La palabra es nuestra herramienta de comunicación por excelencia, pero entre palabras, antes o después de ellas, hay silencios. Los silencios tienen un significado, en ocasiones son mucho más elocuentes que lo que se dice.
Qué significan los silencios en una conversación o en un discurso:
¿Pueden los silencios tener tanta fuerza como la palabra? La respuesta es sí, el silencio puede tener muchísimo poder. Forma parte de nuestro comportamiento no sólo en las conversaciones o en un discurso, un silencio puede acarrear consecuencias muy importantes en nuestras vidas.
Callarnos cuando somos espectadores de una injusticia tiene un significado y habla de que tipo de persona somos, o callar cuando tenemos una información que puede beneficiar a alguien y no la decimos es también un tipo de silencio y tiene consecuencias, a veces muy positivas y otras veces negativas.
Hay silencios colectivos, silencios individuales, silencios voluntarios y silencios obligados (el poder, a veces, obliga a determinados silencios).
En nuestro día a día, en cualquier conversación, es importante saber gestionar los silencios. Si dos quieren hablar y ninguno de ellos tiene la actitud de silencio no hay escucha, no hay una conversación posible. La gestión de la palabra es tan importante como la gestión de los silencios.
Los silencios en una conversación pueden tener distintos significados:
- Pueden querer decir: «Quien calla, otorga».
- Pero también pueden servir para evitar el conflicto: «mejor me callo, no voy a decir nada para no complicar las cosas».
- O simplemente pueden ser un síntoma de desinterés: «para que voy a decir nada. No me interesa el tema. Ni me interesa la persona con quien estoy hablando».
¿Hay para quien el silencio representa debilidad, sumisión? En ocasiones podría serlo. Hay personas que no hablan porque no se atreven, o porque no se creen en la posición de poder opinar.
El silencio también es una señal de poder. Hay jefes, por ejemplo, que pueden estar mirando a un subordinado en silencio, durante largo rato, y esta es una forma de ejercer autoridad, de ejercer poder. Es algo que hacen también los profesores, el mirar en silencio a alguien. Y le están transmitiendo una información importantísima: «yo tengo poder sobre ti».
La personas que tienen seguridad en sí mismas soportan mejor los silencios. En cambio hay personas que no soportan bien los silencios en situaciones determinadas, cuando están acompañadas necesitan hablar y hablar… de sí mismas, del tiempo… de cualquier cosa con tal de rellenar la ausencia de palabras.
Son personas que hablan mucho, pero hablan por hablar, de temas que no interesan al otro sin tampoco preguntarse qué es lo que puede interesar a su interlocutor. Son personas que acaban siendo aburridas y pesadas, y que muchas veces terminan metiendo la pata explicando cosas suyas, de su familia o de su empresa que son confidenciales.
¿Y los silencios que se producen en los ascensores? Estos silencios nos crean una situación de cierta incomodidad. Es interesante tener la habilidad para romper esos silencios, aunque sea hablando del tiempo. Son conversaciones intrascendentes que, en esos casos, nos acercan a los demás.
Si empezamos a hablar podemos tener más empatía con las otras personas, porque al hablar sonreímos, nos miramos a los ojos… aunque no sea muy importante lo que estamos tratando el romper ese silencio nos permite acercarnos a los demás.
A la hora de hacer un discurso, las pausas, los silencios, también dan juego. Es una técnica que los grandes profesionales dominan. Los magos, por ejemplo, o los actores que se dedican sobre todo al humor, dan una gran importancia a las pausas. Hacen una broma, una observación, y después se quedan en silencio. Es una manera de indicar al público que lo que han dicho es una broma, para darle tiempo a reaccionar y que los espectadores se puedan reír y puedan aplaudir.
Los silencios son tan importantes como las palabras. Quien prepara un discurso, en general, le da tanta importancia a estas pausas como a las frases que tiene que pronunciar. Hablar en público es algo que se entrena y se ensaya.
Hay políticos que son expertos, Obama por ejemplo es un maestro de los silencios. Hace unas pausas fantásticas, siempre bien colocadas en el discurso y, además, largas. Es capaz de hacer pausas importantes delante de dos personas o de cincuenta mil. Siempre acompañando con el lenguaje corporal: pecho abierto, vista hacia el público, con la cabeza levantada, sin rehuir la mirada. De esa manera da importancia a lo que acaba de decir y, además, prepara a su público para lo que vendrá después.
Un muy buen ejemplo es el mítico discurso de Martin Luther King, donde vemos cómo juega con las pausas:
En primer lugar no hay ningún motivo para ir deprisa cuando estamos en una conversación importante, o cuando estamos dando un discurso. Las pausas marcan un ritmo, están dando importancia a lo que se acaba de decir, y también le indican al público cuándo puede aplaudir.
Fuente: Teresa Baró en el programa «Para todos la 2». Teresa Baró es escritora, formadora, conferenciante internacional y experta en comunicación personal y lenguaje no verbal. / Imagen de portada: Fragmento de la portada de «Dibujos invisibles» de Gervasio Troche.