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Adiós al hambre emocional

Adiós al hambre emocional

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¿Cómo influyen las emociones en nuestra alimentación? Las emociones tienen una relación directa con la alimentación. ¿Quién no se ha refugiado en la comida (normalmente comida insana) después de recibir una mala noticia o al final de un día estresante? ¿Por qué nos ocurre esto? La respuesta es que eso nos sucede porque sentimos hambre emocional.

Cuando celebramos una buena noticia lo hacemos con una buena comida, comprando unos pasteles, saliendo a comer fuera, abriendo una botella de vino para brindar… El estrés y la ansiedad también hacen que nos refugiemos en la comida, normalmente en comida no demasiado aconsejable: sentimos la necesidad de comer dulce, de comer sal, de comer chocolate…

¿Qué relación tiene la comida con los sentimientos, con los afectos o desafectos? ¿Qué es el hambre emocional? ¿Cómo la diferenciamos del hambre real?

El hambre emocional es repentina, urgente, se tiene deseo de comidas específicas y sentir plenitud no basta… nos genera además culpa, vergüenza o tristeza. Por el contrario, el hambre fisiológica es gradual, puede esperar, está abierta a varias opciones, con quedar satisfecho es suficiente, y no nos genera sentimientos negativos

El hambre emocional es una sensación que nosotros pensamos que es hambre real pero que en realidad no lo es, y aparece cuando menos te la esperas. Puede haber pasado muy poco tiempo desde que ingerimos el último alimento, con lo cual nuestras necesidades están cubiertas y realmente no necesitamos comer, pero tenemos la sensación de que otra vez tengo apetito, otra vez tengo ganas de comer algo.

Y ahí realmente lo que nos apetece o nos suele apetecer no es una ensalada y un filete a la plancha, sino que sentimos necesidad de comer cosas dulces, de comer azúcar. Vamos en busca de algo con bastante azúcar, para que nos dé un subidón que nos haga sentirnos felices en ese momento. O algo que nos permita picotear: es el momento de pipas, cacahuetes, patatas fritas… algo que podamos estar comiendo todo el rato y que nos mantenga también un poco distraídos de lo que nos ronda por la cabeza.

Adiós al hambre emocional

La necesidad de comer real es otra cosa

Cada tres/cuatro horas tenemos la necesidad de ingerir alimentos. Y aquí si podemos tener la previsión de que es hora de comer y optar por preparar algo saludable. El hambre real siempre aparece a las mismas horas. Sabemos que al mediodía vamos a tener hambre, porque si por ejemplo desayunamos a las 8 y hacemos un tentempié a las 11, entra dentro de los cálculos que entre las 2 y las 3 volvamos a tener hambre. Y ahí podemos tener la previsión de ir a casa, preparar la comida.

Adiós al hambre emocional

¿Cuál es el mecanismo del hambre? ¿De dónde viene esa sensación y esa necesidad?

A mucha gente con sobrepeso algo que les preocupa en el momento de empezar una dieta es el tener hambre, ese miedo a: ¿Y si paso hambre?

Para entender realmente que pasa en nuestro cuerpo cuando tenemos la sensación de hambre hay que hablar de dos hormonas fundamentales: la grelina y la leptina. ¿Qué hacen la grelina y la leptina en nuestro cuerpo?

  • La grelina es conocida popularmente como la “hormona del hambre”. Los niveles de grelina aumentan antes de las comidas y disminuyen tras la ingesta de alimento. Es una hormona que se genera  principalmente en algunas células especializadas del estómago, y es la que se encarga de generar la sensación de hambre.
  • La leptina es antagónica, hace todo lo contrario, nos avisa de cuando tenemos que parar. Aquí juegan varios factores. Si comemos de manera muy rápida puede ser que cuando nos llegue la sensación de “para”, ya tendríamos que haber parado mucho antes. Hay gente que come tan rápido que, cuando realmente les llega la sensación de estar llenos ya han de desabrocharse el botón del pantalón.

¿Se pueden desajustar estas hormonas? Cuando empezamos a tener hambre se secreta la grelina y cuando ya hemos comido la leptina. Se ha visto en estudios que en personas con niveles de obesidad importantes, hay niveles altos de grelina y niveles bajos de leptina. Si comemos despacio hay muchas más posibilidades de que la leptina nos pueda avisar. Seguir una buena alimentación nos ayudará a mantener bien equilibrados los niveles de estas hormonas.

Cappuccino Commotion. En el cine y en series de televisión es habitual la escena de dejarse ir comiendo algo de forma compulsiva. En la película Cosas que nunca te dije, de Isabel Coixet, la protagonista está muy deprimida y devora un tarro de helado de chocolate, no uno cualquiera sino uno muy concreto, y se desespera buscando el helado por los supermercados.

Luego descubre que no es la única que sufre esa ansia. Cuando tenemos un bajón sabemos exactamente que alimento es el que nos da ese consuelo para seguir funcionando:

¿Por qué está tan unido el estado de ánimo a la comida?

Utilizamos los alimentos para aliviar o distraer sentimientos que tenemos y que ocultan cosas mucho más profundas. Habría que diferenciar si comemos para el estómago o si comemos para la cabeza, el hambre real del hambre emocional.

El hambre emocional siempre va asociada a una rapidez, y de ahí el comer muy rápido, el picoteo… tiene que ser ¡ya! El hambre emocional no entiende de horarios, aparece de golpe y hace que comamos mucho y muy rápido, sobre todo alimentos ricos en grasas, azúcares y sal. Después, lo habitual es sentirse culpable.

Es algo que viene desencadenado por varias emociones, entre las que destaca la ansiedad. Es llenar un vacío que tenemos, por eso se llama hambre emocional: tenemos hambre de emociones. Emociones negativas o positivas, todas son importantes y necesarias. Lo que ocurre es que unas son más cómodas de sentir y otras más incómodas. Si al llegar a casa nos sentimos solos, igual, en vez de pensar en qué podemos hacer, nos sentamos delante de la tele a ver algún programa y a llenar ese hueco comiendo. Es un alivio temporal a un problema, sentimiento o emoción mucho más profundo.

En positivo también celebramos con comida

En este caso es algo cultural, en unos países más que en otros. Si hemos tenido un mal día nos damos un capricho, porque total… Y si hemos firmado el contrato de nuestra vida: ¡Venga, hay que salir a celebrarlo!

Adiós al hambre emocional

No hace tantos años era costumbre mojar el chupete en azúcar para calmar a los bebés. En realidad ahí se estaba abriendo un campo neuronal, en el que uno empieza a asociar ciertos alimentos con tranquilidad, con calma… Desde pequeñitos se ha utilizado la comida como distracción. Es importante decir que nunca se debe premiar o castigar a los niños con comida, porque al final el niño acaba asociando.

¡A mí me engordan los nervios!

Es algo que se oye de manera habitual. ¿El estrés engorda o adelgaza? Ante una situación de estrés hay gente a la que le da por ponerse a comer, sin ser realmente conscientes de lo que están comiendo. Y hay personas a las que les ocurre todo lo contrario, y si están en otra cosa van comiendo lo justito.

Todos tenemos un alimento que nos consuela. Cómo calmar el hambre emocional. Tiene mucho que ver con la carencia emocional que tenga cada uno. Si nos fijamos, en las grandes cadenas de comida rápida sólo hay dos sabores: dulce y salado. No hay sabores ácidos, ni amargos…

Por el bajón emocional que tenemos en un momento determinado, provocado por un problema de fondo, igual estamos algo bajos de serotonina. Ahí el chocolate es ese alimento que da el subidón de manera mucho más rápida.

Adiós al hambre emocional

Un truco si vamos a picar algo es ponerlo en un plato, que seamos conscientes de lo que vamos a comer. Piensa en lo que pasa por ejemplo con el queso o con el fuet, productos que hay que ir cortando, comemos un trozo, y luego otro y otro… y al final uno no es consciente de lo que ha comido. Se trata de visualizar lo que se va a comer. ¿Quieres por ejemplo patatas fritas?, pues ponlas en un plato, porque si vamos metiendo la mano en la bolsa, al final no somos conscientes de lo que estamos comiendo.

Y en caso de sentir la necesidad imperiosa de comer intentar buscar siempre productos de la mejor calidad posible.

No hay que tener miedo a las emociones. Las emociones siempre traen un mensaje y siempre son buenas para nosotros. Aunque vengan por el lado más dificultoso y menos agradable, se trata de quitarnos de encima ese miedo a ver cómo nos sentimos. Quizás hay detrás de esto una educación que nos hace daño, de siempre alabar al prójimo y no estar contentos con nosotros mismos.

Fuente: BeOK de Cadena Ser (10/02/17) / Imágenes: Flickr Brittany Randolph, Gerry Thomasen, Rolands Lakis, Juan Antonio Capó Alonso y pixabay

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