Yuval Noah Harari es autor de ‘Sapiens‘, ‘Homo Deus‘, ‘21 lecciones para el siglo XXI‘… Una trilogía traducida a más de treinta idiomas y con más de quince millones de lectores en todo el mundo. Gurú de referencia de Silicon Valley y quizás el filósofo más importante de su generación, aunque él dice que no hace predicciones.

Harari habla de superar la muerte, de la inteligencia artificial y de los superhumanos, de los proyectos y las pesadillas que iremos moldeando en el siglo XXI y de lo que vendrá después. Es una voz que se hace escuchar.

Yuval Noah Harari nació el 24 de febrero de 1976 en Kiryat Atta, en Israel. Es historiador y escritor, y profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Es abiertamente homosexual. En 2002, al volver de su doctorado en Oxford, conoció a su actual compañero y mánager Itzik Yahav, a quien llama «mi internet de todas las cosas». Yuval Noah Harari, quien se dice convencido de las bondades de la nutrición vegana,​ vive con su marido en un moshav cerca de Jerusalén​ y practica la meditación vipassana.

Yuval Noah Harari, en octubre de 2018 en Madrid.PABLO MONGE

Yuval Noah Harari, en octubre de 2018 en Madrid.PABLO MONGE

21 lecciones para el siglo XXI

 

Libros de Yuval Noah Harari.

Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad | 2014

El homo sapiens gobierna el mundo porque es el único animal que puede creer en cosas que existen puramente en su propia imaginación, como los dioses, los estados, el dinero y los derechos humanos.

Partiendo de esta idea provocadora, ‘Sapiens’ redefine la historia de nuestras especies desde una perspectiva completamente nueva. Explica que el dinero es el sistema más pluralista de confianza mutua nunca antes ideado; que el trato a los animales en la agricultura moderna es probablemente el peor de los crímenes de la historia, y que aunque somos mucho más poderosos que nuestros antecesores, no somos mucho más felices.

Al combinar ideas profundas con un lenguaje extraordinariamente vívido, Sapiens ha adquirido ya un estatus prácticamente sectario entre los distintos públicos, con el que ha cautivado tanto a adolescentes como a catedráticos, activistas de los derechos de los animales y ministros del gobierno. En la actualidad se está traduciendo a cerca de cincuenta idiomas. ⭐▷Ver libro◁⭐

Yuval Noah Harari | Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad | 2014

Homo Deus: Breve historia del mañana | 2016

‘Homo Deus. Breve historia del mañana’ examina lo que podría acabar sucediendo cuando los mitos de la antigüedad entren en contacto con nuevas tecnologías de ilimitadas posibilidades, como la inteligencia artificial y la ingeniería genética.

¿Qué pasará con la democracia cuando Google y Facebook lleguen a conocer nuestros gustos y preferencias políticas mejor que nosotros mismos? ¿Qué pasará con el estado del bienestar cuando las computadoras empujen a los humanos fuera del mercado de trabajo y creen una nueva y enorme «clase inútil»? ¿Cómo podrá lidiar el Islam con los avances en ingeniería genética? ¿Terminará Silicon Valley por producir nuevas religiones en lugar de sólo nuevos gadgets?

A medida que el Homo sapiens se convierta en Homo deus, ¿qué nuevos destinos nos marcaremos como metas? Erigidos como dioses por nosotros mismos, ¿qué proyectos deberemos emprender y cómo protegeremos de nuestros propios poderes destructivos tanto a este frágil planeta como a la humanidad misma? El libro ‘Homo Deus’ nos da una visión de los sueños y pesadillas que marcarán el siglo XXI. ⭐▷Ver libro◁⭐

Yuval Noah Harari | Homo Deus: Breve historia del mañana | 2016

21 lecciones para el siglo XXI | 2018

En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder. La censura no funciona bloqueando el flujo de información, sino saturando a la gente de desinformación y distracciones. ’21 lecciones para el siglo XXI’ atraviesa estas aguas pantanosas y afronta algunas de las cuestiones más urgentes de la agenda global.

¿Por qué está la democracia liberal en crisis? ¿Ha vuelto Dios? ¿Estamos a las puertas de una nueva guerra mundial? ¿Qué implica la victoria de Donald Trump? ¿Qué podemos hacer con la epidemia de noticias falsas? ¿Qué civilización domina el mundo: Occidente, China, el islam?  ¿Puede el nacionalismo resolver los problemas de desigualdad y el cambio climático? ¿Qué deberíamos hacer con el terrorismo? ¿Qué deberíamos enseñar a nuestros hijos?

Somos miles de millones las personas que apenas podemos permitirnos el lujo de indagar en estas cuestiones porque tenemos cosas más urgentes que hacer: ir a trabajar, cuidar de nuestros hijos u ocuparnos de nuestros padres ya ancianos.

Lamentablemente, la historia no hace concesiones. Si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados dando de comer y vistiendo a nuestros hijos, ni los demás ni nosotros nos libraremos de las consecuencias. Esto es muy injusto, pero ¿quién dijo que la historia es justa?

Un libro no proporciona alimento ni ropa a la gente, pero sí puede ofrecer cierta claridad y de esta manera contribuir a nivelar el terreno de juego global. Si esta obra empodera aunque solo sea a un puñado de personas para que se incorporen al debate sobre el futuro de nuestra especie, habrá cumplido su cometido. ⭐▷Ver libro◁⭐

Yuval Noah Harari | 21 lecciones para el siglo XXI | 2018

Las reflexiones de Yuval Noah Harari.

Nadie puede predecir cómo será el mundo de aquí a cien años. Pero si hay alguien que nos puede concienciar de la gravedad de la situación actual, ese es Yuval Noah Harari. Millones de personas han leído sus libros en todo el mundo, desde políticos de altísimo nivel hasta gurús de Silicon Valley que ven a Yuval Noah Harari como una especie de referencia de futuro, aún cuando él dice que no hace predicciones.

Jordi Basté entrevistó al filósofo y escritor israelí en el programa ‘No pot ser‘, de TV3. En la entrevista, grabada en enero de 2020 en Amsterdam, antes de la crisis sanitaria del coronavirus, conversan sobre la disrupción tecnológica y los retos que afronta nuestra sociedad. Una entrevista imperdible.

En su último libro, ’21 lecciones para el siglo XXI’… En el título ya va la cosa, ¿es un aviso?

Sí, de hecho, intento cambiar el debate global para enfocarlo hacia los retos más importantes que afronta la humanidad. Porque el debate político está excesivamente centrado en temas que deberían estar mucho más abajo en el orden de prioridades, mientras que se ignoran los más importantes.

Yo diría que, hoy, los tres retos más importantes para nuestra especie son la guerra nuclear, el colapso ecológico y los trastornos causados por la tecnología. Y yo enfatizaría particularmente este último, porque quizás es el que recibe menos atención de los tres.”

¿No cree que la clase política se preocupa demasiado poco de la revolución tecnológica?

En los próximos diez o veinte años, la humanidad adquirirá capacidades casi divinas gracias a la tecnología, sobre todo a la inteligencia artificial y a la bioingeniería. Las decisiones que tomemos sobre estas tecnologías en los próximos veinte años darán forma a nuestra sociedad, la política e incluso a nuestros cuerpos y nuestras mentes. Y deberían ser la prioridad máxima en la agenda política. Y no lo son.

Si escuchas a los políticos, sólo hablan de terrorismo, de inmigración, de la estructura de la Unión Europea… Y apenas hablan de los progresos de la inteligencia artificial, del hecho que, de aquí a diez o veinte años, podría llegar a expulsar a centenares de millones de personas del mercado laboral, o que, de aquí a una o dos décadas, podría llevar a la creación de un nuevo tipo de regímenes autoritarios basados en la vigilancia total y en los cuales se podrá controlar a todo el mundo todo el tiempo.

Estamos muy cerca del punto en que, por primera vez en la historia de la humanidad, es posible seguir a todo el mundo el cien por cien del tiempo, y es factible que un gobierno o una gran empresa multinacional, como puede ser Facebook o Alibaba, me conozca mejor de lo que yo me conozco a mí mismo. Que sepa más de mí, de mi personalidad, de mis preferencias sexuales, de mis miedos y esperanzas, que yo mismo. Y así me pueden controlar completamente.

¿Es por eso que Vd. no tiene un teléfono inteligente?

Yo no tengo “smartphone”. No podía escribir libros y centrar mis pensamientos si tenía que fijarme continuamente en el “smartphone”. Tengo gente que lleva uno por mí: mi marido, un equipo de ayudantes…

Es un privilegio, porque, hoy, hay mucha gente que, aún queriendo, no pueden dejar de lado el teléfono móvil, porque en el trabajo se lo exigen, o quizás la familia… Hay muchos trabajos en los que si le dices a tu jefe: “No quiero llevar un ‘Smartphone’, no quiero estar disponible siempre”, te dirá: “Pues adiós, búscate otro trabajo”. Ahora hemos llegado a un punto en el que has de estar disponible en todo momento, cosa que puede trastocarte.

Hay una frase que Vd. dice que a mí me da un miedo espantoso… pero que tiene tanta razón… porque me pone delante de un espejo: en el fondo yo soy adicto al teléfono móvil…

Vd. dice algo que me parece fantástico: “Tenemos miedo de perdernos algo”. Hace cien años esto no pasaba, y en cambio ahora sí que nos ocurre.

Sí, hace cien años no estabas continuamente conectado a cosas que suceden lejos de tu ámbito. Estábamos más centrados en lo que pasa aquí y ahora. Actualmente, puedes estar conectado a cualquier cosa que pase en todo el mundo, o sea que siempre hay algo más interesante que lo que ocurre aquí.

Por ejemplo, si conoces a alguien en una cafetería y os ponéis a hablar, es muy difícil que te preste toda la atención, porque el ‘smartphone’ no para de hacer soniditos y puede ser que estén pasando cosas más interesantes que esta conversación, ¡y me las estoy perdiendo! Lo que tenemos es una verdadera crisis de atención.

¿Por qué dedican tanto esfuerzo a captar nuestra atención?

Lo que hay detrás de esta crisis de atención es que algunas de las personas más inteligentes del mundo se han dedicado, en los últimos veinte años, a la labor de controlar y hackear la atención humana. Porque estamos en plena batalla por la atención. Ahora tenemos, no lo sé… Hace 40 años sólo tenías un canal de TV y quizás tres periódicos. Ahora todo el mundo tiene un canal de Youtube o lo que sea. Eso quiere decir que hay más gente implicada, y eso es bueno, pero lo que escasea es la atención.

Así, la pregunta que se hacen todos los productores televisivos, los directores de diarios y los “youtubers” es: ¿Cómo puedo captar la atención de las personas? Y, en los últimos veinte años, las personas más inteligentes del mundo ha trabajado en esto, y han descubierto la manera de atraer la atención de la gente presionando los botones emocionales que tenemos en el cerebro.

La manera más fácil de captar la atención de alguien es presionar el botón del miedo, el del odio, el de la excitación… Y pueden hacerlo individualmente, no con lo que da miedo a todo el mundo, sino que pueden saber qué es lo que te da miedo a ti y ofrecerte un vídeo de YouTube a medida.

Por ejemplo, si descubren que te gusta ver accidentes de coche, tú abres tu cuenta de Facebook o de YouTube y dices: “Sólo me lo miraré cinco minutos”. Pero resulta que al final estás dos horas, porque te muestran un accidente tras otro… Cuando uno se acaba ya comienza otro. Y la gente no puede parar de verlos, porque los han hackeado.

Se ha hablado mucho de hackear ordenadores, cuentas de correo electrónico, ‘smartphones’… Pero la revolución que ahora tiene lugar es la capacidad de hackear seres humanos. Hackear a un ser humano quiere decir entender… Cuando hackeas un ordenador, lo que haces es encontrar los puntos débiles del código y los utilizas para hackear el ordenador; con los seres humanos, igual. Encuentras los puntos débiles de un ser humano en particular y los utilizas para tomar el control de su atención y su mente.

Por ejemplo, puede ser el tema de la inmigración. Observando y siguiendo a la gente, es muy fácil saber que, por ejemplo, a mí no me gustan los inmigrantes. Así, me mostrarán alguna noticia falsa sobre una banda de inmigrantes que violan a mujeres en mi pueblo. Y es fácil que me lo crea, porque yo ya tengo ese sesgo, ese miedo previo. Y no puedo evitar hacer clic. Si veo el titular: “Una banda de inmigrantes viola a mujeres”… sentiré la necesidad irresistible de clicar y ver el vídeo. Y eso incrementará cada vez más mi odio y mis miedos, y así es como me controlan la mente.

Quizás a ti no te dan miedo los inmigrantes y, de hecho, piensas que la gente que está en contra de la inmigración quizás es una panda de fascistas sonados. A ti te enseñarán un vídeo diferente de una banda de extrema derecha, por ejemplo. ¡Y tú clicarás! Y si tú y yo nos encontramos e intentamos hablar sobre la inmigración, será imposible, porque todo eso ya nos habrá lavado el cerebro del todo.

Por tanto, ¿me está diciendo que hay un grupo de gente que controla nuestros cerebros para derivarlos hacia donde ellos quieren?

En gran medida, sí. No se trata de un solo grupo, hay muchos. Algunos son grandes empresas que sólo lo hacen por dinero. Hay muchas compañías de alta tecnología y de redes sociales los ingresos de las cuales dependen de su capacidad para captar la atención. Si estás en su página web diez minutos diarios, ganan mucho menos dinero que si estás una hora.

O sea, que ellos saben más de nosotros que nosotros mismos…

¡Sí! Hay un gran jefe de una multinacional que le dice a sus empleados: “Hemos de encontrar una manera para hacer que la gente se quede en nuestra web una hora diaria, y no diez minutos”, y un montón de gente inteligente que acaba de salir de Harvard, de Stanford o de Oxford, se ponen a pensar en maneras de captar la atención de la gente para que no se vayan de la web. Y las encuentran, para cada individuo. Pueden ser tus miedos, tus odios… Es eso lo que hará que te quedes más tiempo en la página.

Son empresas diferentes, a veces son gobiernos, los que utilizan el mismo método, pero todo está basado en la misma idea de hackear seres humanos, en la acumulación de gran cantidad de datos sobre mí, sobre ti… para así entender mi psicología individual, mis gustos y mis preferencias personales, y utilizarlo para venderme algo, ya sea un producto o un político.

Es evidente que los algoritmos cada vez van a más, cada vez tienen más poder, con lo cual la pregunta es si la democracia, en este momento, empieza a estar en peligro.

Lo mejor que tiene la democracia es que es capaz de reconocer sus errores y reinventarse. El problema de las dictaduras es que no admiten nunca sus errores. Siempre es culpa de otro, y eso las hace muy rígidas.

Las democracias se han reinventado muchas veces. Lo vimos cuando en el siglo XX tuvieron una serie de crisis, como los ascensos del fascismo y del comunismo. Cada vez, la gente decía: “Es el fin de la democracia”. Y, cada vez, la democracia se reinventaba en una versión mejorada.

Espero que eso pueda volver a pasar, pero sí, hoy la democracia está en peligro, en crisis, porque se basa en la idea de que el votante sabe lo que es mejor y que nadie sabe qué pienso mejor que yo y no pueden manipular mi forma de pensar, que soy autónomo.

Por primera vez en la historia de la humanidad, estas nuevas tecnologías permiten que un sistema externo pueda saber qué piensa la gente y manipular ese pensamiento.

El problema de estos datos… es quien los tiene.

Hitler y Stalin soñaron esto, pero no podían hacerlo. En la Unión Soviética, o durante la dictadura de Franco, no podían seguir a todo el mundo constantemente. Si tu país tiene 50 millones de habitantes, no tienes 50 millones de agentes de la policía secreta para seguirlos a todos las 24 horas del día. Y, aunque pudieses, los agentes escribirían unos informes que enviarían al cuartel general, donde alguien tendría que leerlos y analizarlos para hacer más informes… ¡Es imposible!

Franco no podía saber que pensaba cada habitante de Barcelona, no tenía la tecnología necesaria. Ahora empieza a ser posible. Porque no se necesitan agentes de policía para seguirnos a ti o a mí. Hay sensores, ‘smartphones’, cámaras… Y eso permite seguir a todo el mundo las 24 horas del día, y recoger un montón de información, un montón de datos, que no son analizados por humanos que escriben informes, sino por la inteligencia artificial y los algoritmos, de manera que es posible, no sólo seguir a todo el mundo todo el tiempo, sino también analizar los datos y llegar a conocer a la gente. Sus preferencias políticas, la orientación sexual…

Yo siempre pongo mi propio ejemplo. Hasta que no tuve 21 años no me di cuenta de que era gay. Y, pensando en la época en que tenía 15 o 16 años, no entiendo cómo no me di cuenta, debía ser obvio, pero fue así, y le ha pasado a mucha gente.

Ahora, pensemos en la situación que habrá de aquí a diez o veinte años, cuando un algoritmo te podrá decir la orientación sexual de cada adolescente, incluso antes de que ellos mismos sean conscientes. Por ejemplo, seguirán el movimiento de los ojos. Cuando camino por la calle o cuando miro vídeos de YouTube, el ordenador puede seguir qué hago con los ojos. Si veo un chico o una chica atractivos ¿hacia dónde se me van los ojos, dónde los dirijo? Y en cinco minutos te puede decir cuál es la orientación sexual de alguien. Y yo quizás aún no sé que soy gay, Pero Coca-Cola ya lo sabe.

¡Piensa en la situación! ¡Que lo sepan antes que yo! Tengo 15 años y Coca-Cola sabe que soy gay y, por tanto, cuando me muestra anuncios de una nueva bebida, escoge la versión del chico sin camiseta y no la de la chica en bikini.

Pero, mientras Vd. me está explicando esto, me está sonriendo… Y es una sonrisa que me da buenas perspectivas de cara al futuro respecto a mis hijos. No sé si será bueno que Coca-Cola sepa que una persona es gay antes que ella misma, pero sí que nos abrirá otros caminos…

Mi duda es sobre el porvenir de mis hijos, por ejemplo. ¿Qué futuro tendrán mis hijos en este mundo que me está dibujando?

No está determinado, depende de nuestras decisiones. No digo que la tecnología sea horrible. Puede hacer cosas maravillosas.

Por seguir con el ejemplo que decíamos, a veces, saber la orientación sexual de un adolescente puede ser muy útil y beneficioso. El índice de suicidios entre los adolescentes LGTBI es mucho más alto que el de los otros adolescentes, porque a menudo se enfrentan a mucha presión social y a muchas dificultades personales internas, y si utilizamos esta información para ayudarlos, es maravilloso.

Pero si vives en Irán, donde te enfrentas a la pena de muerte, no quieres que el algoritmo del gobierno te identifique como gay. Y si es Coca-Cola quien recoge esta información, sólo para vendernos agua con azúcar, tampoco me parece una buena idea.

La tecnología se puede utilizar con buenas intenciones y con malas intenciones. La cuestión es saber qué sistema social y político construimos. Es como en el siglo XX. Puedes utilizar la televisión, la radio, los trenes o la electricidad para construir una dictadura comunista terrible o para construir una democracia liberal.

A un televisor le es indiferente qué muestras. Ya puedes enseñar a un dictador comunista o un debate abierto… ¡Al televisor le da igual! Lo mismo ocurre con la inteligencia artificial. Un gobierno puede utilizar la inteligencia artificial para controlar a sus ciudadanos, pero también puede hacer lo contrario. Los ciudadanos pueden utilizar estos sistemas de seguimiento para controlar la corrupción del gobierno, por ejemplo.

Vd. ha demostrado claramente que no tiene miedo a esta inteligencia artificial, y eso me lleva a una frase que me dijo un experto y que era: “Me da más miedo la estupidez humana que la inteligencia artificial”. ¿Estaría de acuerdo?

Completamente. La inteligencia artificial, en sí misma, no es mala. Puede hacer cosas maravillosas. Otro ejemplo serían los vehículos sin conductor. Cada año, 1,25 millones de personas mueren a causa de accidentes de tránsito, y la mayoría están causados por errores humanos. Es el doble que la suma de las muertes causadas por las guerras y los crímenes. Si sustituyes a los conductores humanos por sistemas de inteligencia artificial, podrían salvar un millón de vidas cada año. Estoy completamente a favor.

No digo que la inteligencia artificial sea horrible y que se tenga que dejar de investigar. La tecnología se puede utilizar con muy buenas intenciones. La clave está en la política. Las decisiones sobre el tipo de sistemas que se tienen que crear y cómo se utilizan no se pueden dejar en manos de ingenieros, técnicos u hombres de negocios. Son decisiones políticas. Han de ser responsabilidad de los políticos y de los votantes.

Pero para esto hay que cambiar el debate, porque si los políticos ganan elecciones con promesas de lucha contra el terrorismo y no hablan nunca de la inteligencia artificial, las decisiones sobre estos asuntos, que son mucho más importantes que el terrorismo, quedarán en manos de toda una serie de ingenieros y empresarios a quien nadie ha votado.

Claro, me hablaba de los datos… Y que los datos ahora los tienen empresas externas, que controlan y que saben más que nosotros mismos… ¿Cómo podemos frenar que ellos tengan tanta información nuestra? ¿Qué podemos hacer nosotros?

Como individuo, no puedes hacer gran cosa. Lo que sí puedes hacer como individuo es conocerte mejor a ti mismo de lo que te conocen ellos. Es una carrera: ¿Quién te conoce mejor en el mundo?

Cuando tienes tres años, tu madre seguro que te conoce mejor que tú mismo, pero eso ya está bien, porque ella vela por tus intereses. Cuando llegas a los 20 o 30 años, deberías ser tú quien te conozcas mejor que nadie. Si una multinacional te conoce mejor, te puede controlar.

Así, lo que puedes hacer personalmente es conocerte mejor a ti mismo. Hay muchas maneras de hacerlo. Yo utilizo la meditación, hay quien hace terapia, otros utilizan el arte, o el deporte… Todo lo que te ayuda a conocerte mejor hace que cueste más manipularte, porque la manipulación se basa en tus debilidades, y si tú las conoces y sabes la manera de combatirlas, es mucho más difícil que te controlen. Así pues, como individuo, puedes hacer eso.

Pero, claro, el impacto es limitado. Hemos de emprender acciones colectivas, acciones políticas. La primera pregunta que yo haría es: “¿Quien es el propietario de los datos?” ¿Quién tiene mis datos? ¿Quién tiene desde mi historial médico hasta mi test de ADN, pasando por los datos que obtienen de mí las 24 horas del día a través de mi ‘smartphone’, o incluso cuando camino por la calle y me graban las cámaras? ¿Quién es el propietario de estos datos y decide qué hacer?

Ahora mismo no tenemos una normativa adecuada en lo que respecta a la propiedad de los datos, porque es una cosa nueva. Tenemos miles de años de experiencia en cuanto a la propiedad de la tierra y sabemos qué quiere decir: tienes un campo, lo rodeas con una valla, pones una puerta y decides quién entra y quién sale.

En los últimos dos siglos hemos elaborado una serie de sistemas legales en lo que respecta a la propiedad de la maquinaria y de las fábricas. Fue una de las grandes luchas del siglo XX. ¿A quién pertenecen las máquinas y las fábricas y cómo evitas que unas pocas empresas o unos pocos multimillonarios sean los amos de toda la industria de un país?

Ahora tenemos que crear nuevas normativas para la propiedad de los datos. Yo no sé cómo hacerlo, no es mi campo. Es un problema nuevo. Necesitamos abogados, filósofos, poetas y, por encima de todo, quizás, políticos que hagan que sea una prioridad central la regulación de la propiedad de los datos para evitar que se concentre demasiado poder en las manos de muy pocos individuos.

No sabemos si los algoritmos o si la inteligencia artificial nos acabarán gobernando, pero lo que sí que queda claro es que nos quitarán el trabajo, ¿lo considera?

Sí, este es otro peligro, que la inteligencia artificial dé la vuelta al mercado laboral. Muchas profesiones de hoy en día, desde conducir coches hasta diagnosticar enfermedades, se podrán automatizar.

Si ese es el horizonte… la educación de nuestros hijos será muy complicada, muy difícil, ¿qué tendremos que hacer entonces?

Es evidente que surgirán trabajos nuevos. No es que desaparezcan los antiguos y la gente no tenga nada que hacer. El problema es que no sabemos si la gente será capaz de formarse y reinventarse con suficiente celeridad.

Reinventarse permanentemente… Quiere decir que se ha acabado eso del funcionariado, el trabajar siempre en la misma empresa durante muchos años… ¿Nos tendremos que ir reinventando permanentemente?

Exacto. Ahora mismo, ya se habla mucho del hecho que el mercado laboral cada vez es más volátil y frenético. La idea de entrar en una empresa cuando tienes 23 años y realizar el mismo trabajo en la misma empresa hasta los 65 años… está muerta. Se ha acabado.

Ahora entramos en una dinámica, que sin duda se acelerará, en que cada cinco o diez años, no sólo tendrás que cambiar de trabajo, sino también de profesión, porque la tuya, o bien ha desaparecido o bien ha cambiado drásticamente.

Por poner un ejemplo, eres taxista y, de repente, ya no es necesario conducir taxis porque hay vehículos autónomos. Está el nuevo trabajo en programación pero, al cabo de diez años, eso también se automatiza. “Pues enseñaré yoga, un trabajo seguro”. Estudias un par de años para ser maestro de yoga, cambias por completo tu personalidad, no tiene nada que ver la de un taxista con la de un maestro de yoga, enseñas yoga un par de años, y resulta que eso también se automatiza, porque hay sensores biométricos que…

No sé si has hecho nunca yoga, pero se trata de mover mínimamente los músculos y el profesor te dice cómo hacerlo: “Así no, así”.  Bien… Un ordenador con sensores biométricos… El maestro de yoga sólo me puede ver por fuera, pero un “maestro de inteligencia artificial”, con sensores biométricos, ¡puede ver qué pasa dentro de mi cuerpo! O sea que, de aquí a diez años, los ordenadores pueden enseñar yoga mejor que los humanos. Y ya me he vuelto a quedar sin trabajo. Y eso es extremadamente estresante psicológicamente, el hecho de tener que volver a empezar una y otra vez.

Vd. ha dicho que países, continentes enteros, pueden llegar a ser absolutamente irrelevantes. Y creo que utilizaba una expresión que es: “llega una clase inútil”.

Sí. El peligro es que mucha gente que no será capaz de mantener el ritmo en esta carrera tan estresante se convierta en parte de una nueva clase, “la clase inútil”, gente que no sirve para nada, no para sus amigos o familia, nadie es inútil desde el punto de vista de la gente que los quiere, sino que lo son para el sistema político y económico, no saben hacer nada que necesitemos.

Y eso le puede pasar a una clase en un país o a un país entero. En el siglo XX, los países en vías de desarrollo progresaban económicamente, habitualmente, con industrias que requerían trabajos muy básicos, con una mano de obra barata y con pocas necesidades de formación, como por ejemplo la industria textil. Es así como progresaron.

Ahora, estos trabajos se automatizarán. En países como Bangladesh u Honduras, perderán los trabajos que tienen ahora, y la mayoría de los nuevos trabajos requerirán un alto nivel de formación. Si pensamos en un país como los Estados Unidos, yo no me preocuparía, porque tienen el dinero y los recursos necesarios para reciclar su mano de obra.

¿Pero qué ocurre en Guatemala, en Honduras, en Bangladesh? Pierden los trabajos manuales y baratos que tienen ahora y no tienen los recursos para formar de nuevo a su mano de obra. ¿Qué les ocurrirá?

¿Y qué hacemos con esta gente? ¿Qué tenemos que hacer con esta “clase inútil” el resto de la sociedad?

Lo mejor que podrían hacer los gobiernos es aportar los recursos financieros necesarios para reciclar a esta gente y darles una mejor educación que les permita, sobre todo en el periodo de transición, no sólo obtener la educación, sino también un soporte de carácter psicológico, porque mantener el ritmo de estos cambios será muy estresante. Esto, a nivel de país. Pero esto requiere una cantidad elevada de recursos, así que, una vez más, el problema lo tienen los países pobres que no tienen los recursos para volver a formar a su mano de obra.

La única solución es contar con una red de seguridad global. Que los países ricos ayuden a los pobres a hacer la transición. Pero eso es excesivamente optimista. Si miramos el mundo hoy, yo no veo un escenario futuro en el que los Estados Unidos aumenten los impuestos a las multinacionales de Silicon Valley para enviar el dinero a Honduras para que allí reciclen a su mano de obra. Eso no pasará.

¿Qué ocurrirá, entonces? Podríamos encontrarnos en una situación de colapso de países enteros que comportaría mucha violencia y olas migratorias mucho peores que las que vemos hoy.

Y una distancia enorme entre la clase alta y la clase baja. Se distanciarán aún más.

Sí. Una vez más, no es una profecía. No es inevitable. Depende de lo que decidamos hacer. Pero si no hacemos nada, el peligro es ese, una desigualdad extrema.

Por tanto, lo que está diciendo, es que tendríamos que crear una renta básica universal.

Es una idea, muy popular en Silicon Valley. Yo no estoy tan a favor, porque, cuando se habla de una renta básica universal, ¿de qué se está hablando? ¿Qué es universal y que es básico?

La mayoría de la gente que habla de ello piensa en términos nacionales, no universales. Piensan: “Aumentaremos la fiscalidad a empresas de California y utilizaremos el dinero para pagar la renta básica de la gente de Oklahoma”. No piensan en pagar la renta básica de la gente de Brasil. Para empezar, tendría que ser universal, no nacional.

En segundo lugar, ¿qué es básico? ¿Quién define las necesidades básicas de un ser humano? ¿La comida y nada más? O poder ir a un concierto, si quieres, o aprender a tocar el violín. ¿Eso son cosas básicas o no? La cuestión es que, en una situación así, si la gente no tiene trabajo, o al menos una parte de la gente, no podrán obtener nada más allá de lo que les permita la “renta básica”, así que decidir qué es básico y qué no es de una dificultad extrema.

Y si sólo se trata de caridad por parte de una panda de multimillonarios que ganan mucho dinero y tienen miedo de que la gente se enfade y por eso les dan la renta básica, entonces es una fórmula muy peligrosa.

Una fórmula mejor podrían ser unos servicios básicos universales, no una renta. Se trataría de ofrecer servicios como la educación o la sanidad. No des dinero a la gente y punto; ofréceles servicios básicos.

Pero la mejor posibilidad es invertir en una formación continua de por vida, de forma que no se le da caridad a la gente, sino habilidades reales y poder real para que no dependan de un “Gran Hermano” que les da caridad.

Vamos a suponer. Supongamos que los robots y sus propietarios efectivamente a través  de la renta básica universal deciden mantener esta “sociedad inútil”, ¿No nos convertiremos todos en muy desgraciados sin nada que hacer? ¿Qué tendremos que hacer a partir de entonces?

Si no tienes que trabajar porque te mantienen, hay una enorme cantidad de cosas que puedes hacer con tu tiempo libre, desde jugar a juegos de ordenador todo el día hasta invertir tu tiempo en actividades para la comunidad, hacer meditación, hacer deporte…

Existe el peligro de que los gobiernos o las multinacionales más poderosas, como temen que las masas estén insatisfechas con su condición, descubran cuales son las cosas más adictivas y las utilicen para controlar a la población. Los juegos de ordenador y las drogas son, quizás, los dos mejores ejemplos. Si temes la ira del pueblo y quieres que la gente siga sometida, los puedes mantener ocupados con drogas y juegos de ordenador cada vez más sofisticados, y así no tienes que preocuparte más.

En diversos momentos de estos últimos años, haciendo este programa, El “No pot ser”, he comprobado que el futuro pasa por unir fuerzas con la robótica y con la inteligencia artificial, ¿es esa la única oportunidad que nos queda para sobrevivir, unir esfuerzos humanos con robótica?

Sí, para no perder la iniciativa, se tendrán que aumentar las capacidades humanas con las capacidades del ordenador, de la inteligencia artificial. Creo que no tenemos que plantearlo en términos de una guerra entre seres humanos y ordenadores. Es más bien como un matrimonio en que tendremos que trabajar juntos. La cuestión es cómo hacer que sea un buen matrimonio que no acabe en un divorcio espantoso.

Si efectivamente unimos fuerzas los humanos con la tecnología, con la robótica, ¿eso quiere decir que el “Homo sapiens”, como lo entendemos ahora, desaparecerá?

Es muy posible, sí. Pero no a causa de nuestra destrucción, sino porque cambiaremos. El “Homo sapiens” existe desde hace 200.000 años. Hubo especies humanas previas, como los neandertales, y fuimos evolucionando. El “Homo sapiens” no es el final del recorrido.

Supongo que de aquí a 200 o 500 años, el mundo lo dominarán unas entidades de otro tipo, que serán más diferentes de nosotros de lo que nosotros lo somos de los neandertales. La cuestión es saber qué tipo de seres serán. Podrían ser seres peores que nosotros o podrían ser mejores, aún tenemos algún control sobre la dirección de esta evolución.

Vd., en este último libro que ha escrito hay un momento en el que dice exactamente: “Por primera vez en la historia, las enfermedades infecciosas matan a menos personas que la vejez, el hambre mata a menos personas que la obesidad y la violencia mata a menos personas que los accidentes”.

Es decir, que si hacemos una comparación con otras épocas podemos decir que vamos razonablemente bien; al mismo tiempo parece que el mundo deriva a una desigualdad, una desigualdad cultural, una desigualdad laboral, una desigualdad casi física… Pero le he de preguntar, para acabar: ¿Vd. es optimista o pesimista respecto al futuro que nos espera?

Procuro ser realista. Una vez más, pienso que el futuro no está determinado. No soy un profeta, nadie sabe cómo será el mundo en el año 2050. Hay escenarios posibles horrorosos y hay escenarios muy buenos. Depende de nosotros, hoy, tomar las decisiones adecuadas para escoger el futuro adecuado. Y esto debería provenir del debate político y no de las decisiones de unos cuantos ingenieros o empresarios.

Nuestra máxima prioridad tendría que ser que, cuando lleguen las siguientes elecciones, les preguntemos a los políticos cuál es su visión de la humanidad en el año 2050. Basta de hablar de la inmigración, el terrorismo, el comercio… Son temas importantes, de acuerdo ¿pero cómo ven ellos a la humanidad en el año 2050? Si hay políticos que no tienen ninguna visión en este sentido y sólo hablan del pasado y de todo tipo de fantasías nostálgicas y no tienen ninguna visión real para el futuro, no les votemos y punto. Votemos a alguien que de verdad tenga una visión de hacia dónde ha de ir la humanidad en el futuro. Y tú ¿eres optimista o pesimista?

Imagen de portada: Robots, biotecnología y calentamiento global son solo algunos de los muchos temas que sonarán con fuerza en las próximas décadas. | Fuente: Kaspersky. Earth 2050 | Fotógrafo: Kaspersky