Daniel Tammet es una mente privilegiada. Matemático, escritor y autor del libro ‘La conquista del cerebro’. Habla de las distintas fases de los recuerdos, de autismo y creatividad, de mente y máquina, de por qué la pobreza engendra pobreza, de la fascinación por el cotilleo y las leyendas urbanas. Algo más de cinco horas nombrando los 22.514 primeros dígitos del número π sin equivocarse le hicieron merecedor del récord europeo de memorización y recitación de ese número. Eso era el 14 de marzo del año 2004. ¿Cómo se entrena uno para conseguir esto?
“Cuando en marzo de 2004 recité de memoria 22.514 decimales de la constante matemática pi, 3,14159265…, a mucha gente le pareció que aquello había sido cosa de magia. Pero este logro, un récord europeo, fue el resultado de semanas de estudio disciplinado ayudado por el modo, poco habitual, en que mi mente percibe los números, como formas complejas, multidimensionales y con color y textura. Recorriendo a estas formas pude visualizar y recordar los dígitos de pi como si fueran un panorama numérico que se iba desplegando en mi mente, cuya belleza me fascinaba y me cautivaba. A partir de esta aleatoria serie de dígitos, compuse algo semejante a una canción visual, que iba discurriendo por todas las curvas de mi mente, gracias a la cual pude oír la música de los números.”
¿Quién es Daniel Tammet?
Daniel Tammet nació el 31 de enero de 1979. A él le gusta decir que 31, 19 y 79 son números primos, pero eso es porque considera que los números primos son poéticos. Sabe hablar muchos idiomas (diez, incluyendo el islandés, el esperanto y uno de creación propia) y le encanta la literatura. Especialmente, la poesía. Y, en concreto, La poesía de los números.
Para este matemático prodigioso cada número hasta la cifra de 10.000 tiene su propia forma, color, textura y emoción. Números que brillan. Contar es para él como ver una película o adentrarse en un bosque tropical. Quizás por eso, cuando era un muchacho hostigado por sus compañeros en un barrio al este de Londres, no jugaba al fútbol en el patio del colegio, sino que se ponía delante de un árbol y contaba las hojas de la copa. De hecho, es el mayor de nueve hermanos y todos ellos eran mejores con la pelota que él, aunque le querían igual porque desde pequeño les explicaba historias.
Es posible, también, que gracias a esta capacidad batiera en 2004 un récord europeo al recitar 22.514 decimales del número pi, el más enigmático de todos, en cinco horas.
Diagnosticado con el síndrome del savant, Tammet es capaz de llevar a cabo proezas intelectuales extraordinarias, pero no solo eso: también es un hábil divulgador científico experto en el funcionamiento del cerebro.
¿Cómo se entrenó para conseguir ese récord de memorización?
Tardó tres meses. Daniel Tammet explica que tiene sinestesia ―un fenómeno neurológico que hace que en su cabeza los números tengan formas, colores, texturas, emociones. A veces incluso tienen su propia personalidad―. Cuenta que por ejemplo el número 4 es tímido, como él era de pequeño en Londres. El número 89 es como la nieve que cae al suelo. El número 11 es belleza, para Daniel es la mejor manera de describir la belleza.
Aprender el número π consistía en verlo como un poema, no escrito en español ni en inglés o en francés o en cualquier otra lengua, sino escrito con números. El lenguaje de los números es el idioma que Daniel Tammet habla con mayor fluidez.
“Desde que era pequeño el lenguaje de los números, de las formas, los colores, las texturas, lo que significan esas formas, igual que los ideogramas del japonés o el chino, me fascinaban y disparaban mi creatividad. Así que cuando aprendí el número π en esos tres meses, en realidad estaba aprendiendo los colores y las texturas y las imágenes, y creando historias con esas imágenes. Y como para mí era un poema, lo que quería era recitarlo ante el público.
La gente lo escuchó aunque no entendiera el lenguaje de los números, pero les emocionó esa experiencia. Pudieron sentir la emoción, pudieron entender lo importante que era para mí. En español tenéis el verbo contar que significa contar números, pero también contar historias. Y creo que yo en ese momento estaba haciendo ambas cosas. Estaba contando y recontando.»
¿Recuerda esas 5 horas? ¿Nervioso, emocionado, tranquilo?
“Lo disfruté a tope. Cuando yo recitaba los dígitos del número π estaba recitando una historia. Gira en torno a una persona que está subiendo por una colina, contempla un paisaje y un Sol precioso. Después viene la oscuridad, después sale otra vez el Sol y después esa persona continúa el viaje.”
El objetivo de su récord era recaudar fondos
Todo lo recaudado aquel día, en el que consiguió ese récord, lo donó a la investigación de la epilepsia ¿Por qué? Para dar visibilidad a las personas que sufren esta enfermedad.
“Porque cuando tenía 4 años sufrí ataques epilépticos. La epilepsia es uno de los efectos secundarios del autismo, y yo sufro autismo de alto funcionamiento, también conocido como síndrome de asperger.»
Su padre murió de esa enfermedad, así que cuando él sufrió el primer ataque su madre temió lo peor. Sin embargo, esa crisis desató otro efecto: se le acabaría diagnosticando Asperger, pero solo un 1% de los diagnosticados con este trastorno autista padecen también el síndrome del sabio (o síndrome del savant), caracterizado por una memoria prodigiosa, unas habilidades con las artes innatas, una capacidad de cálculo casi paranormal. Él, además, es sinestésico, así que puede escuchar colores o palpar sabores. La clave, sin embargo, es que además de poseer todas estas habilidades asombrosas, es de los pocos que saben explicarlas. Porque escribe. Y escribe muy bien.
¿Qué es el síndrome del savant o síndrome del sabio?
“El autismo es un trastorno del desarrollo. En cuanto al síndrome del savant, es una forma de autismo muy específica. En este síndrome, la persona cuenta con unas capacidades que en otros serían extraordinarias, sean autistas o no. En mi caso, es la capacidad de aprender idiomas. Adoro los idiomas. Utilizo distintos idiomas a diario. También los números, me encantan los números. Veo los números con colores y texturas y esto me ayuda a recordarlos.”
Daniel Tammet: «A menudo ignoramos hasta dónde somos capaces de llegar, hasta que no lo probamos»:
Tímido, sensible, patoso
“A muchas personas el autismo les impide la interacción social y las emociones. En algunos casos incluso les impide hablar. Pero en mi caso el autismo es leve, lo que me ha permitido con el tiempo aprender cómo hablar, cómo interactuar y cómo tener amigos.
Hoy el autismo ya no es un límite importante en mi vida. Puedo escribir a tiempo completo. Tengo un marido, tengo una carrera, viajo por todo el mundo, doy conferencias. Pero cuando era pequeño era una enfermedad mucho más difícil para mí y para mi familia.
Mi familia era muy pobre, no tenía estudios, no podía entender por qué yo era distinto. No había ni siquiera una palabra para describirme. Decían de mí que era tímido, sensible, patoso. Porque la palabra autista no existía.”
Anclado en las rutinas
Ser como es también tiene otras consecuencias. Tammet está anclado en las rutinas: debe tomar el té cada día a una hora exacta, salpicar su cara cinco veces cuando se despierta y, antes de salir de casa, contar los botones de toda la ropa que viste. Explicó todo eso y mucho más en Nacido en un día azul (2006), las memorias sobre el día a día de un sabio con autismo, nombradas mejor libro del año por la American Library Association.
“Sobre todo cuando era pequeño siempre estaba contando la ropa, los botones, todo. Era una manera de calmarme. Porque es como pasa con la música, nos calma porque consiste en contar. Para mí, en mi cabeza, contar es como escuchar música. La música que escucho es la música de los números.”
De hecho, su rasgo más especial no es ser un sabio, sino saber explicar cómo funciona su cerebro. Y el nuestro. El de todos. La conquista del cerebro, su nuevo libro, va entre otras cosas de esto. Fue uno de los grandes best sellers de 2009 en Francia, así que se mudó a París, donde vive como escritor desde entonces. Un matemático que vive de las letras.
A Tammet le costó entender qué sucedía en su cabeza. Por eso era tímido, aunque le gustaba arrasar en los quizs en los que concursaba con sus amigos. Pero en 2005 el Channel Five británico le dedicó el documental «The Boy with the Incredible Brain», y durante la grabación conoció a alguien que le daría la confianza que le faltaba: Kim Peek, la persona en la que se basó el personaje de Dustin Hoffman en Rain Man. Ese que recitaba números, se golpeaba a cabeza y para el que una lavadora de color era tan fascinante como la mejor película jamás filmada.
Su actitud ante el nerviosismo
Aunque se ha convertido en un autor de éxito y en una celebridad de la divulgación científica, Tammet aún se pone nervioso a menudo. Tiene un truco. Lo hace desde que era muy pequeño. Para llevarlo a cabo debe cerrar los ojos. Entonces, multiplica dos por dos, y el resultado por dos más, y esa cifra otra vez por dos… Y a medida que lo hace en su mente aparecen bengalas, chispas, espirales de neón. Hasta que, de repente, puede ver con claridad todo un cielo de fuegos artificiales. Eso lo tranquiliza y le parece bonito. Le gustan la justicia y la precisión, pero siempre dice que en las matemáticas, como en la literatura y en la vida, la belleza es lo más importante.
Cómo y cuándo descubrió Daniel Tammet que tenía sinestesia
“Los científicos pudieron describirme la enfermedad que tenía cuando ya tenía más de 20 años. Antes de eso yo ya tenía una relación intuitiva con los números. Y también con las palabras que para mí también tienen formas, colores y texturas.
Cuando escribo, que es a lo que me dedico plenamente ahora que vivo en París, veo los colores y veo las texturas. Y escribo para intentar trasladar esas sensaciones a los lectores que no sufren sinestesia, aunque pueden sentir también emociones fuertes. Supongo que parte del arte que hay en la tarea del escritor es saber manejar las palabras de forma que transmitan esas emociones al lector.»
¿Qué ocurre a partir del número 10.000?
Para Daniel Tammet los números, hasta 10.000, tienen colores, texturas e incluso transmiten emoción. ¿Qué sucede a partir del número 10.000?
“A partir del 10.000 se me hace muy complicado poner imágenes a los números, otorgarles un lenguaje. De algún modo yo tengo mi propio vocabulario para todos los números hasta el 10.000. Soy capaz de crear ese vocabulario propio mediante la combinación de los significados, de forma que los números pequeños se juntan para tener un significado mayor. Del mismo modo que el latín, el español, el inglés o el francés permiten construir palabras muy complejas a partir de palabras más pequeñas. Las pones juntas y construyes esas ideas más complejas.”
¿Cuál es la relación entre las matemáticas y la poesía en su cabeza?
“Yo no soy matemático. Me enfrento a las matemáticas desde la perspectiva de un aficionado, en el sentido noble de la palabra. Alguien que ama las matemáticas, que ama las ideas de las matemáticas. Las matemáticas son abstractas pero al mismo tiempo nos afectan a todos, están en todos los sitios.
Por ejemplo, la idea de lo infinito es una de las ideas más increíbles creadas por la humanidad. El número π es un número infinito, aunque tuviéramos una hoja de papel del tamaño del universo no tendríamos espacio para escribir todos los números que lo componen. Y la idea de que un número puede ser más grande que el universo, como si fuera el número de teléfono de Dios, es increíble. Es asombroso, y eso para mí es poesía. Ese tipo de idea es como un poema.»
¿Cómo sabe que el número 4 es tímido?
El número 4 es puntiagudo, y Daniel Tammet lo ve azul ¿pero cómo sabe que es tímido?
“Sí, físicamente es puntiagudo y azul. Pero su significado es ese, es tímido, timidez. ¿Por qué? La misma pregunta se puede hacer a cualquier lenguaje. ¿Por qué las palabras en francés que empiezan con las letras “lu” tienen siempre algo que ver con la luz? Lumière significa luz, lunettes son gafas, lune es luna, lucarne es un tragaluz, lucioles son luciérnagas. Cuando se lo digo a los franceses les sorprende, es su primera lengua pero no se han fijado en esa relación entre sonidos y significados.
¿Por qué el número 4 y los números relacionados con el 4 conllevan ese significado de timidez? No lo sé. Es algo que ha creado mi mente de manera intuitiva. Ha creado ese significado como parte de un lenguaje secreto, privado, que sólo yo puedo entender. Pero es bello a su manera, para mí es completamente lógico.»
¿Qué piensa Daniel Tammet sobre el 7, por ejemplo?
“El 7 es grande y azul oscuro, casi morado. Es un número fuerte, el 4 es débil comparado con el 7.»
¿Por qué le fascina tanto el 111?
“El 111 lo obtienes de multiplicar 37 por 3, que son números primos. Y el 37 es un número primo muy bonito. Y cuando lo multiplicas por 3 y te da 111 obtienes un resultado muy bonito.
El 111 por cierto es un número que aparece mucho en los trabajos de Oliver Sacks. Él escribió hace mucho, en los 80, un libro sobre el autismo: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero. Era un magnífico escritor, pero lamentablemente se equivocó cuando escribió entonces sobre el autismo. Era un tiempo en el que se pensaba que los autistas eran como magos, gente que podía hacer cosas sobrenaturales. Él hablaba de unos gemelos autistas que, cuando alguien tiraba al suelo un montón de cerillas delante de ellos eran capaces de contarlas instantáneamente, y decían: 111. Sobra decir que no hay evidencia científica de que esto sea así. Yo nunca he sido capaz de hacer algo así, y no conozco ninguna otra persona autista que haya podido hacer esto en un entorno de experimentación científica.
En la película Rain Man lo reprodujeron usando palillos en lugar de cerillas. Por eso de algún modo ya forma parte de la cultura popular sobre el autismo, cuando en realidad procede de la maravillosa imaginación que tenía Oliver Sacks.”
Según Daniel Tammet todos nacemos con el mismo instinto numérico
“Creo que todos nacemos con el mismo instinto numérico. Nos encanta contar desde nuestros primeros días. Como bebés contamos de manera instintiva. Pero los talentos de cada persona son diferentes, porque desde pequeños se desarrollan en direcciones distintas.
Una persona no puede aspirar a ser un gran artista o un gran matemático si no se ha cultivado en esos terrenos. Tiene que dedicarse a aquello por lo que siente una atracción. Y si no se sienten atraídos por los números no pasa nada. Yo creo que el problema tiene más que ver con la educación, pone reglas a los niños desde que son muy pequeños. Por eso la idea que la mayoría de la gente tiene sobre las matemáticas es que todo consiste en reglas, como aprender la tabla de multiplicar, y eso es muy aburrido porque se basa en la repetición. No hay creatividad.”
¿Qué vinculo existe entre música y memoria?
“La memoria está basada en segmentos, y la música también. En segmentos y en repeticiones. Si escuchas atentamente una música empieza siempre con una serie de notas, que son números. Y la gente disfruta escuchando música porque es como estar contando. La música es una manera de contar. Ese es otro ejemplo de cómo todo el mundo disfruta de los números dependiendo de cómo se presenten.
Si los presentas de manera aburrida no los disfrutas, no sientes ninguna atracción hacia los números. Pero si los presentas de manera divertida, de manera instintivamente interesante para nosotros, entonces creo que incluso la gente que dice que no le gustan los números acabará diciendo que le gustan. Descubrirá algo en ellos.
La música está compuesta por números y por repeticiones, y en nuestra memoria usamos también las repeticiones. Cuando contamos historias que queremos que se recuerden estamos usando repeticiones, contamos que algo pasó y volvemos al tiempo en el que pasó. Y lo contamos de manera sensiblemente distinta. Hablamos de ese hombre con el que nos encontramos y dijo esto o lo otro, y luego este hombre tal o cual, y lo vas cambiando a medida que lo repites.
Es como cuando aprendes un idioma. Aprendes una frase, luego una frase parecida pero algo distinta, y luego te preguntas por qué es distinta. Y aprendes de manera instintiva por qué es distinta. Y luego otra frase diferente, y así lo aprendes. Mezclando la repetición con la diferencia de manera sutil.”
¿Cuántos idiomas habla Daniel Tammet?
“Vivo en París y casi a diario me expreso en tres idiomas. Escribo en inglés, hablo en francés y, dado que tengo muy buenos amigos en Islandia, escribo muchos correos en islandés. Disfruto también de la lectura de libros en español. Leo a Cortázar y a Borges. Aprendí alemán en el colegio, he dado entrevistas en alemán. También escribo en esperanto, nadie habla esperanto pero hay gente que escribe en esa lengua y me comunico con ellos en esperanto. Así que hablo seis idiomas, y luego tres o cuatro más que no hablo del todo pero sí un poco.”
¿Podría hablar cualquier idioma que quisiera en poco tiempo?
¿Aprender un idioma es también una cuestión matemática?
“En realidad es un poco diferente, un poco más complicado. No soy una máquina, así que no puedo pulsar un botón y aprender automáticamente. Empieza con una emoción, eso es algo que no puedo predecir. Si me das un idioma ―y no consiste sólo en qué tipo de idioma es porque para mí todos los idiomas son bellos― lo que me importa es mi relación con ese idioma. Si puedo encontrar la manera de entrar en ese idioma entonces lo puedo aprender, porque existe esa emoción que me permite aprender. Lo hago rápido, depende del material que tenga a mano.
El español fue muy fácil porque hace mucho que lo leo, aunque me es más complicado hablarlo. En francés no tengo casi acento porque estoy rodeado de franceses. Así que depende de cómo lo aprenda, pero si me emociona… Como cuando aprendí islandés. Lo hice para un documental, como si fuera un experimento científico. Me llevaron a Islandia unos días y conocí a una profesora maravillosa, tanto que inmediatamente supe que podría aprender islandés en seguida. De hecho cuando me casé, hace un par de años, esa profesora vino a mi boda y cantó en islandés. Cuando tengo esa relación con alguien, tengo esa relación con su idioma.”
¿Por qué a mucha gente le resulta tan complicado aprender un idioma nuevo?
“Porque cuando nos adentramos en un idioma lo hacemos con ideas preconcebidas, que intentamos imponer sobre ese nuevo idioma. Y cada idioma tiene su forma propia, su propia manera de enfrentarse al mundo. Tenemos que ser muy humildes. Es muy difícil para un adulto.
Hablamos al menos un idioma perfectamente, y como adultos es muy difícil adentrarnos en ese segundo idioma como si volviéramos a ser niños. Para mí no es un problema, porque me siento siempre como un niño, incluso ahora a mis 38 años. Pero para la mayoría de la gente es incómodo.
Pero si pensamos en un idioma como una segunda niñez, o una tercera o una cuarta según cuantos idiomas queramos aprender, se convierte en una experiencia mucho más sencilla.
El consejo que puedo dar es intentar encontrar conexiones intuitivas con las palabras. No intentes aprender reglas porque eso te va a aburrir y vas a olvidar lo que aprendes. Intenta encontrar las reglas de manera intuitiva. Mira frases, ejemplos, y mira por qué cambian en función de quien pronuncia esas frases, de que hablan. Es como una historia de detectives, quieres leer hasta el final porque quieres saber quién es el culpable. Es lo mismo con las frases, ¿quién es el autor?, ¿por qué se dice así y no así?, así lo conviertes en una historia de detectives y es mucho más interesante.”
Daniel Tammet en sus ratos libres ha creado un idioma nuevo
“Sí, cuando era pequeño siempre quería crear palabras nuevas. Y cuando aprendía francés o alemán, otros idiomas, me inventaba palabras en esos idiomas. Un día alguien se enfadó conmigo y me dijo que no tenía por qué inventarme palabras, que no era mi idioma. No sabía que la gente ponía tanto de su identidad en el idioma. Así que desde ese momento decidí que iba a inventarme tantas palabras como quisiera, pero en un idioma creado por mí. Así nadie me podría decir si está bien o mal, o que no tengo derecho a hacerlo. Ese idioma que me he inventado se llama Manti.
Interconexión entre la mente y la máquina
Daniel Tammet opina que hay mucho charlatán hablando sobre el tema.
“Si hablamos de inteligencia artificial, me situó probablemente entre los escépticos más que entre quienes promocionan estas ideas. Creo que los ordenadores son maravillosos. Creo que Internet es una invención increíble, que me permite hablar con mis amigos en Islandia con sólo encender mi ordenador. Me puedo comunicar con mis amigos en Quebec y por todo el mundo. Eso es fantástico. Pero cada vez más decimos que el cerebro es como un ordenador, y el mío sería como el de un súper ordenador. Y eso es completamente falso. Los ordenadores no tienen emociones, no tienen intuición, no entienden la poesía, no escriben libros, no escriben novelas.
El mejor ejemplo de los límites de la informática es que juegan al ajedrez, me pueden ganar a mí, a ti o a Gary Kasparov. Pero sólo porque el ajedrez es muy complejo y al mismo tiempo muy limitado. Tiene un número muy simple de reglas. Pero mantener una conversación normal, eso es increíblemente complejo. También hay algunas reglas en la conversación, pero son las reglas que marcan las personas que están conversando. Cada conversación tiene sus propias reglas del juego, y eso es algo tan complejo que ningún ordenador del mundo hasta ahora, y yo creo que nunca, podrá hacer: conversar como un ser humano.”
Daniel Tammet reivindica el chisme y el cotilleo ¿por qué?
“Esa es otra de las cosas que no entendía cuando era pequeño. ¿Por qué la gente cotilleaba? ¿Para qué cotilleaba? Para mí de pequeño lo más importante del lenguaje era el contenido de las palabras, su significado. Pero después descubrí que el lenguaje en realidad cumple dos propósitos. El primero expresar el contenido, pero tiene también un propósito social. Puedes pasarte diez minutos hablando con alguien sin decir realmente nada.
El lenguaje se usa para crear una conexión con esa persona, y eso de algún modo es el propósito del cotilleo: hacer conexiones sociales con la gente. En la medida en que se usa para eso es fantástico. Es muy positivo incluso aunque lo que estés diciendo sea muy negativo. Porque el resultado es que con esa conversación estás creando una complicidad con otra persona, y eso es muy positivo.
De hecho, la mejor manera de proteger tu cerebro no es aprender cosas nuevas o dedicarte a hacer juegos que te hagan pensar o que te hagan memorizar números. Los científicos han estudiado esto durante mucho tiempo, y saben que la mejor manera que tenemos de proteger nuestro cerebro, de frenar el alzhéimer, es no tanto cotillear si pasar tiempo con nuestros amigos y nuestra familia. Esa actividad social ―hablar, hacer bromas, contar historias― protege nuestro cerebro, crea conexiones y las hace más fuertes. Es buenísimo para nuestro cerebro.
Hay gente que cuenta ovejas para dormirse ¿Qué cuenta Daniel Tammet?
“Por suerte duermo muy bien. Casi siempre me quedo dormido rápidamente. Durante el día mi cabeza está trabajando constantemente, así que por la noche me quedo dormido inmediatamente. Pero si tengo que contar cuento con mi lenguaje de números. Veo las formas en mi cabeza, veo las emociones, y siento como si paseara en ese otro mundo. Me calma y me quedo dormido.”
¿Cuál es la finalidad última de ‘La conquista del cerebro’?
“Creo que el cerebro es un fenómeno fascinante en sí mismo. Ya sea el mío o el de cualquier persona. Hay más conexiones en un cerebro, en cualquiera, que átomos en el universo o estrellas en el cielo. Esa complejidad es asombrosa e invita a hacerse muchas preguntas.”
Daniel Tammet es una persona superdotada
Todos podemos conocer gente superdotada a nuestro alrededor, pero Daniel Tammet insiste todo el rato en su libro que todos los cerebros son extraordinarios. ¿Realmente lo son todos?
“Sí, así lo creo. Porque todos los cerebros son increíblemente ricos en conexiones. Creo que una de las cosas que distingue la mente del savant, sea autista o no, de lo que llamaríamos la mente normal, es que muestran un interés por áreas a las que a menudo no se presta atención. Por ejemplo, en el terreno de los números. A la gente suele asustarle los números desde muy pequeños. Me temo que, por desgracia, la escuela ahuyenta a los niños de los números y de las matemáticas.
Aunque yo no soy matemático siempre he apreciado la belleza de los números. Es una de las cosas que me atrae hacia ellos.”
Lo que Daniel Tammet piensa del cerebro de los niños
Explica que cuando los niños tienen dos años su cerebro tiene el doble de sinapsis y además utilizan el doble de energía que el cerebro de un adulto. ¿Quizás por eso es tan importante recordar que la educación de los niños es muy, muy importante, porque esos cerebros son auténticas esponjas?
“La educación infantil es muy importante. Creo que desde edad muy temprana hemos de encontrar vías educativas para estimular a los niños a jugar. Con números, con palabras, con ideas. Del mismo modo en que juegan entre sí, sin limitar su imaginación. Pienso que la literatura es una forma maravillosa de estimular la imaginación. En lugar de decirles a los niños, sobre todo de pequeños, el mundo es así, es mejor decirles cómo podría ser y que pasaría si… Y dejar que los niños imaginen ellos solos qué mundo verían si las cosas fueran de esta manera o de esa otra.
En su libro Daniel Tammet insiste en que hay muchas formas de autismo
Daniel Tammet insiste a lo largo de su libro, en varias ocasiones, que hay muchos tipos de autismo, que hay un autismo de alta funcionalidad, un autismo muy talentoso, como es, por ejemplo, su caso. ¿Hasta qué punto películas como Rain Man o algunos pasajes de algunos de los libros de Oliver Sacks han provocado que cierta parte de la gente crea que el autismo es solo de una manera muy concreta y que no hay esa diversidad?
“Sí, es una cuestión muy importante, porque en el pasado se creía que solo había una forma de autismo. Y que a quien se le diagnosticaba autismo le tocaba seguir una línea de desarrollo concreta. La idea, por ejemplo, de que un autista no puede enamorarse o que no puede ser creativo, que no puede tener una carrera ni viajar ni vivir una vida plena.
Hoy sabemos que eso no es cierto. Ni en mi caso ni en el de muchos otros que han nacido en el espectro del autismo. En mi libro, presto una atención especial al ejemplo de Oliver Sacks, porque hace muchos años, cuando el autismo no se comprendía tanto, él escribió sobre unos gemelos autistas a los que les encantaban los números. Eso es muy interesante desde mi punto de vista, porque hay algunas similitudes con mi caso.
Cuando leí lo que había escrito sobre aquellos jóvenes autistas y su amor por los números, comprendí ese amor por los números. Pero me decepcionó mucho la forma por la que optó Oliver Sacks para describir a los gemelos. Utilizó términos muy negativos y la forma en que retrató sus habilidades.”
Sobre la creatividad
¿No le parece paradójico, incluso irónico, que los estudios recientes sobre el carácter innovador de la mente autista estén ayudando a entender mejor los procesos de creatividad, cuando antiguamente se pensaba que no eran nada creativos?
“Desde luego, totalmente. Llevo bastante escribiendo, más de diez años, y he visto la evolución. Hace diez años, cuando salió mi primer libro, la gente se preguntaba si lo había escrito yo, si era posible para un autista escribir su propia autobiografía. Y creo que ahora, diez años después, con mis libros traducidos a muchos idiomas, vendidos en todo el mundo, con premios y alabanzas de grandes escritores de muchos países, estas preguntas son mucho menos frecuentes.”
La era de la información
Es muy interesante en el libro el capítulo donde Daniel Tammet habla de la era de la información, sobre todo de esta era de saturación informativa. Llega a escribir: “Tener demasiada información puede ser tan nocivo como tener demasiado poca”. ¿Es así?
“Sí, porque la información en sí es totalmente neutra. La idea de que cuanta más tengamos mejor, no tiene por qué ser cierta. El funcionamiento de la mente se basa más en historias. Si nos fijamos en las historias, la cantidad de información que contienen suele ser muy poca. Lo que sucede es que tomamos una pequeña cantidad de información y creamos un mundo nuevo y nos adentramos en él. Imaginamos que pasaría si hiciéramos esto o aquello. Esa forma de imaginar es mucho más útil para la mente que la simple recepción de una tonelada de información.”
Los sentimientos y la felicidad
En su libro Daniel Tammet habla del cerebro, de avances en la neurociencia, de enfermedades mentales. Habla de muchas cosas pero también habla de sentimientos, y habla de frustración y habla de sueños y habla de felicidad. Concluye que la felicidad también puede ser una cuestión de práctica. ¿Realmente podemos aprender a ser felices?
“Recelo bastante de la idea, cada vez más extendida hoy en día, de que debemos ser felices. Empieza a ser una obligación social. Pero no definimos qué queremos decir cuando decimos felicidad. La idea de felicidad de una persona puede ser para otra un infierno y viceversa. Creo que más que afirmar que la felicidad es esto o aquello, hay que tener respeto por todo tipo de mentes y de felicidades dentro de los límites que conocemos. Siempre que tu felicidad no invada la de otra persona.”
El futuro de la neurociencia
¿Hacia dónde cree Daniel Tammet que va el futuro de la neurociencia? ¿Cree que los avances van a permitir, por ejemplo, que enfermedades como el alzhéimer se puedan curar?
“Sí, eso espero, porque creo que es casi imposible imaginar el sufrimiento de la gente con esa enfermedad, y, en particular, el de las familias y los seres más cercanos. La memoria es lo que nos define. Sin memoria no somos nada. Y en una enfermedad en la que la memoria desaparece, es como si la persona se desvaneciera ante nosotros. Empezamos a descubrir medicamentos que pueden ralentizar el avance de la enfermedad. En el futuro, no veo motivo para no imaginar que un día contemos con tratamientos capaces de prevenir la enfermedad del todo. Soy optimista.”
¿Ha batido alguien el récord que consiguió en 2004?
“Que yo sepa, sigue siendo el récord en Europa. Pero parece que hay gente en Japón que puede recitar aún más dígitos. ¿Por qué? Uno de los motivos es que han pasado diez años aprendiéndolos. Es casi como una forma de vida para ellos, una religión. Se dedican cada día en cuerpo y alma al número pi, por extraño que nos resulte a nosotros.”
¿Es Daniel Tammet feliz?
“Yo soy yo. En Islandia, tuve la oportunidad de aprender un poco de islandés, hace muchos años para un documental. Y desde entonces tengo allí amigos maravillosos y suelo volver. En Islandia, cuando hace mal tiempo, o preguntas qué tiempo hace, te responden: ‘Qué más da, pregúntame en 15 minutos’. Cambia todo el rato. Lo mismo vale para la felicidad.
Podría decirle que soy feliz ahora, pero debería volver a preguntarme en 15 minutos. Y a lo mejor le respondo otra cosa. La felicidad humana es como el tiempo, cambia todo el rato. Creo que lo más importante es tener buenos amigos, amar y leer libros, que son un modo maravilloso de comprender el mundo y de comprender nuestras mentes. El asunto de la felicidad, en fin, es como el tiempo, va cambiando.”
Fuente: A vivir de Cadena Ser (4/04/2017) / Página dos de RTVE (16/05/2017)