La Universidad de Harvard, tras más de 76 años en busca de una respuesta, lo halló. El estudio realizado nos revela qué nos hace felices durante la vida y qué no, y no es ni la fama ni la riqueza. El Dr. Robert Waldinger, director de este Estudio sobre Desarrollo Adulto, explicó en una charla TED las conclusiones que se alcanzaron.
Qué nos hace felices. La buena vida se construye con buenas relaciones.
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¿Qué nos mantiene sanos y felices conforme avanzamos en la vida?
Si tuvieras que invertir ahora en lo mejor para tu futuro, ¿dónde pondrías tu tiempo y energía?
Una encuesta a jóvenes de la generación milennial les preguntó cuáles eran sus metas más importantes en la vida, y más del 80% dijo que para ellos era importante hacerse ricos. Y otro 50% de esos mismos adultos jóvenes dijo que otra meta importante era ser famosos.
Se nos dice constantemente que trabajemos más, que nos esforcemos para lograr más. Nos da la impresión de que debemos perseguir estas cosas para tener una buena vida.
El panorama de una vida, de las decisiones que toma la gente, y el resultado de esas decisiones, es casi imposible de obtener.
Gran parte de lo que sabemos de la vida lo conocemos pidiendo a la gente que recuerde el pasado. Y, como sabemos, la retrospectiva es todo menos agudeza. Olvidamos grandes fragmentos de lo que nos sucede en la vida y, a veces, la memoria es francamente creativa.
Pero ¿y si pudiéramos ver vidas enteras conforme se desarrollan en el tiempo? ¿Y si pudiéramos estudiar a las personas desde la adolescencia hasta la edad adulta para ver qué hace la gente feliz y saludable?
Se ha hecho. El Estudio de Desarrollo de Adultos de Harvard puede que sea el estudio más largo de la vida adulta en la historia.
Durante 75 años, se ha seguido la vida de 724 hombres
Año tras año, preguntándoles sobre su trabajo, su vida hogareña, su salud, y, claro, preguntando todo ese tiempo sin saber cómo resultarían sus historias de vida.
Estudios como este son extremadamente raros. Casi todos los proyectos de este tipo se desmoronan pasada una década porque muchas personas abandonan el estudio, o por falta de financiación, o por distracción de los investigadores, o porque mueren y nadie continúa la investigación de campo.
Pero gracias a una combinación de suerte y persistencia de varias generaciones de investigadores, este estudio sobrevivió. Unos 60 de los 724 hombres del principio siguieron con vida participando en el estudio, la mayoría alcanzaron los noventa y tantos. Y luego se empezaron a estudiar los más de 2000 hijos de estos hombres.
El Dr. Robert Waldinger es el cuarto director del estudio
Desde 1938, han seguido las vidas de dos grupos de hombres.
El primer grupo empezó cuando eran estudiantes de segundo año en la Universidad de Harvard. Todos terminaron la universidad durante la Segunda Guerra Mundial, y luego la mayoría se fue a la guerra.
El segundo grupo que se siguió era un grupo de chicos de los barrios más pobres de Boston, chicos elegidos para el estudio específicamente porque provenían de las familias con más problemas y más desfavorecidas en el Boston de los años 30. La mayoría vivían hacinados, sin agua corriente, sin agua caliente.
Cuando ingresaron al estudio, se entrevistó a todos estos adolescentes. Se les realizaron exámenes médicos. Los investigadores fueron a sus hogares y entrevistaron a sus padres.
Luego estos adolescentes se hicieron adultos y cada uno hizo su vida. Algunos fueron operarios en fábricas, abogados, albañiles, médicos, uno fue presidente de EE.UU. Algunos se hicieron alcohólicos. Unos pocos sufrieron esquizofrenia. Algunos ascendieron socialmente desde la base hasta la cumbre, y otros fueron en sentido contrario.
Los fundadores de este estudio ni en sus fantasías más alocadas hubieran imaginado que, 75 años después, el Dr. Robert Waldinger estaría explicando en una charla que el estudio continúa.
Cada dos años se hace el seguimiento
El dedicado y paciente personal de investigación llama a estos hombres y les pregunta si pueden enviarles otra serie de preguntas sobre sus vidas.
Muchos de los hombres de Boston preguntan: «¿Por qué quieren seguir estudiándome? Mi vida no es tan interesante». Los hombres de Harvard nunca hacen esa pregunta.
Para obtener la imagen más clara de estas vidas no solo se envían cuestionarios, también se les entrevista en sus salas de estar. Se consiguen sus historias clínicas. Se les extrae sangre y se les escanean sus cerebros, se habla con sus hijos.
Se graban en vídeo las conversaciones con sus mujeres sobre su preocupaciones. Cuando hace una década, finalmente, se le preguntó a las esposas si querían sumarse como miembros del estudio, muchas mujeres dijeron: «Sabes, ya era hora».
¿Qué se ha aprendido con este estudio?
¿Qué lecciones surgen de las decenas de miles de páginas de información que se generan sobre estas vidas? Las lecciones no tiene que ver con riqueza, fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de estos 75 años de estudio es este:
Las buenas relaciones nos hacen más felices y más saludables. Punto.
Se han aprendido tres cosas sobre las relaciones:
▷ Que las conexiones sociales nos hacen bien, y que la soledad mata.
Resulta que las personas con más vínculos sociales con la familia, los amigos, la comunidad, son más felices, más sanos y viven más que las personas que tienen menos vínculos.
Y que experimentar soledad resulta ser tóxico. Las personas que están más aisladas de lo que quisieran de otras personas encuentran que son menos felices, son más susceptibles a recaídas de salud en la mediana edad, sus funciones cerebrales decaen más precipitadamente y viven menos que las personas que no están solas.
Sabemos que podemos estar solos en la multitud y podemos estar solos en un matrimonio.
▷ Que vivir en medio del conflicto es malo para la salud.
La segunda lección, que es consecuencia de la primera, no tiene que ver con la cantidad de amigos que se tienen ni con que se tenga una relación, lo que importa es la calidad de las relaciones más cercanas. Los matrimonios muy conflictivos, por ejemplo, sin mucho afecto, resultan ser muy perjudiciales para la salud, quizá peores que el divorcio. En cambio vivir en medio de relaciones buenas y cálidas da protección.
Cuando los hombres del estudio llegaron a los ochenta y tantos, se analizó cómo fue su mediana edad, para ver si se podía predecir quién se convertiría en un octogenario feliz y saludable y quién no. Y cuando se recopiló todo lo que se sabía de ellos a sus 50 años, no fueron los niveles de colesterol de la mediana edad los que predijeron cómo envejecerían. Fue el grado de satisfacción que tenían en sus relaciones. Las personas más satisfechas en sus relaciones a los 50 años fueron las más saludables a los 80 años.
Las relaciones cercanas parecen amortiguar algunos de los achaques de envejecer. Los hombres y mujeres del estudio que están en parejas felices informaron, a sus ochenta y tantos, que, cuando sentían más dolor físico, seguían de buen humor. Pero las personas que estaban en relaciones no felices, los días que informaban tener más dolor físico este se magnificaba por el dolor emocional.
▷ Que las buenas relaciones no solo protegen el cuerpo, protegen el cerebro.
La tercera gran lección aprendida sobre las relaciones y la salud es que estar en una relación de apego seguro con otra persona a los ochenta y tantos da protección. En las personas que están en relaciones en las que sienten que pueden contar con la otra persona si lo necesitan, los recuerdos permanecen más nítidos más tiempo. Y las personas en relaciones en que sienten que no pueden contar con la otra parte, son personas que pierden antes la memoria.
Pero las buenas relaciones pueden no ser armoniosas todo el tiempo.
Algunas de las parejas octogenarias del estudio podían pelearse a veces pero, en tanto sintieran que podían contar con el otro cuando la cosa se ponía difícil, esas peleas no quedaban en sus recuerdos.
Este mensaje de que las relaciones buenas y estrechas son beneficiosas para la salud y el bienestar, es una sabiduría vieja como el tiempo. ¿Por qué es tan difícil de entender y tan fácil de ignorar? Somos humanos. Nos gustaría una solución rápida. Algo que mejore la vida y que sea permanente. Las relaciones son un lío, son complicadas, y cuidar a la familia y a los amigos no es atractivo ni glamuroso.
Dura toda la vida. Nunca termina. En el estudio, las personas de 75 años más felices al jubilarse fueron las que activamente reemplazaron compañeros de trabajo por nuevos compañeros de juego.
Como los encuestados de la generación de milennials, muchos de los hombres del estudio cuando eran adultos jóvenes creían que la fama, la riqueza y lograr grandes cosas era lo que necesitaban para tener una vida buena. Pero con el tiempo, en estos 75 años, el estudio ha demostrado que les fue mejor a las personas que se inclinaron por las relaciones, con la familia, con los amigos, con la comunidad.
Y tú, ¿qué piensas?
Digamos que tienes ahora 25, o 40, o 60 años…
¿Qué implica entregarse a las relaciones? Bueno, las posibilidades son casi ilimitadas.
Podría ser tan simple como pasar más tiempo con personas que con pantallas o amenizar una relación rancia haciendo algo nuevo juntos, caminatas largas o citas nocturnas, o acercarse a ese familiar que no hemos visto en años, porque esas disputas familiares tan comunes dejan una pérdida terrible en las personas que guardan rencores.
«No hay tiempo, muy breve es la vida para disputas, disculpas, animosidades, pedir cuentas. Solo hay tiempo para amar, y solo un instante, por así decirlo, para eso» Mark Twain
Fuente: charla TED de Robert Waldinger / Ilustraciones: Los pequeños momentos van fortaleciendo la complicidad. El ilustrador Curtis Wiklund ha dibujado la relación con su mujer, mostrando una rutina íntima y amable.
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