puede aminorar preparando el organismo. “Al final el problema es que para nuestro organismo es un golpe muy súbito. Lo ideal sería, esa hora de diferencia, que a lo largo por ejemplo del mes anterior, semana a semana, que fuésemos nosotros mismos cambiando diez minutos. Nuestro cuerpo tiene flexibilidad para hacerse cargo de cambios graduales. De esta forma el impacto es mucho menor”

José Ramón Alonso propone en su libro Un esquimal en Nueva York y otras historias de la neurociencia unos fáciles consejos:

“Vamos a intentar, en este proceso de cambio, darle información a nuestro cerebro. Por ejemplo un domingo por la mañana, el que tenga un balcón, una terraza o un jardín, decir: vamos a desayunar fuera. Vamos a abrigarnos un poco, porque ya va haciendo fresco, pero a disfrutar de esa luz tan maravillosa del otoño. Nuestro organismo lo va a notar, se va a ir adaptando. Va a recoger ese mensaje de cómo ha cambiado la luz. Además, si lo hacemos en un ámbito placentero de disfrute, la reacción orgánica es distinta que si nuestro propio cuerpo lo vive como una agresión. No es algo peligroso, si no que es algo que vas a disfrutar”.

Fuente: InquietaMENTE de Radio 5 (25/10/16) | imagen de portada: Harold Lloyd en la película El Hombre Mosca (1923), una de las imágenes más famosas del mundo del cine.