Poesías de Federico García Lorca para niños
Decía Ana María Pelegrín (investigadora, ensayista, pedagoga y una de las más importantes especialistas sobre literatura de tradición oral hispánica y autora de antologías de gran calidad de poesía en español para niños) que escribir poesía infantil no es infantilizar la poesía. El infantilismo poético es un atentado contra la belleza y contra la sensibilidad del niño.
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Para llegar a los niños pequeños hay que tener alma y espíritu de niño pequeño, y con ese don se nace. Federico García Lorca se entendía muy bien con los pequeños, y los niños se dan cuenta en seguida de quién sabe hacerles caso sin afectaciones de infantilismo. Lo primordial no es la niñez como tema, sino como actitud.
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Si los dos elementos esenciales de la poesía infantil son el ritmo y la rima, nada como los versos de Federico García Lorca para ofrecérselos a los pequeños.
La imagen de portada de esta publicación es una ilustración de Mónica Gutiérrez Serna para el libro «Los árboles se han ido».
Vida de Federico García Lorca
¿Quién fue?
Federico García Lorca, gran figura de la generación del 27, es uno de los mayores escritores españoles del siglo XX. Fue un poeta crítico, delicado y sobre todo brillante, que con sus obras encandiló a público y a crítica. Sin embargo, esos mismos textos le llevaron también a ganarse la antipatía de algunos sectores.
¿Dónde nació? ¿Cómo y cuándo murió Federico García Lorca?
En la fértil Vega de Granada se encuentra Fuente Vaqueros. Allí, el 5 de junio de 1898, nace Federico García Lorca. Su origen granadino ha impregnado gran parte de su obra, y a Federico le gusta confesar con orgullo: “toda mi infancia es pueblo. Pastores, campo, cielo, soledad. Amo la tierra. Me siento ligado a ella con todas mis emociones.”
Ubicación de Vega de Granada
Hijo de un propietario rural y de una maestra, Federico es el mayor de cinco hermanos. Dotado de gran sensibilidad artística encamina sus primeros pasos hacia la música, afición que no abandonará en toda su vida. En su época de estudiante realiza un viaje con sus compañeros por los pueblos de España, que es fuente de inspiración para su primer libro, ‘Impresiones y paisajes‘.
En 1919 se traslada a Madrid para seguir sus estudios, y en la residencia de estudiantes intima con Salvador Dalí, Luis Buñuel y Pepín Bello. Decidido ya a ser escritor, a los veintidós años se estrena su primera obra teatral, ‘El maleficio de la mariposa‘, que resulta un fracaso de crítica. El éxito en los escenarios le llega en 1927 con el estreno del romance popular ‘Mariana Pineda‘.
Luis Buñuel Portolés (Calanda, Teruel, 22 de febrero de 1900 – Ciudad de México, 29 de julio de 1983) fue un director de cine español, que tras el exilio de la Guerra Civil Española se nacionalizó mexicano.
José Bello Lasierra, más conocido como Pepín Bello (Huesca, Aragón, 13 de mayo de 1904 – Madrid, 11 de enero de 2008) fue un escritor e intelectual español.
Músico y dibujante, poeta y dramaturgo. Federico García Lorca consigue un gran prestigio popular tras la publicación del ‘Romancero gitano‘. Pero una gran crisis personal le hace huir en 1929 a Nueva York. Fruto de su estancia en esa ciudad es uno de sus mejores libros, ‘Poeta en Nueva York‘, que no se publicará hasta después de su muerte.
A su regreso, en su afán de dar a conocer el teatro clásico por los pueblos de España, pone en marcha el proyecto teatral de La Barraca. Eran años de popularidad con los estrenos de ‘Yerma‘ y ‘Doña Rosita la soltera‘ que consolidan su amistad con la actriz Margarita Xirgu. Federico García Lorca prepara para ella un nuevo drama: ‘La casa de Bernarda Alba‘.
Margarita Xirgu fotografiada hacia 1910. Margarita Xirgu Subirá (Molins de Rey, 18 de julio de 1888 – Montevideo, 25 de abril de 1969) fue una actriz española asociada especialmente con las obras de García Lorca. Exiliada durante la dictadura franquista, tomó la nacionalidad uruguaya. También se dedicó a la dirección e interpretación teatral.
Pero la Guerra Civil sorprende al poeta en Granada, ciudad dominada fácilmente por los militares sublevados. Durante la durísima represión ejercida sobre la ciudad Federico García Lorca es detenido y fusilado a la edad de 38 años. Aunque no se ha podido fijar con certeza la fecha de su muerte, Ian Gibson supone que ocurrió en la madrugada del 18 de agosto de 1936. En documentos oficiales expedidos en Granada puede leerse que Federico García Lorca falleció en el mes de agosto de 1936 a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra.
Ian Gibson, nacido en Dublín el 21 de abril de 1939, es un hispanista de origen irlandés y nacionalizado español desde 1984. Es especialista en historia contemporánea española, y conocido, sobre todo, por sus trabajos biográficos sobre Federico García Lorca, Salvador Dalí, Antonio Machado y Luis Buñuel, entre otros, así como por obras sobre la guerra civil española y el régimen dictatorial del general Franco. Ian Gibson, retratado en el madrileño Café Gijón (Chema Moya – EFE)
La obra de Federico García Lorca, llena de dolor y poesía, sigue viva para siempre, y aquellos versos que dedicó a su amigo Luis Mejías parecen hoy escritos para él:
Alma ausente
(Llanto por Ignacio Sánchez Mejía)
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.
El talento literario y el talento sobre todo como dramaturgo de Federico García Lorca son indiscutibles. Su teatro trata los temas rurales, los dramas rurales y la problemática del mundo rural. Es un teatro que en la actualidad está vivo, que siempre está fresco. Las obras de Federico García Lorca se representan y siempre es un teatro actual, siguen teniendo a día de hoy plena vigencia.
Salvador Dalí en 1939. Fotografía de Carl Van Vechten. Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech (Figueras, 11 de mayo de 1904 – ibídem, 23 de enero de 1989), fue un pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor español del siglo XX. Se le considera uno de los máximos representantes del surrealismo.
¿Por qué le asesinaron? ‘Las trece últimas horas en la vida de García Lorca’
Miguel Caballero Pérez es investigador y escritor, pertenece al Instituto de Estudios Históricos del Sur de Madrid Jiménez de Gregorio del que fue socio fundador y primer secretario en 1999. Ha dedicado gran parte de su obra a la investigación de aspectos inéditos de la vida del poeta Federico García Lorca, y fruto de ello ha publicado numerosos libros y ensayos. Uno de ellos es ‘Las trece últimas horas en la vida de García Lorca‘, libro que se publicó en 2011 cuando se cumplían setenta y cinco años del fallecimiento del poeta. En él, a través de numerosas entrevistas y testimonios da respuesta, si nos atenemos a lo que dice en su portada, a los grandes enigmas que rodean la muerte del genial poeta: ¿quién la ordenó?, ¿cuáles fueron las causas reales?, ¿dónde fue enterrado su cuerpo?
El autor de este libro ha llevado a cabo una exhaustiva investigación, profundamente reveladora, que desvela como transcurrieron las últimas horas en la vida de Federico García Lorca; descubre por primera vez los nombres e historias de todos sus ejecutores, tanto intelectuales como materiales –con la documentación gráfica oportuna para que además de sus vidas conozcamos sus rostros-, y, sobre todo, expone las espurias causas del injusto asesinato perpetrado por personas muy cercanas al propio Federico García Lorca.
La conclusión es clara: este crimen representa lo que fue la tragedia de la Guerra Civil en uno y otro bando, donde se aprovechó cualquier causa, cualquier circunstancia, para deshacerse de vecinos, amigos o familiares incómodos o simplemente para saldar viejas deudas.
El interés que mueve a Miguel Caballero Pérez a dedicarse al estudio de la vida de Federico García Lorca es, en primer lugar, ser de un pueblo muy cercano a donde nació el ilustre poeta. Ya en el año 1976, en el primer homenaje que se le hizo a Lorca después de morir Franco, estaba allí Miguel siendo un mozalbete.
Por aquel entonces ya circulaban los primeros libros de Ian Gibson, al que Miguel conoció y le pidió que le firmara ejemplares de sus obras. A partir de ahí nace su inquietud por Federico García Lorca que se ha transformado en escribir tres libros sobre el poeta. Además del citado, ‘Las trece últimas horas en la vida de García Lorca‘, es autor también de ‘Lorca en África‘, editado por el Patronato Cultural Federico García Lorca de la Diputación de Granada, y ‘La verdad sobre el asesinato de García Lorca‘.
Lorca fue asesinado en un momento cumbre de su carrera, siendo muy joven, tenía solo treinta y ocho años, tras éxitos cosechados tanto por sus obras como por sus poemas. Indudablemente el que fuera un grandísimo dramaturgo y poeta, sobre todo la última parte de su poesía como es ‘Poeta en Nueva York‘, hacen de él un poeta excepcional. Pero sin duda el mito de su muerte, que todavía sigue, engrandece al personaje o hace que no se olvide y que ese mito siga vivo.
La obra de Lorca entraña cierto misticismo. Siempre se le ha visto como un poeta más relacionado con la luna que con el sol, la muerte está muy presente siempre en sus obras… de hecho es un cronista bastante crítico desde sus versos: critica a la guardia civil, critica a los terratenientes… en cierto modo se ganó muchos enemigos.
El Romance de la guardia civil española generó bastantes enemigos, de eso no cabe duda. El poema habla de unos sucesos que ocurren en el campo de Jerez, durante una huelga de obreros en el año 1923. Los gitanos que van a trabajar como temporeros en la recolección de los productos del campo acampan en campamentos y se declara una huelga de obreros. La guardia civil, ante esa huelga, los disuelve y prende fuego a los campamentos. Eso es lo que se describe en el Romance de la guardia civil española.
Algo que después tendría connotaciones en la muerte del poeta, porque quien ordena realmente la detención de Federico García Lorca, el día 16 de agosto de 1936, es un teniente coronel de la guardia civil que, unos años después de haberse producido esos sucesos en el campo de Jerez, y de que Lorca en el año 1928 escribiese el Romance de la guardia civil española, este teniente coronel de la guardia civil ha sido destinado al campo de Jerez y tiene en sus manos lo que sería la vida de Lorca. Es este teniente coronel el que, en ausencia del gobernador civil, está ese 16 de agosto mandando en el Gobierno Civil de Granada.
Romance de la guardia civil española
(Romancero Gitano)
A Juan Guerrero, cónsul general de la poesía
Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas se conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche,
noche, que noche nochera.
La Virgen y San José
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa,
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas, banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo se les antoja
una vitrina de espuelas.
La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entraron a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de moneda.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la guardia civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas;
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.
¡Oh ciudad de los gitanos!
La guardia civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.
Realmente ese alto cargo de la Guardia Civil no fue más que un brazo ejecutor de esos enemigos que se va generando el padre de Federico García Lorca a lo largo de los años en esa lucha de poder que hay en esa familia importante de La Vega de Granada, que ante todo quiere aparecer en el orden social como propietaria.
La familia García Rodríguez (la del padre del poeta) han sido arrendatarios de los grandes nobles de la comarca, y, en un momento en que la aristocracia entra en declive, compran las tierras y tratan de entrar en esa clase social que son los propietarios. Se enriquecen con el producto de labrar la remolacha azucarera y transformarla en azúcar, y de ahí surgen esas rencillas, esas luchas de poder. Y esas luchas de poder, tradicionales en La Vega de Granada en esos años, son las que al final desencadenan la muerte de Lorca. Rencillas contra sus padres que están maceradas en el odio, en cincuenta años de odio…
Cuando estas familias son proclives a la sublevación militar, y están dentro de la sublevación militar del 36 formando parte algunos de sus miembros, ajustan cuentas. En Granada, lo que hizo la sublevación militar en la Guerra Civil fue ajustar viejas cuentas que venían de cincuenta años atrás.
Por supuesto que la muerte de Federico García Lorca es una concatenación de causas. El haber sido secretario puntual de Fernando de los Ríos en un viaje que hizo Fernando de los Ríos a Marruecos, en el que Federico va con él e incluso la prensa reaccionaria lo tacha de judío, comunista, masón… tiene su importancia. La muerte de Lorca no es una muerte tan épica, es una muerte más de lo que fue la Guerra Civil Española. Una muerte por rencillas familiares, principalmente, amén de otras causas. El tema de la homosexualidad, de su simpatía por lo que fue la República (porque Federico García Lorca era partidario de la República, de lo que era el régimen político)… esta concatenación de causas son lo que da lugar a la muerte del poeta.
Su muerte no deja de ser una representación de la tragedia que supuso la Guerra Civil tanto para un bando como para el otro, se aprovechaba cualquier circunstancia para eliminar a amigos, vecinos o familiares incómodos. Las guerras sirven para ajustar cuentas. Y la muerte de Federico García Lorca fue una más entre las 8.000 a 12.000 muertes que hubo en Granada, el 90% producto de rencillas familiares y de viejas cuentas que había que saldar, y no hay que apartarlo de ese contexto. Es importante quitarle la épica a la muerte de Lorca y englobarlo dentro de lo que fue la tragedia y la sinrazón que supuso la Guerra Civil.
¿Cómo se produjo la detención de Federico García Lorca?
La detención de Federico García Lorca se produce sobre la una de la tarde del día 16 de agosto. Es ordenada por el teniente coronel de la Guardia Civil Nicolás Velasco Simarro que, en ausencia del comandante Valdés que era el gobernador civil y que ese día se ausenta y está en el frente, ordena a Ramón Ruiz Alonso, a Federico Martín Lagos y a Juan Luis Trescastro Medina (que Juan Luis Trescastro era familiar del propio poeta) que vayan a la casa de los Rosales, donde Federico se ha refugiado a partir del día 9 de agosto (tras la irrupción de la familia Roldán en la Huerta de San Vicente Lorca se refugia en la casa de los Rosales).
Estas tres personas van a detenerlo y lo llevan al Gobierno Civil, allí se está durante una hora. Y antes de las 10 de la noche, antes de que caiga el día, es trasladado a Viznar. El Gobierno Civil en esos momentos es un centro de detención y exterminio. Todos los que pasaron en los primeros meses de la sublevación militar del 36 por el Gobierno Civil tienen la condición de desaparecidos, no se les hizo juicio militar ni se hizo nada, simplemente tienen la condición de desaparecidos.
Trasladan a Federico García Lorca a Viznar. Allí, tras unos trámites con el jefe militar Nestares, pasa una hora en la colonia, que es donde duermen los ejecutores (que son un pelotón de la guardia de asalto, un cuerpo de seguridad creado por la república en el 32) y esperan una hora. Antes de las cuatro de la mañana de la madrugada del 16 al 17 de agosto es ejecutado al borde de unos pozos que se excavaron para unas prospecciones de agua, y que son aprovechados para colocar a los que iban a ser ejecutados al borde de los pozos, disparar sobre ellos y que cayeran sobre los pozos, para luego echar un poco de tierra hasta que se fueron llenando dichos pozos. Esas fueron, a groso modo, las últimas horas de Federico García Lorca. Para el poeta debieron ser muy angustiosas.
En el momento de la detención lo detienen a él solo, pero después es trasladado a Viznar junto con dos presos considerados anarquistas peligrosos, Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas Cabezas, muy conocidos en Granada, sobre todo en el mundo taurino, del que llegaron a ser afamados banderilleros. Galadí era considerado un peligroso anarquista, había estado detenido durante el periodo republicano por haber sido terrorista anarquista.
En el lugar del crimen, junto a los dos banderilleros y al poeta, hubo un paseado más. Iba también Dióscoro Galindo González, maestro de escuela de Pulianas. En su caso la causa de que lo mataran fue que a los alumnos les inculcaba la no existencia de Dios. Resulta significativo que los franquistas condenaran a muerte a Dióscoro por «negar la existencia de Dios«. Fue la principal acusación que hicieron contra el maestro en su expediente de depuración. Alguien dijo, y con razón, que la guerra la ganaron los curas y la perdieron los maestros.
Punto en el que se excavó en 2016 para hallar los restos del poeta (GYI – Pablo Blazquez Dominguez)
¿Era él consciente de su futuro más inmediato?
En principio no. Cuando él se traslada a Granada lo hace a la sombra de un hombre poderoso que es su padre. Su padre es un hombre muy poderoso en Granada, que había militado en un partido de derechas. Federico García Lorca, cuando se traslada a Granada, busca el paraguas de su padre, de su familia. Y nada más lejos de la realidad, porque allí le estaba esperando la familia Roldán, que eran los principales agraviados por La casa de Bernarda Alba.
Esta obra de Lorca es la gota que colma el vaso y por la cual la familia Roldán le estaba esperando para mover sus influencias a través de los militares y ejecutarlo.
Desde el siglo XIX la familia García Rodríguez (la del padre del poeta) y las familias Roldán y Alba, tres grandes familias de caciques de la Vega de Granada, mantenían viejas rencillas familiares, incluidas discusiones por repartos de tierras compradas a medias, a las que se sumaron sus distintas tendencias y ambiciones políticas -Los Lorca eran republicanos y los Roldán de Acción Popular- y la homofobia.
Unas circunstancias que culminaron cuando Federico García Lorca publicó en 1936 La casa de Bernarda Alba, una obra «escrita con mala baba» en la que el poeta «fotografía» a estas familias con las que la suya mantenía enemistades como una venganza personal. Estas familias, inmersas en rencillas, alianzas y una endogamia terrible, aprovecharon el golpe militar de 1936 para saldar cuentas personales.
Fotografía que Lorca envió a Dalí de su paso por la Plaza de Urquinaona de Barcelona en 1927 (Donada por Anna María Dalí al Museo Casa Natal FGL de Fuente Vaqueros)
Poemas de Federico García Lorca para niños
Adelina de paseo
La mar no tiene naranjas.
ni Sevilla tiene amor.
Morena, qué luz de fuego.
Préstame tu quitasol.
Me pondrá la cara verde,
zumo de lima y limón,
tus palabras, pececillos,
nadarán alrededor.
La mar no tiene naranjas.
Ay, amor.
Ni Sevilla tiene amor!
¡Adiós, sol!
¡Adiós, sol!
Bien sé que eres la luna,
pero yo
no lo diré a nadie,
sol.
Te ocultas
detrás del telón
y disfrazas tu rostro
con polvos de arroz.
De día, la guitarra del labrador;
de noche, la mandolina
de pierrot.
¡Qué más da!
tu ilusión es crear el jardín
multicolor.
¡Adiós, sol!
no olvides lo que te ama
el caracol,
la viejecilla
del balcón, y yo…
que juego al trompo con mi…
corazón.
Adivinanza de la guitarra
En la redonda
encrucijada,
seis doncellas
bailan.
Tres de carne
y tres de plata.
Los sueños de ayer las buscan
pero las tiene abrazadas,
un Polifemo de oro.
¡La guitarra!
Agosto
Agosto.
Contraponientes
de melocotón y azúcar,
y el sol dentro de la tarde,
como el hueso en una fruta.
La panocha guarda intacta
su risa amarilla y dura.
Agosto.
Los niños comen
pan moreno y rica luna.
Agua, ¿dónde vas?
Agua, ¿dónde vas?
Riyendo voy por el río
a las orillas del mar.
Mar, ¿adónde vas?
Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.
Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada.
Yo…, ¡temblar!
¿Qué deseo, qué no deseo,
por el río y por la mar?
(Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.)
Al oído de una muchacha
No quise.
No quise decirte nada.
Vi en tus ojos
dos arbolitos locos.
De brisa, de brisa y de oro.
Se meneaban.
No quise.
No quise decirte nada.
Árbol de canción
(Para Ana María Dalí)
Caña de voz y gesto.
Una vez y otra vez
tiembla sin esperanza
en el aire de ayer.
La niña suspirando
lo quería coger;
pero llegaba siempre
un minuto después.
¡Ay sol! ¡Ay luna, luna!
Un minuto después.
Sesenta flores grises
enredaban sus pies.
Mira cómo se mece
una y otra vez,
virgen de flor y rama,
en el aire de ayer.
Arbolé, arbolé
Arbolé, arbolé
seco y verde.
La niña de bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes,
sobre jacas andaluzas.
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
«Vente a Granada, muchacha.»
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espada de plata antigua.
«Vente a Sevilla, muchacha.»
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
«Vente a Granada, muchacha.»
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.
Arbolé arbolé
seco y verde.
Balada del caracol negro
Caracoles negros.
Los niños sentados
escuchan un cuento.
El río traía
coronas de viento
y una gran serpiente
desde un tronco viejo
miraba las nubes
redondas del cielo.
Niño mío chico
¿dónde estás?
Te siento
en el corazón
y no es verdad.
Lejos esperas que yo saque
tu alma del silencio.
Caracoles grandes.
Caracoles negros.
Canción cantada
En el gris,
el pájaro Griffón
se vestía de gris.
Y la niña Kikirikí
perdía su blancor
y forma allí.
Para entrar en el gris
me pinté de gris.
¡Y cómo relumbraba
en el gris!
Canción china en Europa
(A mi ahijada Isabel Clara)
La señorita
del abanico,
va por el puente
del fresco río.
Los caballeros
con sus levitas,
miran el puente
sin barandillas.
La señorita
del abanico
y los volantes,
busca marido.
Los caballeros
están casados,
con altas rubias
de idioma blanco.
Los grillos cantan
por el Oeste.
(La señorita.
va por lo verde.)
Los grillos cantan
bajo las flores.
(Los caballeros,
van por el Norte.)
Canción de cuna
(A Mercedes, muerta)
Ya te vemos dormida.
Tu barca es de madera por la orilla.
Blanca princesa de nunca.
¡Duerme por la noche oscura!
Cuerpo de tierra y de nieve.
Duerme por el alba, ¡duerme!
Ya te alejas dormida.
¡Tu barca es bruma, sueño, por la orilla!
Canción del jinete
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
Canción del muchacho de siete corazones
Siete corazones
tengo.
En el alto monte, madre,
topezábamos yo y el viento.
Siete niñas de largas manos
me llevaron en sus espejos.
He cantado por el mundo
con mi boca de siete pétalos.
Mis galeras de amaranto
iban sin jarcias y sin remos.
He vivido los paisajes
de otras gentes. Mis secretos
alrededor de la garganta,
¡sin darme cuenta!, iban abiertos.
En el alto monte, madre
(mi corazón sobre los ecos,
dentro del álbum de una estrella),
tropezábamos yo y el viento.
Siete corazones
tengo.
¡Pero el mío no lo encuentro!
Canción del naranjo seco
(A Carmen Morales)
Leñador.
Córtame la sombra.
Líbrame del suplicio
de verme sin toronjas.
¿Por qué nací entre espejos?
El día me da vueltas.
Y la noche me copia
en todas sus estrellas.
Quiero vivir sin verme.
Y hormigas y vilanos,
soñaré que son mis
hojas y mis pájaros.
Leñador.
Córtame la sombra.
Líbrame del suplicio
de verme sin toronjas.
Canción oriental
Es la granada olorosa
un cielo cristalizado.
(Cada grano es una estrella,
cada velo es un ocaso.)
Cielo seco y comprimido
por la garra de los años.
La granada es como un seno
viejo y apergaminado,
cuyo pezón se hizo estrella
para iluminar el campo.
Es colmena diminuta
con panal ensangrentado,
pues con bocas de mujeres
sus abejas la formaron.
Por eso al estallar, ríe
con púrpuras de mil labios…
La granada es corazón
que late sobre el sembrado,
un corazón desdeñoso
donde no pican los pájaros,
un corazón que por fuera
es duro como el humano,
pero da al que lo traspasa
olor y sangre de mayo.
La granada es el tesoro
del viejo gnomo del prado,
el que habló con niña Rosa
en el bosque solitario.
Aquel de la blanca barba
y del traje colorado.
Es el tesoro que aun guardan
las verdes hojas del árbol.
Arca de piedras preciosas
en entraña de oro vago.
La espiga es el pan. Es Cristo
en vida y muerte cuajado.
El olivo es la firmeza
de la fuerza y el trabajo.
La manzana es lo carnal,
fruta esfinge del pecado,
gota de siglos que guarda
de Satanás el contacto.
La naranja es la tristeza
del azahar profanado,
pues se torna fuego y oro
lo que antes fue puro y blanco.
Las vides son la lujuria
que se cuaja en el verano,
de las que la iglesia saca,
con bendición, licor santo.
Las castañas son la paz
del hogar. Cosas de antaño.
Crepitar de leños viejos,
peregrinos descarriados.
La bellota es la serena
poesía de lo rancio,
y el membrillo de oro débil
la limpieza de lo sano.
Mas la granada es la sangre,
sangre del cielo sagrado,
sangre de la tierra herida
por la aguja del regato.
Sangre del viento que viene
del rudo monte arañado.
Sangre de la mar tranquila,
sangre del dormido lago.
La granada es la prehistoria
de la sangre que llevamos,
la idea de sangre, encerrada
en glóbulo duro y agrio,
que tiene una vaga forma
de corazón y de cráneo.
¡Oh granada abierta!, que eres
una llama sobre el árbol,
hermana en carne de Venus,
risa del huerto oreado.
Te cercan las mariposas
creyéndote sol parado,
y por miedo de quemarse
huyen de ti los gusanos.
Porque eres luz de la vida,
hembra de las frutas. Claro
lucero de la floresta
del arroyo enamorado.
¡Quién fuera como tú, fruta,
todo pasión sobre el campo!
Canción primaveral
Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril canciones tiernas.
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.
Voy camino de la tarde,
entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario,
un cementerio de aldea
parece un campo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.
¡Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias,
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!
Canción tonta
Mamá,
yo quiero ser de plata.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Yo quiero ser de agua.
Hijo,
tendrás mucho frío.
Mamá.
Bórdame en tu almohada.
¡Eso sí!
¡Ahora mismo!
Cancioncilla del primer beso
En la mañana verde,
quería ser corazón.
Corazón.
Y en la tarde madura
quería ser ruiseñor.
Ruiseñor.
(Alma,
ponte color de naranja.
Alma,
ponte color de amor)
En la mañana viva,
yo quería ser yo.
Corazón.
Y en la tarde caída
quería ser mi voz.
Ruiseñor.
¡Alma,
ponte color naranja!
¡Alma,
ponte color de amor!
Cancioncilla sevillana
(A Solita Salinas)
Amanecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.
¿Dónde estará
la miel?
Está en la flor azul,
Isabel.
En la flor,
del romero aquel.
(Sillita de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer.)
Amanecía
en el naranjel.
Caracola
(A Natalia Jiménez)
Me han traído una caracola.
Dentro le canta
un mar de mapa.
Mi corazón
se llena de agua
con pececillos
de sombra y plata.
Me han traído una caracola.
Cazador
¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.
Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.
¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.
Cortaron tres árboles
(A Ernesto Halffter)
Eran tres.
(Vino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras de plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)
Crótalo
Crótalo.
Crótalo.
Crótalo.
Escarabajo sonoro.
En la araña
de la mano
rizas el aire
cálido,
y te ahogas en tu trino
de palo.
Crótalo.
Crótalo.
Crótalo.
Escarabajo sonoro.
¿Qué son los crótalos? Los crótalos son unos instrumentos muy antiguos que aparecen representados en los bajorrelieves asirios y egipcios, y que estuvieron presentes en la práctica musical griega, reservados exclusivamente para la danza.
Los crótalos antiguos estaban compuestos por dos largas tablillas de madera unidas en su base por una empuñadura. En su extremo superior llevaban un pequeño platillo metálico con la parte cóncava vuelta hacia la del contrario.
La forma moderna consiste en dos pequeños platillos de bronce, y cada uno sujetado con un cordel entre el pulgar y el índice; se golpean uno contra otro, acercando los bordes de ambos con delicadeza. Su sonoridad es aguda, y posee un timbre cristalino.
Cuatro baladas amarillas
I)
En lo alto de aquel monte
un arbolito verde.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Olivares soñolientos
bajan al llano caliente.
Pastor que vas,
pastor que vienes.
Ni ovejas blancas ni perro
ni cayado ni amor tienes.
Pastor que vas.
Como una sombra de oro,
en el trigal te disuelves.
Pastor que vienes.
II)
La tierra estaba
amarilla.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Ni luna blanca
ni estrella lucían.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
Vendimiadora morena
corta el llanto de la viña.
Orillo, orillo,
pastorcillo.
III)
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
Los bueyes tienen ritmo
de campanas antiguas
y ojos de pájaro.
Son para las mañanas
de niebla, y sin embargo
horadan la naranja
del aire, en el verano.
Viejos desde que nacen
no tienen amo
y recuerdan las alas
de sus costados.
Los bueyes
siempre van suspirando
por los campos de Ruth
en busca del vado,
del eterno vado,
borrachos de luceros
a rumiarse sus llantos.
Dos bueyes rojos
en el campo de oro.
IV)
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Yo la imagino esta tarde
que soy santo.
Me pusieron la luna
en las manos.
Yo la puse otra vez
en los espacios
y el Señor me premió
con la rosa y el halo.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Y ahora voy
por este campo
a librar a las niñas
de galanes malos
y dar monedas de oro
a todos los muchachos.
Sobre el cielo
de las margaritas ando.
Despedida
Si muero,
dejad el balcón abierto.
El niño come naranjas.
(Desde mi balcón lo veo.)
El segador siega el trigo.
(Desde mi balcón lo siento.)
¡Si muero,
dejad el balcón abierto!
Dos lunas de tarde
I)
(A Laurita, amiga de mi hermana)
La luna está muerta, muerta;
pero resucita en la primavera.
Cuando en la frente de los chopos
se rice el viento del Sur.
Cuando den nuestros corazones
su cosecha de suspiros.
Cuando se pongan los tejados
sus sombreritos de yerba.
La luna está muerta, muerta;
pero resucita en la primavera.
II)
(A Isabelita, mi hermana)
La tarde canta
una berceuse a las naranjas.
Mi hermanita canta:
La tierra es una naranja.
La luna llorando dice:
Yo quiero ser una naranja.
No puede ser, hija mía,
aunque te pongas rosada.
Ni siquiera limoncito.
¡Qué lástima!
El lagarto está llorando
(A mademoiselle Teresita Guillén
tocando un piano de siete notas)
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!
Un cielo grande y sin gente
monta en su globo a los pájaros.
El sol, capitán redondo,
lleva un chaleco de raso.
¡Miradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay cómo lloran y lloran!
¡ay, ay, cómo están llorando!
El niño mudo
El niño busca su voz.
(La tenía el rey de los grillos.)
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
No la quiero para hablar;
me haré con ella un anillo
que llevará mi silencio
en su dedo pequeñito.
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
(La voz cautiva, a lo lejos,
se ponía un traje de grillo.
Es verdad
¡Ay, qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.
¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?
¡Ay, qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!
Escuela
Maestro.
¿Qué doncella se casa con el viento?
Niño.
La doncella de todos los deseos.
Maestro.
¿Qué le regala el viento?
Niño.
Remolinos de oro y mapas superpuestos.
Maestro.
Ella ¿le ofrece algo?,
Niño.
Su corazón abierto.
Maestro.
Decid cómo se llama.
Niño.
Su nombre es un secreto.
(La ventana del colegio tiene una cortina de luceros.)
Este es el prólogo
Dejaría en este libro
toda mi alma.
Este libro que ha visto
conmigo los paisajes
y vivido horas santas.
¡Qué pena de los libros
que nos llenan las manos
de rosas y de estrellas
y lentamente pasan!
¡Qué tristeza tan honda
es mirar los retablos
de dolores y penas
que un corazón levanta!
Ver pasar los espectros
de vidas que se borran,
ver al hombre desnudo
en Pegaso sin alas,
ver la vida y la muerte,
la síntesis del mundo,
que en espacios profundos
se miran y se abrazan.
Un libro de poesías
es el otoño muerto:
los versos son las hojas
negras en tierras blancas,
y la voz que los lee
es el soplo del viento
que les hunde en los pechos,
entrañables distancias.
El poeta es un árbol
con frutos de tristeza
y con hojas marchitas
de llorar lo que ama.
El poeta es el médium
de la Naturaleza
que explica su grandeza
por medio de palabras.
El poeta comprende
todo lo incomprensible,
y a cosas que se odian,
él, amigas las llama.
Sabe que los senderos
son todos imposibles,
y por eso de noche
va por ellos en calma.
En los libros de versos,
entre rosas de sangre,
van pasando las tristes
y eternas caravanas
que hicieron al poeta
cuando llora en las tardes,
rodeado y ceñido
por sus propios fantasmas.
Poesía es amargura,
miel celeste que mana
de un panal invisible
que fabrican las almas.
Poesía es lo imposible
hecho posible. Arpa
que tiene en vez de cuerdas
corazones y llamas.
Poesía es la vida
que cruzamos con ansia
esperando al que lleva
sin rumbo nuestra barca.
Libros dulces de versos
son los astros que pasan
por el silencio mudo
al reino de la Nada,
escribiendo en el cielo
sus estrofas de plata.
¡Oh, qué penas tan hondas
y nunca remediadas,
las voces dolorosas
que los poetas cantan!
Dejaría en el libro
este toda mi alma…
Galán
Galán
galancillo.
En tu casa queman tomillo.
Ni que vayas, ni que vengas,
con llave cierro la puerta.
Con llave de plata fina.
Atada con una cinta.
En la cinta hay un letrero:
«Mi corazón está lejos.»
No des vueltas en mi calle.
¡Déjasela toda al aire!
Galán,
galancillo.
En tu casa queman tomillo.
Granada y 1850
Desde mi cuarto
oigo el surtidor.
Un dedo de la parra
y un rayo de sol.
Señalan hacia el sitio
de mi corazón.
Por el aire de agosto
se van las nubes. Yo,
sueño que no sueño
dentro del surtidor.
Huerto de marzo
Mi manzano
tiene ya sombra y pájaros.
¡Qué brinco da mi sueño
de la luna al viento!
Mi manzano
da a lo verde sus brazos.
Desde marzo, cómo veo
la frente blanca de enero!
Mi manzano…
(viento bajo).
Mi manzano…
(cielo alto).
Idilio
(A Enrique Durán)
Tú querías que yo te dijera
el secreto de la primavera.
Y yo soy para el secreto
lo mismo que es el abeto.
Árbol cuyos mil deditos
señalan mil caminitos.
Nunca te diré, amor mío,
por qué corre lento el río.
Pero pondré en mi voz estancada
el cielo ceniza de tu mirada.
¡Dame vueltas, morenita!
Ten cuidado con mis hojitas.
Dame más vueltas alrededor,
jugando a la noria del amor.
¡Ay! No puedo decirte, aunque quisiera,
el secreto de la primavera.
La calle de los mundos
Detrás de las inmóviles vidrieras
las muchachas juegan con sus risas.
(En los pianos vacíos,
arañas titiriteras.)
Las muchachas hablan de sus novios
agitando sus trenzas apretadas.
(Mundo del abanico,
el pañuelo y la mano.)
Los galanes replican haciendo
alas y flores con sus capas negras.
La canción del colegial
Sábado.
Puerta de jardín.
Domingo.
Día gris.
Gris.
Sábado.
Arcos azules.
Brisa.
Domingo.
Mar con orillas,
Metas.
Sábado.
Semilla
estremecida.
Domingo.
(Nuestro amor se pone
amarillo.)
La guitarra
Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla,
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama
¡Oh guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.
La luna asoma
Cuando sale la luna
se pierden las campanas
y aparecen las sendas
impenetrables.
Cuando sale la luna,
el mar cubre la tierra
y el corazón se siente
isla en el infinito.
Nadie come naranjas
bajo la luna llena.
Es preciso comer
fruta verde y helada.
Cuando sale la luna
de cien rostros iguales,
la moneda de plata
solloza en el bolsillo.
La tarara
La Tarara sí,
la Tarara, no
La Tarara, niña
que la he visto yo.
Lleva mi Tarara
un vestido verde
lleno de volantes
y de cascabeles.
La Tarara sí,
la Tarara, no
La Tarara niña
que la he visto yo.
Luce mi Tarara
su color de seda
sobre las retamas
y la hierbabuena
Ay, Tarara loca.
Mueve la cintura
para los muchachos
de las aceitunas.
Las gentes iban
Las gentes iban
y el otoño venía.
Las gentes
iban a lo verde.
Llevaban gallos
y guitarras alegres.
Por el reino
de las simientes.
El río soñaba,
corría la fuente.
¡Salta.
corazón caliente!
Las gentes
iban a lo verde.
El otoño venía
amarillo de estrellas,
pájaros macilentos
y ondas concéntricas.
Sobre el pecho almidonado,
la cabeza.
¡Párate,
corazón de cera!
Las gentes iban
y el otoño venía.
Los encuentros de un caracol aventurero
(A Ramón P. Roda)
Hay dulzura infantil
en la mañana quieta.
Los árboles extienden
sus brazos a la tierra.
Un vaho tembloroso
cubre las sementeras,
y las arañas tienden
sus caminos de seda
-rayas al cristal limpio
del aire-.
En la alameda
un manantial recita
su canto entre las hierbas.
Y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
ignorado y humilde,
el paisaje contempla.
La divina quietud
de la Naturaleza
le dio valor y fe,
y olvidando las penas
de su hogar, deseó
ver el fin de la senda.
Echó a andar e internose
en un bosque de yedras
y de ortigas. En medio
había dos ranas viejas
que tomaban el sol,
aburridas y enfermas.
«Esos cantos modernos
-murmuraba una de ellas-
son inútiles». «Todos,
amiga -le contesta
la otra rana, que estaba
herida y casi ciega-.
Cuando joven creía
que si al fin Dios oyera
nuestro canto, tendría
compasión. Y mi ciencia,
pues ya he vivido mucho,
hace que no lo crea.
Yo ya no canto más…»
Las dos ranas se quejan
pidiendo una limosna
a una ranita nueva
que pasa presumida
apartando las hierbas.
Ante el bosque sombrío
el caracol se aterra.
Quiere gritar. No puede.
Las ranas se le acercan.
«¿Es una mariposa?»,
dice la casi ciega.
«Tiene dos cuernecitos
-la otra rana contesta-.
Es el caracol. ¿Vienes,
caracol, de otras tierras?”
«Vengo de mi casa y quiero
volverme muy pronto a ella».
«Es un bicho muy cobarde
-exclama la rana ciega-.
¿No cantas nunca?» «No canto»,
dice el caracol. «¿Ni rezas?»
«Tampoco: nunca aprendí».
«¿Ni crees en la vida eterna?»
«¿Qué es eso?
«Pues vivir siempre
en el agua más serena,
junto a una tierra florida
que a un rico manjar sustenta».
«Cuando niño a mí me dijo
un día mi pobre abuela
que al morirme yo me iría
sobre las hojas más tiernas
de los árboles más altos».
«Una hereje era tu abuela.
La verdad te la decimos
nosotras. Creerás en ella»,
dicen las ranas furiosas.
«¿Por qué quise ver la senda?
-gime el caracol-. Sí creo
por siempre en la vida eterna
que predicáis…»
Las ranas,
muy pensativas, se alejan.
y el caracol, asustado,
se va perdiendo en la selva.
Las dos ranas mendigas
como esfinges se quedan.
Una de ellas pregunta:
«¿Crees tú en la vida eterna?»
«Yo no», dice muy triste
la rana herida y ciega.
«¿Por qué hemos dicho, entonces,
al caracol que crea?»
«Por qué… No sé por qué
-dice la rana ciega-.
Me lleno de emoción
al sentir la firmeza
con que llaman mis hijos
a Dios desde la acequia…»
El pobre caracol
vuelve atrás. Ya en la senda
un silencio ondulado
mana de la alameda.
Con un grupo de hormigas
encarnadas se encuentra.
Van muy alborotadas,
arrastrando tras ellas
a otra hormiga que tiene
tronchadas las antenas.
El caracol exclama:
«Hormiguitas, paciencia.
¿Por qué así maltratáis
a vuestra compañera?
Contadme lo que ha hecho.
Yo juzgaré en conciencia.
Cuéntalo tú, hormiguita».
La hormiga, medio muerta,
dice muy tristemente:
«Yo he visto las estrellas.»
«¿Qué son las estrellas?», dicen
las hormigas inquietas.
Y el caracol pregunta
pensativo: «¿Estrellas?»
«Sí -repite la hormiga-,
he visto las estrellas,
subí al árbol más alto
que tiene la alameda
y vi miles de ojos
dentro de mis tinieblas».
El caracol pregunta:
«¿Pero qué son las estrellas?»
«Son luces que llevamos
sobre nuestra cabeza».
«Nosotras no las vemos»,
las hormigas comentan.
Y el caracol: «Mi vista
sólo alcanza a las hierbas.»
Las hormigas exclaman
moviendo sus antenas:
«Te mataremos; eres
perezosa y perversa.
El trabajo es tu ley.»
«Yo he visto a las estrellas»,
dice la hormiga herida.
Y el caracol sentencia:
«Dejadla que se vaya.
Seguid vuestras faenas.
Es fácil que muy pronto
ya rendida se muera».
Por el aire dulzón
ha cruzado una abeja.
La hormiga, agonizando,
huele la tarde inmensa,
y dice: «Es la que viene
a llevarme a una estrella».
Las demás hormiguitas
huyen al verla muerta.
El caracol suspira
y aturdido se aleja
lleno de confusión
por lo eterno. «La senda
no tiene fin -exclama-.
Acaso a las estrellas
se llegue por aquí.
Pero mi gran torpeza
me impedirá llegar.
No hay que pensar en ellas».
Todo estaba brumoso
de sol débil y niebla.
Campanarios lejanos
llaman gente a la iglesia,
y el caracol, pacífico
burgués de la vereda,
aturdido e inquieto,
el paisaje contempla.
Los pelegrinitos
Hacia Roma caminan
dos pelegrinos,
a que los case el Papa,
porque son primos.
Sombrerito de hule
lleva el mozuelo,
y la pelegrinita,
de terciopelo.
Al pasar por el puente
de la Victoria,
tropezó la madrina,
cayó la novia.
Han llegado a palacio,
suben arriba,
y en la sala del Papa
los desaniman.
Le ha preguntado el Papa
como se llaman.
Él le dice que Pedro
y ella que Ana.
Le ha preguntado el Papa
que qué edad tienen.
Ella dice que quince
y él diecisiete.
Le ha preguntado el Papa
de dónde eran.
Ella dice de Cabra
y él de Antequera.
Le ha preguntado el Papa
que si han pecado.
Él le dice que un beso,
que le había dado.
Y la pelegrinita
que es vergonzosa,
se le ha puesto la cara
como una rosa.
Y ha respondido el Papa
desde su cuarto:
¡Quién fuera pelegrino
para otro tanto!
Las campanas de Roma
ya repicaron,
porque los pelegrinos
ya se casaron.
Los reyes de la baraja
Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.
Corre que te pillo,
corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.
Del olivo
me retiro,
del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.
Madrigalillo
Cuatro granados
tiene tu huerto.
(Toma mi corazón
nuevo.)
Cuatro cipreses
tendrá tu huerto.
(Toma mi corazón
viejo.)
Sol y luna.
Luego…
¡ni corazón
ni huerto!
Mariposa
Mariposa del aire,
qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
Luz del candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
No te quieres parar,
pararte no quieres.
Mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?
Media luna
La luna va por el agua.
¡Cómo está el cielo tranquilo!
Va segando lentamente
el temblor viejo del río
mientras que una rama joven
la toma por espejito.
Mi niña se fue al mar
Mi niña se fue a la mar,
a contar olas y chinas,
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla.
Entre adelfas y campanas
cinco barcos se mecían,
con los remos en el agua
y las velas en la brisa.
¿Quién mira dentro la torre
enjaezada, de Sevilla?
Cinco voces contestaban
redondas como sortijas.
El cielo monta gallardo
al río, de orilla a orilla.
En el aire sonrosado,
cinco anillos se mecían.
Nana del caballo grande
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega el puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua
con su larga cola
por su verde sala?
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
No quiso tocar
la orilla mojada,
su belfo caliente
con moscas de plata.
A los montes duros
solo relinchaba
con el río muerto
sobre la garganta.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con rama de sueños
y sueño de ramas.
Mi niño se duerme.
Mi niño se calla.
Caballo, mi niño
tiene una almohada.
Su cuna de acero.
Su colcha de holanda.
Nana, niño, nana.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
¡No vengas, no entres!
Vete a la montaña.
Por los valles grises
donde está la jaca.
Mi niño se duerme.
Mi niño descansa.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal.
que el caballo se pone a llorar.
Paisaje
(A Rita, Concha, Pepe y Carmencica)
La tarde equivocada
se vistió de frío.
Detrás de los cristales,
turbios, todos los niños,
ven convertirse en pájaros
un árbol amarillo.
La tarde está tendida
a lo largo del río.
Y un rubor de manzana
tiembla en los tejadillos.
Paisaje
El campo
de olivos
se abre y se cierra
como un abanico.
Sobre el olivar
hay un cielo hundido
y una lluvia oscura
de luceros fríos.
Tiembla junco y penumbra
a la orilla del río.
Se riza el aire gris.
Los olivos,
están cargados
de gritos.
Una bandada
de pájaros cautivos,
que mueven sus larguísimas
colas en lo sombrío.
Refrán
Marzo
pasa volando.
Y Enero sigue tan alto.
Enero,
sigue en la noche del cielo.
Y abajo Marzo es un momento.
Enero.
Para mis ojos viejos.
Marzo.
Para mis frescas manos.
Ribereñas
(Con acompañamiento de campanas)
Dicen que tienes cara
(balalín)
de luna llena.
(balalán.)
Cuántas campanas ¿oyes?
(balalín.)
No me dejan.
(balalán)
Pero tus ojos…, ¡Ah!
(balalín)
… perdona, tus ojeras …
(balalán)
y esa rosa de oro
(balalín)
y esa… no puedo, esa…
(balalán.)
Su duro miriñaque
las campanas golpean.
¡Oh tu encanto secreto!…, tu…
(balalín
lín
lín
lín…)
Dispensa.
Romance sonámbulo
(A Gloria Giner y Fernando de los Ríos)
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando
desde los puertos de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tú pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo.
Ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡Dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
Sobre el rostro del aljibe,
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
Santiago
Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.
¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo.
¡Niños chicos, cantad en el prado
horadando con risas al viento!
Dice un hombre que ha visto a Santiago
en tropel con doscientos guerreros;
iban todos cubiertos de luces,
con guirnaldas de verdes luceros,
y el caballo que monta Santiago
era un astro de brillos intensos.
Dice el hombre que cuenta la historia
que en la noche dormida se oyeron
tremolar plateado de alas
que en sus ondas llevóse el silencio.
¿Qué sería que el río paróse?
Eran ángeles los caballeros.
¡Niños chicos, cantad en el prado.
horadando con risas al viento!
Es la noche de luna menguante.
¡Escuchad! ¿Qué se siente en el cielo,
que los grillos refuerzan sus cuerdas
y dan voces los perros vegueros?
Madre abuela, ¿cuál es el camino,
madre abuela, que yo no lo veo?
Mira bien y verás una cinta
de polvillo harinoso y espeso,
un borrón que parece de plata
o de nácar. ¿Lo ves?
Ya lo veo.
Madre abuela. ¿Dónde está Santiago?
Por allí marcha con su cortejo,
la cabeza llena de plumajes
y de perlas muy finas el cuerpo,
con la luna rendida a sus plantas,
con el sol escondido en el pecho.
Esta noche en la vega se escuchan
los relatos brumosos del cuento.
¡Niños chicos, cantad en el prado,
horadando con risas al viento!
Una vieja que vive muy pobre
en la parte más alta del pueblo,
que posee una rueca inservible,
una virgen y dos gatos negros,
mientras hace la ruda calceta
con sus secos y temblones dedos,
rodeada de buenas comadres
y de sucios chiquillos traviesos,
en la paz de la noche tranquila,
con las sierras perdidas en negro,
va contando con ritmos tardíos
la visión que ella tuvo en sus tiempos.
Ella vio en una noche lejana
como ésta, sin ruidos ni vientos,
el apóstol Santiago en persona,
peregrino en la tierra del cielo.
Y comadre, ¿cómo iba vestido?
le preguntan dos voces a un tiempo.
Con bordón de esmeraldas y perlas
y una túnica de terciopelo.
Cuando hubo pasado la puerta,
mis palomas sus alas tendieron,
y mi perro, que estaba dormido,
fue tras él sus pisadas lamiendo.
Era dulce el Apóstol divino,
más aún que la luna de enero.
A su paso dejó por la senda
un olor de azucena y de incienso.
Y comadre, ¿no le dijo nada?
la preguntan dos voces a un tiempo.
Al pasar me miró sonriente
y una estrella dejóme aquí dentro.
¿Dónde tienes guardada esa estrella?
la pregunta un chiquillo travieso.
¿Se ha apagado, dijéronle otros,
como cosa de un encantamiento?
No, hijos míos, la estrella relumbra,
que en el alma clavada la llevo.
¿Cómo son las estrellas aquí?
Hijo mío, igual que en el cielo.
Siga, siga la vieja comadre.
¿Dónde iba el glorioso viajero?
Se perdió por aquellas montañas
con mis blancas palomas y el perro.
Pero llena dejóme la casa
de rosales y de jazmineros,
y las uvas verdes en la parra
maduraron, y mi troje lleno
encontré la siguiente mañana.
Todo obra del Apóstol bueno.
¡Grande suerte que tuvo, comadre!
sermonean dos voces a un tiempo.
Los chiquillos están ya dormidos
y los campos en hondo silencio.
¡Niños chicos, pensad en Santiago
por los turbios caminos del sueño!
¡Noche clara, finales de julio!
¡Ha pasado Santiago en el cielo!
La tristeza que tiene mi alma,
por el blanco camino la dejo,
para ver si la encuentran los niños
y en el agua la vayan hundiendo,
para ver si en la noche estrellada
a muy lejos la llevan los vientos.
Tan, tan
Tan, tan.
¿Quién es?
El Otoño otra vez.
¿Qué quiere el Otoño?
El frescor de tu sien.
No te lo quiero dar.
Yo te lo quiero quitar.
Tan, tan.
¿Quién es?
El Otoño otra vez.
Tarde
¿Estaba mi Lucía con los pies en el arroyo?
Tres álamos inmensos
y una estrella.
El silencio mordido
por las ranas, semeja
una gasa pintada
con lunaritos verdes.
En el río,
un árbol seco,
ha florecido en círculos
concéntricos.
Y he soñado sobre las aguas
a la morenita de Granada.
Tío vivo
(A José Bergamín)
Los días de fiesta
van sobre ruedas.
El tío-vivo los trae,
y los lleva.
Corpus azul.
Blanca Nochebuena.
Los días abandonan
su piel, como las culebras,
con la sola excepción
de los días de fiesta.
Estos son los mismos
de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.
Corpus azul.
Blanca Nochebuena.
El tío-vivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.
Sobre caballitos
disfrazados de panteras
los niños se comen la luna
como si fuera una cereza.
¡Rabia, rabia, Marco Polo!
Sobre una fantástica rueda,
los niños ven lontananzas
desconocidas de la tierra.
Corpus azul.
Blanca Nochebuena.
Tres historietas del viento
I)
El viento venía rojo
por el collado encendido
y se ha puesto verde, verde
por el río.
Luego se pondrá violeta,
amarillo y…
Será sobre los sembrados
un arco iris tendido.
II)
Viento estancado.
Arriba el sol.
Abajo
las algas temblorosas
de los álamos.
Y mi corazón
temblando.
Viento estancado
a las cinco de la tarde.
Sin pájaros.
III)
La brisa
es ondulada
como los cabellos
de algunas muchachas.
Como los marecitos
de algunas viejas tablas.
La brisa
brota como el agua
y se derrama,
como un bálsamo blanco,
por las cañadas,
y se desmaya
al chocar con lo duro
de la montaña.
Vals en las ramas
Cayó una hoja
y dos
y tres.
Por la luna nadaba un pez.
El agua duerme una hora
y el mar blanco duerme cien.
La dama
estaba muerta en la rama.
La monja
cantaba dentro de la toronja.
La niña
iba por el pino a la piña.
Y el pino
buscaba la plumilla del trino.
Pero el ruiseñor
lloraba sus heridas alrededor.
Y yo también
porque cayó una hoja
y dos
y tres.
Y una cabeza de cristal
y un violín de papel
y la nieve podría con el mundo
una a una
dos a dos
y tres a tres.
¡Oh, duro marfil de carnes invisibles!
¡Oh, golfo sin hormigas del amanecer
Con el muu de las ramas,
con el ay de las damas,
con el croo de las ranas,
y el gloo amarillo de la miel.
Llegará un torso de sombra
coronado de laurel.
Será el cielo para el viento
duro como una pared
y las ramas desgajadas
se irán bailando con él.
Una a una
alrededor de la luna,
dos a dos
alrededor del sol,
y tres a tres
para que los marfiles se duerman bien.
Libros de poesía de Federico García Lorca para niños
12 poemas de Federico García Lorca
De toda la obra poética de Lorca, este libro selecciona doce composiciones: aquellas que tienen que ver con la canción popular, el poema musical y el juego de los niños.
Canción tonta – El lagarto está llorando – Cancioncilla sevillana – Mariposa – La tarara – Vals en las ramas – Los reyes de la baraja – Escuela – El niño mudo – Caracola – Paisaje – Despedida.
Lorca sintió especial entusiasmo por el cancionero infantil, hasta el punto de recorrer muchos pueblos en busca de folklore en estado puro. Porque el mundo de la infancia -y la propia infancia del autor- tuvo un peso significativo en su producción literaria. Una obra densa y extensa -donde se unen tradición y vanguardia, lo popular y lo culto, que le convierte en uno de los poetas más admirados del siglo XX.
Junto con las palabras de Federico García Lorca, las ilustraciones poéticas y sugerentes de Gabriel Pacheco, de fuerte singularidad, están cargadas de metáforas visuales y simbolismo, composiciones líricas sobre fondos acuosos, paisajes oníricos de minuciosa pincelada, personajes ambiguos e inciertos que habitan escenas de la vida, con un tono trágicamente vital y alegre.
Todo ello envuelto en atmósferas de sutil perfección y rara belleza, con el propósito de invitar a los lectores a dialogar -a través de las imágenes- con “la poética” de estos versos. En conjunto, un Lorca muy personal, bien distinto al tradicional «lorquismo».
Canciones y poemas para niños. Ilustraciones de Daniel Zarza.
Federico García Lorca para niños
Esta antología ofrece al lector algunas de las mejores poesías para niños y jóvenes de este gran artista granadino, ordenadas en capítulos temáticos: Canciones y ritmos, Algunos animales, Naturaleza y paisajes, Infancias y juegos, Baladas y amores, Historias y leyendas. Federico García Lorca siempre tuvo un especial amor por la infancia, nunca dejó de ser un poco niño, y en estas páginas, deliciosamente ilustradas, hemos querido reunir versos sublimes junto a otros más sencillos y cercanos inspirados o dedicados a los niños.
Federico García Lorca para niños y jóvenes
Pocos poetas han llegado a calar tan hondo en el alma infantil como Federico García Lorca, que nunca pudo resignarse a la pérdida de su condición de niño. Su poesía –como su obra entera– viene, en buena medida, determinada por esa radical frustración.
Pero también poesía y vida constituyeron para nuestro poeta dos elementos indisociables y desde el comienzo de su actividad literaria nunca dejó de interesarse por los demás, pues no concebía su felicidad sin la felicidad ajena.
La presente antología, rigurosamente preparada por el profesor E. Martín e ilustrada con los dibujos del propio poeta, pone al descubierto esa doble veta, artística y humana. De ahí le viene a Lorca una fama tan extensa como merecida que lo ha convertido, quizá, en el poeta más entrañablemente popular de la literatura española.
La huella de Lorca: cómic sobre la vida de Federico García Lorca
Una novela gráfica del ilustrador Carlos Hernández y El Torres como guionista. La vida del gran poeta narrada con los ojos de las personas que le conocieron y que compartieron con él partes de su vida.
El libro se estructura en doce partes, cada una independiente cronológicamente pero todas ellas inspiradas en anécdotas reales de la vida de Federico García Lorca. Comienza con la huída de Granada de la familia de Alfonsito, un personaje creado a partir de las vivencias del padre de Carlos Hernández y que el dibujante hace amigo de Federico y sus sobrinos, vecinos de la Huerta de San Vicente en 1936.
No se trata de una biografía al uso, porque partiendo de anécdotas y hechos reales se construyen pequeños relatos en los que se recrean hechos y diálogos hipotéticos. Se nota que detrás de esta obra hay un gran proceso de documentación, que revierte en el espíritu lorquiano que queda reflejado en el texto y en las ilustraciones. Una forma interesante y diferente de acercar a jóvenes y a adultos a la figura de Federico García Lorca.
La vida y poesía de Federico García Lorca contada a los niños.
Abatieron a un hermosísimo gavilán, pero antes, en su vuelo, había escrito maravillosas obras. Había creado música y belleza: lo que no puede matarse porque es inmortal.
Lorca. Un poeta en Nueva York
«Poeta en Nueva York» forma parte del legado poético de la humanidad. Este cómic, guionizado y dibujado por Carles Esquembre, muestra una visión original sobre la estancia de Federico García Lorca en esta ciudad. Nos dejaremos asaltar por las pasiones y obsesiones del escritor granadino atendiendo a su epistolario y a los testimonios de quienes le siguieron en dicha aventura. Una oportunidad única para acercarse a la imperecedera obra de Federico García Lorca.
Los mejores poemas para niños de Federico García Lorca
Federico García Lorca es considerado uno de los poetas más importantes de la lengua española en el siglo XX. Su obra, interrumpida por su asesinato víctima de la Guerra Civil Española, es hija de la tradición lírica castellana, que actualiza y enriquece con su especial sensibilidad artística.
En sus poemas, obras teatrales y demás textos se aprecia la huella de la música y el folclore español. Los textos que recogemos en este libro pueden ser leídos y disfrutados por los niños gracias a su belleza lírica y musicalidad, que cautivan más allá de los múltiples significados de su poesía.
Palabras de Federico García Lorca
Concha López Narváez presenta la vida y obra de Federico García Lorca para los más pequeños. Su pluma ha sabido trazar un paralelismo entre los versos y el recorrido vital del escritor, creando bellas imágenes que los jóvenes lectores sabrán apreciar e interpretar.
Conoceremos al Federico niño, ese que siempre permaneció en su interior; a través de sus ojos contemplaremos la luna que tantas veces le inspiró. También acompañaremos al poeta en sus viajes, primero a Granada, después a Madrid, París, Londres, Nueva York… Lugares que pasaron a formar parte de su imaginario, donde asombró con su talento, forjó grandes amistades y denunció las injusticias que pudo contemplar.
Seremos testigos de sus grandes éxitos, de la fama que logró con sus poemarios y con sus obras de teatro. También descubriremos el alma inquieta del poeta, que se unirá a La Barraca, la compañía de teatro universitario que recorrió toda España acercando las grandes obras al pueblo llano. Aquel al que Lorca dedicó algunos de sus poemas más destacados, intentado despertar la conciencia de sus lectores.
Tras pasear por sus versos, la autora relata el final del poeta, asesinado durante la Guerra Civil, un conflicto que desangró España y que arrebató la vida de tantos hombres, mujeres y niños. Pero siempre nos quedarán sus palabras y el mundo mágico que creó con ellas; ese lugar donde Federico sigue siendo un niño alegre y risueño.
Poemas para niños chicos de Federico García Lorca
Una antología de poemas para acercar a los niños y las niñas a la obra de uno de los más importantes poetas de nuestra literatura. Las ilustraciones de rico colorido recrean los poemas en los que la naturaleza, la infancia, los animales o la alegría, son los grandes protagonistas. Poesías para recitar, cantar, jugar y disfrutar. Un libro publicado para conmemorar el 120 aniversario del nacimiento del gran poeta granadino.
Santiago
«Esta noche ha pasado Santiago
su camino de luz en el cielo.
Lo comentan los niños jugando
con el agua de un cauce sereno.
¿Dónde va el peregrino celeste
por el claro infinito sendero?
Va a la aurora que brilla en el fondo
en caballo blanco como el hielo».
Escrita hacia 1918 en Granada, Santiago es una composición fantástica que trata sobre la bondadosa visita del Apóstol a una anciana campesina. Delicados ambientes de fábula y de tradición se entretejen en esta balada incomparable, escrita por uno de los poetas más universales del siglo XX. Una historia inolvidable, que invita a diferentes relecturas, y que enriquecen las sensibles estampas del prestigioso ilustrador Javier Zabala.
Fuentes: Para todos la 2 de RTVE (11/10/2011)