¿Qué tenemos que elegir contra el dolor, la fiebre y la inflamación? Ibuprofeno, paracetamol o aspirina? ¿Qué es mejor o peor, sentir dolor o no sentir? ¿Hay personas más sensibles al dolor que otras? Los fármacos más conocidos y utilizados habitualmente contra el dolor son la aspirina ―o ácido acetilsalicílico―, el ibuprofeno y el paracetamol, pero, ¿qué sabemos de ellos? Son medicamentos analgésicos, antiinflamatorios y antipiréticos ―reducen el dolor, la inflamación y la fiebre― pero lo hacen en proporciones diferentes. Además pueden afectar al estómago, a la coagulación y al riñón. Se tendría pues que adaptar el fármaco y la dosis a cada caso.
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Medicamentos calmantes para el dolor.
A tres grandes males ―dolor, inflamación y fiebre― tres grandes medicamentos ―aspirina, ibuprofeno y paracetamol―. ¿Qué criterio deberíamos usar para utilizar uno u otro?
Lo primero que tenemos que saber que en nuestro organismo hay unas enzimas que se llaman Ciclooxigenasa 1 (COX-1) y Ciclooxigenasa 2 (COX-2), e intervienen sobre muchos factores de nuestra fisiología. Por ejemplo el COX-1 tiene una relación directa con la función plaquetaria, también en la protección antiácida de nuestro estómago y con los riñones.
¿Qué ocurre cuando tenemos una enfermedad? Ocurre que suben los niveles de COX, pero sobre todo los de COX-2. Y esta subida de COX-2 comporta un aumento del dolor, también de la fiebre y de la inflamación y esto llega a crear un efecto de retroalimentación. Y como nos queremos librar de esos síntomas tomamos los medicamentos y conseguimos que baje el nivel de COX, con lo cual disminuirá la inflamación, disminuirá la fiebre y disminuirá el dolor.
Pero al tomar la medicación hemos hecho bajar los dos COX ―por tanto también baja el COX-1―, con lo cual disminuye la función plaquetaria, disminuye también la protección contra la acidez y se perjudica de alguna manera a los riñones. Es decir que tenemos unos efectos secundarios evidentes. Por eso es importante la opinión del médico, que nos dirá si los podemos tomar o no y cuál de ellos hemos de tomar.
Aspirina, ibuprofeno y paracetamol, efectos secundarios y eficacia.
Los tres medicamentos se utilizan para quitar el dolor, son analgésicos muy efectivos y son uno de los grandes inventos de la farmacología. También los tres quitan la fiebre.
Una pregunta que se acostumbra a hacer mucha gente es si el paracetamol es antiinflamatorio, la respuesta es que no lo es. Si tenemos inflamación la Aspirina o el ibuprofeno bajarán la inflamación, pero el paracetamol no. El paracetamol nos quitará el dolor pero no bajará la inflamación.
En función del tipo de patología y del tipo de dolor que tengamos escogeremos uno u otro.
Si comparamos la eficacia de estos tres medicamentos:
―Como analgésico: el número uno es la aspirina, en segundo lugar el paracetamol y en última posición el ibuprofeno.
―Como antitérmico, para hacer bajar la fiebre: en el número uno está la aspirina, y a continuación en una situación a la par quedarían el ibuprofeno y el paracetamol.
―Como antiinflamatorio: la posición número uno vuelve a ser para la aspirina, quedando en segundo lugar el ibuprofeno y en tercer lugar el paracetamol.
Vemos que la aspirina gana en los tres casos, pero ¿qué ocurre cuando analizamos los efectos secundarios de cada uno de ellos?
El que tiene menos efectos secundarios ―que no quiere decir que no tenga― es el paracetamol, la segunda posición es para el ibuprofeno, y por último está la aspirina, que no es que sea la campeona sino que es la supercampeona en efectos secundarios.
¿Cuál es la dosis de paracetamol en adultos? ¿Y para niños? ¿Y para bebés?
Paracetamol sí, pero con cuidado. Es uno de los fármacos más utilizados en todo el mundo para cualquier tipo de dolores y la fiebre, y suele tenerse por inocuo. Uno de los problemas habituales es que se consume en dosis demasiado altas ―en torno a un gramo cada 8 horas― y a veces durante demasiado tiempo seguido.
De paracetamol la dosis correcta para un adulto debe estar entre 500 y 650 mg cada 8 horas. La dosis máxima es de 1 gramo cada 6 horas (4 gramos al día). El paracetamol es tóxico por encima de 6 gramos al día.
Deben tener precaución aquellos pacientes con alguna enfermedad de hígado, ya que puede producir alteraciones si se toma una dosis excesiva. Según un estudio realizado en siete países europeos la sobredosis de paracetamol es la quinta causa de fallo hepático agudo. Las dosis de un gramo aumentan el riesgo de intoxicarse de manera intencionada o no, porque se encuentra muy cerca de la dosis letal. Los efectos del paracetamol pueden condicionar el fallo agudo e irreversible del hígado y hacer necesario en algunos casos el trasplante hepático.
En el caso de los niños, es un error el no darles nada hasta que aparece la fiebre; si hay dolor también se debe dar analgésico según las indicaciones del pediatra y siempre en función del peso de los niños. Los niños y los bebés son especialmente vulnerables al consumo de medicamentos y necesitan dosis especiales.
En el caso de mujeres embarazadas y madres en periodo de lactancia, el paracetamol es el único medicamento que pueden tomar por su cuenta (en dosis no elevadas).
En el caso de los ancianos, el problema de este colectivo es que normalmente tienen patologías y tratamientos previos (hipertensión, problemas renales…) estando más limitado el uso de antiinflamatorios que pueden producir aumentos de tensión y daño renal. La tendencia es recomendar cada día menos antiinflamatorios y en dosis mínimas, y solo de forma puntual. Mejor optar por el paracetamol.
¿Por qué tiene mala fama la Aspirina? ¿Qué es el Adiro?
La Aspirina es un clásico. Tiene un pequeño problema respecto al paracetamol y al ibuprofeno que es que no está financiada por la Seguridad Social. En realidad el ácido acetilsalicílico sí que está financiado pero como antiagregante plaquetario. De hecho es el cuarto medicamento más prescrito pero con la función de antiagregante, no con la función de antiinflamatorio.
Según datos de 2016, Adiro fue el medicamento más vendido en España con 18,5 millones de unidades dispensadas. Por encima del analgésico Nolotil del que se vendieron 18 millones de unidades y del Enantyum del que se vendieron 11,3 millones.
Adiro, a pesar de su nombre, es un medicamento del laboratorio Bayer que tiene la categoría EFG (es un medicamento genérico). Por tanto, si en la receta viene prescrito acido acetilsalicílico, en la farmacia nos pueden dispensar indistintamente Adiro o por ejemplo acido acetilsalicílico Cinfa o acido acetilsalicílico Kern.
El Adiro lleva acido acetil salicílico en una cantidad menor que la Aspirina. En vez de ser como una aspirina normal de las que podemos comprar ―de 500 miligramos― para por ejemplo el dolor de cabeza o muscular, el adiro es de 100 o de 300 mg. Son unas dosis más bajitas que se utilizan para evitar los coágulos en la sangre. El Adiro se les receta a las personas que han tenido episodios de accidentes cardiovasculares o cerebrovasculares previos.
Las propiedades vasodilatadoras de la aspirina pueden ser una ventaja o un inconveniente. Por ejemplo chicas que tienen la regla la Aspirina es lo que no han de elegir porque entonces la hemorragia podría ser algo mayor, y para que complicarse la vida teniendo otras alternativas. En cambio en gente que ha tenido un infarto, que tiene problemas de trombosis, dosis bajas de Aspirina son útiles para mantener el sistema circulatorio más fluido y disminuir la posibilidad de infartos. En menores en cambio no se da hoy día la Aspirina porque se ha visto que tiene problemas en niños hasta los 10 años pudiendo provocar algún síndrome grave, y los pediatras prefieren dar paracetamol y evitarse riesgos.
La Aspirina al ser de venta libre es más cara y por eso la gente ha dejado de comprarla, cuando vamos al médico lo habitual es que nos receten paracetamol o ibuprofeno. La Aspirina se ha dejado de comprar en parte por su precio y en parte también por esa mala fama que tiene de que hace daño al estómago, mientras que el paracetamol no es agresivo para el estómago. La Aspirina era la reina hasta que llegó el paracetamol y la desbancó.
El paracetamol en su momento hizo una campaña muy fuerte cuando salió, diciendo que atacaba a la cabeza sin atacar al estómago, y convenció a la gente de que había que utilizar el paracetamol. Pero el paracetamol realmente no es antiinflamatorio como la aspirina y no se sustituye uno con otro, si tenemos un dolor por inflamación o un dolor muscular el paracetamol no va a ser tan efectivo como lo es la aspirina. Ocurre que luego apareció otra alternativa que es el ibuprofeno, y ahí sí la aspirina y el ibuprofeno compiten bien porque los dos son analgésicos, los dos bajan la fiebre y los dos son antiinflamatorios.
Había una leyenda negra que tiene que ver con la Aspirina que se vendía en las farmacias militares. Según se cuenta tenía más miligramos, e incluso había un pequeño tráfico si alguien tenía un familiar en un cuartel que las pudiese sacar. La Aspirina que hoy en día se comercializa es de 500 mg y realmente no es necesario utilizar más dosis en ningún caso, con 500 mg es suficiente para el dolor normal.
Ocurre como con el paracetamol, que una dosis de 500 o 650 mg es efectiva y en cambio la gente está habituada a pedir el paracetamol 1000 mg, ¿por qué el paracetamol 1 gramo si con el de 500 mg es suficiente?
Otro tanto pasa con el ibuprofeno del que todos queremos el de 600 mg, y hay que saber que en Europa realmente no se vende el ibuprofeno de 600 mg sino que se vende el de 200 o el de 300 mg. Mejor quedarnos con una dosis normalita.
En caso de que optemos por tomar aspirina, la dosis razonable sería cada 8 horas igual que cualquier otro antiinflamatorio.
El ibuprofeno.
El ibuprofeno es uno de los analgésicos más utilizados hoy (antes lo era la Aspirina), y como todo hay que saber cómo utilizarlo: determinadas dosis quitan el dolor, si necesitamos que sea antiinflamatorio deberemos tomar dosis más elevadas.
Mucha gente lo toma habitualmente ante un dolor de cabeza, o es también muy frecuente en chicas que tienen molestias durante la menstruación el tomar mucho ibuprofeno para quitar mucho el dolor. Es un error, porque con determinadas dosis ya quita el dolor y por mucho más que nos tomemos no lo va a quitar más. Si tuviésemos una inflamación sí se tendría que tomar más.
Depende de si una persona es pequeña o grande que necesitará más o menos dosis, y dependerá así mismo del metabolismo de cada uno que también es diferente. Pero siempre es bueno tomar la mínima cantidad posible de cualquier medicamento. Cuanto menos mejor, por principio. Por tanto está bien buscar cuál es la dosis mínima que nos es efectiva, y si no necesitamos acción antiinflamatoria quizá con poco ibuprofeno ya tendríamos suficiente.
La toxicidad de estos tres medicamentos.
Tenemos que tener también en cuenta la toxicidad que pueden tener los medicamentos. Porque todos los medicamentos aunque son muy seguros ―y no solo los medicamentos sino todos los productos, incluso los medicamentos naturales― tienen efectos secundarios que son potencialmente malos.
A veces conviene pensar en que problemas o inconvenientes tienen. Aunque todos quitan el dolor con mucha efectividad, sabemos que la aspirina y el ibuprofeno dañan ―a dosis altas― el tracto gastrointestinal. La Aspirina por ejemplo no la podía tomar la gente que tenía úlcera de estómago porque dañaba más el estómago.
El paracetamol en cambio afecta al hígado, de forma que tienen que ir con cuidado las personas que tienen patologías hepáticas porque seguramente no les conviene.
¿Podemos combinar dos analgésicos diferentes? ¿Se suman sus efectos?
Hay quien opta por tomar dos analgésicos diferentes pensando que de esa forma se le irá antes el dolor. No se suman los efectos buenos y sí en cambio se suman muchas veces los efectos malos. De forma que automedicarse y hacer estos razonamientos que a veces hacemos… Los medicamentos tienen su metabolismo y hay que ir con cuidado.
Los nociceptores, una triple alarma.
¿Qué es el dolor? El dolor es un sistema de alarma que comienza con la excitación de los sensores. Estos sensores no son unas células aparte, sino que son simples terminales adaptadas de las neuronas. Hay tres grandes clases de nociceptores: térmicos, mecánicos y polimodales. Todos ellos tienen en común la existencia de umbrales de excitación elevados, si los comparamos con los receptores del tacto y de la temperatura normales. Esto implica que normalmente no se activan en ausencia de estimulaciones nocivas.
Por tanto tenemos tres tipos de nociceptores:
―Sensores de temperatura.
―Sensores de presión.
―Sensores polimodales. Que detectan temperatura y presión pero también sustancias químicas, como por ejemplo la que nosotros mismos generamos en una inflamación dolorosa.
Cuando se excitan estos nociceptores ―se llaman así porque nos dan a conocer aquello que es nocivo para nosotros― envían la señal, a través de la propia neurona, hacia la columna vertebral. Para enviar esa señal tenemos dos tipos de fibras:
―Fibras gruesas y superrápidas (fibras a delta). A través de ellas envían la señal tanto los sensores de presión como los de temperatura.
―Fibras delgadas y lentas. Son las que están conectadas con los sensores polimodales.
Cuando a través de esa neurona ―que puede ser larguísima― se llega al centro integrador, ésta se conecta con otra neurona que va hasta el cerebro donde se interpreta el dolor.
Si en un momento determinado yo me quemo, habré retirado el brazo sin que mi cerebro sea consciente de qué es lo que está pasando, es el arco reflejo y funciona de la siguiente manera: la señal que ha ido a través de la fibra rápida llega al centro integrador, y ahí se produce una excitación simultánea de la fibra muscular que ordena huir y secundariamente se informa al cerebro. El cerebro, un poco más tarde, recibirá también la señal desde la neurona polimodal.
Las neuronas de fibra fina son las que están asociadas al dolor persistente y sordo, mientras que las de fibra gruesa y rápida se asocian con el dolor agudo e intenso. Pero la percepción del dolor se puede modular, y eso depende en gran medida de las sustancias que haya generado el cerebro que son sobre todo hormonas y neurotransmisores. Si nosotros solamente al ver una aguja ya nos asustamos probablemente sentiremos bastante dolor. En cambio si estamos en plena lucha estaremos generando endorfinas ―un opiáceo o analgésico natural― que nos vuelve temporalmente insensibles al dolor.
El dolor, ni poco ni mucho.
Si modelásemos una figura humana en proporción directa a la cantidad de corteza cerebral que dedica a cada parte de su cuerpo, nos resultaría una figura similar a esta:
Parece desproporcionada, ¿verdad?, pero destaca algunas de las cosas que nos hacen únicos como humanos. Por ejemplo las manos, que son herramientas de extremada precisión. También destaca la boca y la lengua, porque tanto comer como hablar son ejercicios de muchísima complejidad. Destaca la mirada, somos animales muy visuales. En cambio, otras partes del cuerpo de movimiento muy simple requieren poca dedicación por parte del córtex.
Tenemos una gran cantidad de sensores que nos permiten saber cómo son las cosas que tocamos, nos permiten saber cómo nos movemos, dónde estamos e incluso qué gusto tienen las cosas. Y con todo eso es posible hacer una cierta topografía de la sensibilidad, sobre todo de la sensibilidad motora ―lo que se conoce como propiocepción―. En cambio es imposible hacer un mapa estándar de la sensibilidad al dolor, porque el dolor es una sensación muy subjetiva
El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, propia de todos los seres vivos con sistema nervioso central. Funciona como una señal de alarma que avisa y protege ante el daño físico. Para sobrevivir se tiene que percibir el dolor, y hay que reaccionar a él a tiempo huyendo o combatiendo.
El dolor básico es el llamado dolor agudo, de corta duración y mucha intensidad. El sistema sensorial recibe un estímulo nocivo ―como una descarga eléctrica― y genera una reacción instantánea de huida incluso antes de que seamos conscientes.
La percepción dolorosa es completamente subjetiva, hay muchos factores físicos y psicológicos que la modifican. El sexo, la edad, el nivel cognitivo, el nivel cultural, la personalidad, el estado de ánimo, el ambiente o las experiencias previas amplían o reducen la percepción del dolor. Pero a pesar de las diferencias individuales hay dolores que todos consideramos insoportables.
Insensibilidad al dolor físico.
Como tantas cosas en la vida el dolor es una cuestión de término medio, ni poco ni demasiado. Una cosa es resistir temporalmente el dolor y otra muy diferente no notarlo en absoluto. Una diabetes, al cabo de los años, puede causar una degeneración de los nervios periféricos y la pérdida de sensibilidad por ejemplo en uno de los pies. Y un pie insensible se puede llagar con facilidad y puede llegar a requerir incluso una amputación.
Si la neuropatía que se padece hace que ese pie sea insensible lo deja totalmente desprotegido frente a agresiones externas. La persona afectada se podría clavar algo y no notarlo, o que le entrase una piedrecita en el zapato y le provocase una llaga y no percibirlo. Se daría cuenta al ver el calcetín manchado o al manchar la cama pero no por dolor, y eso es un gran problema. En estos casos tener dolor es bueno.
Otro problema que puede originar esta insensibilidad en el pie, en el caso de que se haya tenido que amputar algún dedo, es que el apoyo del peso del cuerpo se redistribuye tanto en la marcha como en una posición estática. El podólogo ha de estudiar ese apoyo para corregirlo y evitar la aparición de nuevas llagas. Si a un pie le falta un dedo tendrá un exceso de apoyo, y para corregir eso la persona deberá utilizar siempre unas plantillas ortopédicas hechas estrictamente a medida, para que aguanten el pie y para descargar la zona de presión. Todo ello con un calzado de ancho especial y bien forrado por dentro. Es muy importante para estos enfermos no bajar la guardia porque tienen todos los números para hacerse una nueva lesión, y el día a día de cuidarse los pies es fundamental.
Estudiando el cerebro para entender el dolor.
Como el dolor está estrechamente vinculado al sistema nervioso la mejor manera de estudiarlo es observando el cerebro. Desde el año 2006 en el Hospital del Mar de Barcelona estudian el cerebro con la técnica de la resonancia magnética, y con ello tienen otra percepción del dolor.
Con el aparato de resonancia magnética se van midiendo los cambios de concentración de oxígeno en el cerebro, y por tanto es posible conocer la actividad de las neuronas ―a más consumo de oxígeno más actividad―. La prueba realizada en el Hospital del Mar consiste en ir aplicando a la persona que se somete al experimento estimulaciones dolorosas. Antes de cada estimulación dolorosa suena un aviso auditivo para preparar al paciente.
Se observa como la activación cerebral de respuesta al dolor aparece de manera anticipatoria cuando suena el aviso. Durante la estimulación dolorosa la actividad cerebral se mantiene. Finalmente, cuando la estimulación dolorosa se acaba, la actividad cerebral persiste unos segundos más. El dolor se inicia de golpe pero desaparece lentamente.
La resonancia magnética también permite comparar el patrón de activación cerebral del dolor agudo con el dolor crónico. El dolor crónico ―aquel que persiste en el tiempo― puede ser regional como la artrosis o general como la fibromialgia.
En la fibromialgia ocurre un fenómeno muy curioso, hay un problema de conexión entre determinadas áreas del cerebro y unas áreas muy concretas: áreas auditivas, áreas visuales y áreas táctiles. Una forma fácil de entenderlo es si cualquiera de nosotros pensamos por ejemplo en cuando se hace de noche. Todo se vuelve oscuro y dejamos de percibir estímulos de fuera ―podríamos decir que estamos mal conectados con el mundo externo― y pasamos a experimentar el mundo interno, sentimos los latidos del corazón y sentimos cualquier tipo de dolor y de sensación. Esto, de alguna forma, es lo que le pasaría a las fibromialgias durante todo el día. Además estas enfermedades crónicas con el tiempo pueden empeorar y llegar a producirse un fenómeno llamado sensibilización central al dolor.
¿Qué es la sensibilización central al dolor? Ocurre que cuando uno experimenta mucho dolor durante mucho tiempo, determinados circuitos en su médula y en su cerebro se activan. Es como si se activase un interruptor que ya no se apagará más, aun cuando el estímulo inicial haya acabado. Es decir que el dolor cobra vida propia, sigue y sigue y sigue aunque ya no esté el estímulo inicial.
Analgésicos para tratar el dolor.
Hay dos tipos básicos de analgésicos para combatir el dolor y los dos actúan sobre el sistema nervioso: los analgesicos no opiáceos y los analgesicos opioide.
Cuando se produce una lesión, si por ejemplo nos quemamos en la punta de los dedos, se activan los sensores periféricos. Si estamos ante un dolor moderado, ese dolor leve se tiene que tratar con un grupo de fármacos que son los analgésicos no opiáceos ―como el paracetamol o el ibuprofeno―. Estos fármacos van a actuar a nivel de los sensores periféricos sobre todo, y lo que van a hacer una vez nos los tomamos es disminuir la captación de señales dolorosas por parte de estos sensores periféricos pudiendo incluso apagar alguno de ellos. Pero van a seguir entrando señales dolorosas porque son estímulos extremadamente necesarios para nuestra supervivencia.
Si en vez de ser un dolor leve se trata de un dolor mucho más fuerte, provocado por una lesión más importante, se va a activar una gran cantidad de sensores ―y no sólo una gran cantidad, sino que la activación de cada uno de estos sensores va a ser de mucha mayor intensidad―, con lo cual la información dolorosa que se va a transmitir va a ser también de una gran intensidad nada comparable con el dolor leve de antes. Los fármacos que antes servían para frenar ese dolor leve evidentemente a este dolor mucho más fuerte van a ser incapaces de frenarlo.
Entonces, ¿cómo podemos combatir este dolor mucho más intenso? Aquí el médico puede decidir un tratamiento con un analgésico opiáceo, y en ese caso ya cambia totalmente el mecanismo por el cual actúa el medicamento.
Fármacos opiáceos hay muchos, el más conocido es la morfina. ¿Qué es lo que va a hacer en nuestro organismo un fármaco estilo morfina? Lo primero que va a hacer es actuar a nivel periférico ―aunque por un mecanismo diferente al ibuprofeno― disminuyendo la entrada de esos estímulos dolorosos y en algunos casos incluso pudiéndolos frenar. Pero los estímulos dolorosos siguen entrando, y esos estímulos dolorosos que siguen entrando se siguen transmitiendo a través de los nervios periféricos.
A nivel de la médula espinal es el sitio principal de acción del opiáceo, porque ahí es donde va a cortar la entrada de esos estímulos dolorosos haciendo que la información que nos llegue al cerebro se disminuya de una manera muy significativa. Se frena el dolor a nivel de la periferia y se frena a nivel de la médula espinal, nos llega muy poca información pero algo de dolor todavía nos sigue llegando.
Y ahí está el tercer lugar donde va a actuar la morfina, el opiáceo nos va a modificar la interpretación que el cerebro hace del dolor ―se va a seguir sintiendo dolor, pero ese dolor nos va a hacer menos daño― y lo vamos a ver como algo no tan negativo.
Por tanto el de la morfina es un mecanismo tremendamente eficaz al que tenemos que sumarle un cuarto mecanismo adicional, y es que en nuestro cerebro tenemos un sistema de analgesia endógeno. A nadie nos gusta que algo nos duela, en cuanto algo nos duele activamos unas sustancias ―unos opiáceos endógenos― que nos frenas el dolor. La morfina, cualquier opiáceo, también va a activar este sistema de analgesia endógeno ―este sistema de inhibición del dolor― que finalmente lo que va a hacer es frenar la entrada del dolor justo a nivel de la médula espinal.
En resumen, los analgésicos no opiáceos actúan inhibiendo los sensores periféricos del dolor, mientras que los analgésicos opiáceos además de inhibir los sensores periféricos, inhiben la médula espinal, modifican la interpretación cerebral y estimulan la secreción de analgésicos del propio organismo.
El inconveniente que tienen los analgésicos opiáceos es que pueden causar adicción, por eso sólo se administran bajo estricta supervisión médica. Por el contrario, los analgésicos no opiáceos se pueden obtener en cualquier farmacia sin receta médica. Desgraciadamente la automedicación a menudo es inadecuada.
Automedicación prudente y segura.
¿Sabes qué tomar cuando algo te duele?
No es una pregunta baladí, si tenemos en cuenta que hay varios tipos de analgésicos que están al alcance de cualquiera en la farmacia sin necesidad de receta. Nos encontramos ante un montón de presentaciones al ir a comprar.
Al final son sólo tres o cuatro compuestos farmacéuticos pero nos presentan veinte marcas y cincuenta presentaciones diferentes: soluble, que se disuelve rápido, que se disuelve lento, que se toma en líquido, que se toma en jarabe… y eso a veces también afecta al efecto protector: si se absorbe más deprisa quita el dolor más deprisa, o si prefieres que se absorba lentamente y te dure más el efecto.
Si ante una dolencia leve queremos tomar un analgésico por cuenta propia será mejor tener a mano algunas claves, porque no todos los analgésicos sirven para cualquier dolor. Los más habituales son paracetamol, ibuprofeno y Nolotil. Sigue estos consejos para una correcta y prudente automedicación en caso de padecer alguno de los dolores leves más habituales:
Tengo fiebre.
Cualquier analgésico nos puede ir bien, y sobre todo el que uno ya tenga experiencia. A cada persona le va mejor el que tolera mejor, el que está acostumbrado a tomar y sabe que no le va a producir ningún efecto secundario.
Me duele la cabeza.
Ocurre lo mismo, el mejor analgésico para dolor el de cabeza es el que uno ya conoce. En general el más seguro es el paracetamol, y es el que se debe tomar en primer lugar cuando uno no tiene experiencia de tomar otro.
Tengo dolor de muelas.
El metamizol (Nolotil) va bastante bien, pero cualquier antiinflamatorio o el propio paracetamol para quitar el dolor pueden funcionar.
Tengo dolor de garganta.
Paracetamol o ibuprofeno, o cualquier otro antiinflamatorio están indicados y funcionan bien.
Tengo dolor muscular.
¿Qué tomar para el dolor muscular? En los dolores musculares, que suelen asociarse a traumatismos o esfuerzos, suelen ir bastante bien los antiinflamatorios, cualquiera de ellos: ibuprofeno, naproxeno, dexketoprofeno o toda la farmacopea que tenemos.
Me he caído y me he dado un golpe en un codo.
Lo mismo, un antiinflamatorio va a ser siempre lo más indicado. Después de poner hielo y reposo del miembro afectado.
Tengo dolor de estómago. Tengo dolor de barriga o de tripa.
Ante dolores abdominales en general hay que tener mucho cuidado. En el caso de dolor estomacal está muy poco indicada la autoadministración de medicamentos, puesto que puede enmascarar patologías graves. En un dolor de estomago las causas pueden ser diversas: puede haber una perforación, puede haber una apendicitis, puede haber toda una serie de problemas por lo que se recomienda en general no usar analgésicos por cuenta propia. Como mucho en el contexto de una gastroenteritis, o si se toma un analgésico se recomienda tomarlo de forma puntual ―un solo analgésico― y en el caso de que no funcione no seguir tomando analgésicos para enmascarar el dolor.
Tengo dolor menstrual, dolor de ovarios.
En los dolores de regla lo que se usa tradicionalmente sobre todo son los antiinflamatorios. ¿Cuál es para este caso el mejor antiinflamatorio? Naproxeno e ibuprofeno son los más utilizados y los que mejor funcionan. Y funcionan además especialmente bien si se usan desde el principio del dolor, más como para evitar el dolor que una vez que ya se ha producido de forma intensa. Como es algo cíclico, como es algo que se usa de manera regular, es especialmente recomendable que las mujeres que tienen dolor menstrual tengan su medicamento a mano y lo tomen enseguida cuando empiezan los primeros síntomas.
Tengo agujetas.
Cualquier analgésico nos puede ir bien. Es daño muscular y por tanto los antiinflamatorios están indicados.
¿Sólo con la mente podríamos controlar el dolor?
Aparte de los analgésicos hay otras maneras más agudas e incómodas de dominar el dolor como el faquirismo. La palabra faquir procede de la lengua persa y quiere decir pobre, pero en realidad los faquires tienen una capacidad muy valiosa: autocontrol, concentración, dominio de la mente sobre el cuerpo. Es algo que no se aprende con facilidad y requiere muchos años de aprendizaje. Las personas, aunque no seamos faquires, podemos leer libros de autosugestión de la mente y dominar el cuerpo, es positivo para dominarse uno mismo y quizás evitar el tomar tantos medicamentos.
Vademécum médico. El libro de los medicamentos.
Tanto si el dolor es crónico como si es agudo la estrategia principal para combatirlo son los medicamentos. Vademecum es un manual muy famoso en el mundo de la medicina y de la farmacología.
Su título en latín es una contracción de dos vocablos: vade y mecum y quiere decir “ven conmigo”, porque en realidad es tan importante que seguramente todos lo deberíamos llevar encima. Contiene todos los medicamentos que tenemos disponibles a día de hoy con sus aplicaciones. Miles y miles de medicamentos.
Cuando vamos al médico la inmensa mayoría de las veces lo hacemos porque tenemos dolor, sin embargo ese hecho no se refleja en el vademécum. Menos de un 10% de las entradas―seguramente alrededor de un 5%― se dedican a medicamentos para tratar el dolor. La única cosa que esto evidencia es que en realidad el dolor es fundamental para la supervivencia, y por tanto para combatirlo farmacológicamente sólo lo podemos hacer con vías metabólicas muy determinadas.
¿Qué son los medicamentos genéricos? Principio activo y excipientes.
Un medicamento genérico se fabrica cuando ha vencido la patente de una marca. Su precio de venta es más barato porque no incluye los costes de investigación.
Cuando tomamos un medicamento, en realidad la cantidad de principio activo ―la sustancia farmacológica que tiene efecto― es tan pequeña que en realidad no sería práctico fabricar pastillas. Lo que se hace es añadir lo que se denominan excipientes: almidón y sacarosa sobre todo. Esas tres sustancias se mezclan y pasando a través de una máquina se comprime a presión y se acaban fabricando los comprimidos, de ahí su nombre. El ibuprofeno, por su mal gusto, se ha de recubrir de una pequeña película para que sea más fácil de deglutir; en cambio el paracetamol no necesita esa sustancia.
Automedicación.
Programa Tres 14 de RTVE.
Contraindicaciones, efectos secundarios… el prospecto de un medicamento está plagado de una información que muchas veces pasamos por alto, no siempre nos medicamos bien. Un gran número de los ingresos en urgencias se debe al mal uso de un fármaco. Los jarabes para la tos seca contienen codeína, un compuesto que en dosis elevadas tiene un efecto alucinógeno y puede ser adictivo. El cloruro de etileno es un analgésico similar al Reflex que esnifado se convierte en un poderoso estimulante. Son medicamentos que en dosis terapéuticas son seguros pero que en exceso pueden causar estados alterados. Gracias a las recetas falsas cada día se abusa más de ellos. De hecho en Estados Unidos el abuso de fármacos legales ya supera el de las drogas ilegales.
No sólo el mal uso de los antibióticos puede tener efectos graves en nuestra salud. La población en general ha perdido un poco el respeto a ciertos medicamentos, en primer lugar a los antibióticos, y todos deberíamos reflexionar sobre el tema: prescriptores, dispensadores y el propio paciente.
Muchas veces hablamos de que no hay una receta médica detrás pero sí hay una prescripción, y el paciente en general tiene que ser consciente de que el medicamento se ha de tomar en el momento adecuado y de la forma adecuada. Ha aumentado mucho el consumo de psicofármacos, y un inmenso número de personas en España mal usan o abusan de benzodiacepinas ―ansiolíticos y somníferos―. A partir de aquí se tiene que diferenciar lo que es mal uso de un medicamento del abuso.
¿Qué es mal uso de medicamentos?
El mal uso de un medicamento sería aquella circunstancia en que hay una prescripción detrás pero el paciente no sigue bien las indicaciones.
¿Qué es abuso de medicamentos?
El abuso de un medicamento sería cuando no hay una prescripción y el paciente se automedica con el fármaco según los síntomas que percibe.
¿Qué es el uso lúdico de los medicamentos?
El uso lúdico de los medicamentos es un mal uso de los medicamentos. Es aquella situación en que la persona que los consume lo que busca son efectos psicoactivos, efectos estimulantes o efectos alucinógenos de la propia sustancia.
En el caso de los tranquilizantes hay gente que los toma durante un periodo más largo del que los tendría que tomar. Por otro lado, también en el caso de los tranquilizantes, se pueden consumir en situaciones para contrarrestar el efecto de drogas ilegales como podría ser por ejemplo la cocaína. Una persona que tiene una estimulación importante con un consumo prolongado de cocaína toma benzodiacepinas y ansiolíticos para disminuir esta ansiedad.
Realmente en farmacia se pueden encontrar medicamentos que pueden ser realmente peligrosos si se hace un mal uso, hay muchos principios activos que se pueden usar a nivel lúdico y recreativo con el peligro que eso comporta.
Un ejemplo es la Ketamina, un anestésico veterinario. Hay gente que en él busca efectos alucinógenos y disociativos. A la persona que experimenta con ketamina le parece que el cuerpo se le separa de la mente, siente una serie de sensaciones que no son reales… y estamos hablando de una sustancia extremadamente peligrosa porque por un lado la gente cuando lo toma necesita tomar cada vez más dosis para tener los mismos efectos, y luego a nivel orgánico puede provocar efectos potencialmente peligrosos como puede ser la muerte por fallo cardiaco.
Otro ejemplo puede ser el Misoprostol. Es un protector gástrico pero consumido en alta dosis puede provocar abortos ―abortos incompletos― y problemas importantes para la madre. Se tienen referencias de que en Sudamérica es un tipo de fármaco bastante usado con esta finalidad.
No se ha inventado todavía una droga que genere placer sin causar perjuicios en la persona que la consume. La mayoría de sustancias que están actualmente a nivel ilegal su principal aspiración inicial era ser medicamentos, pero se vio que producían muchos más perjuicios que beneficios. A partir de aquí se desecharon, pero hubo alguien que los recuperó y ahora se encuentran en el mercado ilegal.
Los medicamentos que se compran a través de internet.
Un muy alto porcentaje de los medicamentos que se obtienen a través de internet son falsos. Aparte del problema que podemos tener de consumir un medicamento sin calidad terapéutica, también se añade el peligro de la falsificación de estos fármacos. Las farmacias online no nos aseguran que detrás haya una farmacia real y que detrás haya un farmacéutico que avale la compra o la obtención de ese medicamento.
Las anfetaminas, las ilegales y las que se pueden obtener con receta.
La MDMA, usualmente conocido como éxtasis, se inventó en 1914 como un “quitahambre”. Pero los laboratorios se asustaron al comprobar sus peligrosos efectos secundarios. De hecho, muchas sustancias experimentales de laboratorio acaban como droga recreativa. Hay estudiantes o personas de negocios que usan Ritalina (metilfenidato) para aumentar la concentración en exámenes o negociaciones, aunque en realidad se trate de una anfetamina para tratar la hiperactividad y la falta de atención.
Y es que la diferencia entre droga legal e ilegal es a veces más cultural que química. El famoso inhalador de Vicks tiene 50 miligramos de metanfetamina, no es psicoactiva pero un inocente usuario con resfriado podría dar positivo en un test de control antidrogas.
Otro caso es el del medicamento diseñado para tratar la narcolepsia, el modafinilo. Además, se ha comprobado que puede llegar a mantener despierta a una persona 90 horas, sin los efectos secundarios que tendrían las anfetaminas o el café.
¿Podemos generar adicción a un medicamento sin nosotros saberlo?
Es una situación que se podría producir sobre todo en aquellos casos donde se toma mayor dosis y mayor tiempo de duración del estipulado. A partir de aquí podríamos tener ejemplos claros de fármacos que son muy seguros en una dosis normal y un tiempo normal como podría ser la codeína o los tranquilizantes, pero que si lo prolongamos en el tiempo podríamos tener problemas.
Fuente: Quèquicom TV3 (7/03/2018) / Vademécum en Radio 5 (14/07/2015) / Ciencia y tecnología en Cadena Ser (29/12/2016) / El canto del grillo de RNE (4/05/2017) / Cinco días de El País economía (2/12/2016) / Para todos la 2 de RTVE (26/04/2013) / tres14 – Automedicación de RTVE (30/03/2008) / Imágenes: pixabay y flickr Teresa Avellanosa.
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