Sin fuerza de voluntad no podemos conseguir casi nada de lo que nos propongamos. Es uno de los pilares de todo ser humano para que podamos ser proactivos y constructivos, y sobre todo para sentirnos bien. La fuerza de voluntad es algo que podemos trabajar. No se trata de dejar de ser uno mismo ni la esencia que uno tiene, pero sí Ir cambiando aquellas cosas que uno cree que en su vida le van a beneficiar en las relaciones con los demás, en su propia consecución de objetivos y en su crecimiento personal y profesional.

¿Qué es la fuerza de voluntad?

Fuerza de voluntad” contiene una palabra que es voluntad. La voluntad es la capacidad que tenemos las personas para elegir una determinada acción o algo que queremos hacer en la vida.

La fuerza de voluntad es esa capacidad para esforzarnos, trabajar y sacrificarnos para alcanzar un objetivo que está más a largo plazo, y que además supone tener que rechazar un placer inmediato.

Hay veces en que trabajamos de forma constante pero no requiere fuerza de voluntad. Cuando hablamos de fuerza de voluntad supone decir “esto no lo hago porque no me conviene, a pesar de que me apetecería muchísimo”.

Ahí tenemos un primer problema: el sacrificio que las personas tienen que hacer, el rechazar un deseo muy potente. A veces nos cuesta ver los beneficios a largo plazo.

El sistema reflexivo frente al impulsivo.

La fuerza de voluntad requiere del sistema reflexivo. Una persona con fuerza de voluntad normalmente analiza, planifica y ve las ventajas. No toma decisiones o actúa de forma impulsiva.

Por el contrario, las personas con poca fuerza de voluntad responden rápidamente al sistema impulsivo. ¿Por qué? Porque sienten un gran deseo. Se dejan llevar por las emociones y actúan rápidamente sin pensar o sin filtrar. Lo pasan mal y sufren porque hay una parte de ellos que no confía en sí mismos, porque no tienen fuerza de voluntad y si toman una decisión acostumbran a no llevarla a cabo.

Las personas impulsivas muchas veces toman una decisión los lunes, o a principios de mes o de año: “¡voy a hacer régimen!”, “¡voy a estudiar más tiempo!”. “¡voy a colaborar más en…!”. Empiezan con mucha fuerza y lo vuelcan todo en un día, pero luego abandonan. La fuerza de voluntad es un poquito todos los días, siendo constantes.

Imagina que te has puesto a régimen. Ves un chocolate y piensas “¡me lo comería ahora mismo!”. Y empiezas a darle vueltas: “¡pero es que no puedo!”, “¡Sí puedo! ¿y si mañana me muero?”, “¡Me lo voy a comer, total esta vida son dos días!”. Se crea en ti ese debate entre el diablillo que te está diciendo: “¡come, come!” y el Pepito Grillo que te dice que no deberías hacerlo.

Para vencer y trabajar el sistema reflexivo lo que tenemos que hacer es simplemente retrasar. No digas “¡no, no me lo puedo tomar!”. Sí en cambio di: “si el deseo es tan fuerte voy a aguantar 15 minutos, y si dentro de 15 minutos tengo ganas me lo como”. Y dentro de 15 minutos aguanta otros 10. A ver si así, retrasando, no tenemos esa imposición de querer saciar ese deseo de forma inmediata.

¿Personalidad y fuerza de voluntad guardan relación?

No necesariamente. La personalidad es una cosa, podemos por ejemplo tener más pronto o menos pronto, ser extrovertido o introvertido… y la fuerza de voluntad es otra cosa completamente diferente.

No nacemos sabiendo aplicar la fuerza de voluntad, pero todos tenemos la posibilidad de poder desarrollarla en cualquier momento. Desde que somos niños, que es lo ideal, a cuando somos adultos. Cualquier persona que tenga dificultad con su fuerza de voluntad se puede entrenar y hay maneras de hacerlo, eso sí, dependen de una decisión: “¡Quiero aprender o quiero aplicar mi  fuerza de voluntad!”.

Hay personas que pueden ser muy demandantes o autoritarias y al mismo tiempo no tener ninguna fuerza de voluntad. No saben contener o gestionar sus propias emociones.

La fuerza de voluntad son esos pequeños ejercicios que están asociados a responsabilidades, obligaciones y deberes. Un 99% de las personas nos solemos sentir bien cuando cumplimos con nuestro deber. Estamos constantemente en una lucha interna, entre lo que quiero, lo que quiero ahora y lo que debo hacer.

Hay muchos experimentos sobre la fuerza de voluntad. Uno muy conocido es dejar en una sala a unos niños a los que se les da una galleta y se les dice: “puedes esperar diez minutos para comerte dos galletas o te puedes comer una ahora, ¿qué haces?”. Hay niños que tienen la capacidad de distraerse y aplicar herramientas para aguantarse y no comerse la galleta, y después comerse dos. Y hay otros niños que no se pueden aguantar.

Fuerza de voluntad

¿De qué depende tener o no tener fuerza de voluntad?

La fuerza de voluntad es un tema mental, en el sentido sobre todo de una decisión y una determinación. Y algo que es también muy importante: la capacidad para tolerar la frustración.

Las personas que tienen poca fuerza de voluntad generalmente tienen una baja tolerancia a la frustración, se estresan con facilidad y no saben qué hacer. No gestionan bien sus frustraciones o el no me apetece hacer, y se dejan llevar por la pereza.

En ocasiones tenemos que hacer cosas por obligación ―de trabajo o personales― que nos dan mucha pereza y que son fáciles de aplazar. Perdemos mucho tiempo pensando.

Es verdad que todos podemos sentir pereza o poca apetencia en algún momento, pero no debemos dejarnos llevar por eso. El entrenarnos para seguir haciendo lo que debemos hacer nos va a ayudar a sentirnos bien con nosotros mismos.

No es fácil levantarnos temprano por la mañana, no es fácil para los niños hacer los deberes, no es fácil tener que hacer rutinarias tareas cotidianas. Hay personas a las que les cuesta menos trabajo y otras a las que les cuesta más. ¿De qué depende? De práctica. Hay que practicarlo todos los días, aunque sea un poco. Crear costumbre, crear hábito.

Es importante también el compromiso, el sentido de la responsabilidad y del deber. Si uno tiene un compromiso, con respecto a uno mismo o a otros, vamos a aplicar esa fuerza de voluntad.

Hay personas que exigen sus derechos pero después… los deberes para los demás. Con eso hay que tener cuidado, todos tenemos deberes con respecto a nosotros mismos y a los demás.

A veces en el tema de salud hay personas a las que les cuesta aplicar mucho la fuerza de voluntad. Alguien que tiene diabetes y le gustan mucho los dulces, pues no puede tomar dulces. ¿Qué necesita hacer? Pues aplicar la fuerza de voluntad e intentar evitar hacerse daño tomando dulces. Al final, si lo consigue, tiene el placer de haberlo hecho bien y no haberse dejado llevar por los impulsos.

Los tres enemigos de la fuerza de voluntad.

No tener una motivación. Hace falta tener una motivación. Muchas veces la gente nos dice: “deja de fumar, es bueno para la salud. Pero igual a nosotros lo que nos motiva es dejar de fumar para no tener un mal aliento y besar a la chica que nos gusta. Puede parecer un motivo más frívolo que el otro, sí, pero es nuestro motivo. Si tenemos una motivación potente nos vamos a animar.

El caos y la falta de organización. Hay gente que en seguida tiene otra cosa que hacer que prevalece por encima de aquello que se había planteado. Las personas que practican deporte y que llevan una vida sana; que tienen tiempo para estar con su familia, con sus hijos y amigos. A veces no es que tengan más tiempo sino que tienen una mejor organización.

Postergar o procastinar. Postergar es dejar para más tarde aquello que no nos apetece. Y lo que no nos damos cuenta es que tarde o temprano lo tenemos que hacer, y que cada vez que retrasamos aumentamos el nivel de ansiedad que tenemos con la tarea que estamos dejando de hacer. Ponte a ello y actúa. La constancia es un gran aliado. Si no dejas para mañana lo que puedas hacer hoy, te estás evitando el hacer mañana un doblete. Si tengo que estudiar hoy una hora y mañana otra hora, si hoy no estudio mañana voy a tener que estudiar dos.

Fuerza de voluntad

El mundo se divide en dos tipos de personas.

Aquellas que esperan que las cosas sucedan, y otras que hacen para que las cosas ocurran. Deberíamos estar en el segundo grupo.

Muchas veces buscamos un placer o una motivación para todo, y no siempre tiene que ser así. Ojalá encontrásemos una motivación intrínseca, que saliese de nosotros y que nos llevara a actuar. Ojalá todo fuese placentero. Pero es que hay cosas en la vida que las tenemos que hacer porque sí. Muchas veces perdemos la motivación. ¿Es eso una excusa o justifica el no hacer  lo que debemos hacer? La verdad es que no.

Fijémonos en el ejemplo de los astronautas, que tienen que hacer un entrenamiento extremadamente duro. ¿Qué pasaría si se dejasen llevar por la pereza? ¿No harían su entrenamiento? O el caso también de deportistas de élite.

O el de los buenos estudiantes, que una de las cosas que utilizan es la fuerza de voluntad y aunque no estén motivados o tengan un mal día llevan a cabo sus obligaciones.

No siempre podemos cumplir nuestras expectativas o las de otras personas. No siempre podemos estudiar cinco horas. Pero por lo menos hacer un poquito de cada cosa.

Hay que hacer pequeños ejercicios en los que iremos mejorando nuestra tolerancia a la frustración. Si algo no nos apetece no nos quedamos ahí, sino que vamos haciendo poquito a poco.

Si un niño o un estudiante tiene que hacer deberes, o un proyecto ―un trabajo de 10 páginas por ejemplo―, lo razonable no es hacerlo todo hoy sino ir haciendo un poco cada día. Aprender a organizar el tiempo y crear pautas y pasos que faciliten el conseguir los objetivos. Para eso es necesario un compromiso y seguirlo, que no se quede en una teoría.

Cuanto antes digamos “vamos con esto y vamos para adelante. Lo tengo que hacer y cuanto antes le meta mano mejor”, seguramente antes te lo quites de encima y antes puedas empezar a funcionar y a disfrutar de otras cosas que realmente te dan más placer.

Fuerza de voluntad

Fortalecer la voluntad cambiando de hábitos.

Cambio de hábitos.

Una persona se puede plantear “voy a hacer dieta”, o se puede plantear “voy a cambiar y modificar mis hábitos alimenticios”. Modificar los hábitos de alimentación suena menos restrictivo, parece más permisivo. Todo aquello que uno quiere dejar de hacer o se autoimpone cuesta mucho más.

El hecho de sustituir un hábito por otro va a facilitar conseguir el propósito. Por ejemplo, en lugar de decir “ya no puedo tomar más refrescos azucarados” decir “voy a sustituirlo por beber más agua o por tomar algún tipo de infusión”. O “en lugar de ver tanta televisión, voy a sustituir media hora antes de sentarme ante la tele a leer un buen libro o media hora a ir a caminar”. Parece que sustituir una cosa por otra nos facilita y nos ayuda en el cambio.

Exponerse físicamente a la tentación.

¿Exponerse al objeto de deseo puede ayudar a aumentar la fuerza de voluntad? La verdad es que hacer eso al principio es un poco masoquista. Ojos que no ven, corazón que no siente, sobre todo al inicio de un nuevo propósito.

Cuando hablamos de cambiar una rutina o de cambiar un hábito, cuanto más fácil nos sea mejor. Si nos ponemos a dieta, si queremos cambiar nuestros hábitos de alimentación y comer menos azúcar, lo peor que podemos hacer es tener la casa llena de galletas y chocolate.

Cuando ya tengamos esa rutina en la que nos sentimos a gusto, que ya hayamos perdido algo de peso y nos sintamos fuertes e incluso algo más sanos, el que esté el chocolate ahí seguramente no supondrá ningún problema. Podremos decir “no me apetece. Ya que he hecho este esfuerzo y he conseguido lo que he conseguido, ¿para qué la voy a fastidiar?”.

Pero al principio, cuanto más lejos estén las tentaciones será más sencillo para la persona que empieza a cambiar.

La distracción ayuda.

Cuando cambiamos un hábito aparece el deseo, y es un deseo tan fuerte que uno tiene la necesidad de satisfacerlo. El hecho de decir “elaboro una lista para cuando me den ganas de comer ¿qué puedo hacer?: masticar un chicle sin azúcar, hacerme un té, salir a pasear, ponerme a leer…”. El que yo sepa que otras alternativas tengo para sustituir ese deseo inmediato va a ser un facilitador.

¿Qué es el autocontrol?

El autocontrol es la capacidad para manejar nuestros impulsos. No es lo mismo que la fuerza de voluntad, pero es cierto que aquella gente más controlada sí puede llegar a tener más fuerza de voluntad.

La falta de autocontrol lo que provoca es que las personas salten a la mínima. Las personas con falta de autocontrol van en el coche y gritan, les falta paciencia, responden con ira. Aquellas personas con poco autocontrol seguramente cuando les apetezca saltarse el propósito lo harán. El autocontrol tenemos también que entrenarlo, pero siempre y cuando la persona lo quiera entrenar.

¿Cómo podemos mejorar nuestro autocontrol?

Lo primero es autocontrolarnos en aquello que deseamos. Hay gente que nos dice: “deberías ser más paciente” o “deberías no enfadarte tanto”, pero hasta que nosotros no encontramos esa motivación o realmente le vemos el beneficio, no nos implicamos.

Normalmente para cambiar el autocontrol hay que cambiar un patrón de conducta que ha sido muy típico nuestro. Tenemos que estar deseando hacerlo. Y a partir de ahí también tenemos que cambiar la parte cognitiva.

En ocasiones uno salta porque dice “¡no lo puedo soportar!”. El que uno se hable en términos relajados y tranquilos va a hacer que retrase y que maneje esas emociones.

Investigaciones de la Universidad de Minesota dicen que cuidado con querer autocontrolarlo todo, que tampoco es beneficioso. Que no pongamos a prueba un exceso de autocontrol porque la gente se desborda.

Se trata de establecer prioridades: qué quiero manejar primero, para luego manejar otros propósitos. No querer hacerlo todo de golpe porque nos sentiremos tan atados que seguramente no cumpliremos nada.

¿Pueden convivir dos polos opuestos?

Si nosotros tenemos fuerza de voluntad, ¿podemos convivir con alguien que no la tenga? Dos polos opuestos pueden convivir si tenemos respeto.

Imaginemos a alguien muy voluntariosos que dice “yo no me quedo viendo la tele y salgo a correr”, y la otra parte dice “pues mira, yo estoy muy a gusto y prefiero quedarme aquí”.

Si el otro o la otra empieza a pinchar: “¡Hay que ver! No tienes fuerza de voluntad. Tendrías que venir, es bueno para tu salud”, seguramente tendremos un conflicto.

Pueden convivir dos personas de este tipo siempre y cuando se respeten. Siempre y cuando yo te respeto a ti que tienes mucha fuerza de voluntad y tú me respetas a mí que no la tenga.

Porque lo que el otro te pide que hagas con fuerza de voluntad seguramente no es interesante para ti. Se tiene que tener una motivación muy potente para poder generar un cambio. El que alguien te diga que tienes que hacerlo porque para él es importante en su escala de valores, igual no tiene nada que ver con la escala de valores tuya. Por tanto el respeto es lo que puede hacer que dos personas así terminen conviviendo.

Decálogo para entrenar la fuerza de voluntad.

■ Necesitas un motivo. El que alguien te diga “tienes que salir a correr” no es motivo. Tiene que salir de ti. Y si uno dice “yo no salgo a correr porque la salud me importa poco, me importa más el físico”, cada uno con su motivo, ninguno es cuestionable.

■ Establecer objetivos (establecer un plan). Todo aquello que planificas se aleja de la improvisación, por lo tanto es más difícil romperlo. Si el plan es por escrito mucho mejor. En él tienes que incluir a la persona que tienes que contactar para salir a correr contigo, o el teléfono del gimnasio, o el del nutricionista con el que te vas a poner a hacer un régimen. Que el plan contenga todo, cuanto más planificado lo tengamos más probabilidad hay de que llegue a término.

■ Presta más atención al sistema reflexivo. El que yo sienta esa necesidad imperiosa de hacer algo no significa que la tenga que obedecer. Vamos a acostumbrarnos a convivir con los deseos y a no satisfacerlos de forma inmediata. Esa es una respuesta muy animal y las personas tenemos nuestra parte cognitiva y la paciencia para trabajarla.

■ Organización. No siempre es cuestión de falta de tiempo el no hacer deporte o no hacer régimen o no llamar a un amigo. A veces es que no nos organizamos bien.

■ El buen hum😊r y el equilibrio. Si tú estás en paz, si te ríes, si prestas atención a los pequeños detalles y disfrutas de la vida, va a ser mucho más fácil que mantengas una fuerza de voluntad en un propósito. Si eres una persona irascible, o que de alguna manera estás triste, lo normal es que no te apetezca mantener ese esfuerzo y el trabajo que requiere conseguir algo.

■ Elige tus prioridades. Para no tener que echar mano de ese sacrificio y de ese autocontrol. Coge primero un propósito, y cuando hayas conseguido ese coge otro. Se trata de no intentar cambiar toda nuestra vida a la vez porque en seguida vamos a desistir.

■ Ojos que no ven, ❤ que no siente. Si no pones la tele no sabes que hay una película súper atractiva para quedarte en el sillón y no salir a caminar.

■ Recuerda las consecuencias. Hay veces que las consecuencias son a tan largo plazo que me olvido porque estoy haciendo la dieta: “quiero volver a tener la talla con la que yo me vestía hace dos años, cuando empecé a dejarme”.

■ Métete en el buen bucle. Date tiempo. Date un tiempo de dos semanas: dos semanas para empezar a aprender un idioma, dos semanas para empezar a caminar… Una vez que ya estás metido en esa nueva rutina y te sientes bien te costará más salir. El problema a veces son los primeros días.

■ Más zanahoria y menos palo. ¿Qué ocurre cuando uno se pone un propósito y de repente lo rompe? “¡Hay que ver! ¡No eres capaz! ¡Eres un vago! ¡No tienes fuerza de voluntad!”. Uno mismo se machaca. Las cosas tienen que fluir. Incluso para conseguir ser constantes necesitamos tiempo. Que un día no sales a correr, pues no pasa nada, ya saldrás mañana. De lo que se trata es que esto se convierta en una filosofía de vida.

¡Vamos, que tu puedes! Uno tiene que hablarse en esos términos: “¡Vamos, tu puedes! ¡Puedes hacerlo! ¡Estás preparado!”. Te tienes que animar a ti mismo.

 

Fuente: La aventura del saber de RTVE (10/10/2017) / Para todos la 2 de RTVE (13/01/2014) / Imágenes: flickr Donnie Ray Jones, Gerry Thomasen, M a n u e l y David Martín :: Suki_ ::