¿Sabías que la variable que más influye en el coeficiente intelectual de cada persona es la riqueza de vocabulario? El desarrollo del lenguaje tiene una trascendencia enorme en el crecimiento de la inteligencia de tu hijo o hija.
El lenguaje es la herramienta más importante de la que dispondrá a lo largo de su vida para aprender, relacionarse y conseguir lo que desee. Cuando llegue el momento de escribir la carta a los Reyes Magos, cuando en el colegio haga un examen, cuando quiera declarar su amor a otra persona… el lenguaje será el instrumento que le permitirá alcanzar sus sueños.
Qué es el lenguaje y cómo se desarrolla
¿Qué encontrarás en este artículo?
Qué es el lenguaje
Encontramos muchas definiciones de lenguaje y resulta complicado escoger una de ellas. Ésta, del filósofo español José Antonio Marina, es especialmente completa:
«El lenguaje es mucho más que un perfectísimo código. Forma parte de la estructura de nuestra inteligencia. Ejerce una función de comunicación más profunda, más variada que la mera transmisión de informaciones. Es la presencia de nuestra sociedad en nuestra subjetividad personal, nos pone en comunicación con nosotros mismos, es la base de nuestro comportamiento voluntario, nos relaciona con los demás, hace posible nuestros afectos y funda las grandes creaciones humanas que ennoblecen nuestras vidas.» (1)
(1) J.A. Marina, ‘La selva del lenguaje. Introducción a un diccionario de los sentimientos’, Anagrama, Barcelona, 1998, p.218.
La importancia del lenguaje
Gracias al lenguaje podemos adquirir conocimientos y transmitir ideas. Es esta versatilidad lo que convierte al desarrollo del lenguaje en una de las habilidades más importantes para el desarrollo de la inteligencia.
Las diversas generaciones, desde hace miles de años, han transmitido los conocimientos a través del lenguaje. Por muy inteligente que fuese un médico o un ingeniero, no podría desarrollar su labor si no hubiese recibido de sus antepasados información sobre cómo hacer una intervención quirúrgica o sobre cómo construir un puente. Los científicos lo tienen claro, están de acuerdo en que el lenguaje ha sido la clave que ha permitido al ser humano desarrollar todo su potencial.
«Si quieres que tu hijo sea inteligente, léele cuentos. Si quieres que sea más inteligente, léele más cuentos.» Albert Einstein
El desarrollo del lenguaje infantil
Tu hijo/a pasa los primeros meses de su vida, sin que te des cuenta, aprendiendo a discriminar los diferentes sonidos de la voz, tratando de entender dónde acaba una palabra y dónde comienza la siguiente e identificando los sonidos con los objetos, con momentos, con situaciones e incluso con sentimientos.
Desde el instante en que un bebé es capaz de mirar a su madre cuando escucha la palabra «mamá», su cerebro empieza a aprender de alguna forma que él también puede producir sonidos. Cada vez que el pequeño observa a su madre diciendo una palabra, su cerebro imagina cómo debería articular su boca con el objetivo de reproducir el mismo sonido.
Poco a poco empezará a controlar la posición y la fuerza con la que aprieta los labios para decir «papá» y «mamá». A partir de ese momento el cerebro del niño será un estallido de sonidos, ruidos, palabras y significados.
Cuando tu hijo cumpla los dieciséis años conocerá ya más de sesenta mil palabras. Si hacemos cuentas habrá aprendido vocabulario a un ritmo de diez palabras por día. Sabemos no obstante que el niño entre los dos y los cinco años adquiere vocabulario a un ritmo de 50 palabras al día.
Como adultos nos resulta difícil entender cómo es posible aprender tantas palabras en tan poco tiempo, pero el cerebro del niño incorpora cada palabra que escucha en todo tipo de conversaciones y contextos.
Cómo estimular el desarrollo del lenguaje en los niños
Los humanos adquirimos el lenguaje de forma natural, pero hay que destacar que desde el punto de vista cerebral es una tarea muy compleja.
Cada vez que interpretamos un texto o que verbalizamos una palabra en nuestro cerebro hay, como mínimo, seis áreas que se tienen que coordinar. Son estructuras que están localizadas en el hemisferio izquierdo y llevan a cabo labores tan diversas como:
- analizar sonidos,
- discriminarlos,
- interpretar el significado,
- identificar palabras escritas,
- almacenar vocabulario,
- buscar palabras en el contenedor de vocabulario,
- construir frases que tengan sentido
- o efectuar movimientos de la lengua, los labios y las cuerdas vocales que permitan crear vocablos.
Aún siendo algo natural para el cerebro del niño absorber el vocabulario y las reglas del lenguaje, es algo que no se produciría sin la ayuda de los adultos.
Es enorme la influencia que tiene los padres en una función tan compleja como es el desarrollo del lenguaje en sus hijos. Las conversaciones diarias entre padres e hijos ayudan a enriquecer el vocabulario de los más pequeños, a mejorar la comprensión y a organizar su discurso. Otros aspectos, como su actitud ante la lectura, pueden contribuir a que el niño/a domine esta herramienta fundamental para ir por el mundo que es el lenguaje.
Las siguientes estrategias te ayudarán a que tu hijo desarrolle un lenguaje más rico:
Háblale mucho
Desde el mismo momento de su nacimiento puedes hablar con tu hijo/a con calma y de una manera fluida. Cuanto más se exponen los niños a nuevas palabras desde bien pequeños, más rico será su vocabulario.
Si hablas a tus hijos les das la oportunidad de aprender el lenguaje de una forma más eficiente. Los padres acostumbramos a no saber que decir a los bebés, porque vemos que no nos responden, pero son muchas las cosas que podemos hacer: puedes narrarle al niño que es lo que estás viendo en la habitación, lo que has hecho en el trabajo o lo que estás cocinando, o sencillamente puedes explicarle lo que ocurre en el partido de fútbol que estás viendo en televisión. Puedes también decirle cómo te sientes ese día en particular. Hablarle de tus sentimientos a tu hijo es algo que le ayudará a enriquecer el vocabulario de emociones y a desarrollar su inteligencia emocional.
Cuando le hables mejor si lo haces de cara, para que el niño te mire mientras le explicas algo. Piensa que una buena parte del desarrollo del habla se produce gracias a la imitación de los movimientos de los labios y la lengua.
La próxima vez que le hables a un niño que tenga menos de un año fíjate en sus ojos. Podrás observar que mira sobre todo tu boca, en un intento de aprender cómo haces esos sonidos tan divertidos.
Amplia su universo
Para favorecer el desarrollo del lenguaje no limites el espacio de tu hijo a las paredes de casa, al parque o al supermercado. Ya en sus primeros meses al niño le gusta ir a lugares diferentes y estar en contacto con otras personas que enriquezcan sus capacidades lingüísticas.
Si se expone al bebé a situaciones diferentes a las que puede encontrar en la seguridad de su hogar su vocabulario se ampliará. Tanto si vas al banco a hacer un trámite como si vas al cerrajero a hacer un duplicado de las llaves, llévate a tu bebé y permite que conozca el mundo real.
Favorecerás también que, descifrando los sonidos de diferentes personas, cada una con su acento y su forma particular de pronunciar, afine la capacidad de incorporar los sonidos de su lengua e incluso de otras lenguas. Ampliar el círculo social de tu hijo no sólo hará que mejore su capacidad para comprender mensajes, también enriquecerá su vocabulario.
El contacto con otra gente es una fuente segura de enriquecimiento del lenguaje, ya que cada persona con la que esté el niño en contacto le aportará nuevas palabras.
Un ejemplo muy simple, quizás vosotros en casa tenéis vitrocerámica en la cocina, y tu hermana en la suya tiene cocina de gas. Esta insignificante diferencia va a permitir que, si vais de visita a casa de tu hermana, tu hijo esté expuesto a palabras como «gas», «cerilla» o «fogones». Si además os tenéis que desplazar en coche para ir, tu hijo escuchará palabras como «aparcamiento», «parquímetro» o «tiquet».
Otra manera de ampliar el mundo de tu hijo es a través de canciones y de la lectura. Son una alternativa eficaz de exponer al pequeño a palabras nuevas que escuchará una y otra vez.
Recuerda canciones de tu niñez y cántalas en casa y en los trayectos en coche. Tu hijo se aprenderá de memoria las letras y de una forma divertida estará ampliando su vocabulario.
Jugad a las instrucciones
Seguir instrucciones es una tarea más complicada de lo que a simple vista puede parecer. El cerebro, para seguir una instrucción, tiene que poner en marcha un mecanismo complejo.
¿Has montado alguna vez un mueble de IKEA? Si lo has hecho habrás tenido que empezar entendiendo diferentes partes del mensaje y, con ese objetivo, recuperar de tu memoria diversos significados. Si en las instrucciones se indica que has de acoplar cuatro tornillos «X» en la cara posterior del tablón superior de una estantería, tu cerebro deberá realizar un proceso bastante complejo:
- En primer lugar tendrá que identificar los tornillos «X» y diferenciarlos de los tornillos «Y» y de los «Z».
- Posteriormente tendrás que contar cuatro, dejarlos separados del resto y por supuesto no olvidar luego dónde los has dejado.
- Tendrás que acordarte después de que tienes que encontrar el tablón superior e identificar la cara posterior siguiendo las indicaciones del dibujo.
- Sólo entonces podrás coger los cuatro tornillos «X» que habías apartado y acoplarlos a la pieza de madera.
Pues tan complicado como a ti te resulta montar un mueble de IKEA puede ser para un niño de un año entender que tiene que tirar la toallita sucia en el cubo de la basura.
Y para un niño de cinco años entender que para preparar una pizza primero ha de extender el tomate, luego esparcir por encima el queso y finalmente añadir el resto de ingredientes puede ser tan difícil como para ti cualquier otro trabajo manual.
Dicho lo cual puedes entender que dar instrucciones se puede convertir en un juego complejo y estimulante para mejorar la comprensión y la capacidad de tu hijo de trabajar con las palabras.
Te sorprenderá darte cuenta de cómo le cuesta a tu hijo seguir instrucciones mientras ponéis la mesa juntos o cuando preparáis la mochila para el cole. Una frase como «Guarda los muñecos en la caja grande» requiere todo el esfuerzo para un pequeño de dos años. Y para un niño de cinco años será todo un desafío otra frase más compleja como por ejemplo «Echa la leche en la taza, pon dos cucharitas en la mesa y coge dos servilletas del rollo de papel que hay en la cocina».
Además de practicar con tareas del día a día, puedes también jugar con tus hijos dándoles instrucciones divertidas: «Da un salto, da tres pasos y luego haces una voltereta, ¿preparado?».
Tanto si es jugando como si es en la vida cotidiana ajusta la longitud y la complejidad de las instrucciones a la capacidad del niño, y puedes repetirlas las veces que haga falta para que tu hijo entienda lo que ha de hacer. Si le ayudas a que ponga su atención cuando se las das, y también cuando se las repites porque ves que no ha descifrado o retenido el mensaje completo, verás como rápidamente progresa.
Ayudar a tu hijo a seguir instrucciones tiene muchos beneficios. Le permitirá mejorar su capacidad de concentración y de trabajar mentalmente con el lenguaje. Además será una buena forma de desarrollar en él la colaboración y la responsabilidad en las labores domésticas.
Expande y enriquece sus frases
El lenguaje no se limita al vocabulario. Una función algo más difícil de adquirir es la sintaxis, que nos permite combinar las palabras para construir significados.
Uno de los aspectos a destacar de la sintaxis es que podemos combinar las mismas palabras de maneras diversas y con ello crear significados totalmente diferentes. Podemos verlo con estas dos frases:
- «Violeta no quiere jugar porque está enfadada».
- «Violeta está enfadada porque no quiere jugar».
Ambas frases, aún estando formadas por las mismas palabras, tienen una interpretación diferente. En la primera frase el enfado de Violeta es una causa, y en la segunda una consecuencia.
En el caso en que Violeta no quiere jugar porque está enfadada su amiga intentará consolarla dándole un abrazo. En cambio, si Violeta está enfadada porque no quiere jugar su amiga quizás le propondrá otra actividad, como puede ser dar un paseo, porque habrá comprendido perfectamente que jugar es el problema.
Llegar a la conclusión como la que acaba de entender la amiga de Violeta requiere el dominio de las reglas del lenguaje, aunque es algo asequible para un niño de cuatro o cinco años. Eso no quita que haya una gran diferencia entre ser capaces de comprender las normas del lenguaje y ser capaces de utilizarlas para formar frases y párrafos que comuniquen de manera exacta lo que pretendemos decir.
Cuando un niño tiene dos años puedes ayudarle a expandir sus expresiones añadiendo por ejemplo adjetivos y verbos. Si por ejemplo tu hija señala a un perro que está molestando a unas palomas y te dice «Un perro», puedes replicarle incluyendo más palabras: «¡Sí, es un perro muy juguetón!».
A medida que tu hijo crezca puedes ampliar sus frases de una manera más extensa si le ayudas a añadir contenidos o a conseguir que elabore oraciones más complejas:
- Tu hijo: «He visto un camión.»
Tú: «¡Sí! Hemos visto un camión grande que tenía el remolque de color azul.»
- Tu hijo: «He visto un gato.»
Tú: «¡Sí! Hemos visto un gato que iba corriendo y se metía dentro de su casa.»
No se trata de corregir al niño sino de devolverle el mensaje de manera correcta. Los expertos en desarrollo del lenguaje dicen que, a no ser que sea un error muy reiterado, corregir las frases de los niños sin señalar de manera explícita que han cometido un error es la mejor manera de ayudarlos a interiorizar la sintaxis y a utilizarla de forma adecuada. De esa forma además evitamos que el niño se sienta inseguro en el uso del lenguaje.
Incúlcale el amor por la lectura
Los niños que disfrutan de la lectura tienen un vocabulario más rico y mejor comprensión lectora, también redactan mejor y cometen menos faltas de ortografía.
Si bien es cierto que los niños y niñas aprenden a leer y a escribir en el colegio, el amor por la lectura es un sentimiento que se siembra y crece principalmente por el esfuerzo de los padres.
En casa el padre o la madre pueden convertir el rato de lectura diario en un momento mágico, con el pequeño sentado en su falda o tumbado en la cama antes de dormir. El niño al que sus padres leen cuentos cada día conoce más vocabulario, tiene agilidad para reconocer palabras escritas y adquiere el hábito de la lectura diaria.
Deja que sea tu hijo quien escoja el cuento que quiere que le leas, pon entusiasmo e interpreta a los personajes. Seguramente este momento para ti requiera un esfuerzo adicional, por el cansancio acumulado de toda la jornada y porque te puede vencer el sueño… pero piensa en que es un esfuerzo que vale la pena. El momento de lectura del cuento ofrece además una oportunidad única para construir el vínculo y estimular la memoria de tu hijo.
Cuando te tumbas en la cama al lado de tu hijo o cuando lo coges en brazos, el contacto físico o el beso de buenas noches ayudan a generar oxitocina (la hormona del amor, la que hace que nos sintamos unidos a otra persona y seguros a su lado).
Podéis aprovechar también ese momento de calma para cada noche, antes de dormir, hacer un repaso de lo que ha acontecido durante el día. Añade detalles a sus recuerdos e intentad fijaros en dos o tres cosas buenas o divertidas que le hayan ocurrido.
Qué se considera una normal evolución del lenguaje infantil
El habla, uno de los componentes del lenguaje del niño, es algo fácilmente observable, y su evolución es una de las facetas del desarrollo infantil que suscita más interés entre padres y profesores. A todos nos preocupa saber si lo que va haciendo nuestro hijo/a es lo correcto, lo apropiado para su edad cronológica.
Es por ese motivo que como padres nos surgen muchas dudas respecto a la evolución normalizada del lenguaje. Tener información acerca de lo que es una evolución normal, es decir, de a qué edad el niño debería decir esto o aquello, es una preocupación habitual entre quienes tienen hijos pequeños.
El hecho de que las etapas se vayan cumpliendo con normalidad supone una tranquilidad para el adulto que observa con atención la maduración y desarrollo del pequeño. Es por tanto necesario tener unas nociones básicas sobre cuáles deben ser las características a esperar a una edad determinada.
Dicho lo cual, al igual que en otros aspectos del desarrollo de tu hijo, nunca debes tomar como algo rígido las pautas evolutivas en el desarrollo del lenguaje. En el caso de que el pequeño se aleje de forma considerable (sin causa aparente, o sea, sin que exista otro tipo de dificultad asociada) de las orientaciones que se relacionarán a continuación, puedes consultar por qué se está dando esa circunstancia.
La variabilidad es importante en todo aquello que compone el desarrollo infantil y también en el desarrollo del lenguaje. Del mismo modo que no todos los niños y niñas empiezan a caminar a los 12 meses exactos, no todos tienen por qué decir sus primeras palabras coincidiendo con su primer cumpleaños. Las pautas que se dan hacen referencia a la mayoría de la población y, en ese sentido, nos han de servir como punto de referencia y guía.
A continuación se detallan las características fonológicas fácilmente reconocibles desde que el niño tiene un año en adelante, te serán de gran utilidad para ir observando la evolución del habla de tu hijo e ir detectando posibles dificultades:
(Por supuesto que antes de que se produzcan esas primeras palabras, algo que ocurre aproximadamente alrededor del primer año de vida, ya han sucedido muchas cosas interesantes en el ámbito de la comunicación y del desarrollo del lenguaje de tu hijo que van a sentar las bases para que todo lo que viene a partir de esas primeras palabras se vaya produciendo con normalidad.)
De 1 a 2 años:
- Al año aproximadamente aparecen las primeras palabras: «mamá», «papá».
- Es capaz de hacer diferentes variaciones de entonación.
- Aproximadamente a los 2 años, el 50 por ciento de lo que dice el niño puede ser entendido por un extraño.
De 2 a 3 años:
- Hacia la segunda mitad de esta etapa el habla suele ser un 75 por ciento inteligible.
- Va apareciendo la habilidad para producir rimas.
De 3 a 4 años:
- Casi todos los niños pronuncian bien: m, n, ñ, p, t, k, b, g, f, s, x, l.
- El pequeño suele omitir alguna sílaba dentro de las palabras o bien la consonante final.
- Muchos niños intercambian l/r/d: por ejemplo «caleta» por «carreta» o «godo» por «gorro».
De 4 a 5 años:
- Éxito en la pronunciación correcta de: d, ll, r, consonante+l (por ejemplo: Clara).
- Decrece la reducción de grupos consonánticos, cada vez va pudiendo pronunciar más palabras que contengan dos consonantes seguidas (por ejemplo: dragón o piedra).
- Aún pueden darse dificultades en: l/r/d y sustituir una por otra.
- El ciento por ciento del habla ya es inteligible (aunque exista algún error en su pronunciación entendemos aquello que el niño quiere decir).
De 5 a 7 años:
- A esta edad quedan pocos errores residuales; suelen ser: rr, cl, cr, s…
- Los niños tienen habilidad para dividir las palabras en fonemas.
De 7 años en adelante:
- En momentos puntuales puede existir alguna dificultad de articulación.
- Puede haber dificultad para pronunciar palabras complejas de nueva adquisición.
Los baremos aquí aportados llegan hasta los 7 años, porque a esa edad ya se debería haber completado el proceso de adquisición.
¿Qué debemos hacer si esto no es así? Si en el niño o la niña no se dan otro tipo de dificultades (orgánicas, psicológicas, etc.) habrá que considerar que se esté dando una dificultad de tipo fonético-articulatoria o fonológica y sería aconsejable consultar con un profesional.
Fuentes:
– ‘El cerebro del niño explicado a los padres‘ de Álvaro Bilbao,
– y ‘Mi niño no habla bien. Guía para conocer y solucionar los problemas del lenguaje infantil‘ de Mariana Vas.