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Síndrome posvacacional

Síndrome posvacacional

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Espido Freire ahonda en la nostalgia, el síndrome posvacacional que aflora en nosotros en los últimos días del verano.

“Imagínese que un demonio le dijera a usted que su vida de ahora, tal como la está viviendo, como la ha vivido en el pasado, tiene que volver un número interminable de veces. Y que no habría nada nuevo. Todos los dolores, las alegrías, las cosas grandes y pequeñas que haya en su vida, simplemente se repetirán en la misma sucesión. La vida no vivida quedaría presa en su interior. Sin ser vivida, para la eternidad”

Estas palabras proceden de la ficción: El día que Nietzsche lloró, una de las recreaciones de la vida del filósofo. Una novela escrita en 1992 por el psiquiatra judeo-estadounidense Irvin D. Yalom.

El eterno retorno

Esa sensación que nos acecha cuando se acerca una fecha señalada del calendario. Hay quienes viven un eterno retorno al llegar el verano, por ejemplo. Comparan las que serán sus vacaciones con las que tuvieron el año anterior.

Pero también hay quienes se topan con esa sensación cuando se acerca septiembre. Cuando empiezan los propósitos, las voluntades, el déjà vu de regresar todavía con arena de la playa o con abrojos del pueblo. La sensación de dejar las maletas en el suelo y pensar “Dios mío, ahora yo no puedo con la vida, ¿ahora qué hago?”, es el llamado síndrome posvacacional.síndrome POSVACACIONAL (1)

¿Existe el síndrome posvacacional?

Existe, e intentamos combatirlo de maneras muy distintas. Hay quien lo niega. Se pone a hacer inmediatamente limpieza general de la casa, a planchar todo, a cambiar armarios… y se acabó. Hay quien comienza ya a preparar los uniformes para los niños. Quien comienza a buscar suscripciones a inglés, chino…

Y hay quien comienza a comprar fascículos, que le dan una sensación de que la vida continúa y la sensación de angustia se aminora. La sensación de empezar un proyecto alivia , al fin y al cabo es empezar una ruta.

Es curioso que nos extrañemos de los fascículos que se publican

Están muy pensados por grandes grupos editoriales

Están pensados para ser rentables. Para ser rentables además amortizados en relativo tiempo. Obviamente el nivel de abandono de las colecciones es muy alto. Hay gente que colecciona tacitas, que colecciona cucharitas, que colecciona tanques…

Síndrome posvacacional. La colecciones toman los quioscos. Getty Images
La colecciones toman los quioscos. Getty Images

Lo que nos sorprende en los últimos tiempos es el regreso a la nostalgia

Vuelve Heidi, Marco y compañía, en fascículos. Las nuevas aficiones: por ejemplo los cupcakes, el hacer retales… muchas de ellas muy femeninas. Y por otro lado regresa el antiguo hombre que vuelve a ser el nuevo hombre, la masculinidad llevada al extremo. Y luego están las cosas que se pueden compartir con los niños.

Pasado o futuro

Son proyectos o bien de pasado, que nos confortan con el pasado, o bien que nos reconcilian con el futuro y nos dan una cierta esperanza. La mayor parte de ellos están condenados al fracaso.

Igual que cuando se empiezan los proyectos en enero

En la mayoría de casos sirven como un bálsamo para facilitar la transición, y luego se vuelve otra vez a la rutina. Si se es consciente de que no se va a continuar, sino que es algo que se está aplicando como si se tratase de una tirita, está bien. Lo que ocurre es que hay personas que se plantean realmente el cambiar de vida cuando empieza el año, o cuando llega el otoño, y no es un buen momento.

¿Por qué no es un buen momento?

En enero nada cambia. En enero tenemos todo el invierno por delante. La luz aumenta muy poquito y, desde el punto de vista neurológico y psicológico, da la sensación de que lo único que está haciendo un esfuerzo por cambiar es nuestra cabeza. Todo lo de alrededor continúa. En España incluso, con el roscón de Reyes, quien inicie la dieta el día dos de enero… mal comienzo.

Pero es que en otoño la cosa se agrava

Los días se acortan, las hojas caen, llega el frío, tenemos que sacar las bufandas, hay que buscar dónde está el edredón de invierno, volvemos al cole, volvemos a los zapatos nuevos que rozan los primeros días… que incomodidad. El otoño es bonito, pero la sensación general es la de que vamos a peor.

Por eso es bueno decir a quien se proponga ese cambio de vida que, si no prospera, no se preocupe. Que no se exija demasiado: porque todo el mundo, la meteorología, la sociedad industrializada, y parte de la escolarización, están en contra.

Estamos condenados a encontrarnos cíclicamente con emociones y con recuerdos. El problema está en que nos instalemos en ellos

¿Qué dice de nosotros que el sentido de la voluntad sea tan cíclico?

Los rituales sociales están ahí por algo. Están porque funcionan. Independientemente de que haya personas que se sientan muy oprimidas cuando llegan las fiestas del pueblo, o que no estén de acuerdo con determinados rituales, o a las que les entristezca la Navidad…

Los rituales sirven para cosas, en principio para catarsis colectivas

Estamos irritados, melancólicos, tristes, eufóricos, y, en un momento determinado, conectamos con toda la colectividad, nuestra familia, nuestro grupo. Hay una explosión que libera, fuegos artificiales fuera y dentro, y retomamos fuerzas. Y las cosas siguen su cauce, siguen funcionando. En ese sentido necesitamos, y todos los pueblos tienen, esa idea de fiesta y de ritual.

¿Qué nos pasa hoy?

Cómo sociedad somos mucho más sofisticados

Vivimos más aislados. Es más difícil que esa sensación colectiva se produzca en el pueblecito, en las vacaciones en la costa… Hay gente que lo sigue viviendo ahí, pero en general lo estamos pasando ya a otra proyección, lo estamos pasando a la ficción. Es el encontrarnos en otro tipo de terrenos. Por ejemplo en los recuerdos, o a través de los foros y grupos de contacto de internet.

Es curioso que grupos de amigos que no nos podemos ver tengamos grupos de WhatsApp que funcionan exactamente de la misma manera.

Sin vernos seguimos diciendo “estamos aquí”.

Que era para lo que servían los santos, los cumpleaños, para lo que valían las celebraciones y aniversarios. En principio necesitamos ese tipo de rituales.

La sociedad no puede vivir sin esos rituales

En el momento en que los cortamos, porque nos desvinculamos de lo religioso o de lo territorial, los proyectamos en otros lugares. Y ahora por ejemplo nuestra romería  de la Santa Cruz, que muchas de ellas son en septiembre, pues es el regreso de la temporada de Juego de Tronos. Cada uno según su generación. Eso genera nuevas comunidades, y sobre todo nuevas catarsis.

La empatía muchas veces se genera porque “yo siento lo mismo que tú sientes”

Eso obliga a un esfuerzo personal, pero también a un esfuerzo social. Cuando como sociedad nos uníamos en torno a la iglesia, en el caso de las sociedades católicas, y veíamos el dolor de una madre al perder un hijo, estábamos generando ahí una catarsis colectiva. Cuando veíamos que ese hijo que estaba siendo crucificado perdonaba a los demás, había una lección moral.

Ahora, como la mayor parte de nosotros tenemos una educación mucho más laica y eso ya no nos sirve como vínculo, necesitamos otro tipo de ejemplos. El poder de los símbolos hace que sintamos lo mismo, pero aplicado a otro tipo de terrenos.

La idea de acumular, la idea de atesorar

Es algo que tenemos desde pequeñitos. Los niños que tienen sus gominolas y les decimos, con tres añitos, ¿me das una? Y responden: “NO”. No han valorado en ese momento la gominola, hasta que de pronto se dan cuenta de que tienen un tesoro.

Ahí están también los fascículos. Pero ahí está el descargarse de manera absolutamente enloquecida películas, muchas de ellas de forma ilegal: “yo tengo más, eso me da seguridad”. Es la metáfora de Midas. No hemos inventado nada nuevo. Eso es lo fascinante del ser humano: que nos vamos adaptando, transformando, generalmente para bien.

El ser humano es conservador por naturaleza

Tenemos miedo al cambio. Incluso los niños son muy conservadores: no les cambies una palabra del cuento, no les cambies un juguete de sitio…

No se consiguen las metas si no hay constancia

No se consiguen las metas si no hay planificación y si no hay recordatorios. Recordatorios de que hay que continuar a esa meta. Lo que queremos muchos de nosotros, cuando queremos cambiar nuestra vida, es el resultado. No es el proceso ni el esfuerzo, no es el tránsito.

Y es en ese tránsito donde vamos acumulando y atesorando las experiencias que nos permitirán cambiar. No hay una cosa sin la otra.Síndrome POSVACACIONAL

Fuente: Espido Freire en Hoy por Hoy de Cadena Ser (26/08/16) / imágenes: Flickr Sofia Carvalho

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