El origen de la teoría del apego se sitúa a mediados del pasado siglo (1969) gracias a las aportaciones del psicólogo y psiquiatra británico John Bowlby, al que se considera el padre de esta idea. Según John Bowlby (1907-1990), el apego es una característica del ser humano que está presente desde la cuna hasta la tumba.
Bowlby se interesó por la vinculación emocional cuando estudió a niños y niñas que se desarrollaban en orfanatos. Se percató de que esos menores tenían gran número de estereotipias (movimientos rítmicos), y concluyó que, dado que el personal del orfanato ni los movía ni los acunaba, los mismos niños y niñas realizaban estos movimientos rítmicos para no morir.
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Qué son las estereotipias.
Las estereotipias son movimientos, posturas o voces repetitivos o ritualizados sin un fin determinado. Pueden ser movimientos simples como el balanceo del cuerpo, o complejos como las autocaricias, el cruzado y descruzado de las piernas o la marcha en el sitio. Se encuentran en personas con discapacidad intelectual (o cualquier condición relacionada).
Las estereotipias, al igual que los tics, son repetitivas y periódicas, y se incrementan con la fatiga, el estrés y la ansiedad. Pero a diferencia de los tics las estereotipias suelen empezar antes de los tres años de edad, involucran mayor parte del cuerpo, son más rítmicas y menos al azar.
Ejemplos de los primeros tics son los guiños de ojos o el aclarado de garganta, mientras que la estereotipia más común es agitar el brazo. Además, mientras que los tics tienen naturaleza cambiante (aumentan o disminuyen), las estereotipias permanecen constantes durante años.
Los tics generalmente pueden pararse voluntariamente por periodos breves de tiempo, en cambio, los niños y niñas con una estereotipia raramente intentan controlarla conscientemente, aunque se les puede distraer para que la paren.
Las estereotipias son muy habituales en niños adoptados y que han pasado meses o años en un orfanato, desprovistos de cariño, vinculación, tacto y movimiento.
La teoría del apego de John Bowlby.
A raíz de la observación de niños que habían crecido en orfanatos, Bowlby quiso estudiar como los padres o cuidadores se relacionaban y vinculaban afectivamente con sus hijos e hijas y qué ocurría cuando se separaban de ellos y ellas.
La teoría del apego establece que los seres humanos podemos establecer relaciones emocionales estables e intensas con varias personas a la vez.
El recién nacido llega al mundo con la capacidad innata que le ayuda a establecer su primer vínculo de apego, pero tiene que existir una interacción entre el neonato y su madre o principal cuidador para que se desarrolle dicho vínculo.
O sea que llegamos a este mundo con la predisposición para conectar con nuestros cuidadores (para apegarnos), pero también para defendernos o evitar lo nocivo. Lo más frecuente es que nuestros hijos e hijas, además de establecer vínculos con nosotros, también los desarrollen con otras personas significativas emocionalmente (abuelos, tíos, profesores, amigos,…).
El apego se podría definir como un tipo de vínculo asimétrico entre el bebé o niño/a y sus progenitores. Son los padres quienes cuidan y dan cariño y seguridad al niño, y no al revés. Y ese lazo emocional se inicia en el periodo prenatal y dura todo el ciclo vital.
Como decía Bowlby, los vínculos de apego, sean del tipo que sean, comienzan en el embarazo de la madre y acaban cuando lo hace la propia vida. Es algo cíclico, porque estamos toda nuestra vida apegándonos y desapegándonos.
Una frase de Mark Twain resume lo que son las relaciones de apego entre padres e hijos en la etapa de la adolescencia: «Cuando yo tenía 14 años, mi padre era tan ignorante que no podía soportarle. Pero cuando cumplí los veintiuno, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años».
Unos años más tarde, Mary Ainsworth (1913-1999), una discípula de Bowlby, demostró de forma empírica los postulados teóricos de su maestro. Para Ainsworth, el tipo de apego depende de la disponibilidad que muestre la figura de apego principal, que en la mayoría de los casos acostumbra a ser la madre.
En qué se diferencian el vínculo de apego y el vínculo de amistad.
En que el vínculo de amistad es voluntario, recíproco y simétrico. A diferencia del vínculo de apego, no podemos mantener una relación de amistad no correspondida y de forma asimétrica.
El apego no es recíproco (o no debería serlo). El adulto (madre, padre o cuidador) es la figura de apego del menor y le debe proporcionar la protección y seguridad necesaria para que este se desarrolle de manera sana.
Bajo ninguna circunstancia los niños y niñas deben convertirse en figuras de apego de sus padres: los padres son las figuras de apego de sus hijos y los niños las figuras vinculares de los padres. Si ocurre lo contrario estaremos en presencia de una inversión de roles que afectará de forma negativa al desarrollo del menor e incluso puede generarle alguna patología.
¿Quién puede ser la principal figura de apego del bebé?
A priori es un rol que puede ejercer cualquier persona adulta, aunque es la madre la que más probabilidad tiene debido a los nueve meses que ha estado conectada emocionalmente con su hijo/a durante el embarazo.
Las principales características del apego.
Universalidad: el apego se da en todas las culturas, países y sociedades. Es universal en la especie humana el que nos apeguemos a uno o más cuidadores.
Edad óptima: demuestran las investigaciones que los primeros apegos suelen estar ya establecidos en torno a los 7 meses de edad del niño/a.
Normalidad estadística: alrededor de un 60-65% de la población desarrolla un apego seguro con sus padres o cuidadores. Podemos decir que el apego seguro es la norma, estadísticamente hablando.
Sensibilidad: el apego seguro dependerá fundamentalmente de la responsividad y sensibilidad de los padres del menor o principales cuidadores.
Competencia: los niños/as que han desarrollado un apego seguro con sus progenitores tienen una probabilidad mayor de relacionarse de manera satisfactoria más adelante con sus amigos y compañeros. Además, tienen menos probabilidad tanto de ser maltratados como de maltratar. Esta característica de la competencia está muy relacionada con el acoso escolar (bullying).
Continuidad: si un niño/a aprende relaciones de apego seguras en su infancia, es mucho más probable que en la adultez establezca relaciones sociales y afectivas seguras con su pareja, amigos, jefes, compañeros de trabajo, etc. Por tanto podemos decir que las relaciones de apego son transgeneracionales.
Número de figuras de apego: el niño/a puede establecer limitadas relaciones de apego con diferentes personas. Además de la madre, que es la que más probabilidad tiene de ser su figura de apego principal, el bebé puede establecer, como mucho, una o dos relaciones más de apego. Para el bebé sería caótico el hecho de tener seis o siete figuras de apego a la vez.
Mentalización: ser capaz de reflexionar sobre los estados mentales de uno mismo y de los demás es una de las consecuencias que tiene el apego seguro. A este hecho se le conoce como mentalización o se le llama también teoría de la mente.
Narrativa: una persona que tiene un apego seguro tiene la capacidad de hablar de su pasado y su historia de forma ordenada y coherente.
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