Desde los más humildes a los más poderosos, desde una gala hasta una entrevista de trabajo o una presentación. No se trata sólo de saber qué hay que decir sino de cómo lo decimos en público. Hablar en público no siempre es fácil, la vergüenza o el miedo a equivocarse siempre están ahí rondando. Ser un buen orador es clave: una buena respiración, la sonrisa, la autoconfianza, un buen guión, una buena estructura y, sobre todo, las tres claves: práctica, práctica y práctica.
Dicen los expertos que lo óptimo sería que la oratoria se empezara a trabajar en la escuela y siguiera en la empresa. Y es que, según Adecco, empresa de trabajo temporal, a tres de cada cuatro personas les da miedo hablar en público. Aseguran los psicólogos que el miedo es normal pero que hay que afrontarlo y saberlo canalizar, y coinciden en que la experiencia es fundamental; si uno se queda en blanco mira el papel o si se pone nervioso respira, hay que tener herramientas para salir del paso, y, sobre todo, pensar que la perfección absoluta no existe.
¿Qué es hablar? Significado y etimología
El hablar es algo que nos distingue a los humanos, siempre se ha dicho que hablando se entiende la gente.
Hablar procede del latín fabulāri que a su vez deriva de fábula, que es una palabra que por vía culta nos llega y que en latín era un derivado de otro verbo que era fari (que quería decir hablar).
Había otros sinónimos en latín para la noción de hablar como por ejemplo loquor en la primera persona, que no nos ha llegado por vía hereditaria a las lenguas románicas pero sí a través de la mediación de los cultismos. Decimos que alguien es locuaz cuando habla mucho, un locutor tiene por oficio hablar, la elocuencia es el arte del buen hablar…
Hay otras voces derivadas de ese loquor que no ha sobrevivido por vía popular. En cambio sí lo ha hecho fabulāri, que ha llegado al castellano y que es hermano, podríamos decir, de la forma gallega y portuguesa falar, pero que, a diferencia del gallego y el portugués, ha conocido un cambio propio característico del castellano.
A muchos les han enseñado que en castellano lo que antes fue una f inicial se ha convertido en h, es un modo de decirlo. El castellano antiguo escribía todavía fablar o fabla, en lugar de hablar o habla. Y el castellano antiguo escribía todavía fumo, farina, fillo allí donde hoy tiene humo, harina, hijo.
El término hablar caracterizado por esta h inicial tiene un buen número de derivados, algunos de ellos curiosamente han tomado una deriva negativa que se ha orientado a la idea de hablar por hablar o hablar sin ton ni son. Es por ejemplo lo que se atribuye al hablanchín, que es una forma alternativa al parlanchín. Otros derivados de este tipo son por ejemplo la habladuría o el hablantinoso (dicen en algunos lugares de América para aquel que habla demasiado, que habla sin sustancia, que hace hablantinas).
Pero también hablar ha dejado derivados nobles y con un sentido positivo como por ejemplo habla, posiblemente un derivado posverbal de hablar (yo hablo, tú hablas, él o ella habla), a no ser que proceda directamente de fábula.
El habla se dice del acto, del ejercicio concreto de la posibilidad del lenguaje. Se dice de alguien que ha perdido el habla cuando no es capaz de hablar. O el habla de una localidad o una comarca concretas, por ejemplo el habla del Rincón de Ademuz.
De habla, hablante. Hablante en su origen era el participio de presente del verbo hablar, es decir quien habla, y un hablante es quien ejerce la posibilidad de hablar, quien utiliza una lengua. Y da pie a compuestos como castellanohablante, hispanohablante, catalanohablante, gallegohablante o vascohablante.
En cuanto a la palabra fábula es un cultismo, se ve claramente porque prácticamente no ha variado a partir de la fórmula latina. Fábula tiene vida y tiene derivados, y cuando tiene derivados quiere decir que ha ejercido su capacidad vital: fabular, confabular, confabulación, fabuloso.
Abundando un pelín más en lo que serían cultismos hay una subfamilia que se funda en lo que ya fue una familia creada en el latín a partir del verbo fari. Fari está en la base de una palabra latina que era facundus, que hoy reconocemos en facundo, y en latín significaba lo que ahora sigue significando: quien es muy generoso en el hablar, quien ejerce la facundia (que sería el sustantivo correspondiente).
Y otra forma extraordinaria: si hablante era el participio de presente de hablar (quien habla), en latín fans era el participio de presente de quien habla, en cambio infans, su antónimo, era quien todavía no habla, el infante, el niño pequeño. Lo que ocurre es que en la lengua la significación de infans (literalmente quien todavía no habla) ha ido creciendo a otras acepciones. Hablamos de la infanta de la familia real, por algún camino se ha llegado a esa significación. Hablamos también del soldado de a pie que es el infante, que forma parte del cuerpo de la infantería.
Y todavía hay otras variaciones, otras ramificaciones a partir de este fari latino que conservan todavía la significación etimológica. Por ejemplo el adjetivo en latín afabilis, que lo tenemos en el castellano como afable, y que significaba literalmente que se puede hablar con esa persona. Y su antónimo que era ineffabilis, que significaba lo que sigue significando en castellano inefable: que resulta difícil explicar con palabras.
¿Por qué es importante aprender a hablar en público?
No importa el campo al que te dediques, las exposiciones respecto de las cosas que se hacen son constantes: ya sea en presentaciones, en reuniones, en negociaciones… Hay una constante necesidad en cualquier ámbito de explicar las cosas, y esa explicación muchas veces es delante de otras personas.
Hablar en público es una necesidad constante, no sólo en el ámbito de los negocios sino que es algo transversal. Además, es algo que dice mucho de nosotros a la hora de relacionarnos con otras personas.
Hablar en público es difícil, sin embargo es algo que está al alcance de cualquiera que pase el proceso que le permita adquirir esa habilidad; como podría adquirir cualquier otra como por ejemplo hacer malabares con naranjas, a base de práctica.
Dominar el contenido es esencial
Para lucir con la forma, que en el fondo hablar en público es forma, hay que dominar el contenido. Por tanto es fundamental de entrada saber que queremos transmitir, que idea nuclear queremos pasar.
¿Qué nos puede poner nerviosos? ¿Qué nos condiciona a la hora de hablar en público?
Los miedos que nos bloquean, dependiendo de la persona, funcionan de una manera u otra. Lo que sí está claro es que estamos hablando de inseguridades. A unas personas les bloqueará el quedarse en blanco, a otras el pensar “yo no soy capaz de hacer esto”, a otras la mirada y el cómo nos juzgan los demás, el lugar, la responsabilidad…
Cómo perder el miedo a hablar en público. Cómo hablar en público sin nervios
Vencer los miedos no es el objetivo. No hay que esperar que el miedo se nos quite, lo que tenemos que hacer es aceptarlo y aprender a vivir con él. Piensa en el miedo como en una oportunidad que te da la vida para desarrollar una habilidad que lo contrarreste.
Visto desde la distancia incluso agradécele a la vida que te enfrente a tus inseguridades y miedos, es un camino de crecimiento. Aprender a hablar bien en público es un verdadero camino de crecimiento personal. ¿Cuál es tu voz? ¿Cómo le hablas tú al mundo? Es mucho más que una habilidad.
Luego, claro está, tenemos la metodología. Algo que ya dijeron los orientales hace siglos, y que no basta con entender sino que hay que practicar (porque entenderlo nos resultará sencillo, la cuestión es aplicarlo):
▷▷ DESARROLLAR EL PODER DE DIRIGIR NUESTRA OCUPACIÓN A UNA ACCIÓN ◁◁
¿Por qué? Pues porque el mecanismo del miedo es siempre: me conecto con la mente ⇨ pérdida inmediata de poder (me pre-ocupo). Y lo que hay que hacer es dirigir nuestra energía a ocuparse.
Nadie es culpable de su primer pensamiento, pero sí somos responsables del segundo. Por ejemplo, un individuo no tiene la culpa de pensar, cuando sube a un avión, “en este me voy a matar”. Siente miedo, es algo que le pasa y es inevitable. Pero si tiene el entrenamiento de distanciarse de sí mismo y decirse: “¿Qué, ya estás otra vez dándole vueltas a la mente y pre-ocupándote? ¡Ocúpate!”. Y a partir de ese pensamiento se dedica a mirar a quien tiene al lado en ese vuelo, a los azafatos o azafatas… Se está ocupando.
Por tanto la recomendación sería buscar esa ocupación que nos saque de esa pre-ocupación. Y en el caso de hablar en público la ocupación sería “tengo claro cómo voy a empezar”, y con voz clara y mirando al público: “Hola, buenos días, me llamo fulanito y vamos a hablar de recursos para hablar en público…”, aunque por dentro estemos como un flan.
Las primeras veces no es tan importante el resultado, sino que demos el paso. Piensa que a bailar se aprende bailando… El problema es que nuestra tendencia es: “Me salió mal una, dos, tres veces… ya me he desanimado”.
“No puedo. Me tiembla la voz al hablar en público porque me pongo nervioso al hablar”
Todos solemos tener creencias que nos limitan. Vamos mal si somos nosotros mismos los que anteponemos el “Yo no puedo”… Prohibido decir “No puedo”.
Puedes decir “No me sale todavía”. Y, después de un número de fracasos determinados, digamos 8 ó 9 ó 10, ya puedes decir: “No puedo”. Pero nunca hasta que no hayas probado esas 9 ó 10 veces…
¿Qué papel juegan las pausas, los silencios, la respiración al hablar en público?
La respiración es muy importante, de hecho la voz es respiración. En cuanto a las pausas es fundamental dominarlas. Recordemos que, mientras hacemos la pausa, respiramos.
Lo cierto es que todos acostumbramos a tener verdaderos problemas para hacer esas pequeñas pausas. En general sentimos miedo ante un segundo de silencio, se nos hace eterno. Creemos que el público va a pensar que no sabemos qué decir, que no somos listos. Y, contrariamente a lo que creemos, si observamos, veremos que las pausas las hacen los poderosos: esa persona que decide “A ver, ¿qué quiero decir?”, y dice lo que quiere decir.
No podemos decir que hacer eso sea fácil, es algo difícil y que lleva un proceso. Cuesta gestionar esas pausas que los que saben hablar en público dominan tan bien, porque igual nosotros hacemos una pausa y nos delatan los nervios porque estamos temblando.
¿Cuándo una pausa es buena y cuándo una pausa es mala? Una pausa es mala cuando la persona que está hablando en público se preocupa, porque la gente que está escuchando percibe esa preocupación y nerviosismo. En cambio, cuando el orador no se preocupa, los demás que la están escuchando no se preocupan.
Hemos de ser conscientes de que el proceso para hablar en público es un entrenamiento, y que requiere también de algo de descaro. No pensemos que todas las personas que vemos que hablan bien en público no tienen por dentro algo de nerviosismo en cada nueva ocasión. David Bowie, por ejemplo, reconocía que las entrevistas antes de salir a una actuación le daban pánico, sentía pavor.
¿Cómo es posible que David Bowie con tantos años de carrera siguiera sintiendo ese miedo? Pues es muy positivo y pedagógico que él confesara que le daba miedo hablar en público, porque es importante que todos sepamos que el miedo y la inseguridad son algo normal. No se trata de no tener miedos sino de cómo, a pesar de ellos, somos eficaces.
Trucos y técnicas para hablar en público sin miedo
¿Qué es mejor, gesticular demasiado o demasiado poco?
No cabe duda de que la gestualidad da una mayor comunicación, pero, dentro de la cultura y personalidad de cada uno, tiene que haber un equilibrio entre los momentos gestuales y los momentos de reposo (que son los que comunican estatus).
Un exceso de gestualidad hace que el discurso pierda credibilidad, porque resta estatus. De ahí que sea importante ese equilibrio entre nuestra gesticulación y esos momentos de reposo en los que transmitimos serenidad.
Un ejemplo lo tenemos en el teatro clásico español, ahí está muy claro: tenemos por un lado a los criados (que siempre se mueven más, de un lado para otro) y por otro a los nobles (más inmóviles, a los que por algo se les llamaba los estirados).
El estatus depende de en qué contexto estás. A veces, por respetar a nuestra audiencia y respetar unos códigos, con determinados clientes por ejemplo, nos ponemos corbatas o trajes muy serios. Pero no es por aparentar sino por respetar el código que hay en ese lugar.
¿Qué hacer con las manos al hablar en público?
Es una de las pesadillas de los ponentes noveles que empiezan a hablar en público. Las manos tienen mucho que decir, mucho que expresar, y son muy necesarias para comunicar con nuestra audiencia. Cuando se habla en público la gestualidad de las manos apoya el discurso.
Respecto al uso de las manos al hablar en público la escuela americana, por ejemplo, dice que lo mejor es nunca juntar las manos, porque es una señal que da a entender que nos estamos protegiendo. Lo cierto es que cada persona debe calibrar que le ayuda más:
- Si opta por no juntar nunca las manos para dar esa señal de fortaleza y de no necesidad de protección, pero así se siente fatal.
- O si, en un momento determinado, opta por juntar las manos porque así se siente más cómoda y es más eficaz.
Se trata de ver que nos puede ayudar más. En el siguiente video, la experta en comunicación Teresa Baró da interesantes consejos que podemos aplicar en cualquier reunión, en una presentación comercial, en una formación, en clase, incluso a veces en una conversación. Porque en realidad tampoco hay tanta diferencia entre los gestos que hacemos en una conversación y los que hacemos hablando en público, al fin y al cabo hablar en público es una forma de dialogar con ese público.
¿A quien mirar cuando se habla en público?
La fortaleza de tu mirada será igual a la cantidad de información que captes de la audiencia: miras a la gente a los ojos, y captas. Parece sencillo, pero muchas personas se ponen nerviosas y no saben adónde mirar cuando tienen que hablar en público. Entonces miran al suelo, miran sus notas, miran la pantalla, miran al fondo… y buscan todos los recursos para no mirar precisamente a quien tienen que mirar que es a su público.
Una de las formas de ganar tranquilidad en este diálogo que tenemos que establecer con el público es, precisamente, considerar que estas personas que nos están observando necesitan mantener este diálogo.
¿Verdad que en una conversación a dos no nos ponemos nerviosos?
- Mentalizarnos de que vamos a conversar con nuestro público y que por lo tanto tenemos que mirarle a los ojos es algo que nos va a dar tranquilidad.
- En cambio, si pensamos que el público es una masa uniforme de gente y nos da miedo tendemos a la sensación de monólogo y eso nos va alterando cada vez más.
Pero, ¿miro a todos? Si es una audiencia de muchas personas resulta complicado
- Si se trata de un grupo reducido, hasta 25 ó 30 personas, podemos ir mirando a cada uno de ellos a los ojos, individualmente. Incluso podemos llegar a saber más o menos que están pensando o si van siguiendo nuestro discurso. Es conveniente hacerlo.
- Cuando hay más gente entonces es difícil llegar a todos. Se puede ir mirando hacia el fondo de la sala. O, si la sala es ancha, ir mirando de izquierda a derecha pasando también por el centro.
¿Nos resultará más fácil si miramos a alguien conocido o a quien nos sonríe?
Mirar a quien nos sonríe es una tentación, porque nos da a pensar que le caemos bien y que está de acuerdo con lo que estamos diciendo. Pero es una trampa que deberíamos evitar, porque entonces lo que estamos haciendo es olvidar a los demás miembros del público y estos se pueden sentir desatendidos, y, en consecuencia, perderán capacidad de atención en lo que estamos diciendo.
Hay que mirar a todo el mundo, incluso a los que ponen mala cara. Más a estos que a los que nos sonríen, porque a estos hay que ganárselos. Tenemos que decirles con la mirada “Te he visto. Sé que estás aquí. Quiero que me escuches. Tengo algo importante que decirte”, y todo se lo decimos mirándoles. Además incluso, en algunos casos, es un aviso para después si tienen que hacer preguntas muy complicadas o van a por nosotros. Nosotros, mirándoles mientras estamos hablando de nuestro tema, les estamos diciendo: “Sé que después me preguntarás”, y esa es una forma de mostrar seguridad.
¿Qué hacemos si vamos acompañados de unas notas?
Las notas sirven para tener un guión, pero no para leer siempre completamente. Porque si miramos mucho las notas lo que estamos haciendo es dejar de mirar a nuestro público, y siempre es mejor dirigir la mirada hacia ellos.
Por lo tanto deberemos hacer un guión con poca letra, lo más esquemático posible, e ir combinando la mirada hacia el público y algún vistazo rápido a lo que llevamos apuntado si nos hemos perdido. Lo importante es ensayar antes para no tener que mirar mucho ese guión.
Y si llevamos el discurso escrito, ¿cómo lo hacemos?
En ese caso la lectura también tiene que ser lo más expresiva posible. Para conseguir esto nos podemos preparar el texto a base de letra muy grande, de espacios amplios, marcando los puntos y aparte y las pausas, usando también distintos colores porque así sabemos en qué palabra tenemos que poner el acento.
Todo eso nos facilitará la lectura y que ésta sea sea expresiva, pero sobre todo nos facilitará también que podamos mirar de vez en cuando a nuestro público. Ensayar el discurso es muy importante, porque después, cuando estemos delante de la audiencia, nos sentiremos más sueltos y cómodos.
Si detrás tenemos apoyo visual, ¿dirigimos la vista hacia esa pantalla?
En ese caso hay que mirar hacia atrás lo mínimo posible. Si tenemos que señalar a la pantalla lo hacemos con la mano o con un puntero pero mirando hacia delante, hacia nuestro público. El mínimo tiempo posible dando la espalda al auditorio.
Por eso, si tenemos un ordenador bien colocado (es algo que la mayoría de las veces podemos hacer) nos iremos guiando por lo que vemos en la pantalla del ordenador y, al mismo tiempo, estaremos mirando hacia nuestro público, de tal forma que no nos tenemos que estar volviendo cada vez.
¿Se puede entrenar el contacto visual con el público?
Pues sí, es posible. Hay un truco muy fácil que podemos hacer en casa: cuando ensayemos nuestro discurso o presentación podemos pegar en la pared unos folios con caras dibujadas, fotos de personajes conocidos o de la familia, incluso muñecos, y vamos ensayando nuestro discurso mirando a los ojos de estas “personas”, buscando captar la atención.
Este aspecto es importante porque normalmente cuando estamos ensayando en casa un discurso nos centramos sobre todo en lo que decimos, en las palabras. Olvidamos que después tendremos personas delante y que tendremos que mirarlas a los ojos, porque esa es la primera forma de persuasión. Por eso, hacer esta sencilla práctica pegando las fotos en la pared resulta muy útil y nos dará después la facilidad de hacerlo cuando tengamos delante al público real. Es un buen calentamiento y estaremos ya acostumbrados a hacer esos movimientos.
Ante un gran auditorio, ¿funciona imaginarlos a todos en ropa interior?
Lo interesante y maravilloso de los seres humanos es que lo que le funciona a uno a otro no. Y este truco de imaginarse a la gente desnuda o en ropa interior hay gente a la que le funciona.
Trabajar con imágenes, que es como esto se llama, es bueno. Hay gente que se imagina que le está hablando a su hermano, a su madre, a su tía, a su novia… Si a ti te funciona estupendo.
La cuestión es que tienes que averiguar qué te ayuda a ti. En ese proceso de entrenamiento parte de lo que hay que descubrir es qué me ayuda a mí a expresarme mejor, a estar más tranquilo, a gestionar mejor mis inseguridades… A ser eficaz a pesar de mis inseguridades.
Cómo dominar el escenario al hablar en público
Aunque hay cosas básicas, que son siempre las mismas, también vemos modas y tendencias en cómo nos dirigimos al público. Hoy día tenemos la posibilidad de dar charlas desde grandes escenarios y de movernos mucho más, en cambio tiempo atrás se trataba de algo mucho más rígido. Antes los conferenciantes estaban por ejemplo detrás de la mesa de una forma muy solemne y formal, o detrás de un atril.
Hay conferenciantes a los que vemos andando por el escenario casi exhibiéndose, es quizás una forma de comunicar más atractiva; parece más natural aunque en realidad está todo ensayado. En esto hay grandes conferenciantes que nos han influido mucho como pueden ser Steve Jobs o Mark Zuckerberg.
Todos o muchos de los TEDx, que son estas conferencias que ahora están tan de moda, se graban en general en escenarios grandes. A ello ayuda la tecnología: el disponer de un micro inalámbrico o el tener una pantalla grande, y no una pizarra donde hay que escribir, permiten el movimiento.
En general para dirigirnos al público es mucho mejor estar de pie y en movimiento, aunque también hay momentos en los que el protocolo nos dice que tenemos que estar sentados. Pero siempre que podamos vamos a hacerlo de pie, porque esto nos da muchas ventajas. Teresa Baró, experta en comunicación, las explica:
Cómo hablar en público con naturalidad
Es precisamente cuando estamos en público, en esos momentos en que queremos causar una mejor impresión, cuando más tensos nos acostumbramos a poner. Es lógico: hay más compromiso, queremos gustar, queremos transmitir una buena imagen, hay presión, hay tensión… y lo que hacemos precisamente es quedarnos como acorralados. Todas las habilidades que tenemos cuando estamos relajados tomando un café con un amigo… desaparecen. Pero eso es algo que se puede regular y mejorar.
¿Qué inseguridades podemos sentir cuando estamos ante una audiencia?:
- La inseguridad en uno mismo.
- La inseguridad en el tema que estamos tratando: si no dominamos bien el tema es algo que nos hace estar más tensos.
- La inseguridad como comunicador: yo sé que controlo el tema pero en cambio soy consciente de que no tengo muchas habilidades para hablar en público, y eso me hace estar más nervioso o nerviosa.
En general nos ocurre que, a la hora de dar una charla o un discurso, casi siempre nos esforzamos en preparar bien el mensaje, el contenido, las palabras, el discurso o incluso la presentación en PowerPoint. En cambio solemos descuidar el ensayar, el entrenar el cuerpo para que se comunique con naturalidad… Y cuanto más lo preparemos más naturalidad vamos a conseguir.
Cuando tengamos que hablar en público es mejor que no se nos note que estamos presos del pánico, porque además, si nos bloqueamos, no podremos transmitir lo que queremos comunicar. De todas formas tampoco pasa nada si nos mostramos algo nerviosos. Muchas personas no tienen la oportunidad de hablar en público cada día y por tanto es normal que estén un poco tensos cuando se enfrentan a una audiencia importante, es comprensible. No tenemos que estresarnos en exceso por ello. No obstante hay fórmulas para mejorar esto que nos van a ayudar y que nos muestra Teresa Baró en este vídeo.
Cómo transmitir seguridad al hablar
Hablar y expresarse ante una audiencia no es una tarea fácil, para muchos es una prueba de fuego en la que a veces se reflejan todas las inseguridades y los nervios que supone convertirse en el centro de atención. Los gestos nos delatan.
¿Cuáles son los gestos que nos traicionan?
Se trata de gestos que hacemos con todas las partes del cuerpo: con la mirada porque rehuimos el contacto visual, con las manos porque por ejemplo las frotamos demasiado o le damos vueltas al anillo o al reloj, nos ponemos bien los puños de la camisa (sobre todo los hombres que van con americana), cruzamos los pies de una forma que nos da inestabilidad… Hay una serie de movimientos que delatan que estamos nerviosos.
¿Qué trucos podemos poner en práctica para disimular el nerviosismo? ¿Qué hacemos con esos gestos que nos delatan?
Esos gestos que evidencian nuestro nerviosismo no hay que disimularlos sino que hay que eliminarlos. Se trata de entrenar, entrenar y entrenar. Practicar una posición corporal de seguridad y de abertura para así eliminar estos gestos de nuestro repertorio.
¿Cuál sería la actitud corporal adecuada?
Una actitud corporal de firmeza, de estabilidad (con los dos pies bien apoyados) y el cuerpo abierto y con la cabeza alta. Moviendo los brazos y las manos hacia afuera, de una forma abierta y relajada. Nada de cerrar los puños ni entrelazar las manos, porque eso es lo que delata el nerviosismo.
Indispensable la sonrisa
Otro aspecto esencial es la sonrisa. Es importante sobre todo para empezar a conectar con el público desde el primer momento: es la bienvenida. Por tanto es importantísimo sonreír. Pero ojo, porque también hay sonrisas que son de tensión, esa risita que se nos escapa y que no podemos controlar y que es de nervios. O sea que debe ser una sonrisa abierta y sincera (ya sabemos que sonreímos también con los ojos), no puede ser una sonrisa forzada o con los dientes cerrados y apretando las mandíbulas.
Y todo esto necesitamos prepararlo
Tener el mensaje verbal (las palabras) preparado, y entrenar varias veces para que después podamos eliminar todos estos gestos de timidez y de inseguridad.
Cuando llegue el momento tenemos que salir pensando cosas positivas acerca del público: “el público está dispuesto a escucharme”, “el público me va a ayudar”, “el público es mi aliado, no es mi enemigo”. Si salimos con pensamientos positivos, seguro que nuestra gesticulación, nuestros movimientos e incluso nuestra voz van a tener un estilo y un tono positivo.
El tono de voz en la comunicación
Reconocemos a las personas por su voz, es algo que nos identifica. La voz es una característica de cada persona: tú tienes tu voz y yo tengo la mía. El tono de nuestra voz envía sensaciones a nuestro interlocutor y, además, forma parte de nuestra imagen.
En cada momento, según cómo utilizamos la voz, estamos transmitiendo unas actitudes, unas emociones y también un grado de implicación. No sólo es importante saber qué voz tenemos (que es la que nos ha tocado por naturaleza) sino también cómo la utilizamos.
¿Cómo podemos utilizar la voz para comunicarnos mejor?
Lo primero que debemos tener en cuenta es el contexto, cuál es la actividad que estamos desarrollando:
- No es lo mismo estar en familia, y estar en una situación íntima de proximidad, que estar ante un público.
- O no es lo mismo ser un profesional de la comunicación que una persona que utiliza la voz para comunicarse en el día a día.
Pero de todas formas, aunque no seamos profesionales de la comunicación, deberíamos tener en cuenta la capacidad que tenemos de influir en los demás a través de la voz:
- A través del tono.
- A través de la velocidad con la que hablamos.
- A través de la claridad en la articulación. Si no se me entiende el mensaje puede no llegar correctamente. Pero no es sólo que el mensaje no acabe llegando sino que además estamos también dando una imagen determinada a través de esa articulación incorrecta. Si no articulamos bien podemos dar la imagen de que tenemos un problema en la boca o de que estamos nerviosos, por ejemplo.
La voz con todos sus matices nos da muchísima información:
- Cuando una persona habla en público, un maestro por ejemplo, con la energía que tiene su voz está diciendo: “tengo ganas de estar aquí haciendo lo que estoy haciendo” o “no tengo muchas ganas, en realidad estoy aquí porque me obligan”.
- O puede estar transmitiendo “estoy pasando miedo”, la voz indica también inseguridad, nervios y miedo.
- La voz incluso puede ser un indicio de mentira, puede ser señal de que alguien está mintiendo cuando se baja el volumen al decir algo. ¿Por qué bajamos el volumen? Porque en realidad no queremos que nos escuchen, pero lo estamos diciendo porque tenemos que decirlo.
¿Cuáles son las voces más persuasivas?
Es algo que depende también del contexto. En un contexto más privado y de cercanía un tono de voz bajo, pero sobre todo más tranquilo, es más persuasivo. Una persona que habla despacio normalmente transmite más serenidad, y por lo tanto también seguridad en lo que está diciendo y en sí misma.
Hablar despacio, en la mayoría de las ocasiones, resulta más convincente. Pero no siempre, porque a veces la velocidad al hablar, siempre que se entienda el mensaje, nos da una idea de energía, de vivacidad, de entusiasmo, de alegría incluso. O sea que depende.
Lo que no suele ser muy persuasivo es que el tono de voz siempre sea igual, hablamos entonces de monotonía. Y la monotonía tiene un problema: nos aburre. Si la persona que habla nos aburre el mensaje no nos llega, porque llega un momento en que desconectamos.
¿Cuáles son las voces más seductoras?
Voces seductoras las hay masculinas y las hay femeninas. Las voces más seductoras suelen ser las voces que no son estridentes, que hablan de una forma suave, que son dulces, melódicas… Pero habría que ver también las características, el timbre de voz de cada persona en concreto.
Las voces masculinas en general son más graves que las femeninas, y por lo tanto transmiten unos valores que son los propios tradicionalmente del hombre: autoridad, confianza, respeto.
En cambio las voces femeninas, que son más agudas, suelen estar más relacionadas con la vida familiar, con la seducción femenina y muchas veces incluso con connotaciones peyorativas, con la “histeria”. Una mujer que grita, que tiene una voz muy aguda y que está chillando, es una voz irritante, y, además, hay una creencia general de que una mujer que grita es porque está descontrolada. Aunque sea un adjetivo injusto se nos califica a veces de histéricas. En cambio al hombre no. El hombre que utiliza su voz para la autoridad se considera un valor positivo.
En general las voces agudas son más irritantes que las voces graves, sobre todo si son excesivamente agudas. Pero las voces agudas y más femeninas también tienen una ventaja, y es que normalmente son más claras, se escuchan mejor. Mientras que una voz muy grave a veces conlleva una dificultad en la comprensión, en la audición.
¿Cómo podemos mejorar la articulación de nuestra voz?
Una práctica muy sencilla y que podemos hacer en casa es hacer ejercicios de lectura en voz alta mordiendo un lápiz sin dejarlo caer. Después de unos minutos leyendo así, con el lápiz entre los dientes, cuando lo sueltes verás que es mucho más clara la articulación, e incluso se proyecta mejor la voz.
Y el mismo ejercicio se puede hacer con un tapón de botella de cava y es mejor todavía, porque en este caso lo que se consigue es abrir la mandíbula hacia abajo, que es como realmente sale bien el aire y se proyecta hasta el fondo la voz. En este caso cuesta un poquito más hacerlo que con el lápiz pero es muy efectivo.
Cómo enseñar a un niño a hablar en público
Comunicarse con eficacia y hablar en público son hoy habilidades básicas. Los padres podemos, según los expertos, hacer mucho en casa para potenciar la oratoria de nuestros hijos. Estas son según Manuel Antolín, terapeuta del Centro de Psicología Resuelve, algunas de las cosas que podemos hacer para ayudarles a perder el miedo a hablar en público:
- No hablar por ellos cuando se encuentran con otros niños y mayores con la excusa de que son tímidos. Déjales que contesten por sí solos, a su ritmo. Si no lo hacen, puedes animarles a que hablen, sin responder por ellos. Con paciencia conseguirás que vayan expresándose.
- Dejar que expresen sus propias ideas aunque no nos gusten. Desarrollar en los hijos una actitud crítica permite que se sientan seguros. En vez de decir: “¡tu cállate que eres un niño!”, es preferible: “¡no pienso lo mismo, pero lo respeto!”.
- Lee cuentos a tus hijos, con la voz y con el cuerpo. Escenifica lo que estás contando; eso les permitirá aprender a contar historias. “El Storytelling es uno de los grandes recursos usados hoy en día para hablar en público, ya que cuando contamos historias conquistamos el corazón de nuestra audiencia”, explica Antolín. “Si tú lees, tus hijos leen. Arrástralos a leer con tu ejemplo. Eso enriquecerá su vocabulario y les ayuda a estructurar sus ideas”.
- Para hablar bien en público hay que pensar bien en privado. Nos lo dice Gonzalo Álvarez, editor del blog El arte de presentar. Así que procura que tu hijo/a escriba. Escribir en un diario, hacer redacciones y cartas, les ayudará a estructurar sus ideas. Eso se reflejará en su modo de comunicar.
- Apúntalos a distintas actividades artísticas para que prueben si les gustan. El teatro les permitirá trabajar la expresión corporal, los tonos de voz, interpretar distintos personajes… Perderán el miedo al ridículo. Con la danza trabajarán el control del cuerpo y aprenderán a moverlo. Según Albert Meharabian, profesor emérito de Psicología de UCLA, comunicamos más nuestro mensaje con nuestro cuerpo (55%), que con las palabras (7%) o con nuestra voz (38%). Cantar en un coro les ayudará a conocer su instrumento vocal, aprenderán respiración diafragmática para proyectar la voz de forma correcta.
- En un cumpleaños o celebración familiar, propón entre los niños un cuentacuentos, en el que cada niño pueda contar el suyo.
- Juega con ellos a explicar sin palabras un personaje. Expresarán con el cuerpo y se les quitará el miedo escénico al tener que ponerse delante del grupo.
- En un encuentro familiar por motivos alegres o tristes, pídeles que si les apetece escriban unas palabras dedicadas a la persona homenajeada, y luego que las lean.
- Recitar trabalenguas es una actividad divertida que les permitirá tener una mayor fluidez verbal, aprender a pronunciar mejor. Otro ejercicio divertido es que hablen mordiendo un lápiz con los dientes.
- Proponles juegos de comunicación e improvisación. Podemos poner palabras disparatadas en papelitos, meterlos en una bolsa y que cojan uno al azar. Pídeles que con esa palabra improvisen una historia, un cuento o que expliquen al grupo qué significa ese término.
- Y, sobre todo, aplaude sus intervenciones públicas. Felicítales por sus logros. Cuando hablen delante de la familia o de extraños, hazles sentir que lo hacen bien (muy bien, qué bien habla mi niña, qué bien habla mi niño…), ganarán seguridad; si sólo destacas sus fallos (es que le cuesta, es un poco tímida, es que tartamudea…), esa seguridad se perderá.
Aquí tienes una muestra de lo que son capaces los niños cuando se les dan las oportunidades necesarias: