Cuentan que cuando le preguntaron a Sócrates qué era lo más importante que había hecho, él respondió: “enseño a los hombres a preguntar”. Aprender a formular buenas preguntas ha de ser una referencia clave para quien educa.
La educación de la respuesta correcta no ayuda nada a la curiosidad, imprescindible para el proceso cognitivo. Sólo una educación de la “pregunta” agudiza y refuerza la curiosidad.
Estando una anciana cuidando dos vacas que pastaban plácidamente en un prado, acertó a pasar por allí una desconocida, que se sentó en el pequeño muro que delimitaba el prado. Tras permanecer un momento en silencio, preguntó:
―¿Comen bien las vacas?
―¿Cuál de ellas? ―dijo la primera.
La mujer que estaba de paso, un poco desconcertada por la pregunta, dijo entonces al azar:
―La blanca.
―La blanca sí ―dijo la anciana.
―¿Y la negra?
―La negra también.
Tras ese primer intercambio, las dos mujeres permanecieron durante un buen rato sin hablar, la mirada perdida en el paisaje, las montañas, el pueblo.
Entonces la mujer que estaba de paso preguntó:
―¿Y dan mucha leche?
―¿Cuál de ellas? ―contestó la otra.
―La blanca.
―La blanca sí.
―¿Y la negra?
―La negra también.
A lo que siguió otro silencio, en el transcurso del cual las dos mujeres no se miraron. Solo se oía el apacible sonido de las dos vacas que pastaban. Finalmente, la forastera rompió el silencio y dijo:
―Pero, ¿por qué siempre me pregunta “cuál de ellas”?
―Porque la blanca es mía ―contestó la primera.
―Ah ―dijo la otra.
Reflexiono un poco, y pregunto con cierta aprensión:
―¿Y la negra?
―La negra también. (1)
Esta historia, aparentemente absurda y que a veces se cuenta como chiste, pone el acento en la preguntas que, por lo general, preceden a las respuestas y las condicionan.
Las preguntas centran nuestra atención y nos invitan a mirar en una determinada dirección. Timsit (2) nos previene ante ciertos mecanismos de socialización que evitan que la gente se haga preguntas sobre las cuestiones importantes que afectan a sus vidas o a las de los demás. Se desvía la atención de la gente, manteniéndola lejos de los verdaderos problemas sociales mediante continuas distracciones e informaciones sin importancia real.
La importancia de las PREGUNTAS
Las preguntas relevantes son:
¿A dónde van a parar esos beneficios?
¿Quién controla ese fondo de pensiones?
¿De dónde proceden esos metales, aquellos aceites vegetales?
¿Con qué tipo de energía se genera esa electricidad?
¿Cuántos sindicalistas mueren asesinados ahí?
¿Cuántos trabajadores en accidente laboral?
¿Cuántas mujeres por violencia machista?
¿Qué se hace con aquellos residuos?
¿Quién se beneficia de esa privatización?
En cambio, se organiza todo para que nos preguntemos únicamente:
¿Quién se acuesta con quién?
¿Qué equipo ganó el partido de ayer?
¿Dónde has pasado las vacaciones?
«Lo importante es no dejar nunca de hacer preguntas. No perder jamás la bendita curiosidad.» Albert Einstein
(1) Jean Claude Carrière sitúa esta historia en el País Vasco, y la recoge en su libro El círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero.
(2) Sylvain Timsit (2002) Stratégies de manipulation
Fuente: «EL FULGOR DE LA LUCIÉRNAGA. Cuentos para repensar la educación», de Joseba Martínez Huerta / Imagen de portada: «Vacas» Flickr Susana Fernandez