Educar para la felicidad debería ser nuestro objetivo
¿Qué queremos todos para nuestros hijos? Que sean felices. ¿Qué nos preocupa del futuro? Que no lo sean
Obviamente también nos preocupa que no tengan un buen trabajo, pero es porque el no tenerlo les haría infelices. Como padres hemos de tener muy claras tres etapas vitales para educar a nuestros hijos, es algo que nos ayudará a actuar de una forma mucho más consciente. Educar solo basándonos en los contenidos sería una pena y un completo desastre.
Las tres etapas vitales para educar son:
La primera:
Hasta los doce años, aproximadamente, los niños graban todo lo que les decimos con una INOCENCIA absoluta. Les podemos explicar lo que queramos y estarán de acuerdo. Por ello es importante, en este periodo, proporcionarles un programario útil que guardar en su mochila, y que además este programario sea verídico.
La segunda:
Empieza a partir de los doce años: la adolescencia. En esta fase necesitan distanciarse de los padres, y necesitan comprobar que aquel programario que les proporcionamos es cierto. ¡Y pobres de nosotros si hemos dicho: vendrá el hombre del saco!, porque no hay ningún hombre del saco.
En esta etapa, que va de los doce a los dieciocho años, es en la que los chavales corren el riesgo de que sea altamente conflictiva, si la programación es altamente incorrecta.
La tercera:
Ya tienen dieciocho años. Es el momento de rehacer el programario, y eso es una labor que nos durará ya toda la vida.
¡Ojalá llegado este momento nuestros hijos solo tengan que actualizar tres o cuatro programas!
¿Cuál es la percepción de felicidad que puede tener un niño? Sentir que su curiosidad está siempre abierta. Sentir que aquello que quiere entender del mundo le ofrece unas posibilidades de investigación bestiales y que su curiosidad es bienvenida. Esto si hablamos a nivel intelectual.
A nivel emocional la felicidad para un niño es ser querido, sentir que lo aprecian y lo aceptan tal y como es. Que no lo quieren cambiar. Que no se espera que cuando crezca sea… porque ahora ya se le considera, ya se le quiere tal y como es. Y por lo tanto se le anima a explicitar y a expresar sus defectos.
A nivel de acción, a nivel energético, la felicidad para un niño es sentirse seguro, sentirse protegido. Eso significaría que, con el tiempo, se sentiría valiente y podría investigar el mundo.
Una persona valiente, que quiere y se siente querida, y que además tiene interés y curiosidad, vivencialmente es una persona feliz
Así es como los niños llegan a ser muy felices.
Fuente: L’ofici d’educar de Catalunya Ràdio (19/07/14) / Imagen de portada: Criança feliz. Flickr Paula Ferrari