¿Cómo recuerdas a tus profesores?
Dicen que los buenos profesores marcan para toda la vida y despiertan vocaciones. Y que a uno malo no suele olvidársele nunca.
La influencia de un maestro en un niño es decisiva
Los buenos profesores son los que muestran un verdadero interés por sus alumnos, saben ser flexibles y atienden a necesidades individuales. Son claros en sus expectativas, y alientan más que critican cuando un niño tiene dificultades.
Les encanta su trabajo y disfrutan enseñando. Conocen bien las asignaturas que imparten y saben enseñarlas creativamente. De hecho, todas las investigaciones internacionales en materia de educación señalan que la calidad de un sistema educativo pasa en gran medida por la calidad de sus docentes.
Douglas R. Eikermann detalla 16 cualidades que parece que todas y todos los buenos docentes tienen en común.
1. Conocen la materia
No se puede enseñar lo que no se sabe. No es necesario un doctorado, pero sí unos importantes conocimientos de la asignatura; no obstante, la formación debería continuar a lo largo de toda la vida.
2. Son pacientes
No se espera que su paciencia sea infinita hacia una falta absoluta de disciplina, indolencia, inmadurez o interrupciones y molestias en su trabajo y en el de los estudiantes, pero la paciencia es algo que éstos están aprendiendo, es parte de la profesión docente y hay que saber dar ejemplo.
3. Son intelectualmente curiosos
Su curiosidad intelectual es la que les mantiene al corriente de los cambios en su especialidad, y hace que estén permanentemente actualizados.
4. Tienen confianza
Confían en sus habilidades para detectar en qué punto del proceso de aprendizaje están los estudiantes. Y confían en las habilidades de sus alumnos para aprender.
5. Son compasivos
Son capaces de trabajar con alumnado heterogéneo, con diferentes ritmos de aprendizaje, con diferentes niveles de conocimientos… Un profesor de universidad dijo en una ocasión, acerca de su experiencia como maestro “Cada año en la enseñanza es más difícil para mí, yo soy un año mayor y mis alumnos tienen la misma edad”.
6. Sobre los logros
Los docentes con experiencia tienen las ideas claras sobre lo que sus estudiantes deberían haber aprendido al finalizar el curso, y saben lo que han de hacer en el camino a fin de alcanzar esos objetivos.
7. Saben planificar
Tienen planes y se adaptan a ellos, más allá de la rigidez del currículum. Saben detectar cuándo los estudiantes necesitan más tiempo para asimilar una idea o una unidad didáctica, y están dispuestos a ser flexibles dentro de sus limitaciones.
8. Son conscientes de todo
Los maestros de primaria y secundaria han de tener ojos en la nuca. Han de estar al tanto de lo que sucede en el aula, de lo que sucede en el pasillo, en la clase de al lado, en el claustro,…
9. Ejercen de mentores de sus alumnos
El deseo de influir positivamente en los estudiantes es una motivación para muchos profesores cuando entran en la profesión docente.
10. Ayudan a madurar a los estudiantes
Los chicos tienen vida más allá del aula, y experimentan problemas personales y altibajos emocionales (especialmente, en la adolescencia). Los docentes pueden percibir esos cambios y responder adecuadamente a ellos, siendo los pilares que alienten a los jóvenes a crecer ante la adversidad y mantener su desarrollo académico.
11. Son participativos
Mantienen buenas relaciones con la comunidad educativa: con las familias, con la administración y con el resto del profesorado. Esas buenas relaciones aumentan su eficacia en el aula.
12. Son organizados
Gestionan estudiantes muy diversos, con diferentes tipos de personalidad, multitud de unidades didácticas, materias y cursos… La organización redunda en beneficio de los alumnos, ya que un número máximo de estudiantes se beneficia de las clases.
13. Tienen visión
La enseñanza abarca mucho más que la transmisión de información de los maestros a los alumnos. Los maestros deben ser iluminadores que ofrezcan a sus estudiantes material interesante y múltiples visiones.
14. Saben contextualizar
Cada tema tiene un contexto y se lo proporcionan a sus alumnos. No se aprende en el vacío. Muestran a los estudiantes los conocimientos previos necesarios y cómo se puede conducir al desarrollo de otros conocimientos, habilidades y competencias futuras.
15. Para ellos la enseñanza es una «misión»
La enseñanza es una vocación. Los buenos profesores transmiten al alumnado y a la comunidad educativa, con sus actos, la satisfacción que les produce la elección que han hecho: dedicarse a la educación como su misión en la vida, como su meta de realización personal.
16. Son entusiastas
Nunca pierden la ilusión por la labor docente. Es posible que, temporalmente, se vean agobiados o saturados por problemas administrativos u otras cuestiones aisladas, pero su compromiso fundamental con la enseñanza y el trabajo constante pesan más… Y los estudiantes lo notan.
Los buenos profesores son MAESTROS EN ILUSIÓN
En estos primeros días de septiembre en que preparamos la vuelta al cole. Cuando los profesores se reincorporan a sus puestos. Cuando los políticos siguen hablando en bucle, discutiendo de nuevo el gran pacto para la educación. Me ha gustado la reflexión de Carles Francino:
«A primeros de septiembre los profesores y profesoras se reincorporan a sus puestos, aún sin niños, pero ya en el escenario donde los próximos meses les espera una tarea de aúpa.
Una tarea que, por desgracia, y hay que repetirlo tantas veces como sea necesario, continúa sin el reconocimiento y el respeto, -tanto social como económico- que si tienen en otros países.
Por eso me parece tan oportuna una carta que publica el Huffington Post. La carta abierta de un educador que se estrena este curso como tal.
Sus mensajes son muy básicos.
A los políticos, por ejemplo, les dice:
Dejad de mercantilizar la educación. Abandonad la idea de cadena de montaje. Abasteced las leyes educativas de pensamiento crítico y cívico. Descargadlas de competencia y contenidos.
Luego, a la sociedad en general,
ante esa frase tan manida de Los maestros tienen demasiadas vacaciones, responde:
Venid conmigo el primer día. Manejad una clase de veinticinco niños (veinticinco con suerte) una mañana. Sólo una. Después, valorad.
A los niños, a sus niños, les promete:
Iréis a casa con más curiosidad que deberes.
Y por último, a sí mismo,
a su yo futuro, cuando ya tenga un montón de años de experiencia y esté desgastado, se limita a recomendarle que:
Nunca deje de leer esa carta.
Toparse con alguien que exhiba tanta ilusión y tanto compromiso es como un chute gigante de vitaminas. Ya sé que los cínicos dirán que es una reflexión ingenua, candorosa, utópica… A mí me parece hermosa y necesaria. Porque sin esa ilusión y sin ese compromiso, nadie puede, o nadie debería, ser maestro.
Y el resto, todos, podríamos cuidarles para que no se les gasten las pilas.»
Fuente: Por la educación de Radio 5 (20/09/10) y slingingthebull / Imágenes: pixabay