Todos hemos tenido cerca a una persona tóxica en alguna ocasión. Es muy difícil no haber experimentado la toxicidad más que de personas de actitudes, de comportamientos, de una forma de afrontar determinadas situaciones que resulta tóxica.
Evidentemente no todos podemos estar bien siempre, pero hay situaciones que según que personas afrontan:
O bien con pesimismo: esas personas que hacen frente a todo con negatividad y te lo acaban contagiando.
O bien con una escala de valores que tienen muy fijada: las cosas tienen que ser así, sí o sí, y si no es de esa manera se enfadan. Y cuando se genera una tensión, porque el mundo nunca funciona como uno espera… pues entonces se enervan, tienen ira, tienen cabreo y al final tienen toxicidad.
Reflexionando, e intentando entender qué hay detrás de una persona tóxica, vemos que esa actitud viene casi siempre de la inseguridad. Acostumbran a ser personas inseguras, con miedos, que acaban enfadándose y haciéndolo pagar a los demás.
‘Gente tóxica‘, canción de Pedro Guerra incluida en su disco ‘El mono espabilado’. (Clip dibujado y realizado por el cantautor):
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¿Qué es una persona tóxica?
Persona tóxica. Definición | Literalmente hablando no podemos decir que una persona sea tóxica de por sí. Lo que sí es tóxico es el efecto que produce en el otro: una intoxicación de cortisol.
Siempre es interesante ir en primer lugar al plano bioquímico-fisiológico de las cosas, porque cuando conseguimos entender lo que subyace científicamente hablando entendemos mejor a las personas, es por eso clave entender la fisiología y el funcionamiento del cortisol.
Las llamamos personas tóxicas cuando realmente son personas que me intoxican de cortisol: ponen mi cuerpo en modo alerta.
Todos tenemos a alguien que solo con pensar en esa persona nos sube el cortisol, puede ser la suegra, el cuñado, el jefe…. Su presencia e incluso pensar en esa persona nos desequilibra y nos saca de nuestra zona de confort, nos pone tristes y más agresivos, nos irrita y, sobre todo, pone en marcha nuestro sistema de alerta y con ello empezamos a segregar cortisol.
Aunque el ser humano es por naturaleza social, las personas no generan en nosotros un impacto neutro. Hay relaciones que nos convienen más y otras que menos. Hay personas que nos transmiten paz y felicidad y otras que, por el contrario, nos irritan y agotan.
La persona tóxica genera en nosotros un rechazo automático e incomodidad. Sea con fundamento o no su presencia nos desequilibra, nos cohíbe, nos estresa y nos da la sensación de pérdida de libertad.
La persona tóxica acostumbra a ser invasiva y agresiva; invade nuestro espacio y nuestras conversaciones, pontificando y juzgando nuestra vida y opiniones. También hay personas que logran ser tóxicas simplemente con su expresión corporal, sus ácidos comentarios y su ironía puntual, generando en el otro esa misma sensación.
En cualquier caso la coexistencia con una persona tóxica resulta agotadora y nos irrita profundamente cuando se cruza en nuestro camino.
¿Puede devenir tóxica una relación que antes no lo era?
Hay relaciones que devienen tóxicas cuando en un principio no lo fueron. Relaciones que generalmente empezaron bien, pero en un momento dado alguien nos hirió, nos juzgó, nos rechazó o nos humilló, y desde ese momento esa persona nos produce un cierto rechazo.
Repetidos incidentes provocan en muchos casos que una relación se acabe desgastando y que llegue a un punto en que no aporta nada positivo a nuestra vida; o lo que es peor, aporta en negativo y por tanto resta.
Un problema añadido es cuando nos cuesta separarnos de personas que nos resultan tóxicas. Es como si hubiera una dependencia hacia aquellos que no siempre son la mejor influencia para nosotros.
También hay casos en los que el problema es propio y no ajeno. Hay personas que tienen una extrema sensibilidad al rechazo y de manera errónea identifican a otras de su entorno como tóxicas cuando en verdad el problema radica en su percepción de la realidad.
¿Qué efecto produce en nosotros la intoxicación que nos produce la otra persona?
Cuando entramos en estado de alerta nuestro organismo se transforma en minutos. Si estamos preocupados por algo, si nos sentimos amenazados o rechazados, el sistema de alerta se activa segregando dos hormonas: la adrenalina y el cortisol, que son las sustancias que nos ayudan a hacer frente a ese imprevisto mediante la lucha o la huida.
La intoxicación de cortisol, si es en un momento dado, que ves a esa persona y que te dice una barbaridad: «¡Eres un impresentable, no te soporto!», «¡No has hecho bien tu trabajo!»…, hace que todo tu organismo se ponga en estado de alerta: taquicardia, sudoración, pellizco gástrico, falta de aire…
El mayor problema lo tenemos cuando es algo que se sostiene en el tiempo y esa relación se convierte en crónica y dañina, sin salida. Es entonces cuando puede derivar en consecuencias físicas y psicológicas severas: una relación con una persona tóxica en la pareja, convivir con un padre enfermo que te machaca, un hijo que te preocupa todo el día porque tiene problemas con las drogas, ese jefe…
Las personas que para nosotros son tóxicas suelen ser personas del entorno. No es tóxico el vecino al que ves una vez al año en la casa de la playa; sí, será una persona tóxica la semana que le ves pero no tiene ese efecto sostenido del que estamos hablando.
Cuando nos encontramos cerca de una persona tóxica hay una alteración en nuestro organismo. Pero la cuestión es que algo similar sucede cuando traemos a esa persona a nuestra mente. O sea que gran parte del problema de estas relaciones dolorosas y traumáticas para nosotros reside en nuestro cerebro.
La mente y el cuerpo no distinguen lo real de lo imaginario. Para nosotros pensar en encararnos a esa persona tiene un efecto similar al enfrentamiento en sí. Analizar cuánto hay de real y cuánto existe tan solo en nuestra cabeza nos ayudará a manejar la situación de forma más práctica para saber cómo gestionar a esa persona que tanto nos altera.
Cómo reconocer a una persona tóxica
Una persona tóxica es aquella con la que pasar un rato te hace sentir mal. Incluso tras su marcha te quedas con una sensación de irritabilidad, tristeza y vacío. Si convives mucho con una persona así te puede doler el cuerpo, ya que se activa tu sistema de alerta: ¡te sube el cortisol!
Estar cerca de una persona tóxica nos genera agotamiento porque no estamos relajados ni en paz, sino en tensión y alerta constante.
En ocasiones hay que pensar y analizar quién puede ser una persona que nos altera y nos saca de nuestra zona de confort. A veces no somos conscientes de tener en nuestro entorno a gente que nos perturba. Nuestro organismo y nuestra mente se han acostumbrado a estas micro o macro agresiones y ya no lo detectamos como una relación negativa.
En general las personas que pueden resultarte tóxicas son personas que tienen mucha importancia en tu vida. Y las personas que tienen importancia en tu vida suelen ser:
- O bien una persona que tiene ascendencia sobre ti (un jefe, un padre especialmente o incluso una pareja).
- O personas de las que la forma en la que te devuelven te influye mucho. Si tú tienes un hijo, o una pareja a la que cuidas y quieres mucho, o tus nietos… y de repente no te agradecen las cosas.
¡Ojo! Porque no todo es tóxico
Hay dos tipos de tóxicos:
El tóxico universal. Es ese que cae mal a todo el mundo, que por su manera de ser altera a muchas personas. Se trata de una persona que lo está pasando mal por alguna circunstancia. Por algo que le ha sucedido a lo largo de su vida nadie le enseñó a gestionar las relaciones humanas, a gestionar sus emociones, a gestionar su frustración.
Opina de todo y cae mal porque según él «siempre dice la verdad». Son personas que llegan a los sitios (a las comidas, a las cenas, a las reuniones familiares…) y no saben estar. Pero no es que no sepan estar a nivel educativo, no saben estar a nivel emocional.
Y el tóxico individual. Es aquel que te altera a ti pero que sin embargo al resto de la gente no le genera un malestar similar. Es esa persona a la que tú por alguna razón no puedes soportar, pero hay gente de tu entorno que se lleva fenomenalmente con él.
Identifica a las personas que no te convienen
No es tarea fácil. Un comportamiento o un comentario puntual no convierten a una persona en dañina. Hay que permanecer atentos a conductas repetitivas o a hechos especialmente graves.
Estudiarnos a nosotros mismos y captar esos pequeños síntomas que alguien nos genera en esos casos nos ayudará a discernir lo que nos conviene más y menos.
En personas extremadamente sensibles puede ser muy fina la línea que separa un mero roce de una relación nociva. Favorece el conocerse a uno mismo, aprender de los errores y analizar de vez en cuando nuestro comportamiento y nuestra forma de conectar con los demás.
Aún así hay en los tóxicos universales ciertas características comunes que nos pueden ayudar a identificarlos —y a evitar convertirnos en uno de ellos—. Suelen ser egoístas, negativos, envidiosos, víctimas, amargados, criticones, manipuladores, dependientes, dramáticos…
Adolf Hitler, por ejemplo, era una persona tóxica con un pueblo totalmente vulnerable. Tenía una autoestima por los suelos y estaba totalmente deprimido. Necesitaba a alguien que le hablara como le hablaba y que se identificara con ello.
En este corte del programa ‘LATE MOTIV’, de Andreu Buenafuente, David Fernández parodia a Hitler:
El egoísta | Su vida empieza y acaba en ellos mismos. Solo se hace lo que quieren. En todas las conversaciones necesitan ser el centro de atención y les cuesta ser empáticos y percibir los problemas de su entorno. Las dificultades de los demás no les interesan y por eso no escuchan.
Vivir cerca de una persona así puede resultar agotador, ya que está deseando que en todo momento le recuerdes que es el centro de tu atención. Busca ser el protagonista de tu vida, de tus comidas, de tus reuniones y de tus conversaciones.
El negativo y quejicoso | Son personas agotadoras, y no se dan cuenta. Sienten una grandísima angustia y muchísima culpa. Para ellos todo está mal, y realmente todo está mal pero no fuera sino dentro suyo. Lo que ocurre es que ellos no lo perciben así, y al no verlo lo que hacen es decir que todo lo de fuera está mal.
Todos hemos vivido situaciones con gente así, y lo que acostumbramos a hacer es sentir pena y les aguantamos. Pero eso no es lo que tendríamos que hacer, porque si yo estoy aguantando y doy coba a una persona que se queja hoy del tiempo, mañana del trabajo, pasado del coche y al día siguiente del compañero… Esta persona puede estar pasando una mala etapa, que todos las tenemos… pero cuando esta actitud se convierte en algo regular, y cuando no cede a algún tipo de racionalización y de ayuda…
Da la sensación de que te culpan por sus problemas y les cuesta aceptar que a otros les vaya bien; es más, les irrita profundamente y te lo hacen saber con su mal humor. Si estás cerca de una persona así notarás que te sientes incómodo, inseguro y con ansiedad.
El envidioso | En un rasgo frecuente de una persona tóxica: sufre cuando a otros les va bien y por tanto necesita criticarles y hacerles de menos.
La envidia es una emoción que está muy encubierta y que no es fácil detectar. Tú te puedes estar alegrando por algo y ellos están alerta, como con un radar, detectando que es lo que tienes tú que a ellos les falta. Detrás de una persona envidiosa hay poca capacidad, poca resistencia a la frustración y poca empatía.
Las personas envidiosas ocultan su egoísmo y no nos lo dejan ver, viven en una eterna angustia y nunca son felices porque siempre están deseando lo que no tienen. Son personas que normalmente no van a mejorar, porque no se dan cuenta de que tienen un problema. Ante esta situación lo que tenemos que hacer es no explicarles nuestras cosas, y punto. Tenemos que contar nuestras historias sólo a aquellas personas que sabemos que realmente se van a alegrar.
La víctima | Las personas que van por la vida de víctimas tienen siempre una excusa para todo. Desde su perspectiva su vida es un drama y en todo lo que les sucede ocupan el papel de damnificados. Como consecuencia de eso generan en los demás un sentimiento de culpabilidad que saben muy bien cómo utilizar: abusan de tu tiempo y de tus buenas intenciones, se aprovechan de cualquier situación para conseguir favores o regalos. Suelen culpar a los demás de sus contratiempos, cosa que a la larga genera problemas de autoestima en el otro.
El amargado | Las personas amargadas pueden llenar de tristeza tu corazón y tu mente en cuestión de minutos. Te apagan. Si estás cerca de ellas te contagian el halo de tristeza que arrastran. Pueden ser personas que requieren ayuda porque están en proceso depresivo o tienen una historia detrás con grandes heridas que necesitan ser tratadas con mimo.
Ese carácter amargado se retroalimenta, ya que estas personas, al no resultar atractivas para los demás, se van aislando y cuentan cada vez con menos gente a su alrededor, y quienes le quedan acaban sufriendo un gran desgaste psicológico.
El que juzga | Siempre tiene algún comentario que hacer sobre tu vida, tu relación de pareja, la educación que les das a tus hijos, tu apariencia o tu trabajo. Te hiere y lo encajas como un ataque o una agresión cuando opina sobre ti, cosa que hace normalmente sin limitaciones y bordeando la mala educación.
Te hace sentir la sensación de que estás siendo regañado todo el tiempo. Es algo que se da con frecuencia en la relación con padres que conservan la costumbre de «educar» cuando ya pasó el momento vital para hacerlo.
Defectos tenemos todos. El hecho de que alguien nos los diga —aunque sea con cariño— genera malestar. Corregir a alguien sin herirle es difícil y requiere de mucho tacto y delicadeza.
Si este tipo de actitud comienza en una relación de pareja hay que prestar atención, porque sentirnos juzgados y examinados siempre genera una dinámica peligrosa para la subsistencia de esa pareja, ya que se activa el estado de alerta y con ello es imposible descansar y disfrutar de la vida.
El chismoso criticón | Los chismosos no hacen más que exagerar y traernos las cosas negativas de los demás, y seguro que cuando hablan de nosotros hacen lo mismo. No hacen más que malmeter.
Es como si su existencia fuese un «gran hermano» sobre la vida de los demás, permanentemente pendiente de sus fallos y errores. Aquí si no hay oreja que escuche no hay chismorreo.
Al estar cerca de una persona que critica nuestro sistema de alerta se pone en funcionamiento, el cortisol y demás reacciones físicas nos ponen en tensión y eso nos desgasta.
El que manipula y controla | Son personas que tienen ascendencia e influencia sobre ti. Puede ser tu pareja, tu padre, tu jefe o un amigo.
Son esas personas que parece que ellos son los que hacen todo bien y que son los demás los que hacen todo mal. Son narcisistas, pero realmente son personas muy inseguras que necesitan controlar el exterior cuando realmente son ellas quienes están mal. Acostumbran a tener una atención selectiva y muy buena para identificar a las personas que se dejan manipular. Son capaces de darle la vuelta a la tortilla y vendernos cualquier cosa en un plis plas, despistándonos de nuestros objetivos.
Para tratar a este tipo de personas lo que tenemos que hacer es no perder nunca jamás de vista nuestros objetivos. Si yo digo que me voy a ir al campo este fin de semana, me voy a ir al campo este fin de semana. Por mucho que me digan que va a hacer frío, por mucho que me digan lo que sea, ¡Voy a ir al campo este fin de semana!
El celoso | La persona celosa vive con una grandísima angustia. Puede ser que tenga miedo o puede ser que tenga la certeza de que la persona a la que quiere se va a ir.
El celoso tiene muy buen pronóstico de sanación para solucionar sus problemas, siempre y cuando sean celos pasionales (arrebatos) o sean celos obsesivos, porque en ambos casos tienen momentos en los que son conscientes de que no es correcto lo que hacen, de que es producto de su mente (Caso aparte sería el de los celotípicos. Si hablamos de celos delirantes es algo que requiere asistencia psiquiátrica, no solo psicológica)
Las personas celosas lo pasan fatal. Los que se dan cuenta de ello sufren muchísimo, porque son conscientes de que están alejando a su propia pareja. Acostumbran a ser personas que han sufrido situaciones en las que han sentido a los padres algo más distantes, en las que no se han sentido queridos, pueden haber sufrido bullying en la etapa escolar, y viven con miedo al abandono. Se puede ser celoso no sólo de la pareja, sino también de la familia o de los amigos.
Con este tipo de personas lo ideal es la prevención en la infancia y en la educación. Se ha de tratar que sean personas con una autoestima alta y que no tengan miedo, porque en el fondo son personas inseguras. Pero si ya es tarde para esto y estamos sufriendo un brote de celos, lo que tenemos que hacer es identificar si estamos dando motivos para ello. Si los estamos dando vamos a retirarlos y tratar de dar confianza. Si esto no funciona lo que tampoco se debe hacer es facilitar esas conductas controladoras.
Las personas tóxicas influyen y afectan no a quienes ellos quieren, sino a quienes se lo permiten. Normalmente la gente tóxica va a personas que se dejan manipular y comer el espacio. Si nos viene una persona celosa vamos a tratar de darle seguridad, pero si nos empieza a limitar en exceso… «¡Por mucho que te quiera, más me quiero yo!». Es necesario saber poner límites.
La persona pasivo-agresiva | Son estas personas que están calladitas, que mantienen una actitud fantástica y que saben estar perfectamente, pero que tienen una agresividad interna importante que no vamos a notar.
De repente estamos con esa persona y nos suelta algo que nos deja bloqueados: «¿Y tú siempre vas así, con esas pintas? ¿Siempre vas por la calle sin peinar? Es que siempre que te he visto vas así. Perdona ¡Te lo digo por tu bien! ¡Espero que no te moleste!».
Esa persona está actuando con premeditación, suelta esa agresividad contenida y el problema es que no la vemos venir. A personas así hay que ponerles límites asertivos: «Pues perdona, me dices que no me moleste pero si me molesta, porque no entiendo a qué viene este comentario». Y ponerles delante un espejo: «¡¿Tú te has visto como llevas…?!»
Cómo debes actuar ante una persona tóxica
El tema no es sencillo. Tratar de forma frecuente con una persona tóxica genera mucho desgaste en quien lo padece, y puede ser el germen de enfermedades físicas y/o psicológicas si no se realiza una buena gestión.
¿Qué puedes hacer cuando tienes cerca a alguien que siempre amarga una situación o te hace sentir mal a ti?
La respuesta es que no hay una solución única, sino que en cada caso concreto, atendiendo a las circunstancias y al tipo de relación que se tiene, se deben priorizar una u otras soluciones.
Las siguientes herramientas pueden serte de utilidad:
Sé discreto | En estos casos la discreción tiene mucho valor. A todos nos ha sucedido alguna vez que a esa persona que sabes que te puede hacer daño vas y le cuentas el mayor secreto de tu vida. Tu hijo saca malas notas y está probando las drogas y se lo cuentas a esa persona, que usa la información para en un momento de vulnerabilidad o de debilidad hacerte daño y machacarte.
Vigila lo que cuentas y lo que publicas en tus redes sociales, porque hay quien lo observa todo minuciosamente para recabar información sobre los demás.
Identifícalo y evita el trato | Si voy a una comida familiar o voy a un tema de trabajo… y llego a mi casa y me duele la cabeza, tengo migraña, me ha sentado mal la comida… uno de los temas puede ser no la comida sino como me ha sentado por el estado de tensión que yo tenía en mi cuerpo. Porque yo estaba en tensión, y cuando yo estoy en tensión no como igual y no absorbo igual los alimentos y no me alimento igual de bien. Ahí puedes identificar: a esa persona de tu trabajo, a esa persona del grupo, al marido de tu íntima amiga que notas que te juzga…
Intenta alejarte de las personas que te alteren. Toma distancia y fortalécete haciendo un trabajo interior, para de esa manera poder gestionar la situación de la mejor manera posible.
Si es una persona de tu círculo cercano —familiar o profesional— y resulta inevitable el que tengas que tratarla, intenta prepararte antes de interaccionar con ella para sufrir en menor mesura. No consideres que eso es una acción egoísta o una muestra de debilidad o cobardía por tu parte: te estás protegiendo. Son casos que requieren distancia.
Ignora las opiniones | Relativiza lo que te dicen y cómo te lo dicen. Aprende a que los comentarios y las miradas te resbalen. Piensa en que esos comentarios vienen de quien vienen, alguien frente a quien debes tener precaución.
El efecto tóxico radica en gran parte en que esa persona opina de forma constante y malévola sobre tu vida, desgastándote. Si eres capaz de ignorar a esa persona tóxica, te vas a sentir más libre frente a sus opiniones y comportamientos.
¡Que llueva! ¡Tu llevas puesto un impermeable y lo que diga de ti…!
Aprende a adaptarte | Hay personas a las que no podemos eludir. Es el caso cuando son círculos muy cercanos: padre, madre, suegro, hermano, hijo, cuñado, yerno o nuera, o jefe o una persona muy cercana del trabajo.
Si esa persona vive bajo tu mismo techo o el trato es diario o muy frecuente, la situación es más complicada de gestionar porque es difícil mantener la distancia. De hecho, uno de los temas que más puede hacer sufrir es sentir que uno no es querido o respetado por sus padres.
Pregúntate por qué es esa persona tóxica para ti. ¿Es porque te manipula?, ¿te juzga?, ¿te critica?, ¿no te quiere?, ¿te hace sentir menos?… Cuando uno desmenuza las cosas las entiende mejor. Cuando uno se comprende se siente aliviado.
Tienes que ser consciente y desmenuzar la emoción. Por ejemplo ante un padre saber ver que te está intentando manipular. Es algo muy clásico de los padres: «¡No me has venido a ver!», «¡No me cuidas!», «¡No me prestas atención!»… Ese chantaje tan típico de «¡Con todo lo que yo he hecho por ti!».
Y en esa situación a ti, aunque no quieras, aunque tengas 40 ó 50 años y seas una persona hecha y derecha, esa frase te hace daño. Porque las frases que vienen de los padres siempre tienen impacto.
Es un tipo de maltrato, el de ese padre que está enfermo y que te manipula. Muchas veces, como no puedes cambiarle a él te tienes que separar tú. A veces hay que distanciarse, porque una persona tóxica te puede enfermar.
Ante esta situación la pregunta sería ¿es más fácil distanciarse que afrontarlo, y decirle que me deje de manipular y de chantajear de esa manera?
La respuesta es que para poder hablar con alguien esa persona debe de estar dispuesta a escucharte y no atacarte de vuelta. Si tú vas a hablar con una persona y le dices que notas que te manipula… y la respuesta es «¿Qué yo te manipulo? ¡Es que tú…!».
La contrarrespuesta puede ser tan dura que te hunda todavía más. Y a veces hay personas que no están preparadas para hablar. Hay personas a las que no les puedes decir las cosas, y afrontar los temas con ellas hablándolos no siempre es fácil.
Cuando una persona ha sufrido una madre o un padre tóxico, interiormente se debate entre el amor, la obediencia, la responsabilidad, la rabia, la frustración, la dependencia y el odio.
Intenta comprender el comportamiento | Si intentas entender que se esconde detrás del comportamiento de esa persona, sus problemas y sus dificultades, entenderás mejor su forma de actuar contigo y tus niveles de cortisol van a subir menos.
¿Qué le ocurre a esa persona que tienes enfrente?, ¿cuál es su historia?, ¿es tímido o inseguro?, ¿nadie le ha enseñado a querer?, ¿tiene problemas de autoestima?, ¿es agresivo?, ¿te tiene envidia?, ¿reacciona así solo contigo?…
Si comprendes a la persona tóxica sentirás alivio. En ocasiones hay que detenerse y analizarla, sea tu madre, tu expareja, tu jefe o tu hija. ¿Qué fase vital está atravesando?
Conocer cuál es su biografía puede ayudar a que te sientas bien. Pero eso requiere a veces escuchar, entender, profundizar y preguntar… algo que es justo lo que menos queremos hacer con este tipo de personas.
Perdona | Nadie que tenga activado el sentimiento de odio hacia alguien de su entorno es feliz, porque el odio es un veneno que intoxica el organismo.
No se trata de ver a esa persona y no sentir nada, eso es prácticamente imposible. Significa saber que me tengo que distanciar para verlo con perspectiva, y que así no me afecte tanto cuando veo o pienso en esa persona.
Perdonar es un acto de amor. No es fácil, y requiere de madurez, tiempo y humildad. Es un camino de liberación interior lento y progresivo. Es ir al pasado y regresar sano y salvo.
Si no perdonas te quedas enquistado en el pasado y te conviertes en un ser resentido y sin capacidad de amar.
¿Y si eres tú la persona tóxica?
Evidentemente ninguno de nosotros queremos ser una persona dañina para los demás. Nos desagrada el pensar que esto puede ser así. A veces alguien con más o menos delicadeza nos lo puede transmitir, o podemos darnos cuenta de que nuestra presencia o comportamiento alteran y molestan a los otros.
Si contigo mismo estás en paz es más difícil que seas la persona nociva de alguien.
Analiza y profundiza en tu relación de pareja, en la relación con tus padres, con tus hijos, con tus amigos y con tus compañeros de trabajo. Si piensas que todo el mundo tiene algo contra ti, probablemente seas tú quien estés generando algo de toxicidad en tu entorno.
Si ves todo desde una perspectiva negativa, si culpas a los demás de tus problemas, si en cualquier oportunidad buscas el conflicto… es posible que tu comportamiento altere a los demás.
No eres una persona tóxica, eres una persona que desencadena subidas de cortisol en gente de tu entorno. Quizá con esfuerzo y gestionándolo con delicadeza consigas desarticular ese proceso dañino.
En algún momento puntual de nuestras vidas todos podemos ser tóxicos. Hay ocasiones, ante determinadas circunstancias, en las que colocamos nuestro dolor en el centro del universo: si nos echan del trabajo, si nos deja la pareja, si hay un grave problema de salud propio o de alguien muy próximo… Cómo no ser tóxicos en una situación así con nuestras personas más queridas y cercanas, si estamos ávidos de afecto porque todo nos va fatal.
Todos tenemos dentro un Caín y un Abel, todos tenemos cosas malas y cosas buenas. La diferencia entre una persona sana y una persona tóxica es que una persona sana, cuando se siente mal, intenta identificar el por qué se siente mal: un sentimiento, una emoción de malestar, «¿qué es lo que me está pasando?, ¿qué es lo que estoy pensando que me hace sentir así?»… e intenta solucionarlo haciendo introspección.
Las personas tóxicas, en cambio, creen que es todo lo de fuera lo que no marcha bien, aunque en realidad son ellos los que están mal.
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