Skip to content

Selectividad sin nervios

Selectividad sin nervios

Selectividad sin nervios

Tabla de contenidos

La SELECTIVIDAD es una prueba difícil. Segundo de bachillerato es un curso muy difícil, de altísima exigencia. La presión empieza casi el primer día de clase. Los profesores quieren que los alumnos saquen una buena nota en selectividad y, desde el primer día, les van encauzando: “que esto es difícil” “que hay que estudiar mucho”… Por lo tanto a estas alturas del curso llevan ya soportando mucho cansancio y tensión. Es también un curso más corto, donde han tenido que meter mucha materia.

Blanca Mas, profesora de psicología y directora del Máster en Trastornos Postraumáticos de la UNED, da a los jóvenes pautas muy interesantes para afrontar la “temida” selectividad, o cualquier otro examen, en las mejores condiciones.

Los chicos llegan a este momento del curso cansados. Cómo no van a tener algo de nervios o de ansiedad, cuando la prueba de selectividad es la que les abre o les cierra sus ilusiones.

Son los mejores alumnos los que sufren más tensión.

Los que acostumbran a sacar mejores notas y tienen muy claro que es lo que quieren hacer. Saben que hay universidades que piden una calificación alta, o para la carrera que a ellos les gustaría hacer también piden una calificación alta.

Ante un examen siempre hay incertidumbre. No sabes que te van a preguntar, no sabes cómo te va a salir,  no sabes si el tema que te va a tocar es el que te vas a poder lucir… y ahí, en esa incertidumbre, es donde se produce irremediablemente ansiedad y tensión.

Si la presión, tensión o incertidumbre es demasiado fuerte, se puede llegar incluso a un momento de apatía o desgana. Si se ve la prueba como muy inasequible, se puede tirar la toalla antes de llegar.  Lo contrario, el estar muy relajado, tampoco es positivo.

Hace ya mucho tiempo se estableció en psicología una relación entre el nivel de activación y el rendimiento. Para tener un RENDIMIENTO MÁXIMO, se requiere una ACTIVACIÓN ÓPTIMA: ni tan relajado que no rindes, ni tan activado que tampoco rindes. Se ha de buscar ese punto óptimo.

Por ejemplo en los exámenes, cuando a los chavales les queda mucho tiempo, cuando los ven lejos, van despacio. Se lo toman con muuucha calma. Cuando ya los tienen encima toca correr. Y en ese momento están tan nerviosos que ya no pueden estudiar, no les entra nada y no aprenden. Por eso es importante para cada uno ir buscando ese punto óptimo de activación, para así conseguir el máximo rendimiento.

La planificación es fundamental. Sobre todo cuando queda poco tiempo. Tienes que pensar qué vas a estudiar cada día, y ser sensato: tienes que parar, hacer pausas. El sobreesfuerzo no ayuda. Llega un momento en que dejas de rendir. Haz paradas. Aunque sean cortitas, pero para.

El peor momento, el más difícil,  siempre es el de empezar a estudiar. Aquí una alarma puede ayudar. Ponerte una alarma para empezar, y fijar también una hora para acabar.

Otro problema que pueden encontrarse los jóvenes es la concentración. Según explica la psicóloga, la concentración sólo aumenta reflexionando sobre ella. Cada rato que estés estudiando párate (puede ser cada hora), y mira a ver cuánto estás de concentrado (de 1 a 10). Si la concentración es alta fenomenal, si es baja tienes que activarte, concentrarte más. Reflexionar sobre esta función ayuda a desarrollarla.

¿Y qué hacemos si surge el miedo?

Si surgen los pensamientos negativos y empiezas a pensar: “voy a suspender”, “no podré”, “si me preguntan ese tema me voy a quedar en blanco”… Es un momento óptimo para que aparezcan este tipo de ideas.

La mente se llena de estos pensamientos: que no vas a poder, que no vas a llegar, que no lo vas a hacer… Pero también pueden aparecer otros pensamientos. Te puedes comparar con el otro (“el otro se lo sabe todo”, “el otro va muy bien”…), también puedes compararte con el que no hace nada, el que se ha ido a un concierto. “Yo aquí estudiando y el otro pasándoselo bien en el concierto”, “y han pasado las horas y no me ha cundido”, “debía haber ido al concierto”…

O, “me tengo que esforzar más” y, como me tengo que esforzar más no paro, y entonces estoy muy cansado. La mente está totalmente desviada de lo que tiene que hacer, que es concentrarse y estudiar.

Lo único que podemos hacer cuando hay mucha incertidumbre es coger el control, y en lo único que tienes aquí el control es en estudiar. Es importante que la persona sepa que esto son solo pensamientos, y el pensamiento no refleja la realidad, refleja el miedo. Es muy importante que, aunque son chicos muy jóvenes, aprendan a reflexionar. Que aprendan qué es esta función reflexiva sobre su propia mente y su propio pensamiento.

¿Cuándo surgen estos pensamientos? No cuando estás con tus amigos, no cuando te lo estás pasando bien… Surgen cuando tienes incertidumbre, cuando estás cansado y cuando tienes miedo. Es la voz del miedo, no es la realidad.

También es importante saber cómo reaccionas tú a esos pensamientos: ¿te late el corazón? ¿Se te cierra el estómago? ¿Te duele la cabeza? ¿Te pones tan nervioso que ya no puedes estudiar más?… Y ahora, cuándo ya eres consciente de todo eso intenta buscar un nuevo pensamiento.

Premiarse también es fundamental.

Prémiate cada vez que vayas consiguiendo logros. Puede ser decirte a ti mismo “que bien lo estás haciendo”, “ya queda menos”, “lo vas a conseguir”… te ayudará a subir la autoestima.

Hay personas que no se quieren permitir un pensamiento del tipo “lo vas a conseguir”, porque piensan que si uno se ilusiona mucho el batacazo luego va a ser peor. Prefieren ponerse en lo peor y así ya no se desilusionan. Pues NO: ponte en lo mejor. Para que el pensamiento tire de ti, te quite el miedo y te ayude a concentrarte.

O si no, hay que tender a ser muy realista: “voy a intentar todo lo que esté en mi mano”.

También puedes planificarte un premio real: si logro empezar todos los días a la hora que me he propuesto voy a hacer tal cosa. Igual que los adultos al trabajar recibimos un sueldo, tú estás trabajando: recibe un premio.

Es importante visualizar.

Es sumamente útil dedicar algún momento, que puede ser un descanso, a visualizar todo el examen. Visualizar es algo muy recomendable cuando alguien tiene que enfrentarse a algo que le da miedo, o a algo que está fuera de su control.

Los exámenes tienen una serie de puntos comunes. Podemos visualizarlos de una forma lenta. Cada uno tendrá unos momentos en que se va a sentir más nervioso. El esquema es: empezar antes de ponerte nervioso y acabar siempre cuando ya estás tranquilo. Hacer primero una pasada general y luego concentrarte en tus puntos calientes, los que más nervioso te ponen.

La imaginación nos da mucho juego. Puedes imaginar que te levantas por la mañana y desayunas (es muy importante desayunar bien), tienes las cosas preparadas (las has dejado la noche anterior), las recoges. Ahora mismo estás tranquilo. Coges el tren, el autobús… y vas hacia el centro.

Puede que empieces a ponerte más nervioso, que creas que tienes que revisar algo… Céntrate en las emociones. Lo que se pretende con esta visualización es que vayas sintiendo tu cuerpo, que no tengas miedo de sentirlo. La ansiedad es así: cuando la miras, desaparece. Mírala, siéntela.

Ya estás en la puerta del centro, hay nerviosismo. Siempre hay un ambiente de nerviosismo. NO te unas a él, sepárate porque es destructivo. Es algo que se crea pero que no ha de crearse, y que se contagia. Por eso sepárate de él. Tú tienes un examen que hacer: concéntrate en tu examen nada más, y visualízate así: en la puerta, tranquilo, concentrado; con control y con tu mente pensando en lo que vas a hacer, no dejándote llevar por el nerviosismo ajeno.

Otro momento a visualizar es ya sentado en el examen. Te han sentado, es alguien extraño. Tal vez tenga cara antipática, aunque sea una bellísima persona, pero está serio porque está haciendo un trabajo. Es un sitio nuevo… tampoco te importa. Tienes un examen qué hacer. Te concentras en las sensaciones de tu cuerpo, las sientes, no las tienes miedo. Otras veces has estado nervioso, otras veces has estado excitado; en una competición, en una cita… pero no pasa nada. No pasa nada por tener nervios, pero que no se te vayan de la mano. Siéntelos, agárralos, control.

Y  llegan las preguntas. ¿Qué te pedirán en el examen? Es un momento de mucha tensión. Visualiza que el profesor te da el examen, lo lees, lo sabes. Empieza por las preguntas que sabes, y adelante. Ya las has hecho, estás concentrado y sale todo el conocimiento que tienes. Ahora vas a las más difíciles, a las que no sabes, intenta hacer lo que puedas pero ya sabes que llevas mucho examen bien hecho. Intenta hacer lo que puedas. Has acabado y ya está. Contento y feliz.

¿Qué podemos hacer los padres para ayudar a nuestros hijos ante la selectividad o ante cualquier otro examen?

Los padres están tan nerviosos como los hijos, o más. Porque es una prueba muy importante. Es la prueba que va a abrir el futuro, aunque luego siempre hay un plan B.

Lo que pueden hacer los padres es apoyar. Cuando el hijo se desespera, cuando piensa que no puede, que no llega,… ahí tiene que estar el padre dándole la confianza que él está perdiendo, y, si tiene algún premio, pues dándole el premio en ese momento.

 

Imagen de portada: Exámenes – Universidad de Navarra  Flickr/ Universidad de Navarra. Fuente: A punto con La 2 de RTVE (13/05/16)

error: Este contenido está protegido