La plasticidad cerebral es la capacidad del cerebro para cambiar ante las demandas de un entorno que también es cambiante. ¿Crees que nuestro cerebro se adapta y aprende de manera continua? ¿O crees que llega un día en que se para y… hasta aquí?
Decía Sherlock Holmes que nuestro conocimiento es como un almacén, es decir, llega el momento en que si quieres meter algo tienes que sacar otra cosa. Pero, ¿se pueden hacer reformas en ese almacén? ¿Se puede ampliar? ¿Se puede redecorar?
Cualquiera de nosotros, independientemente de la edad que tenga, puede entrenar y mejorar sus funciones ejecutivas. Es cierto que en principio un cerebro joven aprende más y mejor que un cerebro mayor pero, en realidad, cualquier persona puede mejorar su rendimiento ejecutivo a base de entrenamiento y práctica. Nuestro cerebro es como un músculo que entrenamos cuando hacemos deporte o vamos al gimnasio.
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Qué es la neuroplasticidad del cerebro o plasticidad cerebral
La plasticidad cerebral la podemos definir como el conjunto de cambios que se producen en el sistema nervioso central como resultado de un aprendizaje, de un entrenamiento, de la experiencia, de posibles lesiones o de procesos degenerativos del propio cerebro.
A nuestro cerebro le encanta la sorpresa, lo incongruente y lo novedoso. Cuando nos encontramos ante una situación o actividad novedosa y que no cumple las expectativas la activación cerebral es mayor.
En ese momento es cuando se ponen en marcha nuestras funciones ejecutivas para poder atender de la forma más satisfactoria posible la situación que se nos plantea. El motivo de que nuestro cerebro esté orientado a lo novedoso es que le gusta aprender cosas nuevas.
Para que se produzca el aprendizaje son necesarios cuatro requisitos:
- Percepción,
- motivación,
- atención
- y memoria
Sin ellos no habría aprendizaje. Si no podemos percibir, si no tenemos motivación ante la tarea, si no prestamos atención y si no disponemos de una mínima capacidad de memoria, el aprendizaje no se producirá.
Los efectos de la plasticidad cerebral
Los estudios realizados en el año 2000 por Eleanor Anne Maguire (neurocientífica irlandesa nacida en 1970) pusieron de manifiesto la relevancia y los efectos de la plasticidad cerebral.
Lo que ella hizo fue comparar el hipocampo de los taxistas de Londres con el hipocampo de personas que no precisaban memorizar tantas calles ni tener una orientación espacial excelente (el hipocampo es una estructura muy relacionada con la memoria y con la orientación espacial).
Eleanor Maguire llegó a la conclusión de que el hipocampo de los taxistas londinenses era mayor que el del resto de la población debido a su diaria ejercitación. Por lo tanto, el sistema nervioso puede cambiar como resultado del aprendizaje y del entrenamiento, así como de las lesiones cerebrales. Y es algo que se da a cualquier edad.
Otros estudios han llegado a las mismas conclusiones. Por ejemplo se ha comprobado que las personas que habitualmente tocan un instrumento musical tienen un 25% más desarrollada su corteza auditiva.
El cerebro que cura, de Álvaro Pascual-Leone
La ciencia está descubriendo que podemos conseguir tener un cerebro salutogénico. Un cerebro capaz de producir salud. Pero, ¿cómo se cuida el cerebro?
Un gran reto que todos tenemos es no olvidar el hecho de que, igual que procuramos cuidar nuestro corazón, nuestro metabolismo y nuestro cuerpo, tenemos que poner el mismo énfasis en cuidar el cerebro. Es esencial para tener una vida sana, plena y feliz.
Hay hábitos de vida que podemos modificar, y podemos hacer realidad aquella frase de Ramón y Cajal de que todos podemos ser el arquitecto de nuestro propio cerebro. En este caso en promocionar su salud y su capacidad de curarnos.
Álvaro Pascual-Leone (nacido el 7 de agosto de 1961 en Valencia, España) es catedrático de neurología en la Escuela Médica de Harvard. Es director del Centro de estimulación cerebral no invasiva (en inglés Center for Noninvasive Brain Stimulation) y director asociado del Centro de Investigación Clínico General del Centro Médico de Beth Israel Deaconess en Boston. Está considerada una de las mentes más influyentes en el mundo científico y uno de los quince investigadores en neurociencia más importantes del planeta.
Suyo es el libro ‘El cerebro que cura’, publicado junto con Álvaro Fernández Ibáñez y David Bartrés-Faz, en el que nos explica en qué consiste eso de la plasticidad cerebral.
Como el cerebro crece, por ejemplo, cuando hacemos ejercicio
Explica Álvaro Pascual-Leone que el ejercicio físico acaba siendo más importante para el cerebro que para el cuerpo, aunque con frecuencia no lo pensamos así.
El ejercicio físico, literalmente, aumenta el grosor de la corteza en ciertas partes del cerebro (en las partes frontales), y, además, aumenta la producción de nuevas neuronas, y por lo tanto mejora la funcionalidad del cerebro a lo largo de nuestra existencia. Mejora su capacidad de plasticidad que, a la postre, es lo que permite al cerebro adaptarse y responder a los retos a los que nos enfrentamos en la vida.
El cerebro razona, imagina, empatiza, memoriza, analiza, inventa… Son capacidades que se alimentan las unas a las otras y, además, van más allá de esas capacidades.
En general pensamos que el cerebro es «solamente» para relacionarnos con el mundo que nos rodea: para escuchar, prestar atención, atender a lo que tenemos alrededor y actuar sobre ello. Sin embargo, una gran parte, quizás más de la mitad del tiempo, nuestro cerebro lo que está es monitorizando nuestro mundo interior, nuestro cuerpo, y actuando sobre ese cuerpo.
Gracias a eso el cerebro tiene la capacidad de promocionar salud, y también existe el riesgo de que nuestro propio cerebro pueda causar enfermedad.
«Úsalo o piérdelo», una regla aplicable al cerebro
Si no usamos conexiones en el cerebro, es demasiado costoso para el cuerpo mantenerlas y, literalmente, las perdemos. Si las usamos, no sólo las mantenemos sino que el cerebro es capaz de aumentarlas de función y de tamaño.
El cerebro nunca deja de aprender. La plasticidad cerebral nos habla de un cerebro en constante movimiento. Esa capacidad de cambio del cerebro es una propiedad intrínseca al cerebro que deja de existir cuando nos morimos, la tenemos durante toda nuestra vida.
Parte de lo que es necesario para mantener un cerebro sano y vibrante con la edad es ponerle retos para que mantenga esa capacidad plástica.
El mundo digital, ¿nos hace más tontos?
¿Nos convierte el mundo digital en seres no tan audaces? ¿Cómo nuestro cerebro sigue creciendo cuando hay aparatos que nos hacen perder en parte el uso del mismo?
El pensar que las herramientas, las tecnologías, el mundo digital nos hace perder capacidades cerebrales es una forma incorrecta de pensar en ello, no es cierto.
Lo que es cierto es que nuestro cerebro tiene que adaptarse a la realidad de las tecnologías. Sin duda es cierto que las tecnologías y el mundo digital impactan sobre el cerebro y lo cambian. El reto para todos nosotros es cómo adaptar, cómo cambiar la función del cerebro para mantener sus capacidades utilizando esos recursos adicionales que nos dan los avances tecnológicos.
La razón de vivir
En ‘El cerebro que cura’ sus autores proponen que lo más importante es la razón para vivir, el encontrar una, y que esa va a ser la gran estimulación de nuestro cerebro.
La razón para vivir es aquello que te hace levantarte por la mañana y te llena de ilusión en la vida. Y no tiene que ser una misma razón durante toda la vida del individuo. Las cosas pueden cambiar y pueden evolucionar, y tú puedes cambiar tu razón de vida.
Pero lo que sí es importante es que esa razón de vida esté proyectada hacia afuera, hacia los demás. Que te trascienda a ti como individuo. Puede ser una creencia religiosa o filosófica, puede ser tu trabajo, puede ser tu dedicación a los demás o pueden ser tus nietos, pero parece que es particularmente eficaz si es algo que trasciende al individuo.
Ahora hay datos. Hay un estudio en marcha en Barcelona, el Barcelona Brain Health Initiative (BBHI), promovido por el Institut Guttmann. Este estudio ha permitido identificar en 5.000 personas, con datos experimentales, la importancia de tener un propósito de vida bien definido, no sólo en el funcionamiento cerebral sino en la salud general.
Se trata de un estudio único y especial. En principio se pensó en 3.000 participantes y al final hay 5.000 voluntarios que al inicio del estudio están sanos desde el punto de vista cerebral (no tienen enfermedades neurológicas ni psiquiátricas).
El estudio caracteriza sus patrones y hábitos de vida y su biología cerebral, y se les sigue en el tiempo para identificar aquellos factores y aquellas actividades que promocionan la salud y mantienen a la persona sana cerebralmente, en contraste con aquellas que pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades neurológicas.
La idea principal es transformar la forma en que se hace medicina y la forma en que se hace neurología y psiquiatría:
- Desde el enfoque actual de «tienes una enfermedad y vamos a intentar ayudarte a minimizar tus síntomas y transformarlo»
- A un enfoque donde se diga «estás sano, ¿qué podemos hacer para mantenerte sano? ¿Qué podemos hacer para conseguir prevenir la enfermedad?».
Hoy se sabe que, en el caso de enfermedades neurológicas y psiquiátricas, cuando los síntomas se manifiestan hace ya diez o quince años que la enfermedad estaba, y ha estado alterando y dañando el cerebro.
Lo que se busca es empezar antes que esa enfermedad, y que no llegue a ser sintomática. Es intentar mantener la salud cerebral (que no es lo mismo que mantener un cerebro joven) a lo largo de la vida.
Se busca mantener un cerebro sano, vibrante, adecuado para la edad que se tiene. Porque generalmente asociamos joven a sano… y no tiene nada que ver. Son dos acepciones muy distintas.
El cerebro salutogénico. Saber olvidar y tener una relación estable
‘El cerebro que cura’ es un libro interesante. Propone un término que deberíamos incorporar ya: salutogénico (un cerebro que genera salud).
Álvaro Pascual-Leone trabaja en la Universidad de Harvard, y allí, en 1938, en plena Gran Depresión, iniciaron un estudio con 268 estudiantes de segundo año a los que siguieron durante 80 años, para intentar averiguar qué factores ayudan a tener una vida sana y feliz, para intentar averiguar qué nos hace felices.
Se trata de un estudio espectacular y muy interesante por muchas razones, algunas un poco anecdóticas pero que ilustran la época. Esos estudiantes eran todos hombres en aquel momento, mientras que ahora en la escuela de medicina en cada curso hay más mujeres que hombres. Pero en el momento del inicio del estudio eran todos hombres.
El estudio no sólo los ha seguido a ellos sino que ha seguido a sus esposas, a sus familias y a las generaciones subsiguientes de esas familias. Hay dos conclusiones que son las que más llaman la atención:
La primera es que para ser realmente sano y feliz a lo largo de toda tu vida parece que una de las cosas que son esenciales es olvidar, ser capaz de olvidar. Hasta el punto que aquellos que tienen un cerebro con menos desarrollo o con más pérdida de las estructuras que nos permiten recordar, de hecho están mejor. Ilustrando el hecho de que a veces nos carcomen las memorias y las experiencias, y que lo que tenemos que hacer es aceptar lo que ha pasado, perdonar y ser más generosos con nosotros mismos en los errores cometidos en el pasado.
El segundo aspecto curioso e interesante es que aquellos individuos que mantienen una relación de pareja estable durante mucho tiempo, aquellos que se mantienen juntos, a pesar de las dificultades que eso conlleva y de las vicisitudes de la vida, están más felices y más sanos a lo largo de su vida…
Pero en estos tiempos, lo de la relación estable como fuente de salud y bienestar… es algo que no encaja mucho con las tendencias actuales.
Álvaro Pascual-Leone dice estar de acuerdo con eso, pero explica que lo que han pretendido con ‘El cerebro que cura‘ no es escribir un libro popular en el sentido de hacer eco a lo que esté ahora de moda, sino escribir un libro anclado en la evidencia, y siendo cuidadosos con la descripción de los datos, e incluso siendo honrados con aquellas cosas que no saben y destacando lo que se sabe y lo que no se sabe.
Los datos son los que son. La soledad, sobre todo el sentirse solo o sola, mata. La soledad es una enfermedad mortal. Es una enfermedad común en nuestros días, porque el tipo de sociedad en que vivimos nos empuja a esa soledad. Es algo que proclama la necesidad de replantear estructuras y formas de vivir.
Parte de lo que se discute y comenta en el libro es cómo hacer para mejorar ciertos aspectos (pilares) de salud cerebral. Y uno de esos pilares son las relaciones sociales que tenemos con los demás (con nuestros amigos, con nuestros familiares, con nuestras parejas) y ver la importancia que esto tiene.
¿Qué puedo hacer yo para cuidar mi cerebro?
Lo primero es mantener un cerebro sano. Tener los hábitos de vida adecuados para promocionar y mantener sano el cerebro.
Eso es parte de lo que se trata en el libro: qué podemos hacer cada uno de nosotros en distintos ámbitos (incluido el sueño, la salud general, la nutrición, el ejercicio físico y el cognitivo, y sobre todo en términos de relación social y en términos de definir un propósito vital) para tener el cerebro más sano posible.
Lo segundo es ser conscientes de que cuando el cerebro está «descansando», realmente no está descansando, está trabajando tanto como cuando estamos hablando con otra persona y está dedicando ese tiempo a promocionar la salutogénesis.
Y que por lo tanto el descanso, el pensar en musarañas, la meditación, la tranquilidad, el reposo, son elementos esenciales para mantener la capacidad del cerebro de curarnos.
(De la entrevista a Álvaro Pascual-Leone en el programa Hoy por hoy de Cadena Ser, emitido el 21/02/2019)
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