Niño triste, adolescente enfadado.

¿Por qué se puede deprimir un niño? ¿Cómo lo detectamos? ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo se trata una depresión infantil? ¿Y en la adolescencia? En el  Blog de pares de Catalunya Ràdio han hablado con la doctora Montse Pàmias sobre la depresión infantil. Ella es presidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría Infantil y jefe del Departamento de Psiquiatría Infantil del Hospital Parc Taulí de Sabadell.

La depresión infantil es una situación vital de cambio.

Un niño o un adolescente que hasta el momento tenía un estado de vida normal y estable, y de pronto hay una ruptura. Empiezan a aparecer unos síntomas, y esos síntomas son síntomas depresivos. Es algo que puede pasar en cualquier edad.

Antes se creía que no existía la depresión infantil.

A mediados del siglo pasado había algunas voces, algunos autores, que dudaban de la existencia de la depresión en los niños, alegando que la depresión no se podía dar en un sujeto cuya  personalidad no estaba del todo estructurada. Es cierto que la personalidad de los niños no está totalmente estructurada, pero lo que ahora sí sabemos es que los niños pueden tener depresión, cómo los adolescentes y cómo los adultos.

Las características de esta depresión serán diferentes en la infancia y en la adolescencia, y también algo diferentes que en la edad adulta.

¿Por qué sospechamos que un niño puede estar deprimido?

El síntoma principal en los niños suele ser la TRISTEZA, igual que en la edad adulta. En los adolescentes, en cambio, muchas veces el síntoma  principal es la IRRITABILIDAD: un niño ENFADADO permanentemente, durante un período de tiempo mantenido.

Otros síntomas que encontramos en los niños más pequeños están relacionados con el pensamiento que tienen. Cuando una persona sufre una depresión tiene una distorsión de su entorno y ve las cosas de una forma claramente más negativa.

Es en el colegio donde detectan a menudo que algo no va bien. A veces son los profesores los que detectan la sintomatología depresiva y avisan a la familia: un niño que tiene un buen rendimiento habitual y de repente, un trimestre, éste comienza a bajar de golpe, y además al pequeño se le ve más apagado.

De entrada decir a los padres que, si son los profesores los que han dado la voz de alerta, la actitud no ha de ser de culpabilidad. Nadie está culpando a los padres, se trata de encontrar una solución para la posible depresión que tiene el niño.

El niño deprimido lo pasa muy mal.

Se siente culpable.

“Por mi culpa mis padres se han separado”,  “por mi culpa han regañado a mi hermano”, “por mi culpa no iremos de excursión los de la clase”… el niño tiene sentimientos de culpa.

Tiene sentimiento de incapacidad.

“Seré incapaz de pasar a segundo de primaria”, “seré incapaz de ir al partido de baloncesto y jugar”,… un sentimiento de incapacidad en cosas que son habituales en los niños y que a él le cuesta hacerlas.

También siente miedo.

Miedo a que papá o mamá se olviden y no vayan a recogerlo a la salida del cole, o miedo a que sus padres tengan un accidente… Decir que cuando se dan estos miedos no siempre quiere decir que haya una depresión. Hay niños estresados, que viven con ansiedad, que los tienen. Pero cuando estos miedos están en el contexto de ánimo bajo y ese pensamiento más negativo, entonces son más síntomas depresivos.

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Continúa con sus rutinas, pero arrastrándose.

Es como si el niño fuese a cámara lenta. Las actividades que antes tenía ganas de hacer, le apetece menos  hacerlas, han de tirar de él.

Sí que es verdad que en la edad adulta, cuando se sufre una depresión, se dejan de hacer actividades que antes se realizaban. Los niños lo tienen más difícil: sus padres les llevan a los sitios, tanto si quieren cómo si no. Por lo que no es que dejen de hacer las actividades, pero no disfrutan como lo hacían antes. Están cómo más apagados.

En el comer y el dormir también puede haber cambios.

Habitualmente se da una reducción del apetito en los niños. En los adolescentes puede ser lo contrario, un incremento del apetito.

Normalmente también hay una alteración del sueño. Esta alteración en los niños con depresión es más inespecífica, no es tanto cómo en los adultos que es un despertar muy temprano, a las tres de la mañana o a las dos. En los niños, a veces es este despertar precoz, a veces es que les cuesta coger el sueño, a veces el sueño es fraccionado.

¿Por qué se deprimen los niños?

Sabemos que hay una parte que es biológica, genética, hereditaria. Hay una predisposición de nuestro cerebro que heredamos. Los mecanismos de esta herencia no están aún muy claros, se están estudiando, pero están.

Por otro lado hay factores externos que nos influencian y pueden precipitar una depresión: pérdidas, separaciones… o pueden ser hechos que tengan poco peso pero que a ese niño, y en esa situación, le hayan podido provocar una situación depresiva.

Es una interacción entre los genes y el ambiente que se puede producir en cualquier edad de la vida. Sí que es verdad que en el caso de los niños el hecho de tener un cerebro más plástico, y por ser más dependientes de su entorno que una persona adulta, el entorno del niño tendrá una importancia claramente superior a la que tiene en la edad adulta. Es algo que vemos especialmente en casos de acoso escolar.

Los adolescentes son muy dependientes de su entorno.

Sentirse rechazado, maltratado y menospreciado por tus iguales y por tu entorno es un desencadenante muy potente. Si el chico tiene una vulnerabilidad puede acabar sufriendo una depresión. Y puede acabar con un intento de suicidio o con un suicidio.

Una situación de bullying se hace sobre un niño que evidentemente tiene unas características de personalidad, de situación, de relación con los otros… unas características que han hecho que ante una determinada situación no sea capaz de pedir ayuda, que el mismo no haya sido capaz de resolver la situación o su entorno no le haya protegido lo suficiente.

No es que el niño sea culpable, pero tenemos un niño con una vulnerabilidad y con una situación personal que lo hace vulnerable al bullying. Puede ser que esta vulnerabilidad, en una situación de bullying, baje más el ánimo y provoque una depresión.depresión infantil

¿Y en chicos y chicas mayores?

En los adolescentes una de las cosas que se han de diagnosticar es el consumo de cannabis.

El consumo de cannabis en régimen de dependencia, consumido de una manera mantenida, puede crear una sintomatología de desmotivación que puede parecer una sintomatología depresiva. Por lo que es una de las cosas que se han de investigar y, si es necesario, tratar con los adolescentes.

Qué hacemos ante la sospecha de una depresión infantil.

A veces lo que primero detectan los padres es que su hijo está más apagado, que tiene menos apetito, que hay una alteración del sueño… Estos síntomas físicos son los primeros que llaman la atención. Es lógico entonces pasar por el primer agente de salud que es el pediatra.

De hecho va muy bien que sea así, porque se ha de hacer un diagnóstico diferencial con la enfermedad médica. Algunas enfermedades, cómo la mononucleosis infecciosa, algunas anemias, incluso algunos tipos de leucemia, pueden comenzar con síntomas físicos que se parecen a la depresión.

Por tanto este primer cribado del pediatra, que valore al niño orgánicamente y descarte la patología médica es esencial.

¿Cómo se diagnostica la depresión?

Para que se pueda diagnosticar una depresión infantil los síntomas han de ser de una determinada gravedad y han de durar un tiempo determinado. Aunque haya una separación de los padres, puede haber una depresión detrás. El hecho de que el desencadenante sea externo, no quiere decir que el menor no pueda tener una depresión.

Se diagnostica una depresión evidentemente primero descartando la patología orgánica y, a partir de aquí, hablando e identificando los síntomas en el niño. Explorando clínicamente al menor, hablando con los padres y muchas veces también con la escuela.

Son los dos entornos más importantes del niño. Con esto se identifican los síntomas, la intensidad y la duración, necesarios para confirmar un diagnóstico de depresión.

¿Y en este caso deberemos ser menos exigentes? A veces se ha de recomendar a los padres que reduzcan la presión exterior, sobre todo cuando está comenzando una depresión.

En ese momento, la sensación de incapacidad que siente el niño, añadida a la presión qué él cree que tiene por parte de sus padres (porque a veces es la percepción que tiene el niño de la presión que están ejerciendo sus padres) hace que el pequeño sienta que no puede con lo que le están pidiendo. Y eso empeora la sintomatología.

El tratamiento.

Cuando la depresión es leve, o leve-moderada, se hace un tratamiento psicológico. La terapia psicológica que funciona en los niños es la terapia cognitiva conductual. Se analiza su conducta y sus pensamientos, se le dan estrategias para identificar esos pensamientos distorsionados, qué puede hacer para modificarlos, qué puede hacer para que su conducta no sea de aislamiento. Siempre en este trabajo se incluirá también a la familia.

En los casos más complicados se plantea el dar tratamiento farmacológico. Cuando se utiliza un tratamiento farmacológico en la depresión infantil, que se ha de utilizar cuando la sintomatología es moderada o grave y sobre todo cuando hay ideas de suicidio, siempre es conjuntamente con la terapia psicológica.

A los padres les cuesta aceptar la medicación.

En general hay cierta reticencia a la hora de medicar a un niño por depresión. Se trata de explicar a los padres los estudios que hay detrás, la evidencia de la mejora.

Es un miedo inicial. Cuando los padres ven que, entre la terapia psicológica y el tratamiento farmacológico, su hijo va mejorando, vuelve a reír, a jugar, y vuelve a ser el niño de antes, los padres son los que primero defienden el utilizar todas las estrategias que tengamos a nuestro alcance para ayudar al niño.

¿Qué ocurre si no se trata la depresión infantil?

Imaginemos que no tratamos una depresión en seis meses, por ejemplo ¿qué pasaría?, pues que se cronificaría y duraría unos meses más. Seguramente al final acabaría resolviéndose, pero se ha perdido un tiempo que es vital. Seis meses en un niño de seis años, equivale casi a un 10% de su vida.

No ofrecer ayuda puede comportar problemas en un futuro. Se acaba resolviendo, pero durante unos meses ese niño ha dejado de poder estudiar con normalidad, porque hace falta concentración. Baja el rendimiento escolar, está más triste, más aislado.

Es una ruptura vital que hace que el niño no siga el desarrollo normal. Por tanto hay un parón en el desarrollo de la personalidad debido a esta depresión. Además el problema se puede acabar cronificando, cuando la depresión es una situación que no tiene por qué ser crónica si se detecta y se trata adecuadamente.

Estar alerta si el niño habla de la muerte.

Siempre se han de valorar las ideas de muerte en la depresión infantil. SIEMPRE. Sea cual sea la edad del niño.

Es cierto que los niños más pequeños no tienen el concepto de la muerte bien establecido: no la perciben como un hecho irreversible. Cuando son muy pequeños piensan que la muerte es un acto transitorio. Más adelante piensan que la muerte está personificada en alguien que se lleva a una persona y la traslada a otro lugar. Es alrededor de los nueve años cuando ya el niño tiene una idea más concreta y más clara de la irreversibilidad de la muerte.

Por tanto siempre se ha de preguntar por las ideas de muerte a un niño con depresión, porque es un síntoma.

Finalmente decir que la depresión infantil es un trastorno que se puede identificar y se puede tratar. Que con el tratamiento adecuado se resuelve y no tiene por qué haber una recaída más adelante.

Imagen de portada: Flickr Santiago Nicolau / Imagen entrada pixabay